Al igual que hace 35 años, Gustavo Recupero recorre semanalmente 70.000 hectáreas en la región pampeana en el centro de Argentina. Como ingeniero agrónomo, asesora a productores de una de las zonas con mayor aptitud agrícola del país. “Jamás vi esto”, sostiene, refiriéndose a los efectos de una sequía que se prolongó durante las últimas tres temporadas.
Según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), desde mediados de 2020 la zona núcleo —en la que se concentra gran parte de la producción agropecuaria— acumuló un déficit hídrico equivalente al total de lluvias de un año completo. El fenómeno generará pérdidas para la economía argentina en 2023 por 20.000 millones de dólares, lo que representa poco más del 3% de su Producto Bruto Interno.
¿Qué es La Niña?
La Organización Meteorológica Mundial lo define como un fenómeno que produce un enfriamiento a gran escala de las aguas superficiales de las partes central y oriental del Pacífico ecuatorial, además de cambios en los vientos, la presión y las precipitaciones.
La falta de humedad se debe fundamentalmente a la presencia, por tercer año consecutivo, de La Niña, un fenómeno climático de orden natural. Sin embargo, el cambio climático genera un escenario de mayor severidad. En un informe publicado en febrero, científicos de la organización World Weather Attribution advirtieron que el cambio climático no genera pero sí agrava este período de sequía, que se ha sentido en toda América del Sur.
Además, el fenómeno se produce en el marco de un proceso de “deterioro físico de los suelos” a raíz del ritmo productivo actual, de acuerdo a Rubén Walter, director de Estimaciones Agrícolas de la Bolsa de Comercio de Santa Fe (BCSF).
Pero la persistencia de La Niña —que ha afectado a las ganancias de agricultores y comerciantes por la producción fallida— no ha sido el único factor que ha contribuido a estas pérdidas, según expertos como Rubén Walter, director de estimaciones agrícolas de la Bolsa de Comercio de Santa Fe (BCSF). La sequía, dice, ha golpeado en medio de un proceso de deterioro de los suelos debido a ciclos y prácticas de producción profundamente arraigados, que ahora la agricultura argentina está tratando de abordar para garantizar la sostenibilidad del sector.
Una cosecha para el olvido en Argentina
Por efecto de la sequía, la producción de los tres principales cultivos de Argentina —soja, maíz y trigo— en este ciclo rondará las 65 millones de toneladas, un 45% menos que un año atrás, de acuerdo a estadísticas de la Bolsa de Comercio de Rosario a las que accedió Diálogo Chino. La caída se siente especialmente en la oleaginosa, que vive su peor campaña en 23 años.
“Este año fue desastroso. Los mejores lotes rindieron 11 quintales por hectárea (una unidad utilizada en la agricultura, un quintal equivale a 100 kilos), pero tuve otros que rindieron apenas uno”, sostiene Valeria Caponi, productora sojera de Cañada de Gómez, localidad ubicada en la provincia de Santa Fe, donde el rendimiento histórico osciló siempre en los 35 quintales por hectárea. “Mi papá tiene 71 años y nunca vio una cosa así”, completa.
Los principales indicadores evidencian que la 2022/2023 será una campaña para el olvido. Quizás el dato más llamativo sea el de la superficie no cosechada, es decir, el área que se sembró pero que directamente se perdió: 36,4 millones de hectáreas, tres veces más que el máximo anterior (2015/2016), de acuerdo a estadísticas de la Bolsa de Comercio de Rosario.
La caída de la producción tendrá un impacto significativo en los ingresos de comercio exterior de Argentina. Las estimaciones de la BCR indican que el país experimentará una disminución del 40% en los ingresos por exportación de soja, en comparación con el período 2021/22, lo que representa una pérdida de alrededor de 8.000 millones de dólares.
Entre los principales destinos del complejo sojero se destacan China —con el 90% de las exportaciones de porotos de soja— e India —principal comprador de aceite de soja—. En harinas y pellets, las exportaciones se encuentran más distribuidas: sobresalen Vietnam, Indonesia, Argelia y países de la Unión Europea.
No solo la sequía
El argumento principal que explica la situación es la sequía, pero también influyen factores que refieren a un modelo productivo “tremendamente extractivo”, según describe el ingeniero agrónomo Gustavo Recupero. Asesor de la Sociedad Rural de Rosario, Recupero describe el escenario como “grave”, con un 30% de campos sojeros con rendimientos de entre 0 y 4 quintales por hectárea, cuando habitualmente esas cifras oscilaban entre 28 y 32, de acuerdo a un informe de su autoría.
Ruben Walter, director de Estimaciones Agrícolas de la Bolsa de Comercio de Santa Fe, coincide. “Desde hace unos diez años, observamos un proceso de deterioro físico del suelo. ¿Qué significa esto? Que la estructura física del suelo, su permeabilidad, el movimiento interno de las raíces, no está bajo las mismas condiciones que hace una década”, sostiene.
Para Sergio Montico, docente de Manejo de Tierras en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina está frente a un proceso de degradación del suelo que ya lleva décadas. “No hemos hecho las cosas bien en cuanto a las prácticas tecnológicas para mitigarlo”, asevera.
Productores agropecuarios consultados comparten parcialmente esa visión, pero se defienden, planteando la dificultad de realizar las inversiones necesarias. “Son antieconómicas frente a la presión impositiva o la alteración de los mercados”, dijo uno que pidió no revelar su identidad. “Uno invierte en lo que va pudiendo, sinceramente”, planteó otro.
En noviembre de 2022, el Banco Mundial publicó un informe en el que recomendaba una serie de medidas al campo argentino, en el marco de las frecuentes sequías. Planteó que para garantizar la resiliencia del sector se debían adoptar técnicas climáticamente inteligentes, cultivos resistentes a la sequía y seguros basados en índices, bajo los cuales los pagos están relacionados con factores como los niveles de precipitaciones.
También están en marcha iniciativas para mejorar la gestión del agua, como el plan nacional del Gobierno argentino para ampliar los sistemas de riego sostenibles, lanzado en abril. En la actualidad, sólo se riega el 5% de los 42 millones de hectáreas agrícolas del país, y el plan pretende invertir 2.000 millones de dólares para duplicar esta superficie. Hasta ahora se han ejecutado proyectos que abarcan unas 160.000 hectáreas, pero se anunció nueva financiación que puede contribuir al ambicioso objetivo de extender los sistemas de regadío a 1,9 millones de hectáreas más.
No somos muy proclives en Argentina, en la forma en la que hacemos agricultura, a hacer previsiones, planificaciones, mitigaciones o adaptacionesSergio Montico, docente de Manejo de Tierras de la Universidad Nacional de Rosario
“No somos muy proclives en Argentina, en la forma en la que hacemos agricultura, a hacer previsiones, planificaciones, mitigaciones o adaptaciones”, sostiene Montico, que trabaja hace más de tres décadas en prácticas de manejo y conservación de suelo. Walter coincide: “Hay una frase que suelo escuchar cuando voy al campo. Y bueno, el recurso aguantará, se suele decir”.
¿Aguantará el suelo?
Se espera que para la próxima campaña, que comienza en breve, la sequía ya sea una anécdota. Sin embargo, no será una temporada con un régimen hídrico estadísticamente ordinario. Tanto Mario Navarro, director del Observatorio Meteorológico de Salsipuedes en la provincia de Córdoba, como José Luis Stella, climatólogo del Servicio Meteorológico Nacional, coinciden en proyectar la llegada del fenómeno del Niño, que dejaría lluvias por encima de las normales.
Esto podría ser leído como una gran noticia para contrarrestar los tres años de sequía con la Niña. Sin embargo, las lecturas no son del todo lineales.
“No se puede pretender que en una o dos lluvias, en dos meses, tengamos otra vez el perfil de suelo en condiciones óptimas. Se va a recargar parcialmente el perfil, pero una buena parte del agua va a escurrir. Vamos a tener zonas con mucha agua corriendo y si hacemos mediciones del suelo, veremos que a los 80 o 90 centímetros vamos a registrar falta de agua”, sostiene el especialista Rubén Walter.
Con los suelos en sus condiciones “más secas de los últimos 30 años”, según revela Marina Barletta, analista de la Bolsa de Comercio de Rosario, el panorama para el agro argentino es aún incierto. Un informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires advierte que, más allá de las intensas lluvias por venir, “no debe esperarse un alivio rápido”.