El reciente foro de la Franja y la Ruta en Beijing dejó una buena noticia para Bolivia: su carne se comenzará a vender pronto en China.
Esa buena noticia, sin embargo, viene acompañada por una señal de alarma. La apertura del mercado chino a la carne boliviana demandará un importante crecimiento de la ganadería, que podría a su vez derivar en un aumento en la deforestación si el sector no migra a una producción sostenible paralelamente.
La meta de los ganaderos bolivianos es exportar 20 mil toneladas de carne en el segundo semestre de este año. Eso le representaría al país andino unos 75 millones de dólares, o cinco veces más de las ventas registrado en todo 2018, según cifras del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE). Para 2020, la meta es vender 40 mil toneladas a China.
Ese crecimiento es justamente el que fundamenta esos temores, toda vez que un estudio realizado por la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) establece que, en las últimas dos décadas, el 60% de la deforestación en el país fue provocada por la ganadería, un panorama que se repite en otros países de la región como Brasil o Colombia.
La esperanza de un boom cárnico
El 26 de abril, el canciller boliviano Diego Pary y el ministro de la Administración de Aduana de China, Ni Yuefeng, firmaron un protocolo que abrió las puertas para la exportación de carne bovina boliviana al país asiático.
A raíz de que el consumo de carne de res viene aumentando vertiginosamente entre los 1.400 millones de habitantes de China, ganaderos y funcionarios públicos bolivianos tienen la esperanza de un crecimiento.
“Esto significa exportar en medio año casi lo que se ha hecho en 10 años”, afirmó Gary Rodríguez, presidente del IBCE que agremia a los exportadores. “En 2020, estaríamos vendiendo 150 millones de dólares al mundo solamente por la exportación de carne. Sin embargo, la proyección es pasar de un hato ganadero de 10 millones de cabezas a 17 millones de cabezas en 10 años”.
Cumplir esa meta implica pasar de 13 millones de hectáreas de uso ganadero a 20 millones, según las metas del Plan de Desarrollo Pecuario 2020-2030 presentado por los ganaderos al presidente Evo Morales en enero.
Lograrlo implica ayudar a los pequeños ganaderos a aumentar su productividad, apoyarlos mediante créditos productivos y capacitación agropecuaria, invertir en infraestructura productiva y comercial, y construir represas de agua, según detalló públicamente en enero Oscar Ciro Pereyra, presidente de la Confederación de Ganaderos de Bolivia (Congabol).
Sin embargo, no es claro cómo llegarán a concretar ese plan. Diálogo Chino se comunicó en tres oportunidades con Pereyra para entenderlo, sin obtener respuesta.
En la mira de los ganaderos están mercados como Vietnam (ya abierto), Rusia (que está en proceso) y la Unión Europea (que solo ha aprobado cortes selectos), dado que más del 90% de la carne exportada (unas 3.500 toneladas) hoy va a Perú. Pero ninguno de ellos es tan promisorio como China.
Al menos tres empresas del departamento de Santa Cruz ya están listas para exportar carne bovina a China, siendo visitadas por sus clientes chinos y certificadas por el Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (Senasag).
A su vez, los ganaderos de la región amazónica del Beni esperan que el Gobierno cumpla su promesa de construir un frigorífico en la capital Trinidad para exportar directamente, sin depender –como sucede hoy- de los de Santa Cruz.
“En el Beni tenemos mucho potencial para crecer, pero necesitamos inversiones. Esperamos que se abran las exportaciones y que también se apruebe el nuevo Plan de Uso de Suelos para que podamos tener la infraestructura en el Beni, respetando y sin desmontar por si acaso”, dice José Eduardo Iriarte, miembro del directorio de la Federación de Ganaderos de Beni (FegaBeni).
Justamente esa –que “desmonten” o deforesten- es la mayor preocupación para el sector científico y ambiental.
“Con este tipo de agroextractivismo vamos a agudizar más las problemas de sequías, inundaciones, cambios climáticos, aparición de plagas, erosión de suelos. Especialmente en el Beni se quiere ampliar la frontera agrícola. Estamos teniendo sequías porque se está deforestando de manera salvaje en Beni y Santa Cruz”, dice Miguel Ángel Crespo, experto en agroecología y director de la ONG ambiental Probioma.
“Los ganaderos no quieren entender que deben conservar bosques, porque es ahí donde el ganado se tiene que cobijar de las altas y bajas temperaturas porque eso les genera estrés y baja el rendimiento. Pero ellos quieren solo pampas”, añade.
Vacas versus bosques
El principal causante de la deforestación en Bolivia es la ganadería. Al menos esa fue la conclusión de un estudio realizado por la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), publicado en 2014.
“A partir del año 2000, cambia la percepción que teníamos de que la expansión de la frontera agrícola era principalmente para la soya. A partir de los años 2000, hasta 2018, es la ganadería. Hemos analizado hasta 2013 y más del 60% de la deforestación fue causada por la ganadería”, afirma su directora Natalia Calderón, experta en cambio climático y conservación.
“Va a significar la ampliación del espacio que se destina al ganado y no se está hablando de sostenibilidad, de la carga animal, de los ecosistemas en los que va expandir esta producción de carne. No se está hablando de incentivos para productores, de tecnología, de asistencia técnica, de monitoreo adecuado, de control y fiscalización”, explica, añadiendo que han detectado expansión en la deforestación en regiones como Charagua y la Chiquitania en Santa Cruz. De hecho, el departamento suma el 78% de la deforestación del país.
El problema, plantean los técnicos del sector ambiental, es que la conversación sobre aumento de producción cárnica no viene acompañada de una discusión sobre temas como el manejo de suelos o soluciones más propicias para hacerle frente al cambio climático, como los sistemas silvopastoriles en donde las vacas comparten espacio con árboles.
“Se tiene que pensar en cambiar el modelo producción a uno más sustentable y con productos cualitativamente diferentes y no con similares a los que producen -por ejemplo- Brasil, Argentina y Paraguay”, dice Miguel Ángel Crespo, a quien le preocupa que no sea rentable esa exportación por el costo de transportar carne desde el interior hasta un puerto del Pacífico para luego enviarla a China.
“Para exportar, Bolivia tiene que competir con productos cualitativamente diferentes. Si quieren exportar carne que sea carne ecológica, que provenga de ganado alimentado con pastos naturales. Esa sería la única salida para que Bolivia sea competitiva. De otra manera va a ser otro debacle como la soya, que se caen los precios y los productores le piden al gobierno que les pague subsidios que salen de nuestros impuestos”.
Los ganaderos sienten que es falso que su sector sea el mayor responsable de la deforestación, sobre todo en el Beni que posee amplias planicies cubiertas por pastizales (pampas y sabanas) además de bosques tropicales húmedos en la zona de pie de monte.
“Es completamente falso. La ganadería del Beni se hace en las pampas y el desmonte es mínimo si nos comparamos con Santa Cruz o con Brasil. El desmonte en el Beni es solo para hacer los corrales, en los lugares altos. Nosotros cuidamos el medio ambiente, desde nuestros abuelos hemos hecho una ganadería en las pampas, incluso la agricultura que queremos realizar ahora es en el mismo sistema”, dice el líder gremial Iriarte, aunque reconoce que sí hubo deforestación en el norte, en las poblaciones de Riberalta, Guayaramerín y la provincia Vaca Diez.
Esa particularidad de la carne beniana, que lleva el sello ‘Bolivia Natural Beef’ reconocido a nivel mundial, podría señalar un camino para otras regiones.
“En Beni hay ganadería pero se hace en pasturas naturales, que no necesariamente implica deforestación. Allí habría que tener cuidado en todo lo que tiene que ver con el manejo de agua y suelo”, coincide Calderón de FAN.
En todo caso, algunos investigadores ven razones para tener cautela. Si bien el sector ganadero planifica su producción de ganado en pastizales existentes y en pampas naturales, la deforestación ilegal puede terminar por imponerse.
“Se tiene que considerar que las pampas como tal cumplen importantes funciones en el ecosistema que se perderán al convertirse en pastizales para el ganado”, dice el biólogo Vincent Vos del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca). Para él, resulta preocupante que el nuevo plan de uso de suelos del Beni identifica áreas de uso agropecuario extensivo en zonas que aún cuentan con muchos bosques e, incluso, con planes de manejo forestal consignados en la Autoridad de Bosques y Tierras (ABT) en municipios como Riberalta.
Si no se toman medidas racionales sobre la deforestación y en el uso de transgénicos y de agrotóxicos para la producción de alimentos, asegura el director de Probioma, “el mundo nos va a cerrar las puertas. Esos dos aspectos van a influir fuertemente en las exportaciones y en el sector agropecuario. Cada vez más los países tienen más regulaciones que están cerrando las puertas a productos que provienen de regiones de alto uso de transgénico y agroquímicos y de zonas de deforestación”.
No son los únicos impactos ambientales que podrían verse potenciados con una actividad ganadera.
Aparte de la deforestación, la ganadería también tiene impacto en el agua y se está esparciendo en el Chaco y la Chiquitania, regiones con problemas de déficit hídrico.
“La ganadería se está expandiendo en dos áreas críticas para el tema de agua: en el Chaco y la Chiquitania, que son ecosistemas que ya tienen una fragilidad en cuanto a la cantidad de agua. Los escenarios de cambio climático nos muestran que habrá una reducción del agua en estos ecosistemas”, explica Natalia Calderón, cuya organización también ha hecho estudios sobre cómo las heces del ganado contaminan fuentes de agua.
“Estos ecosistemas ya son vulnerables en sí mismos en el tema hídrico. Más cambio climático, más una expansión de las áreas de manejo de ganadería sin considerar un manejo adecuado del recurso hídrico, podría ser crítico”, añade.
Los planes de Bolivia de aumentar su producción de carne y exportarla luego hasta el otro lado del mundo podrían chocar con otra realidad.
Actualmente muchos sectores promueven la disminución de la ingesta de carne roja. Naciones Unidas considera, según el informe Global Environment Outlook, que una reducción en su consumo acarrearía a su vez una caída en los gases de efecto invernadero, dadas las cantidades de metano que envían las vacas a la atmósfera.
“Uno de los grandes desafíos para el planeta es atender la gran demanda de alimentos por el crecimiento de la población y, al mismo tiempo, reducir los impactos de la agricultura y la ganadería para cubrir la demanda de alimentos. Desconocemos si hay políticas públicas para garantizar que este proceso sea sostenible, o si hay exigencias de los mercados (China y Rusia) sobre esos puntos, o que los agroindustriales estén hablando de estos puntos en los acuerdos”, dice Calderón.
En mayo, en una reunión con miembros de una comisión de la Cámara de Diputados, la Congabol ganadera afirmó que cuentan con una estrategia que considera la innovación tecnológica y competitividad para impulsar una producción sostenible de la actividad.
Aunque aún no se conocen más detalles, de que esas soluciones existan –y se implementen eficazmente- podría depender que la promesa de un mercado atractivo para la carne como el chino no signifique que Bolivia siga perdiendo bosques.