Las negociaciones para un tratado sobre la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad en alta mar han terminado sin conclusión en la sede de la ONU en Nueva York.
La cuarta y última ronda de conversaciones prevista, que finalizó a última hora del viernes 18 de marzo, debía concluir un proceso de varios años y dar lugar a un tratado. Ahora, los gobiernos tendrán que seguir avanzando en los próximos meses hasta que se celebre otra ronda de conversaciones, probablemente en agosto.
“No hemos llegado al final de nuestro trabajo”, dijo la presidenta de la conferencia, Rena Lee, y señaló que la pandemia de Covid-19 provocó importantes retrasos en las negociaciones. “Creo que con un compromiso, una determinación y una dedicación continuos, podremos tender puentes y cerrar las brechas que quedan”.
Alta mar representa casi dos tercios del océano mundial, pero en la actualidad sólo el 1% está totalmente protegido. Fuera de las zonas económicas exclusivas de los países, estas zonas remotas albergan diversos ecosistemas importantes para la salud del planeta.
Se ha producido un fuerte impulso para conseguir su protección, con 85 países que ya forman parte de la coalición 30×30. Lanzada en enero de 2021, su objetivo es proteger el 30% de la tierra y el mar del planeta para 2030. Sin un acuerdo de alta mar, estos compromisos no tendrán una base legal en las zonas que están fuera de la jurisdicción nacional. Actualmente, los países pueden navegar, pescar y realizar investigaciones en alta mar con pocas restricciones.
“Hay que dedicar todos los esfuerzos en los próximos meses para asegurar este tratado tan esperado en 2022, un objetivo expresado por muchos gobiernos”, dijo Peggy Kalas, directora de la Alianza por el Alta Mar (HSA, por su sigla en inglés). “Ha sido una sesión muy productiva, pero aún no tenemos un acuerdo. El impulso político de alto nivel tiene que traducirse en acción”.
¿Ya es hora de un tratado?
Las negociaciones sobre el tratado comenzaron en 2018 tras una década de debates en la ONU. La llamada Coalición de Alta Ambición, formada por naciones de la Unión Europea y otros 13 países, ha respaldado el objetivo de concluir el proceso este año. Los activistas creen que esto es factible, pero sólo si las negociaciones continúan activamente hasta la próxima ronda de conversaciones.
Elizabeth Karan, que dirige el programa de alta mar de Pew, un think tank con base en Washington, dijo que las circunstancias que rodearon la reunión indicaron desde el principio que no iba a ser la definitiva. Debido al Covid, se permitió la entrada al edificio de la ONU a un número reducido de negociadores y activistas, que cerraban sus puertas a las 6 de la tarde todos los días, lo que no permitía ningún tiempo extra.
Karan dijo que, a pesar de que a los negociadores se les acababa el tiempo, había escuchado “un coro de voces comprometidas a terminar el acuerdo y hacer un trabajo duro de aquí a la reunión final. Los países están tratando de encontrar un terreno común y salvar las diferencias entre sus posiciones”.
La última ronda de negociaciones se centró en los cuatro componentes clave del futuro tratado: los recursos genéticos marinos; los instrumentos de gestión basados en zonas, como las áreas marinas protegidas; las evaluaciones de impacto ambiental; y la creación de capacidades y la transferencia de tecnología de los países más ricos a los más pobres.
Hay una falta de coherencia entre las posiciones en la ONU y la forma de actuar de los gobiernos en otros organismos
El reparto de los beneficios de los recursos genéticos es un área especialmente sensible para los países. Todavía no está claro si será obligatorio o voluntario y si incluirá tanto los beneficios no monetarios como los que sí lo son. Sin embargo, en cuanto a la reglamentación de las áreas marinas protegidas y otros instrumentos de gestión basados en zonas, se han hecho progresos, como los criterios de selección de lugares.
El proceso de evaluación de impacto también está pendiente de finalización, sin que haya consenso sobre los umbrales y criterios aplicables. Los negociadores de los países en desarrollo piden compromisos más firmes en materia de creación de capacidades y transferencia de tecnología, por ejemplo con un mecanismo obligatorio de evaluación medioambiental.
“Hubo algunos avances. Vimos algunos grupos regionales con posturas progresistas. Sin embargo, también hubo algunos países que defendieron el status quo, como Rusia. Consideran que este tratado tiene un papel de coordinación sin poder de decisión”, dijo Veronica Frank, asesora política de Greenpeace, refiriéndose a que la toma de decisiones sigue siendo competencia de las organizaciones que ya gestionan el alta mar.
Las negociaciones también tienen que acordar las disposiciones institucionales de un futuro tratado, que son fundamentales para su eficacia. Algunas de las cuestiones son el mandato y las normas de una conferencia de las partes (COP) periódica -en la misma línea de las de ONU que se celebran anualmente sobre el clima y bianualmente sobre la biodiversidad-, los mecanismos de financiación y la coordinación con los instrumentos existentes que regulan las actividades en alta mar.
“Hay una falta de coherencia entre las posiciones en la ONU y la forma de actuar de los gobiernos en otros organismos. Aquí hablamos de un nuevo tratado, y esta semana la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos se reúne para hablar de las regulaciones para la minería de aguas profundas“, dijo Kristina Gjerde, asesora de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en alta mar. “Ese es el mayor reto de este nuevo tratado, garantizar la coherencia”.
El camino a seguir
En sus observaciones finales, todas las delegaciones agradecieron a la presidenta de la conferencia, Lee, sus esfuerzos por hacer posible la reunión en medio de la pandemia. Muchos dijeron que tenían la esperanza de que la próxima ronda de negociaciones diera por fin luz al tratado. Se espera que a principios de mayo se distribuya un nuevo proyecto de texto.
La delegación de la UE dijo que se habían hecho “buenos progresos” y que son optimistas respecto a la posibilidad de concluir el acuerdo en la próxima reunión. Por su parte, la delegación pakistaní, en nombre del Grupo de los 77 y China, dijo que el compromiso de todos los delegados es claro, pero pidió que los principios de justicia y equidad se reflejen en el acuerdo.
Los océanos ocupan un lugar destacado en la agenda de este año, lo que aumenta la presión para alcanzar un acuerdo. La ONU celebrará en junio su Conferencia sobre los Océanos en Lisboa, mientras que se espera que la Organización Mundial del Comercio (OMC) acuerde el fin de las subvenciones a la pesca ese mismo mes. También se está trabajando en un nuevo marco global de biodiversidad.
“Hemos llegado al punto que queríamos, con delegados que han entablado verdaderos debates basados en textos. Ahora necesitamos un impulso político para que el acuerdo se haga realidad”, dijo Torsten Thiele, fundador de Global Ocean Trust.