El crecimiento de las importaciones de carne brasileña por parte de China ha llevado a un consecuente aumento del riesgo al que se expone el país, comprando commodities de empresas con operaciones en regiones deforestadas en forma ilegal y, de este modo, a lanzar toneladas de CO2 hacia la atmósfera, de acuerdo a un informe de la iniciativa Trase.
Sin embargo, el informe lanzado este lunes demuestra que una acción coordinada entre el gobierno y los compradores chinos podría mitigar ese riesgo y hacer que Brasil se aproxime a las metas del Acuerdo de París, que fue firmado por ambos países. Eso porque el riesgo se concentra en unos pocos frigoríficos y municipios brasileños.
Datos de 2017 analizados por Trase muestran que China importó carne proveniente de más de 1200 ciudades, pero solamente 25 de ellas son responsables por la mitad del riesgo de emisiones de CO2 relacionadas con la deforestación. El riesgo de deforestación de una empresa se evalúa observando la tasa anual de deforestación en las ciudades donde compra. La complejidad de las cadenas de suministro de carne hace que sea difícil identificar con precisión dónde se vende el ganado comprado por grandes empresas empacadoras de carne.
“Esta información es esencial para los compradores chinos, que se toman muy en serio los riesgos climáticos ambientales y desean mitigarlos: sus esfuerzos pueden focalizarse en esas regiones de alto riesgo”, explica André Vasconcelos, investigador de Trase y uno de los autores del estudio.
El informe señala una ventana de acción en un momento clave para la Amazonia brasileña, cuando la desarticulación de las protecciones ambientales que promueve el gobierno del presidente Jair Bolsonaro ha ocasionado una explosión de deforestación. Según datos preliminares provistos por el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales, desde agosto del año pasado, la tasa se duplicó.
La época de quemadas generalmente se da para terminar de abrir el pastoreo luego de haber derribado el bosque. Por lo tanto, el incremento de la deforestación abre un espacio para una temporada de quemadas todavía más destructiva que la que chocó al mundo el año pasado.
En este contexto, China se expone cada vez más al riesgo de que la asocien con la deforestación ilegal. El año pasado, Brasil autorizó a 22 frigoríficos a exportar allí, de los cuales 14 son de la Amazonia. De este modo, el 50% de los frigoríficos habilitados para vender a China se encuentran en el bioma, significando un aumento de dos puntos porcentuales. Sin embargo, el proceso de aprobación solo se enfoca en estándares sanitarios, no ambientales.
A medida que las ventas de carne brasileña hacia China aumentan, en los últimos años, la presión para la habilitación de nuevos frigoríficos viene creciendo, a partir de la peste porcina y de los cambios de hábitos de consumo de la población china. El aumento impresionó a especialistas en medio de la pandemia de Covid-19: entre enero y mayo, las exportaciones de carne hacia China y Hong Kong crecieron casi un 50% en relación al año anterior, con 400 mil toneladas.
Biomas amenazados
Más del 70% de la carne que se embarcó hacia China fue producida en la Amazonia y en el Cerrado, la sabana brasileña, en 2017. Actualmente, los pastizales constituyen la principal causa de deforestación de esos biomas.
Trase, liderada por las organizaciones Stockholm Environment Institute y Global Canopy, realiza un mapeo de los intermediarios desde el momento en que el ternero se cría, en las haciendas, hasta que es exportado, en forma de commodity, hacia países como China. El sistema realiza un cruce de los datos públicos de la producción brasileña para medir cuál es el grado de exposición del mercado chino a riesgos socioambientales.
61%
del "riesgo de emisiones" de China está relacionado con la deforestación en la Amazonía
Los datos muestran que, aunque China demande un volumen menor de carne de la Amazonia en relación a otras regiones del país, el riesgo de que haya emisiones de CO2 en el bioma es mayor, debido a su alta concentración de biomasa rica en carbono. Por lo tanto, las importaciones de la Amazonia dan como resultado un 61% del riesgo chino de emisiones versus un 24% en el Cerrado.
En total, las importaciones chinas de carne brasileña representan un riesgo de emisiones de 13,1 millones de toneladas de CO2; equivalente a la energía eléctrica generada para la manutención de dos millones de hogares por año. A partir del aumento de la deforestación de los bosques, la expectativa es que se produzca un aumento que va del 10 al 20% en las emisiones, provocado por la destrucción de la Amazonia.
La mitad de las importaciones y del riesgo de deforestación chinos provienen del Cerrado.
La sabana brasileña alberga un 5% del total de la biodiversidad mundial, pero por lo menos 137 especies de animales se encuentran en peligro de extinción. El Cerrado también es fundamental para la distribución del agua de América del Sur, dado que alberga a las mayores cuencas hidrográficas del continente.
A pesar de su relevancia, en Brasil su protección ha sido relegada. Los hacendados están autorizados a deforestar hasta un 80% del Cerrado de sus propiedades, y las unidades de conservación poseen una extensión de apenas un 11% del bioma. De este modo, ya se ha perdido la mitad del territorio original.
“Es donde se vienen expandiendo la soja y el ganado”, comenta Daniela Teston, coordinadora de la Iniciativa para la Colaboración para los Bosques y la Agricultura de la WWF-Brasil. “La legislación no es suficiente, lo que provoca una pérdida de vegetación nativa y de biodiversidad, y constituye una amenaza para las comunidades tradicionales, muy presentes en este bioma”.
Poco esfuerzo chino
Casi la mitad de la carne importada por China durante el año pasado provino de Brasil, un país del cual el gobierno chino depende cada vez más para garantizar la seguridad alimentaria de su población. Pero, mientras que mercados como el estadounidense y el europeo se vienen manifestando en contra de la destrucción ambiental en Brasil, China viene manteniendo un relativo silencio.
El comité de revisión presupuestaria y tributaria de los Estados Unidos solicita al presidente Donald Trump que no negocie con el gobierno de Jair Bolsonaro, que viene “mostrando un total desprecio por los derechos humanos básicos, por la necesidad de proteger la selva Amazónica, por los derechos y la dignidad de los trabajadores”. En Europa, recientemente el parlamento holandés también rechazó el acuerdo de la Unión Europea con el Mercosur debido al factor socioambiental.
Sin embargo, en una cumbre del G7 en marzo, el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, afirmó que cualquier amenaza de la UE para bloquear el acuerdo comercial por razones ambientales interferiría con el libre comercio, lo que le valió el agradecimiento del gobierno de Bolsonaro.
Otras cadenas, como la del aceite de palma o el pescado, ya operan con trazabilidad total, a pesar de que su complejidad es tan grande cuanto la de la carne
Sin embargo, China no ha exigido soluciones con respecto al monitoreo del ganado. En plena crisis de las quemadas del año pasado, el número dos de la embajada china en Brasil se limitó a elogiar las leyes ambientales brasileñas. En una rueda de prensa llevada a cabo en junio, los diplomáticos chinos también ignoraron las preguntas de los periodistas brasileños sobre la deforestación de la Amazonia.
Muchos chinos también sienten que el vínculo entre el aumento del consumo de carne de vaca y la deforestación de la Amazonía ha recibido una atención mundial indebida dado que el consumo de carne de vaca per cápita en los países como Estados Unidos y la UE es mayor.
En 2017, empresas chinas llegaron a firmar un acuerdo de producción y comercio sostenible de carne que fue intermediado por la WWF. Desde entonces, los avances han sido lentos y poco transparentes. La oficina china de la WWF informó que el compromiso, al cual se sumaron 80 empresas chinas, está desarrollando directrices para el sector y que éstas serán implementadas en grupos-piloto. No logramos entrar en contacto con la Asociación China de la Carne, que también forma parte del acuerdo.
La exposición al riesgo de deforestación no es perniciosa solamente para el medio ambiente, sino que también hace que empresas tengan una mayor propensión a firmar acuerdos comerciales con cadenas que operan en la clandestinidad. Casi la totalidad de la deforestación promovida en la Amazonia durante el año pasado fue realizada en forma ilegal.
Riesgos concentrados
La industria brasileña de la carne está en manos de unos pocos frigoríficos. Aunque China importe de casi cien empresas, sólo tres de ellas poseen una porción que corresponde a un 61% del total. Por lo tanto, según el informe de Trase, esas tres -JBS, Marfrig y Minerva Foods- también son las que corren más riesgo de emitir CO2 provocado por deforestación: con 38, 9, y 6%, respectivamente.
Sobre este resultado, JBS responde que el relevamiento de Trase “es superficial y puede llevar a cometer errores de interpretación”, Minerva Foods resalta que se trata de “datos estimados y que omiten que ella adquiere provisiones de áreas embargadas” y Marfrig argumenta que toda la producción de la Amazonia ocasiona riesgos, pero que los datos de Trase no confirman que la empresa tenga un vínculo directo con la deforestación.
Hellen Bellfield, directora de políticas de Trase y una de las autoras de la investigación, aclara que la idea no es vincular directamente las compras de estas empresas con la deforestación y sí identificar áreas críticas que demandan una profundización de la investigación: “El objetivo es [aumentar] la transparencia e identificar, por ejemplo, áreas donde se concentran los riesgos y que requieren de una mayor focalización de las debidas diligencias”.
Las tres gigantes agregan que también realizarán auditorías en su cadena de provisión y garantizan que no aceptan fincas irregulares. Sin embargo, todas admiten que existe una especie de “cuello de botella” en la fiscalización de los proveedores indirectos, ganaderos que no forman parte de la cadena formal, pero que venden sus producciones a empresas registradas.
En forma global, el sector de la carne vacuna viene actuando en forma más lenta que otros commodities en la lucha contra la deforestación. “Otras cadenas, como la del aceite de palma o el pescado, ya operan con trazabilidad total, a pesar de que su complejidad es tan grande cuanto la de la carne”, afirma Daniela Teston. “En Brasil, el problema no es la tecnología, y sí la voluntad política y del sector privado”.
El gobierno brasileño exige la emisión del denominado Formulario de Tránsito Animal (GTA), un documento para declarar la transferencia de un animal desde una propiedad hacia otra. Ese dato podría utilizarse para fiscalizar el origen del ganado, desde su nacimiento hasta que es sacrificado, para garantizar que no provenga de una región deforestada.
Sin embargo, actualmente este dato no es público. JBS, Minerva y hasta los ambientalistas reclaman soluciones por parte del gobierno. Pero el Ministerio de Agricultura argumenta que los GTA contienen información privada y protegida por ley. Mientras tanto, JBS afirma que está discutiendo con el ministerio un GTA-Verde para avanzar con la fiscalización. ABIEC, una asociación que representa a empresas exportadoras de carne, no emitió ningún comentario sobre la responsabilidad de las áreas más deforestadas.