“Este projeto se baseia nos princípios da economia circular, onde nada se perde e tudo se transforma. Estamos tirando a palavra ‘desperdício’ do dicionário aqui”, disse, ao Diálogo Chino, Mauricio Accietto, sob um implacável sol de verão.
Accietto é gerente da ArreBeef Energía, uma divisão da empresa de processamento de carne ArreBeef, cuja missão é transformar resíduos em eletricidade utilizando-se um biodigestor — um tanque que decompõe materiais orgânicos. Nas instalações da ArreBeef em Pérez Millán, uma pacata cidade rural no norte da província de Buenos Aires, a empresa usa esterco e resíduos orgânicos provenientes do abate de mais de mil cabeças de gado por dia para produzir biogás, e a partir daí, eletricidade.
Segundo a Accietto, esta é “uma experiência única” não apenas na Argentina, mas também a nível regional. “Não encontramos projetos de geração de biogás como o nosso. Existem cerca de 40 usinas de biogás no país, mas nenhuma com resíduos de gado”, afirma.
Com isso, o ArreBeef visa reduzir o impacto ambiental da pecuária, que, segundo o último inventário de gases de efeito estufa na Argentina, é o setor mais poluente do país. Ele responde por 21,6% das emissões, muito acima do segundo maior emissor, o setor de transportes, com 13,8%.
Aunque la innovación de la compañía no puede abordar muchas emisiones inevitables del ciclo de vida del ganado, como las de los eructos de las vacas, al capturar y reutilizar desechos orgánicos, puede ayudar a reducir las emisiones al “cerrar el ciclo” en una forma de economía circular. Sin embargo, si la energía producida a partir de desechos puede o no considerarse “renovable” es un tema que genera división.
Desde la habilitación comercial del biodigestor en julio de 2021 hasta el 31 de enero de este año se aportaron a la red casi 4 mil MW de energía renovable, evitando la emisión de unas 1.519 toneladas de dióxido de carbono, de acuerdo a cifras de la empresa. “Equivale al trabajo que tendrían que hacer 1.257.108 árboles durante un año para mitigar dichas emisiones”, sostiene Accietto.
La apuesta del frigorífico, que emplea a unas mil personas y exporta a China y Chile entre otros destinos, es sumar sustentabilidad y eficiencia en un rubro en el cual, cada vez más, los clientes buscan un sello verde que garantice su consumo.
“Nuestros mercados son cada vez más exigentes respecto al compromiso ambiental de las compañías, nuestros nuevos consumidores se fijan cada vez más en la trazabilidad del producto, en la huella de carbono, en la huella hídrica y el compromiso ambiental. Queremos estar listos para eso”, agregó Accietto.
Menos desechos, menos emisiones
La ganadería genera emisiones de diferentes maneras: en primer lugar, a través de la digestión de las vacas ya que emiten metano, un gas que contribuye con el calentamiento de la atmósfera 25 veces más que el dióxido de carbono. A eso se suman los residuos de la industria frigorífica y, de manera indirecta, la deforestación vinculada a la expansión de la frontera agropecuaria.
A nivel global, la ganadería es responsable del 14,5% de las emisiones contaminantes. En Argentina, ese porcentaje sube de manera considerable. Sin embargo, para algunos especialistas esto es discutible.
El argumento principal se basa en el hecho de que la mayor parte de la producción se realiza en pasturas naturales y no en tierras deforestadas. El carbono se acumula como materia orgánica en el suelo y puede permanecer allí hasta por cientos de años. Las pasturas contribuyen en gran medida a esto por la abundante cantidad de raíces que producen. De esta manera, pueden eliminar el carbono de la atmósfera al secuestrarlo en el suelo.
Argentina tiene alrededor de 52 millones de cabezas de ganado, según datos del Instituto de la Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA). Existen unas 130.800 fincas dedicadas a la producción ganadera, según el último Censo Nacional Agropecuario.
Más allá de este debate aún en curso sobre la forma de medir las emisiones del sector, existen otros caminos para aliviar la huella ambiental de la ganadería tanto durante la producción como durante la industrialización. En ese punto se inscribe la experiencia de Arrebeef, que es pionera en la región.
Cronología energética
ArreBeef Energía, la división energética del frigorífico del mismo nombre, comenzó a diseñarse en el año 2018 en el contexto del RenovAr, un programa nacional lanzado en 2016 que apuntaba a incorporar energía renovable mediante licitaciones públicas periódicas en las que distintas empresas presentaban sus proyectos de inversión y el precio al cual están dispuestos a vender su capacidad de generación.
“En ese momento empezamos a estudiar el potencial de nuestros residuos orgánicos porque sabíamos que podíamos ser más eficientes en su aprovechamiento” recordó Accietto. En ese contexto, la empresa armó un proyecto de generación de biogás y posterior transformación a energía eléctrica para ser aportada a la red eléctrica nacional.
El contrato que Arrebeef firmó con el gobierno nacional establece un compromiso de aportar a la red un mínimo de 7.200MW anuales que se distribuyen en cualquiera de las dos líneas de media tensión que llegan hasta Pérez Millán, el pueblo donde está la planta.
Para ello, desde la empresa construyeron un biodigestor, un gran tanque que se carga con los residuos orgánicos del frigorífico y es cerrado herméticamente. En su interior se produce la descomposición de la materia orgánica para generar biogás, un combustible con el cual se obtiene energía eléctrica.
Un biodigestor modelo
El biodigestor se alimenta de residuos orgánicos a partir de diferentes fuentes. Dos llegan por medio de desagües industriales, que la empresa llama como la línea roja y la verde. La roja son los restos de sangre de los animales, mientras que la verde contiene estiércol proveniente del lavado de camiones jaulas, el lavado de los corrales y el contenido que quedó en el estómago del animal al momento de ser faenado.
Hay además otras dos líneas de nutrientes que alimentan al biodigestor: el decomiso animal (animales que llegan muertos al frigorífico y no entran al proceso productivo) o con probabilidades de alguna enfermedad, y el sebo de faena.
Ya dentro del biodigestor trabajan dos tipos de bacterias, anaeróbicas (aquellas que no necesitan oxígeno) y mesófilas (que crecen en temperaturas moderadas), para la descomposición. “Necesitamos que haya ausencia de oxígeno, que sea 100% hermético, y por otro lado las bacterias necesitan un régimen de temperatura específico”, dijo Accietto.
Las bacterias transforman la carga orgánica en un biogás que posee un porcentaje de metano que ronda el 70%, mientras que el resto es principalmente dióxido de carbono. El biogás se utiliza como combustible para un generador de energía que luego se inyecta a la red. La planta tiene una potencia máxima de 1.5MW mega por hora.
Futuro cercano
Desde Arrebeef Energía explicaron que la energía eléctrica generada por el biodigestor se inyecta en su totalidad al sistema eléctrico nacional, y nada se usa para autoconsumo: “El valor de la venta de energía de origen renovable versus el valor de la energía que tomamos de la red no renovable hace un diferencial que lo explica”, dijo Accietto.
Para la empresa, haber invertido en un biogenerador es una apuesta a futuro ya que -según Accietto- “si bien aún no tenemos un eco etiquetado, ya salimos a comunicar a nuestros proveedores y a nuestros clientes lo que hacemos con las materias orgánicas para que, el día de mañana, podamos ir camino a obtener un producto con carbono neutralidad”.
Fernando Vilella, director del programa de bioeconomía de la Universidad de Buenos Aires, dijo que más temprano que tarde, los mercados que más pagan por la carne argentina pedirán este tipo de certificación “Los consumidores pedirán cada vez más información sobre la huella ambiental de los alimentos, y esa información es aún muy acotada en Argentina. Hay que hacer un esfuerzo adicional y generar estrategias para asociar esa característica de menor huella ambiental al producto”.
“La base productiva ya está y es buena, el problema que tenemos por delante es que hay que certificar y trazar. Hay un trabajo por hacer y quedan pocos años, porque sin eso no le vamos a poder vender a China, Europa, Rusia o Estados Unidos, los mercados que mejor pagan”, agregó el investigador de la UBA.
Una transición energética lenta
La experiencia de Arrebeef parece, por ahora, más una excepción que una regla en Argentina, donde la transición hacia una economía con parámetros verdes enfrenta no pocas dificultades tanto por problemas macroeconómicos como por discontinuidades políticas y falta de coordinación entre los sectores públicos y privados.
“Argentina en agricultura y ganadería tiene buenos parámetros para salir a competir, pero todo está poco medido y poco trazado. El Estado y los privados deben hacer un esfuerzo adicional y generar estrategias para esto, porque es lo que el mundo va a reclamar”, dijo Vilella.
En 2021, según datos oficiales, las fuentes de energía renovables no convencionales cubrieron el 13% de la demanda eléctrica. De esa cantidad, el 6% provino de bioenergías. Para Carlos Villalonga, ex diputado nacional y ex director de Greenpeace Argentina, a este paso el país no logrará cumplir la meta de un 20% de energía verde en 2025, según plantea la ley nacional 27.191.
“Argentina va a sufrir esto porque tenemos un bajo porcentaje de renovables y eso va a comenzar a afectar las exportaciones porque nuestras empresas van a competir con otras que sí podrán mostrar una huella de carbono menor, sea por menor deforestación asociada a la ganadería, sea por menor consumo de combustibles fósiles”.
Desde la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) consideraron que el fomento por parte del Estado a las actividades hidrocarburíferas “van en contra de una transición energética limpia y justa, y en contra de los compromisos asumidos internacionalmente”. Durante 2021 por cada peso presupuestado en energías renovables y eficiencia se destinaron 184 pesos a la generación de energías sucias, de acuerdo a FARN.