María Barbosa se despertó durante una semana con el sonido de los helicópteros. No es el ruido lo que le molesta, sino la dolorosa sensación de esperanza que siente cada vez que los escucha.
Barbosa cree que uno de ellos podría traerle a su hijo Ricardo Oliveira, un operador de maquinaria que desapareció el 24 de enero después de que se rompiera una represa en el complejo minero donde trabajaba en la ciudad de Brumadinho, en el sur de Brasil. Se liberó una ola de barro mortal que mató al menos a 102 personas. Otros 238 están desaparecidos, presuntamente muertos según declararon las autoridades.
“Los que allí desaparecieron y también los que quedan, todos estamos muertos”, dijo Barbosa mientras observaba a los helicópteros aterrizar en un campo de fútbol cerca de su casa en el barrio de Córrego do Feijão. “Ahora este pueblo está muerto. No quedarán trabajos, aquí no habrá nada “.
Ciudades como Brumadinho y Mariana son rehenes de los precios mundiales fluctuantes del mineral de hierro
Como muchas ciudades en el estado de Minas Gerais, Brumadinho depende de la minería. La industria proporciona los empleos mejor pagados y los ingresos fiscales que financian los servicios públicos. Pero también es una bomba de tiempo. La tragedia que devastó a Brumadinho ocurrió solo tres años después de que otra represa se rompiera en Mariana, también en Minas Gerais, matando a 19 personas y envenenando ríos y a la vegetación nativa en tres estados diferentes.
Ambos compuestos mineros son propiedad del gigante minero brasileño Vale S.A., aunque la represa Mariana era propiedad parcial de BHP Billiton, una compañía anglo-australiana.
Recorte de costos
Ciudades como Brumadinho y Mariana son rehenes de los precios mundiales fluctuantes del mineral de hierro. De acuerdo con Tádzio Coelho, profesor de la Universidad Federal de Maranhão que estudia los impactos sociales y ambientales de la minería, las empresas intentan reducir los costos tanto como pueden y esto puede generar un perjuicio sobre el mantenimiento de las represas.
Según Coelho, las fluctuaciones se relacionan directamente con el crecimiento chino. Entre el 2002 y el 2011, el mundo experimentó un auge del mineral de hierro, ya que China lo hizo crecer a una tasa de dos dígitos. La demanda de recursos para construir casas y fábricas aumentó. El crecimiento chino hizo que las empresas mineras como Vale fueran extremadamente rentables.
Pero alrededor del 2012, el crecimiento chino comenzó a disminuir significativamente y los precios del mineral de hierro se derrumbaron, afectando la economía de Brasil. Mientras que en el 2011 una tonelada de mineral se vendía a US$126, entre el 2017 y el 2018 el mismo producto pasó a costar US$50. Esto generó que las compañías mineras tuvieran que tomar decisiones difíciles para satisfacer a sus accionistas.
Hay 790 represas de desechos mineros en Brasil, 204 de ellas tienen un alto potencial para causar daños
“Una estrategia para reducir los costos es disminuir el gasto en la protección del medio ambiente, así como el mantenimiento en la represa de residuos”, dijo Coelho. “Reducen el monitoreo de estas represas, aunque esto a incremente el riesgo de que se rompan”.
El nuevo presidente brasileño, Jair Bolsonaro, hizo una campaña con la promesa de recortar las regulaciones ambientales para impulsar el sector minero y otras industrias extractivas. También acusó a las agencias de protección ambiental de dirigir una “industria de multas” que castiga a las empresas.
Romey Zema, el gobernador recientemente electo de Minas Gerais también prometió acelerar el proceso de obtención de permisos para las compañías mineras.
Pero en medio del creciente enojo público por Brumadinho, el gobierno puede verse obligado a reconsiderar sus posiciones.
Como resultado de la prolongada recesión de Brasil, el gobierno brasileño, al igual que las empresas mineras, redujo los costos. Coelho sostuvo que la Agencia Nacional de Minería, responsable de monitorear las represas, solo tiene alrededor de 160 empleados para monitorear cientos de represas en todo Brasil. El resultado es que un gran número represas no están siendo monitoreadas en absoluto.
Según la Agencia Nacional del Agua, hay 790 represas de desechos mineros en Brasil, y 204 de ellas tienen un alto potencial para causar daños.
El proceso de obtención de permisos en Brasil es profundamente defectuoso. Las compañías pagan por sus propios informes de auditoría, lo que crea un evidente conflicto de intereses. Cuando algo sale mal, a menudo hay impunidad. Hasta el momento, en el caso de Mariana nadie ha sido arrestado y ni tampoco se han pagado multas.
“Ahora quieren que Vale sea el villano, pero no es solo eso”, dijo Coelho.
“El monitoreo es problemático, la licencia es problemática, el castigo cuando algo sale mal es problemático. Desafortunadamente, esto nos hace creer que las probabilidades de que esto vuelva a ocurrir son grandes “.