Con las tasas de deforestación en ascenso y en vías a aprobar leyes cada vez más tolerantes con los agrotóxicos, Brasil sigue derrapando en el fortalecimiento de una agricultura sostenible. Para destrabar el proceso, la clave podría encontrarse a dos océanos de distancia, donde habitan los importadores de productos agrícolas brasileños más importantes: los chinos.
La importancia de las transformaciones que experimentan los hábitos de consumo de los chinos, cuyo poder de compra no para de crecer, es esencial para acelerar los cambios del modelo de producción del agronegocio brasileño, según destacaron especialistas reunidos en la cumbre Sustainable Foods Summit , que tuvo lugar la semana pasada en San Pablo.
“Si dicho cambio se lleva a cabo, será por exigencia de esos mercados”, afirma Caio Penido, presidente del Grupo de Trabajo de Ganadería Sostenible (en su sigla en portugués, GTPS), al referirse al papel de Asia y Medio Oriente en la balanza comercial de Brasil. “Sería el matrimonio perfecto: lograríamos intensificar nuestras superficies degradadas sin deforestación ilegal, y le ofreceríamos alimentos a esa región”.
En la cuarta edición latinoamericana del evento se discutió el futuro de los programas de certificación y sostenibilidad en la industria de alimentos. El evento presentó un contexto de oportunidades para el sector, que viene buscando adoptar prácticas de protección al medio ambiente.
Sin embargo, según Penido, la mayor parte de los productores todavía ofrece resistencias, ante los costos y las incertidumbres que el modelo podría generar.
“[El productor] pregunta: ¿yo qué gano con eso?”, afirma Penido.
Las prácticas sostenibles todavía no son remuneradas, algo que podría cambiar en el caso de que los consumidores más exigentes estuvieran dispuestos a pagar un poco más, tanto dentro como fuera de Brasil. China se afirmó como el principal consumidor en el 2009, hace casi una década, y por eso tendría un papel importante en esta transformación.
Una agricultura más sostenible tendría un gran impacto. Según un estudio de la Embrapa territorial, actualmente el 66% del territorio de Brasil es preservado como selva nativa. De esa cifra, un tercio ha sido identificado como de propiedades rurales. A pesar de retratar un desafío, las cifras también muestran que Brasil puede ofrecerle mucho a un consumidor preocupado por la preservación del verde.
“Alguien debe explicarles a los importadores chinos que se trata de características que pocos países pueden ofrecer”, defiende Penido.
¿El consumidor desea pagar más?
En el sector de la producción de alimentos, proyectos de desarrollo sostenible no faltan, pero su aplicación todavía choca con costos y en la resistencia del consumidor a pagar un poco más por esos servicios ambientales.
“A menudo el consumidor afirma que quiere [un producto sostenible], pero ¿estará dispuesto a pagar uno o dos reales más? “, afirma en forma provocativa Richard Lee, director de sostenibilidad de la multinacional de la cerveza Ambev.
En China, se observan señales positivas con respecto a la realización de una mayor transformación en los hábitos de consumo. Según una encuesta de opinión realizada a nivel nacional publicada el año pasado, el 73,7% de los chinos están dispuestos a gastar más por productos ecológicos.
Deise Caron, gerente de certificación de FoodChain ID, cree que la demanda por productos certificados por su compromiso con la sostenibilidad se expandirá hacia otros países en breve. Según afirma la ejecutiva, “creemos que inclusive China y EE.UU. ya están teniendo una demanda mayor de productos sostenibles”.
Entre las razones que explican el avance del consumo responsable en China, Augusto Freire, presidente de la Fundación ProTerra, destaca el aumento de la clase media china de los últimos años.
“La clase media de China supera en número a toda la población brasileña, y ellos ya están pagando más por productos más seguros”, afirma Freire al reconocer que todavía hay un consumo muy fuerte “en la base de la pirámide”, donde la preocupación por cuestiones de sostenibilidad es más baja.
“Compran soja transgénica para raciones, pero para comer compran soja no transgénica, importada de Brasil y con certificaciones y todo lo demás. Según Freire, [que el consumo sostenible avance en China] es sólo cuestión de tiempo”.
Según datos del servicio aduanero chino, el país duplicó el volumen de soja que importa de Brasil en octubre del corriente año, si se compara con el mismo período del 2017. El volumen pasó de 3,38 millones de toneladas del año pasado a 6,95 millones de toneladas de este año.
Con respecto a la soja estadounidense, las importaciones chinas cayeron de 1.330.000 de toneladas de octubre de 2017 a solo 66.900 toneladas este año, siguiendo la escalada de la guerra comercial que libran ambos países.
El fortalecimiento de China como mercado importador de Brasil puede ser una oportunidad para ampliar prácticas sostenibles en la agricultura brasileña. Porque, al fin y al cabo, en los últimos años China viene liderando los esfuerzos para contener el cambio climático.
“Al notar que el presidente Trump salió del Acuerdo de París, el presidente Xi entendió que se había abierto una posibilidad para proyectarse como líder a nivel mundial en sostenibilidad. Con la conducción del sector, es una oportunidad para hacer un acuerdo para aumentar la venta hacia China, garantizando las buenas prácticas en el campo”, apuesta Penido, del GTPS.
Pero no todo puede quedar en manos de los gobiernos. Más allá de los mercados consumidores, las grandes marcas son actores importantes para estimular una producción más sostenible.
“Las empresas de alimentos y bebidas constituyen el motor principal de los mercados internacionales. Aunque EE.UU. Y China sean el mercado de exportación más importante para Brasil, probablemente no sean el destino de la producción sostenible del país, y las marcas tienen la palabra final sobre hacia dónde va esa producción”, explica Miguel Hernández, director regional de Bonsucro, certificadora del sector de energía proveniente de la caña de azúcar reconocida en diversos países, entre los cuales se encuentra el exigente mercado consumidor europeo.
Nuevo gobierno, nuevas incertidumbres
Aun así, para que haya buenas prácticas en la agricultura, es necesario que haya políticas públicas claras. “Brasil puede duplicar -o más- la producción sin tocar ni una hectárea de tierra del Cerrado o del Amazonas, sólo recuperando tierras improductivas y degradadas”, explica Freire, director de Proterra. “Pero, para que eso ocurra, necesitamos que hay políticas públicas”.
Pero el nuevo gobierno que está siendo diseñado por el presidente electo Jair Bolsonaro parece estar distante de estas preocupaciones. Bolsonaro amenazó con sacar a Brasil del Acuerdo de París y trabajó para que el país desistiera de ser el anfitrión de la Conferencia sobre Clima (COP) de la ONU el año que viene.
La imagen de Brasil ha quedado enormemente perjudicada ante el mercado internacional. Freire recuerda que Brasil venía aumentando su credibilidad al exhibir una caída en la deforestación a comienzos de los años 2000 y al implementar políticas tales como la moratoria de la soja, un compromiso de la industria de la soja con la deforestación cero en el Amazonas.
“Pero ahora todos sienten una especie de aprensión por lo que podría suceder”, lamenta Freire. “Eso es muy malo para la imagen de Brasil”.