Entre 2013 y 2017, China importó soja de Brasil y se deforestaron 223 mil hectáreas, el equivalente a dos veces la superficie de la ciudad de Nueva York. La cifra es el resultado de un relevamiento inédito relacionado con la cadena productiva de soja que China exporta realizado por la empresa Trase, una plataforma global independiente que monitorea cadenas productivas de commodities. El informe fue difundido este lunes.
Para calcular cuán expuesta está la soja comprada por China a la deforestación, Trase multiplicó el total de deforestación ligada a la soja de los lugares que producen para exportar hacia China por la proporción de soja que producen esas superficies efectivamente comprada por los chinos.
Según Trase, los números transforman a China en el país importador más expuesto al riesgo de deforestación. Pero eso solo ocurre porque los chinos también son los mayores compradores de la soja brasileña. Durante el período que fue desde 2013 hasta 2017, China compró el 42% de la producción nacional de soja, casi triplicando el volumen comprado por la Unión Europea.
“China es el principal comprador y realmente promueve alteraciones en grandes regiones de Brasil”, afirma André Vasconcelos, investigador para América Latina de Global Canopy, el responsable detrás de Trase con el Stockholm Environment Institute.
Brasil plantó una superficie equivalente al triple de la de Holanda, o 128.600 quilómetros cuadrados, para entregar los 54 millones de toneladas que China compró en 2017. El año pasado, la importación creció aún más, a 84 millones de toneladas.
Deforestación localizada
Aunque la soja que se exporta hacia China proviene de más de 2.000 municipios a lo largo y ancho de Brasil, el relevamiento de Trase muestra que el riesgo de deforestación asociada a exportaciones hacia China se concentra en pocas localidades, las cuales son responsables por apenas un 8% del volumen comprado.
“Como el riesgo está muy concentrado, creemos que se trata de una oportunidad para que China disminuya ese impacto”, opina Vasconcelos.
El volumen de mayor riesgo está concentrado en el corazón de la Matopiba, como es llamada la región que componen cuatro estados brasileños: Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahía. El bioma de la región, denominado Cerrado, es el que se encuentra más amenazado por la deforestación en Brasil, y también donde existe la mayor expansión de plantaciones de soja. Según el Atlas Agropecuario do Imaflora, entre 2001 y 2017, en Matopiba, la producción de soja creció un 310%.
El riesgo de deforestación asociada de la región es del 80%. El cálculo es realizado a partir de datos provenientes de producción de commodities, estadísticas de compra y deforestación. Por ejemplo, si un país compra la mitad de soja de un municipio brasileño donde 800 hectáreas de deforestación están directamente relacionadas con la producción de soja, aquella empresa posee un riesgo de deforestación de soja de 400 hectáreas, o un 50% del total.
A pesar de los riesgos asociados a los grandes volúmenes de exportación, China, en proporción, compra una cantidad menor de soja de lugares que poseen alto riesgo de deforestación que la Unión Europea. Mientras China compra la mayor parte de su producción de la región Sur de Brasil, Europa concentra sus compras exactamente en la región de Matopiba, donde el riesgo es mayor.
Empresas responsables
El relevamiento realizado por el equipo de Trase demostró, además, que a pesar de que cientos de empresas están involucradas en la cadena productiva de soja Brasil-China, solo seis son responsables por el 70% del volumen exportado hacia China desde Matopiba: Agrex, Amaggi, LD Commodities, Multigrain, Cargill, Bunge y ADM.
COFCO, la empresa china más importante involucrada en la cadena, también se encuentra entre las mayores exportadoras de soja hacia China, con el 7% del total del volumen exportado. Matopiba lleva a cabo el 6% de las exportaciones y ocupa el séptimo lugar en exportaciones.
En enero del corriente año, el presidente de COFCO Jun Lyu sorprendió en el Foro Económico Mundial de Davos al publicar un artículo en el que estimulaba a la comunidad internacional a unir esfuerzos para luchar contra la deforestación. En el texto, el ejecutivo llamaba la atención para las vulnerabilidades de la cadena productiva de la soja y hacía hincapié en la necesidad de proteger el Cerrado brasileño.
310%
El crecimiento del Matopiba entre 2001 y 2017
“Los esfuerzos contra la deforestación ganarían un impulso significativo si más participantes provenientes de mercados emergentes, tanto en los países productores como en los consumidores, negociaran commodities sostenibles”, escribió. “Usaremos la oportunidad que nos brinda Davos para llevar adelante esta colaboración”.
Vasconcelos percibe una creciente preocupación entre las empresas chinas con deforestación asociada en la cadena productiva. “Observamos con mucho entusiasmo la posición adoptada por COFCO”. Es importante que el sector se posicione y que trabaje para luchar contra la deforestación”, afirmó.
Empresas como COFCO también están preocupadas por los daños que sufren sus reputaciones ante los accionistas y los consumidores. Especialistas entienden que la asociación de la soja brasileña a este tipo de daño podría impactar en el crecimiento de Brasil en nuevos mercados, si los socios comerciales dejaran de comprar debido a este riesgo.
Algunas investigaciones prueban que, para aumentar la producción, no hay necesidad de deforestar. Según datos del Observatorio de Clima, entre 1991 y 2017, la producción de granos se incrementó en un 312%, mientras que la superficie plantada un 61%. Los investigadores afirman que una opción es utilizar superficies ya degradadas. Sumadas, las áreas degradadas de la Amazonia y del Cerrado ya superan los 30 millones de hectáreas.
“Es más o menos el tamaño del total de la agricultura brasileña que se encuentra abandonada y en proceso de degradación”, afirma Eduardo Assad, investigador de Embrapa (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria).
Las consecuencias
La deforestación ya está provocando cambios en el régimen de lluvias. Según la Asociación de Productores de Soja y Maíz (Aprasoja), Brasil perdió 11 millones de toneladas de granos, aproximadamente R$ 17.000 millones, debido a eventos climáticos tales como lluvias fuertes y estiajes prolongados. Para Assad, el problema es conocido.
Hace mucho tiempo que venimos avisando que el problema más grave que puede darse en nuestra agricultura de sequía es la falta de agua o la lluvia excesiva.
Sin bosques, la capacidad de captar y bombear agua hacia la atmósfera, denominada evapotranspiración, disminuye en forma drástica. Por ejemplo, las lluvias que vienen de la Amazonia se van diluyendo y no llegan al Cerrado, comprometiendo las cosechas debido a deficiencia hídrica. Las lluvias concentradas también son perjudiciales.
La vegetación deforestada también es combustible para la emisión de gases de efecto invernadero. En 2016, Brasil se ubicó en el sexto lugar en la lista de los mayores emisores de gases a nivel mundial. En aquel año, el 51% de los 2,278 billones de toneladas emitidas se sumaron a la cuenta de la deforestación