Es martes en la ciudad de Dolores, al oeste de Uruguay y una enorme máquina conocida como “mosquito” se desplaza por el campo verde de soja. Sus gigantes brazos extendidos, como las alas del insecto, fueron diseñados para aplicar químicos sobre el cultivo.
Sin embargo, esta vez cumple otra función.
Investigadores uruguayos la adaptaron para arrojar cápsulas con huevos de avispas, que al nacer combaten plagas y reducen la necesidad de usar agroquímicos. Además, el campo sobre el que se aplica tiene plantada soja no transgénica.
La soja es el principal cultivo agrícola en Uruguay. El país tiene plantadas un millón de hectáreas de soja transgénica y unas 11.000 de soja no transgénica. La mayor parte de su producción transgénica la exporta a China y este país la usa para alimentar a sus cerdos y pollos.
China importa unas 90 millones de toneladas de soja al año, la mayor parte transgénica, y consume 15 millones de toneladas de soja no transgénica, principalmente producida dentro de China.
Años de diálogo
El gobierno uruguayo tiene la expectativa de poder concretar este año su primer embarque de soja no transgénica a China, una posibilidad que lleva ya algunos años de diálogo.
En 2016 comenzaron una serie de “fuertes contactos con China” por soja no transgénica, recordó Federico Montes, director General de Servicios Agrícolas del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay (MGAP).
Al año siguiente, llegaron de China a Uruguay cinco variedades de soja no transgénica para ser estudiadas en el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), con el objetivo de vender esa soja luego de analizar su calidad, niveles de proteina y aceite.
China consume soja no transgénica para uso humano, pero hasta el momento no le compra a Uruguay. Podría hacerlo por primera vez en unos meses, anunció a Diálogo Chino el ministro de Ganadería Agricultura y Pesca de Uruguay, Enzo Benech.
“Uruguay puede ser proveedor confiable de soja consumo humano para China y ofrecer garantías. Es una oportunidad para el país”, destacó Montes.
Más dinero por diferenciarse
Al salir a vender, Uruguay no puede posicionarse como productor de volumen, debido a su territorio más pequeño que Argentina, Paraguay o Brasil. Es por eso que una producción chica pero diferenciada es lo que el gobierno busca promover.
En ese sentido, Sergio Ceretta, director del Programa de Cultivo de Secano del INIA sostuvo: “Estamos poniéndole mucho énfasis en la calidad del grano y sus características. Queremos apuntar al mercado de soja para alimentación humana directa de China, más allá de lo que hoy le vendemos”.
Existen hoy algunos mercados dispuestos a pagar más en función de cómo se produce y es por eso que el país sudamericano está “tratando de recoger esas señales de mercado y producir lo que el mundo demanda y está dispuesto a pagar un poco más”, indicó Benech.
En el caso de China, con la soja no transgénica se trata de “explorar un mercado que puede tener un premio en el precio” por ese diferencial, estimó Ceretta. De todos modos, el precio aún es una incertidumbre porque no hay referencias de mercado como existe para la soja transgénica.
Avispas, soja y agroquímicos
Existe un grupo de investigadores y productores en busca de ese premio del precio. Están haciendo un esfuerzo extra para minimizar el uso de químicos y para lograrlo introducen insectos, llamados controladores biológicos, para contener el avance de las plagas en el cultivo de soja.
1940
el año en el que los agroquímicos son introducidos en Uruguay
Uruguay tiene ejemplos de uso de estos controladores biológicos desde principio de siglo XX. Al país llegaron desde el extranjero insectos para convertirse en enemigos naturales con el objetivo de controlar las plagas.
Sin embargo, con la aparición en 1940 de los insecticidas químicos, el desarrollo de la estrategia de control de plagas con enemigos naturales tuvo un freno y solo se continuaron en algunas experiencias puntuales.
César Basso, profesor de la Universidad de la República de Uruguay, investigó a través de su doctorado la posibilidad de utilizar una pequeña avispa de menos de medio milímetro para controlar el taladro, una larva que afecta la caña. Esa misma avispa es la que hoy se utiliza para la soja.
“En vez de aplicar un insecticida se libera el insecto. No es tóxico ni contaminante”, planteó Basso. Eso sí, requiere montar laboratorios y una industria de producción de estos enemigos naturales.
La experiencia en soja empezó de forma casi artesanal en 2005 en Uruguay. Un grupo de investigadores colocaban en el cultivo sobrecitos de papel con los huevos de las avispas dentro, una por una. Hoy se utiliza un sistema que arroja las cápsulas automáticamente desde el mosquito en grandes superficies.
Las capsulas contienen dentro huevos paracitados y los productores sólo deben esperar. Los arrojan en verano y las altas temperaturas hacen que a los pocos días los huevos eclosionen, nazcan las avispas y paraciten luego los huevos de la plaga, impidiéndoles su desarrollo.
La introducción de avispas en el cultivo de soja se hace para combatir la plaga conocida como lagarta. Se sumó hace unos años la participación de la empresa francesa Bioline. Las pruebas se están haciendo en 1800 hectáreas de soja no transgénica pero una vez demostrado su beneficio, bien podría servir para soja transgénica también.
Por ahora, los resultados son muy alentadores, aseguró Basso, quien espera pronto dar el gran salto y aumentar la extensión de cultivo sobre la que se aplica la técnica. Los ensayos se hicieron en predios plantados con soja no transgénica de Barraca Erro y la empresa está interesada en ampliar la experiencia.
Desafíos
El proyecto todavía enfrenta desafíos, especialmente debido a las características de la producción que la hacen costosa en tiempo y dinero.
En 2018, Uruguay solicitó la autorización para vender este producto en China, que solicitó garantías para que la soja no transgénica sea pura y no haya sido contaminada con cultivos genéticamente modificados.
Para poder salir al mundo para competir con la soja para el consumo humano, tienes que dar garantías
La soja producida en China es básicamente no transgénica. El Centro Nacional de Información de Cereales y Aceites predice que el área sembrada en China alcanzará 8.47 millones de hectáreas en 18-19 años.
Las empresas chinas también están plantando 100.000 hectáreas de soja no transgénica en Rusia, que se espera que suministren millones de toneladas en los próximos cinco años. Alrededor de 20,000 toneladas de soja cosechadas serán transportadas de regreso a China, con un volumen comercial de US$ 6 millones.
La cuestión de si la soja no transgénica es segura para el consumo humano ha sido controversial en China. La estrella de televisión Cui Yongyuan ha hecho campaña contra los alimentos transgénicos desde 2013.
En octubre del año pasado, el periódico provincial Heilongjiang Daily publicó un artículo en el que citaba a un experto de la industria diciendo: “En los últimos años, los principales institutos de investigación médicos, científicos y militares llegaron a la conclusión de que la soja no transgénica no es segura”.
El artículo fue refutado, con medios nacionales cuestionando su veracidad. Sin embargo, a medida que continúa la incertidumbre sobre su seguridad, la soja no transgénica domina el mercado alimentario nacional.
Montes dijo que la trazabilidad de la soja “desde la siembra hasta el envío” es un elemento clave en la búsqueda de la calidad, algo con lo que Uruguay tiene experiencia ya que su industria cárnica rastrea vacas de la pastura al plato.
“Para poder salir al mundo para competir con la soja para el consumo humano, tienes que dar garantías”, dijo Montes.