Reconocidos científicos climáticos dicen que la deforestación es el principal culpable de la sequía en Brasil, mientras el público cada vez más enojado culpa al gobierno y a las empresas de provisión de agua por la crisis. Las mayores ciudades brasileñas enfrentan perspectivas de racionamiento del agua, la peor sequía en ese país en más de 80 años ha dejado casi completamente secos a los embalses, algo que aumentó la repercusión de las afirmaciones sobre la tala de árboles como causa del cambio del clima brasileño y la reducción de las precipitaciones.
Mientras la escasez de agua empeora, Antonio Nobre, uno de los principales científicos dedicados al cambio climático en Brasil, ha expresado cada vez más fuertemente su opinión de que la pérdida de la cubierta forestal de los bosques del Amazonas y del Atlántico es el principal motivo por el cual las ciudades del sudeste están experimentando una grave sequía.
«Estamos en una situación delicada, rumbo al abismo», dijo Nobre a Diálogo Chino, y agregó que la prolongada tala de árboles evitó el desplazamiento hacia el sudeste de Brasil de las lluvias que antes reabastecían los embalses y las represas. Nobre, quien publicó un informe sobre el tema a fines del año pasado, dijo que el gobierno es culpable de «diferimiento criminal» por no plantar suficientes árboles durante la década pasada, algo que hubiera evitado los grandes cambios en los sistemas climáticos brasileños que parecen estar causando la sequía.
El gobierno brasileño afirma que ha hecho mucho por desacelerar la deforestación desde el inicio del siglo XXI, cuestiona que la pérdida de la cubierta boscosa sea la principal causa de la sequía y señala en su lugar a los cambios en los patrones del clima generados por el cambio climático.
Mientras tanto, dejando de lado el debate científico, quienes viven en las ciudades y enfrentan perspectivas de racionamiento del agua parecen querer garantías sobre cuándo mejorará su provisión, y se muestran cada vez más críticos del rol de los políticos y las empresas estatales de provisión de agua durante la crisis.
El gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, quien fue acusado el año pasado de minimizar las perspectivas de racionamiento del agua, reconoció la semana pasada que es posible que los grifos solo funcionen dos días por semana. Aproximadamente el 60 % de los residentes en San Pablo, Río de Janeiro y Belo Horizonte – donde residen más de 30 millones de personas – dice que sufre el impacto de la sequía. La crisis ha disparado la desesperada compra de agua embotellada, la frenética excavación de pozos, enormes trastornos para las pequeñas empresas y la industria, y temores de que los hospitales no serán capaces de llevar adelante tratamientos esenciales, como las diálisis.
Itaú, uno de los mayores bancos brasileños, dice que la implementación del racionamiento del agua y la energía podría reducir el crecimiento económico del país en 0,6 puntos porcentuales. Los niveles de agua en el sistema Cantareira, una red de cinco embalses que abastecen a San Pablo y son controlados por la empresa estatal de gestión de residuos SABESP, se han reducido hasta cerca del 5 % de su capacidad total, aunque los embalses más pequeños que proveen agua a la ciudad están menos vacíos.
La crisis del agua ha tensado aún más la paciencia de los ciudadanos, quienes durante los últimos años han protestado por la elevada inflación, un mercado laboral moribundo, el costo de ser anfitriones de la copa mundial de fútbol el año pasado, la infraestructura de pésima calidad y la falta de confiabilidad de los servicios públicos. Muchos acusan al gobierno estatal de San Pablo y a SABESP por descuidar la actualización de infraestructura vital, incluidas las tuberías y las plantas de tratamiento de aguas servidas. Según algunas estimaciones, las pérdidas de agua potable por filtraciones representan aproximadamente el 37 %.
Hay quienes en San Pablo han advertido que tendrán que abandonar la ciudad si los grifos se secan, al tiempo que los cortes eléctricos son cada vez más frecuentes y prolongados en una de las mayores ciudades el mundo. Brasil obtiene el 70 % de su energía mediante la producción hidroeléctrica y los embalses que alimentan las plantas hidroeléctricas como Itaipú – la mayor en el mundo fuera de China – también muestran un tremendo descenso.
China es muy consciente del costo de la sequía
El impacto del rápido crecimiento económico brasileño, la migración a las ciudades y la falta de inversión en infraestructura también envía una cruda advertencia sobre los elevados costos económicos de la sequía a otras áreas urbanas con rápido crecimiento. Pekín, cuyo tamaño es similar al de San Pablo, ya ha comprendido la magnitud de la crisis potencial que puede implicar la escasez de agua para la vida urbana y el crecimiento económico.
La capital china será uno de los principales beneficiarios de un proyecto de transferencia de agua de 80 mil millones de USD que desviará agua desde las provincias centrales hacia el reseco norte, pero algunos observadores dudan de que la gigantesca red de canales y estaciones de bombeo sea suficiente para solucionar la crisis en el largo plazo.
China también se ha embarcado en otro enorme proyecto de ingeniería ambiental para ayudar a la agricultura en zonas áridas. Su programa de forestación llamado Gran Muralla Verde busca detener el avance de los desiertos en las provincias del norte, aunque no hay consenso entre los científicos sobre la eficacia de ese plan.
Ese artículo se publico primero en chinadialogue.net