Unas pocas mañanas atrás, en una pintoresca laguna del río Brito en Nicaragua, a menos de un kilómetro y medio del océano Pacífico, mientras Jorge López –un maestro de escuela– y un amigo suyo pescaban, Jorge señaló un recodo del estrecho río, abovedado con árboles arqueados cubiertos de moho y comentó: «Por todo el arroyo hay monos aulladores, cocodrilos y loros. Sería una pena perder todo esto».
Lo que amenaza este tranquilo paraje y muchos otros en Nicaragua es el polémico y tremendamente ambicioso proyecto para construir un canal de 280 kilómetros de largo –más del triple del canal de Panamá– que conectaría los océanos Pacífico y Atlántico a través del mar del Caribe. El canal, con un costo de US$ 50 mil millones, fue ideado por el empresario chino Wang Jing y cuenta con el apoyo completo del gobierno nicaragüense, que afirma que el canal dará un enorme impulso a la economía del país, el segundo más pobre en el hemisferio occidental después de Haití.
Muchos nicaragüenses respaldan el proyecto del canal y ya se ha comenzado con las tareas preliminares, incluso sin que la evaluación de impacto ambiental esté terminada. Pero otros nicaragüenses, así como científicos locales e internacionales, dicen que el canal sería una catástrofe ambiental que amenazaría a muchísimos ecosistemas en todo el país. Afirman también que desplazaría a decenas de miles de nicaragüenses, incluidos pueblos indígenas por cuyos territorios cruza la traza.
Los impactos comenzarían cerca del lugar de pesca de López, donde un rompeolas y un puerto gigante –capaz de recibir superpetroleros e inmensos barcos de carga con 25 000 contenedores– están siendo planificados en el extremo occidental del canal. La infraestructura del puerto a lo largo de la costa de Nicaragua en el Pacífico amenazaría manglares y playas donde anidan tortugas marinas. Luego el canal, de casi 30 metros de profundidad, atravesaría la remota y accidentada región costera donde pescó López y continuaría unos 26 kilómetros a través de tierras agrícolas hasta el lago Nicaragua, el mayor cuerpo de agua dulce en América Central.
Los científicos afirman que el daño al lago Nicaragua podría ser gigantesco. Un tercio del largo total del canal atravesaría el lago, cuya profundidad tendría que ser dragada para casi duplicar su promedio de 12 metros. Las excavaciones en el lago y en el resto de la ruta propuesta para el canal generarían una cantidad casi inconmensurable de lodo y residuos de dragado, suficiente para cubrir todo el estado de Connecticut con 30 cm de tierra. El cieno enturbiaría la columna de agua del lago y pondría en peligro a los peces nativos y a otras especies, según advierten los científicos, y especies invasivas podrían acceder al lago a través del canal, desde el Pacífico y el Caribe.
Desde el lago Nicaragua, el canal se dirigiría hacia el este, surcando remotos pantanos, reservas naturales y bosques, muchos de los cuales son actualmente inaccesibles por tierra. El canal y la infraestructura relacionada podrían fácilmente ocupar varios kilómetros de ancho y las carreteras y los campamentos de construcción abrirían grandes áreas naturales habitadas por pueblos indígenas, miles de los cuales tendrían que ser reubicados.
Del lado del Caribe, el tráfico generado por los superpetroleros y los buques de carga podría amenazar delicados ecosistemas marinos, incluida la Reserva de Biósfera Providencia de 650 km2, que incluye al segundo mayor sistema de arrecifes de coral del Caribe. Y el canal cortaría en dos al así llamado Corredor Biológico Mesoamericano, una red difusa de reservas y otras tierras que se extiende desde el sur de México hasta Panamá y es usada por especies animales como el jaguar para atravesar América Central.
«Creemos que este canal creará un desastre ambiental en Nicaragua y otros lugares», escribió Jorge Huete-Pérez, profesor de biología y secretario de Asuntos Exteriores de la Academia de Ciencias de Nicaragua, en un comentario conjunto con un colega alemán en Nature. «La excavación de cientos de kilómetros de costa a costa destruirá aproximadamente 400 000 hectáreas de bosques tropicales y pantanos. El desarrollo relacionado podría hacer peligrar los ecosistemas circundantes».
La escala del canal es tan gigantesca, su costo es tan alto, los aspectos económicos son tan inciertos, los antecedentes de Wang Jing son tan turbios y el posible daño ambiental es tan extenso, que muchos se preguntan si el canal alguna vez llegará a ser construido. Algunos escépticos creen que en vez de construir el canal, Wang Jing se ha fijado como meta construir nueve subproyectos para los cuales el gobierno nicaragüense le ha otorgado el derecho exclusivo en la zona del canal y a su alrededor. Estos proyectos incluyen un gran aeropuerto cerca de la ciudad de Rivas y una zona de libre comercio cercana, similar a la de Colón, en Panamá. Wang Jing también tiene la opción de construir grandes centros turísticos en cuatro de los nueve lugares que inicialmente serán utilizados para los campamentos que alojarán a los obreros, incluida la pintoresca isla Ometepe en el lago Nicaragua.
De todas maneras, el proyecto del canal continúa avanzando. La empresa de Jing, Hong Kong Nicaragua Canal Development Group (HKND), recibió en 2013 una concesión renovable por 50 años para construir y operar el canal. La propuesta –impulsada agresivamente por el presidente nicaragüense Daniel Ortega, cuyo hijo es el contacto con Jing– fue fácilmente aprobado en la Asamblea Nacional, con escaso debate y sin licitación.
«Tiene más capacidad de resistencia de la que se hubiera esperado», dijo Thomas Lovejoy, un ecologista estadounidense de la Universidad George Mason, quien ha trabajado extensamente en Sudamérica y que ha estado consultando a los científicos nicaragüenses sobre el proyecto del canal. «La manera en que el gobierno nicaragüense manejó esto es lo opuesto a la transparencia. Es tan opaco como todos los sedimentos que se enviarían al lago… Se trata de un excelente ejemplo de la manera en que las malas ideas nunca desaparecen».
Víctor Campos, director del Centro Humboldt, un destacado centro de expertos nicaragüenses con base en Managua, planteó preocupaciones semejantes sobre la falta de transparencia y la ausencia de una evaluación de impacto ambiental integral y estudios de factibilidad económica. «Solo tenemos información parcial e incompleta, aun cuando la ruta propuesta para el canal tendría consecuencias increíbles», comentó Campos.
Muchos observadores también cuestionan el sentido económico del proyecto, dado que el canal de Panamá está siendo ampliado, con un costo de US$ 5,25 mil millones, para recibir barcos más grandes, un mercado objetivo clave para la empresa nicaragüense.
Una de las muchas preocupaciones de los científicos y ecologistas es que HKND ha encargado su propio estudio de impacto ambiental, que según sus detractores, se está llevando a cabo de manera apresurada. Los científicos dicen que la empresa consultora que se ocupa este trabajo, Environmental Resource Management (ERM), es una empresa respetada, pero se le ha dado poco más de un año para llevar a cabo una evaluación ambiental que debiera insumir al menos varios años. El informe de ERM sobre el canal debe presentarse más adelante este mes.
En una reunión que sostuvieron este año con ERM en Miami, un grupo internacional de científicos cuestionó claramente a los representantes de la empresa, diciendo que aún carecían de conocimiento básico sobre preguntas clave, como las corrientes del lago Nicaragua y la composición de su lecho.
«Fui un crítico franco», dijo Axel Meyer, un biólogo evolucionista de la Universidad de Konstanz en Alemania, que asistió a la reunión y escribió el comentario en Nature con Huete-Pérez. «Todo está al revés: fijaron una ruta y empezaron a construir, aunque todavía el estudio de impacto ambiental no existe». Diálogo Chino se comunicó con HKND para solicitar sus comentarios para este artículo, pero no recibió respuesta.
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Las preocupaciones ambientales más importantes se centran en el impacto del canal sobre el lago Nicaragua, que contiene 40 especies endémicas de peces, incluido un raro tiburón de agua dulce y 16 tipos de cíclidos. El destino del lago de 8200 km2 fue el foco principal de una reunión en Managua lleva a cabo en noviembre por 15 científicos, incluidos representantes de varias academias de la ciencia americanas. Los investigadores están preocupados porque el dragado del lago y los 25 cruces diarios planificados de enormes barcos comprometerían la calidad del agua del lago, como también lo harían los posibles derrames de combustible. Actualmente el lago provee agua potable a algunos pueblos nicaragüenses y, si las tendencias actuales de crecimiento de la población y disminución de los acuíferos continúan, es posible que otras partes del país –y tal vez otras naciones centroamericanas– se ven obligados a recurrir al lago en busca de agua.
Los científicos en la reunión de Managua plantearon preguntas sobre dónde pondrá la empresa los 5 mil millones de metros cúbicos de lecho del lago y tierra que se dragarán para crear el canal. En una actualización de la planificación en diciembre, HKND informó que la mayor parte de la tierra se transferirá a 35 «instalaciones de desechos restringidas» a lo largo de los arcenes de 5 kilómetros de ancho a cada lado de la parte del canal excavada en tierra. Un montículo de tierra dragada se ubicaría en el propio lago Nicaragua, para crear una isla artificial, afirmó HKND.
Pero los críticos, como Campos, del Centro Humboldt, se preguntan por la factibilidad del plan de dragado si los residuos resultan ser tóxicos. «Lo que podría ocurrir es que contaminantes como mercurio, arsénico y metales pesados que yacen bajo el lecho del lago y fueron depositados allí por la actividad volcánica, serían traídos a la superficie por las excavaciones. Esto podría alterar la composición natural del agua».
Otra gran pregunta es cuánto habrá que dragar para mantener abierto el canal a lo largo del lago Nicaragua. Si los sedimentos blandos continúan moviéndose nuevamente hacia el canal, el dragado frecuente podría «crear verdaderos estragos en la cadena alimenticia y la capacidad de las especies para sobrevivir», dijo Lovejoy.
Tanto él como otras personas están preocupados porque el canal podría abrir un corredor para que especies invasivas viajen desde el Caribe al Pacífico, o viceversa, y para que especies extrañas ingresen al lago Nicaragua. La configuración del canal de Panamá y su elevación han creado una barrera de agua dulce que en gran medida eliminó el problema de las especies invasivas allí. Pero los investigadores dicen que no está claro si el canal de Nicaragua constituiría una barrera tan eficaz.
Cuando el canal se aparta del lado este del lago Nicaragua, pasaría a través de reservas naturales –o cerca de ellas– y probablemente crearía importantes perturbaciones ambientales y humanas en muchas regiones remotas del este de Nicaragua, previenen los críticos. La actual ruta del canal seguiría el límite entre dos reservas naturales adyacentes: Cerro Silva e Indio Maíz. Estas reservas extremadamente ricas en biodiversidad cubren 6730 km2 e incluyen pantanos, bosques tropicales y prístinos manglares de las costas caribeñas. Alojan especies de felinos como jaguares, ocelotes y pumas, así como numerosas especies de pájaros, incluida el águila harpía.
Un río poco desarrollado en el este de Nicaragua, el Punta Gorda, también se convertirá en parte del canal y aparecerán carreteras por toda la región, que probablemente tengan como consecuencia pobladores, deforestación, caza furtiva de la vida salvaje y pérdida de la biodiversidad.
«Para construir, hay que poder llegar», dijo Meyer, quien ha trabajado en Nicaragua y otras partes de Centroamérica. «Necesitan carreteras en algunas áreas donde no existen. ¿Cómo se evita que la gente se asiente allí? Por supuesto, las carreteras siempre son el principio… es como en el Amazonas o en África. En cuanto hay caminos, la gente llega».
Además, HKND está planeando crear un embalse de 400 km2 en el este de Nicaragua, llamado lago Atlanta, que se extendería tanto hasta el cerro Silva como hasta las reservas Indio Maíz. El lago se usaría para almacenar el agua necesaria para llenar las represas planificadas para el lado caribeño del canal. Pero los científicos advierten que el embalse trasvasaría agua de las cuencas de los ríos San Juan y Punta Gorda. Los menores flujos de agua y la mayor sedimentación debida a los dragados podrían afectar la morfología de los ríos y hacerse sentir especialmente en el muy transitado San Juan, parte de cuyo cauce pasa a lo largo de la frontera con Costa Rica. Dicen los científicos que, si los patrones de precipitaciones cambian a medida que el clima se torna más cálido, es posible que el agua no alcance para llenar el canal y sus exclusas, y cubrir las necesidades de agua de Nicaragua.
El canal propuesto también pasaría junto a los pantanos de 430 km2 de San Miguelito, un entramado de pantanos y ríos en la costa este del lago Nicaragua, reconocido por la Convención de Ramsar sobre los Humedales. El tráfico de barcos podría afectar a la ecología de los pantanos y perturbar a las más de 80 especies de pájaros que habitan en San Miguelito, un destino muy preciado por los observadores de aves.
Los impactos del canal casi con certeza se sentirán más allá de las fronteras nicaragüenses. A 145 kilómetros de la costa de Nicaragua se encuentra la Reserva de Biósfera Seaflower, una gran reserva marina que cuenta con la segunda mayor red de arrecifes de coral en el Caribe.
Los cambios en la calidad del agua, su transparencia y temperatura podrían llevar a que el ecosistema de Seaflower «colapse», según Francisco Arias Isaza, director de Invemar, una agencia de investigación oceanográfica fundada por el gobierno colombiano. «Un nuevo canal de la magnitud que mencionan concentraría enormes buques de carga hacia la zona y eso nos preocupa», dijo.
Los científicos no solo se preocupan por el impacto del proyecto sobre el ambiente, sino también por la forma en que el ambiente podría afectar al canal. Nicaragua es escenario de frecuente actividad sísmica y volcánica y se encuentra en la ruta de los huracanes del Caribe, factores que persuadieron al gobierno estadounidense para dejar de lado a Nicaragua y elegir en su lugar a Panamá –que está fuera de la senda de los huracanes– para la construcción de la famosa vía navegable a principios del siglo pasado.
«Nicaragua ha experimentado al menos cuatro huracanes de Clase 4 o mayores desde 1855» dijo Bob Stallard, un experto hidrólogo del Servicio Geológico de EE. UU., quien ha estudiado el efecto de las tormentas sobre el canal de Panamá durante 30 años. «El costo de reparar los daños [al canal] podría ser tan elevado como el de su construcción».
La última gran tormenta que golpeó la costa caribeña nicaragüense –el huracán Mitch, en 1998– mató a 3800 habitantes y produjo daños por mil millones de dólares. El puerto caribeño planificado para el canal, Punta Gorda, sufrió importantes daños.
Para la mayoría de los nicaragüenses, las preocupaciones ambientales por el canal se encuentran en un distante segundo plano respecto del estímulo económico que el presidente Daniel Ortega ha prometido como resultado de su construcción. Ortega ha descrito el proyecto como un cohete propulsor que lanzará a Nicaragua hacia la prosperidad económica.
Ernesto Salinas, un carpintero, vive en el pequeño pueblo de Tola, cerca del extremo del canal en el Pacífico. Su pueblo está en la traza del canal y deberá ser reubicado. Cree que en términos generales el canal es una buena idea porque traerá «más empleo y menos pobreza» a su comunidad agrícola, donde los plátanos y los frijoles son los cultivos que generan dinero. «Tráiganlo», dijo. Su principal preocupación pasa por saber cuándo lo resarcirá el desarrollador por la granja de 200 hectáreas que posee su familia a lo largo de la traza del canal y cuánto le dará por ella.
Según Telémaco Talavera, un vocero de la Autoridad del Canal Interoceánico de Nicaragua, la vía navegable y los «subproyectos» relacionados ampliarán la base económica del país en un 50 % y duplicarán la actual tasa de crecimiento anual de la economía, del 4 %.
Benjamin Lanzas, director de una empresa de ingeniería de Managua y presidente de la Cámara de la Construcción de Nicaragua, dijo que el proyecto podría producir una infraestructura pública muy necesaria, que estimularía el desarrollo en todo el país, con un «efecto multiplicador» sobre el crecimiento económico.
«Necesitamos mejores caminos, mejores aeropuertos, mejor Internet, mejores atracciones turísticas, necesitamos mejorar todo», dijo Lanzas. «Por ejemplo, este proyecto incluirá dos puertos de aguas profundas que no tenemos, uno en el Pacífico y otro en el Atlántico». Lanzas insistió en que el daño ambiental que causará la construcción será «mínimo».
Pero, agregó, «si tengo que aplastar una ranita para que este proyecto avance y cree empleos, lo haré».
Los críticos dicen que las ganancias económicas extraordinarias son extremadamente especulativas, especialmente si se considera que HKND aún no ha presentado un estudio de factibilidad económica.
«Lo que me preocupa es que este gobierno está priorizando los intereses comerciales por encima del bienestar ambiental del país», dijo el científico Huete-Pérez.
Mónica López Baltodano, una abogada ambiental del grupo de la sociedad civil Popol Na, que defiende los derechos de los indígenas, afirma que Wang Jing no consultó a las comunidades nativas en la traza propuesta para el canal, lo que constituye una violación de la constitución nicaragüense. Pero los partidarios del canal dicen que las leyes especiales aprobadas por la Asamblea Nacional otorgaron a HKND el derecho a construir en las tierras nativas antes designadas como cuasisoberanas. Las estimaciones de la cantidad de residentes que serían desplazados por la construcción del canal van desde 30 000 hasta más de 100 000 personas.
«De acuerdo con los estándares internacionales, HKND no ha presentado ni siquiera el uno por ciento de la información que debiera brindar al público… y no se sabe si alguna vez lo hará», dijo López Baltodano durante una entrevista. «Estamos hablando de la transferencia de territorio nacional a un inversor privado, con muy pocos límites a lo que puede hacer».
ERM, la empresa consultora del proyecto, informó a través de un correo electrónico que ha llevado a cabo 2000 encuestas a hogares y ha consultado intensamente a las comunidades indígenas.
Sin embargo, Joe Kiesecker, un científico de The Nature Conservancy, destacó la falta de una evaluación de impacto ambiental (EIA) exhaustiva con financiamiento independiente. Un estudio de esas características, sostuvo, permitiría al público «ver cómo sería el futuro si se lleva a cabo el proyecto y qué se puede hacer para minimizar los impactos negativos sobre la biodiversidad, la sociedad y la cultura». La EIA para un proyecto de este tamaño, que tendría enormes efectos directos e indirectos, debiera haber comenzado una década antes, afirmó.
Cuando se le preguntó por qué la planificación del canal avanzó sin contar con las audiencias públicas y los estudios habituales, el presidente de la autoridad del canal, Manuel Coronel Kautz, dijo que se debe a las condiciones acordadas por el gobierno nicaragüense y Wang Jing. «Discutimos si hacer los estudios primero y hubo quienes deseaban eso en la Asamblea Nacional», dijo Kautz. «Pero si esperábamos a completar hasta la última letra de los estudios, eso podía implicar hasta cuatro años de demora. El otro factor fue el costo. De ninguna manera Wang Jing iba a invertir 300 millones de dólares en estudios sin la garantía de la concesión. Así que se nos ocurrió hacer un proceso en paralelo».
Con tantos interrogantes que penden sobre el canal, muchos observadores se preguntan si alguna vez se convertirá en realidad. Huete-Pérez es uno de los escépticos y destaca que cuando los científicos preguntaron a HKND si había estudiado las corrientes del lago Nicaragua y la composición de su lecho, la empresa respondió que esos estudios eran innecesarios.
«Eso me hizo preguntarme», recuerda Huete-Pérez, «si este era un proyecto serio».
Este artículo es un proyecto conjunto de Yale Environment 360 y Chinadialogue / Dialogo Chino, con apoyo del Pulitzer Center on Crisis Reporting.