El salar de Llamara está en pleno desierto de Atacama, en el norte de Chile. Es uno de los pocos lugares del mundo donde se encuentran formaciones de estromatolitos, las formas de vida más antiguas del planeta. Estudios los describen como análogos de la Tierra primitiva.
Llamara también es el hogar de “Pampa Hermosa”, el proyecto estrella de la empresa chilena SQM para la extracción de yodo, que cuenta con permisos ambientales para extraer más de 600 litros de agua por segundo desde sus aguas subterráneas.
Cuando Cristina Dorador, bióloga y académica de la Universidad Antofagasta, llegó al Llamara, se abrazó llorando a sus colegas al ver las tuberías de SQM y, junto a ellas, los microbios flotando sin vida.
Los salares, explica, son ecosistemas frágiles, que se suelen ver como “piscinas con agua” para la gran minería. Y aunque se “devuelva” el agua que se extrae, se produce un desbalance, que resulta en la muerte de las comunidades microbianas.
Dorador se dedica a entender los mecanismos que explican la alta diversidad microbiana en los salares chilenos. En simple, explica que su trabajo trata también de “comunicar lo importante de lo invisible”.
155
miembros electos de la asamblea constituyente redactarán la nueva constitución de Chile
Sus definiciones científicas se entrecruzan con sus definiciones políticas. Cristina Dorador quiere, después de las elecciones del 15 y 16 de mayo, ser una de las 155 personas que redactarán la nueva Constitución de Chile, proceso que se inició después de las masivas movilizaciones sociales de octubre de 2019.
Su objetivo, dice, es llevar “al real norte de Chile” a la Constitución. Es parte de una lista de independientes de partidos políticos, la apoya la Sociedad Civil por la Acción Climática y una encuesta reciente la puso como la favorita del distrito con el 15% de preferencia en mención espontánea.
Dorador habló con Diálogo Chino sobre la importancia de la diversidad microbiana en ambientes extremos, el lugar del litio en la constitución y la transición energética global, y por qué la ciencia y la política se necesitan mutuamente.
Diálogo Chino (DC): ¿Qué lleva a una ecóloga microbiana a postular a un cargo de elección popular?
Cristina Dorador (CD): Siempre he estado muy interesada en todo lo que nos ocurre, en mi casa siempre hubo discusiones de literatura, de política, crecí en un ambiente muy rico. Cuando estaba en Alemania, estudiando el doctorado, pasó lo de la revolución pingüina (movilizaciones estudiantiles en Chile en el 2006), yo me acuerdo estar sentada en el computador mirando las noticias en Chile y preguntarme ¿qué hago aquí estudiando bacterias? ¿A quién le importa?
Uno de los resultados más importantes de mi tesis doctoral fue la gran diversidad microbiana que tienen los salares. Y en ese tiempo coincidió con avances tecnológicos que también dieron cuenta de alta diversidad microbiana en ambientes extremos como la Antártica y Yellowstone. Veía cómo esos lugares tenían mucha más prensa, más interés, había más financiamiento y en Chile no pasaba nada. Tenemos un tesoro, y se pueden hacer tantas cosas, como obtener antibióticos. Entonces dije “bueno, hago la investigación desde allá y trato de aportar”.
DC: ¿Con qué te encontraste?
CD: Vimos en terreno cómo cada vez que nos tocaba muestrear, los sistemas estaban más afectados, ya sea porque se instaló una nueva tubería, porque se hizo una nueva prospección. Debería haber lugares que no se toquen porque es un conocimiento único que se puede obtener de ahí. Pero uno se da cuenta que no basta la investigación, como pensaba al principio, no basta con que uno publique muchos trabajos diciendo “mira lo que hay acá, es clave para la ciencia”. Al político, al tomador de decisiones puede que no le interese.
DC: ¿No se escucha a la ciencia?
CD: Nos pasó cuando se instaló un galpón con concentrado de cobre en el centro de Antofagasta. La gente empezó a sufrir bastante con la contaminación por un polvo negro que había en las calles y el gerente de la empresa dijo “no hay evidencia científica que demuestre que ese polvo es nuestro”. Entonces con Joseline Tapia, una colega geoquímica, dijimos “juntémonos un grupo de investigadores y generemos la evidencia, si para eso somos científicos”. Lo hicimos, hicimos un paper, revista indexada internacional, lo que se pide. No pasó nada. Lo tradujimos al castellano, lo explicamos, dimos charlas, fuimos a hablar con el intendente de la época y nada. Entonces no, no basta con la ciencia.
DC: ¿Es posible explotar litio sin devastar el salar de Atacama?
CD: Los cálculos [que estiman que Argentina, Chile y Bolivia tienen el 85% de las reservas mundiales de litio] se basan en la idea de que se pueden explotar todos los salares. ¿Cómo es posible que quieran explotar todas las salinas? Son lugares únicos de biodiversidad que hay que preservar y no explotar.
Entonces no, al menos no ahora. El litio en Chile está contenido en salmueras y el Código de Minería lo reconoce como un mineral, no como agua. Hay estudios que muestran que las salinas estarán plenamente explotadas en tan solo 20 años. Es muy triste porque, de nuevo, las decisiones a corto plazo pesan mucho más. Históricamente, las salinas se han considerado depósitos. Pero el agua allí es finita y no ha sido suficientemente valorada.
Espero que no nos convirtamos en un territorio que se destruya para satisfacer las demandas del hemisferio norte
DC: ¿Qué se puede hacer, entonces? Considerando la importancia del litio para la transición energética, por ejemplo
No es fácil. Por supuesto, tenemos que transicionar hacia distintas energías. Claramente la energía fósil no puede seguir. En esta misma zona tenemos todavía muchas termoeléctricas funcionando. Y en el mismo territorio se encuentran también los grandes parques solares y eólicos. Creo que hay que ser súper honestos, hablar las cosas sin eufemismos, porque a todo se le pone un slogan para bajar la tensión.
“Pero necesitamos este proyecto porque va a generar tantos empleos”. Ok, perfecto, pero, ¿qué pasa después? Esa es la pregunta que no nos respondemos. Ahora vemos el después de muchas cosas, los desechos mineros acá en el norte son el después de una bonanza del cobre de hace 20 años. ¿Y qué quedó? Seguimos teniendo una tremenda desigualdad a pesar de tener el PIB más alto del país.
Yo creo que se va a desarrollar en algún momento un método de extracción de litio que no sea tan invasivo como hacer pozos de evaporación, pero aún así va a implicar un efecto. No podemos decir que algo es ambientalmente amigable porque todo genera un efecto, y en eso hay que ser súper honestos. Espero que no nos convirtamos en un territorio que se destruya para satisfacer las demandas del hemisferio norte. No porque el hemisferio norte tenga autos eléctricos vamos a bajar las emisiones. Entonces necesitamos tener otro tipo de acciones: que se paren las industrias contaminantes, que Estados Unidos y China paren sus grandes emisiones, esos son los desafíos. Y es casi un chantaje, poner a Chile como “clave para la transición energética”. No es así.
DC: ¿Qué puede hacer la Constitución chilena al respecto?.
CD: Tenemos que lograr establecer las lógicas de una Constitución ecológica, que el ser humano es parte de la naturaleza, y resguardar los derechos de la naturaleza, yo creo que eso va a afectar cómo nos relacionamos en el sentido del extractivismo. Deberíamos fomentar nuevos tipos de economía, de menor escala, y pensar en el futuro. Todo es finito, la Tierra es finita, los minerales son finitos, entonces esto tiene un límite.
Creo que hay poca conciencia respecto de lo que pasa localmente. Se toman decisiones centralizadas. Por ejemplo, en otros países, se destinan lugares para que se concentren las industrias, lo que le llaman algunas personas “zonas de sacrificio”. Alguien en una oficina en Santiago decide “aquí es donde vamos a hacer el puerto, la planta de ácido sulfúrico, la termoeléctrica”, sin preguntarle a las personas, sin participación, sin democracia. Por eso proponemos autonomías regionales, que sean las personas de los territorios las que decidan las formas de desarrollo que se deberían hacer.