Cientos de agricultores bolivianos están satisfechos por la apertura del mercado de China para su quinua real, que inició con el envío de 40 toneladas en diciembre y que ellos ven como una manera de vivir del “grano de oro”.
“En junio de 2018, cuando se anunció, subió el precio de la quinua. Obviamente, esto es un aliciente para el pequeño productor”, dice Edgar Soliz, director del Centro Internacional de la Quinua (CIQ), entidad estatal creada en 2013 para impulsar su venta.
Cuatro meses después, las toneladas de quinua real enviadas al país asiático crecieron 14 veces. Ya pasan de las 590 y la meta es llegar a 2000 toneladas hasta junio.
En medio de una creciente demanda del grano en China, los pequeños productores bolivianos tienen la expectativa de que el precio suba para tener un margen de ganancia razonable, sobre todo de la quinua real orgánica, una variedad que se produce únicamente en las comunidades ubicadas entre los salares de Uyuni y Coipasa, en lo alto de la cordillera de los Andes, en los departamentos de Oruro y Potosí.
Si no cuidan, van a estar en dificultades porque ellos viven de ese producto
Muchos productores ven el “grano de oro” como una forma de sustentarse en una economía rural desafiante, mientras otros se preocupan por las fluctuaciones de precio y los efectos del cambio climático que afectan la producción.
De grano de los incas a moda culinaria
Aunque muchas veces se le asocia con los cereales, la quinua es en realidad una planta de la familia de las acelgas, las espinacas y la remolacha, pero que tiene un ciclo productivo de un año.
Fue ampliamente cultivada en la región Andina por culturas precolombinas y sus granos han sido utilizados en la dieta de los pobladores tanto del altiplano como de los valles interandinos. Fue el alimento básico de los incas durante siglos y durante la Colonia fue reemplazada por maíz, cebada, trigo, avena y papas.
Hasta hace cuatro décadas, “era un producto poco conocido y rechazado por la sociedad, que pensaba que era alimento para los animales y los indios. Por ese entonces, el precio no era razonable. Se hacía el trueque de dos quintales de quinua por un quintal de arroz”, recuerda Víctor Poma, vicepresidente de la Asociación Nacional de Productores de Quinua (Anapqui). Esta asociación tiene 15 organizaciones regionales en Oruro y Potosí, 2.600 socios, cerca de 30.000 familias.
Pero ha tenido un resurgimiento muy rápido en la última década. Para 2008, sus bondades nutricionales habían sido redescubiertas por la NASA y resaltadas por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), generando un boom de consumo del grano a nivel mundial.
En Bolivia está presente en la dieta de muchas familias urbanas, en sopas, panecillos, tortillas y hasta bebidas refrescantes. El jugo de quinua con manzana es uno de los más populares en los desayunos callejeros de La Paz y, desde 2013, el Estado distribuye harinas y barras energéticas de quinua como parte del subsidio prenatal y familiar a 40 mil mujeres. En total, el país consume 30% de la quinua que produce, un número que no ha subido por su relativo alto costo.
En 2013, Naciones Unidas declaró el Año Internacional de la Quinua, tras un informe de la FAO que lo declaró un cultivo estratégico para la seguridad alimentaria por su calidad nutritiva, su variabilidad genética, su adaptabilidad y su bajo costo de producción.
590
toneladas de quinua ha exportado Bolivia a China desde diciembre
El efecto fue que su producción se extendió a más de 70 países, entre ellos Estados Unidos, Kenia, Australia, India, Japón y China. Hasta ese momento Bolivia era el principal productor mundial, seguido de Perú y Ecuador.
Actualmente, Bolivia está en segundo lugar después de Perú, en parte debido a que la mayoría de campesinos bolivianos no tecnificaron su producción y están lidiando con problemas climáticos como sequías, lluvias y heladas. Pero principalmente porque su vecino multiplicó su producción, exporta mayores volúmenes y a bajos precios, aunque su producto no tiene las mismas propiedades de la quinua real orgánica boliviana.
Durante 2018, el país produjo 65.000 toneladas, casi la mitad de las cuales se exportaron.
Está, sin embargo, todavía por debajo de la bonanza económica de 2013, cuando el quintal del grano llegó a costar hasta 2050 bolivianos (294 dólares). Ese auge tuvo un lado malo: crecieron las hectáreas de cultivo velozmente, copando tierras destinadas a la agricultura diversificada de alimentos y el pastoreo. Eso generó una sobreproducción que erosionó el suelo y bajó la fertilidad de la tierra, algo que reconocen los propios productores.
“La quinua es un cultivo esquilmante (que absorbe los nutrientes del suelo). Por eso se recomienda abonar con estiércol o mejor hacer una rotación del cultivo. Mucha gente ha reflexionado, se da cuenta que vamos a tener problemas para las futuras generaciones. Si no cuidan, van a estar en dificultades porque ellos viven de ese producto”, dice Soliz.
Desafíos para el grano de oro
Durante toda la jornada del segundo martes de abril, Alina Alcón de Lucana ha estado pendiente de la apertura de surcos que hace el tractor conducido por su esposo. “Estamos rotulando la tierra”, dice mientras camina en medio de la tierra recién removida. Lleva un sombrero de ala ancha para aplacar los intensos rayos solares a 3700 metros sobre el nivel del mar.
Preparan la tierra para la siembra de septiembre de este año: una hectárea casi igual a la que tiene a unos metros. Allí se ven gajos de quinua amontonados. “La humedad nos ha hecho perder toda esta cosecha”, se lamenta, mostrando los granos que -a simple vista- son más pequeños de lo normal. Se refiere a que llovió cuando no debía, porque ahora el tiempo se ha vuelto impredecible, algo que se atribuye al cambio climático.
Uno de sus vecinos volvió a sembrar con la esperanza de obtener una mejor cosecha para mayo. Las plantas aún están en crecimiento en su finca en el ayllu (comunidad indígena) Cerro Ullami, donde Alcón lleva poco tiempo produciendo quinua. Ya acabó el tiempo de cosecha y están en proceso de secar las panojas, para luego trillarlas, separar el grano y finalmente almacenarlo. Una lluvia humedeció las taucas de Alina y afectó la calidad de su producción.
Ella es una de las nuevas productoras de quinua en Toledo, un municipio de 11 mil habitantes en el departamento de Oruro que es el mayor productor de ganado ovino del país.
“Yo soy ganadera, pero como el precio ha subido y hay demanda (de quinua) nos queríamos vender”, explica Alcón, añadiendo que volverá a sembrar en septiembre. Aunque no menciona a China, ese es el mercado que está jalonando el incremento en las ventas.
Contrariamente, los productores de Potosí – otra región tradicional de quinueros- aseguran que les fue bien con la cosecha de este año. “Estamos viendo que podemos meter nuestra producción para que de alguna manera el precio de la quinua suba. Hace una semana estaba en 580 bolivianos (83 dólares). Ahora está de bajada y es una gran preocupación. Pero tenemos muy buena producción y hemos estado esperando que el mercado de China se abra. Hemos ido peleando y ahora nos dieron la luz verde para que podamos exportar. Estamos muy entusiasmados por eso”, dice Celso Salas, exdirigente y miembro de la Cámara de Productores de Quinua de Potosí.
Su deseo es exportar directamente, de sus fincas a los consumidores chinos, aunque por ahora lo hacen a través de empresas como Jacha Inti y Sindan Organic, que tienen sede en La Paz y que envían el grano por barco desde el puerto peruano de Ilo.
Para los productores un precio razonable oscila entre los 800 (114 dólares) a 1000 bolivianos (143 dólares) por quintal (46 kilos). “Eso llegaría a cubrir toda la inversión, desde el inicio de la siembra hasta la cosecha. Bajar más es entrar en pérdida, más ahora que las plagas han ido empeorando y también el clima. Y la producción orgánica demanda más inversión”, explica Salas.
Por ahora, la quinua de unas 1200 familias ha llegado al mercado chino de mano de las empresas Simsa y Andean Valley. El director del CIQ, Edgar Soliz, se muestra confiado que más de 3.000 familias productoras de Potosí, Oruro y La Paz se beneficien con esta apertura.
Pero les preocupan los precios.
En Challapata, el pueblo de Oruro donde cada sábado se fija el precio de la quinua, otros productores que quieren llegar a China accedieron a un fondo del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras con el cual compraron tractores para mecanizarse.
“Nosotros teníamos que ser los impulsores para la exportación de quinua, pero son otros los que están asociados a eso. Nos han abandonado, ahora que tenemos una deuda que pagar en 10 años”, se lamenta Magda Arcani, la mama talla (autoridad de esta comunidad aymara), explicando que deben pagar entre 49 000 a 62 000 dólares por cada tractor.
“Estamos en mora porque ha habido tres años de sequía. Este año he sembrado 30 hectáreas y de todito eso sacaré apenas un quintal de quinua”, añade.
Las empresas coinciden en señalar que se necesitan más políticas de acompañamiento a los productores, que les ayuden a tecnificarse. “No hay una sola máquina desarrollada para nuestros productores de quinua y no hay una institución boliviana que esté liderando el desarrollo tecnológico”, reclama Jorge Fernández, presidente de Andean Valley, empresa que lleva 21 años produciendo y exportando.
Al margen de los problemas locales y coyunturales que tienen las familias productoras de quinua, lo cierto es que a inicios de 2018, el quintal de quinua costaba 300 bolivianos (43 dólares) y con el anunció de la apertura del mercado Chino su precio creció hasta los 600 a 700 bolivianos (86 a 100 dólares).
Celso Salas, el productor de Potosí, cuenta que antes obtenía 40 quintales por hectárea, ahora solo 25. “Esto porque la tierra necesita abono, por eso un año sembramos y al otro descansa. Si no descansa, solo obtengo 15 quintales, incluso 12 por hectárea. Pero este año incluso la lluvia ha favorecido para que crezca más. Vemos el tema de calidad, no de cantidad”, puntualiza.
Aún así, todos coinciden en que la exportación de quinua ha dado un nuevo impulso a la quinua y ha ayudado a disminuir la migración del campo a las ciudades bolivianas.
Vendiendo a China
La quinua boliviana está comenzando a venderse en China, principalmente en Shanghai, en forma de fideos, hojuelas o granos.
Al menos 10 empresas la han exportado desde diciembre de 2018 hasta marzo de este año, como sustituto al arroz, aditivo para ensaladas y en harinas para pastas, panes o pasteles.
“Esperamos que esto crezca porque el mercado chino, como todos en el mundo, busca cada vez más alimentos nutritivos, orgánicos y libres de alérgenos como el gluten. Es una tendencia mundial consumir alimentos más nutritivos, más sanos, libres de gluten, orgánicos. El mercado chino por eso está demandando quinua”, dice Jorge Fernández de Andean Valley, que ya exportó 120 toneladas de quinua real procesada y productos como harina y hojuelas a Shanghai y otras seis ciudades.
“Por la cantidad de población que tiene China, es un mercado con un potencial de crecimiento muy interesante para nosotros. Queremos conocer bien a los clientes. Iremos trabajando paulatinamente en el crecimiento”, dice Ariel Vargas, gerente de exportaciones de Simsa, que vende desde hace 15 años a Estados Unidos y Europa. Su empresa ya exportó 100 toneladas a China y proyecta enviar hasta 20 contenedores por mes, equivalentes a 400 toneladas.
“Estamos promoviendo la exportación de quinua con valor agregado y no solo grano. Estamos por cerrar un contenedor con nuestros productos pre mezclas para el consumo directo, como hamburguesas para vegetarianos, flanes y budines. Tenemos una línea retail que está lista para el consumo”, añade Jorge Fernández.
Para las empresas, los volúmenes de exportación deberían subir, pero no necesariamente los precios.
“Con la apertura del mercado chino, hemos generado una falsa expectativa en el productor Tenemos que entender que no podemos subir el precio de forma arbitraria. El precio empezó a subir a fines de 2018, por lo que los clientes chinos han decidido frenar un poco sus pedidos por ese motivo”, alerta Ariel Vargas de Simsa. “Hoy pensar en subir los precios es llevar al fracaso al país como el segundo productor. No se puede”.
Los proveedores de Simsa son entre 800 y 1000 familias, agrupadas en varias asociaciones con las cuales tienen un acuerdo para pagarles un precio superior al local.
A su vez, Andean Valley trabaja con 480 familias en 22 comunidades ubicadas en el área entre los salares de Oruro y Potosí, a quienes brindan asesoría técnica y certifican. En su planta en la ciudad de El Alto, vecina de La Paz, procesan la quinua y fabrican productos transformados.
Por ahora, coinciden productores y exportadores, el paso necesario es lograr posicionar la quinua real orgánica – producida únicamente en los departamentos de Oruro y Potosí en el contorno de los salares de Uyuni y Coipasa- por fuera del país.
Un primer paso es lograr su denominación de origen, una calificación que protege legalmente ciertos alimentos de determinadas zonas geográficas y que impide a otros productores de aprovechar su reputación. Esto les permitiría explicar que esta variedad tiene 11 de los aminoácidos más importantes para la alimentación humana, bajo contenido de grasas y nada de colesterol, razones por las que se ha convertido en una comida gourmet.
“Lastimosamente, eso lo sabemos pocos personas. Los bolivianos no hemos sido capaces de promocionar las bondades de cualidades de la quinua real orgánica de Bolivia. La denominación de origen sigue guardada desde hace 12 años. Eso tiene que trabajarse a nivel del Estado, no tenemos cómo demostrarle al mundo que tenemos una quinua diferente”, lamenta Jorge Fernández.
La esperanza de todos está puesta en el mercado chino.