La corriente de Humboldt corre hacia el norte a lo largo de la costa de Chile, trayendo a la superficie agua fría y rica en nutrientes desde la Antártida y las profundidades oceánicas y creando un abundante ecosistema de “comida azul”.
Pero el cambio climático está haciendo que esta corriente sea menos fiable, poniendo en peligro un fenómeno que representa hasta el 15% de la producción pesquera mundial de captura salvaje, incluidas anchoas, merluzas y sardinas.
Más al norte, en Canadá, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad también están alterando los océanos y los recursos de agua dulce.
Estos cambios suponen un grave riesgo para los ecosistemas acuáticos, con importantes repercusiones sociales, culturales y económicas para las industrias pesqueras y de recursos marinos, así como para las comunidades costeras e indígenas que dependen de ellos para su alimentación e ingresos. El impacto del calentamiento de los océanos y de las olas de calor marinas, por ejemplo, modifica procesos medioambientales y biológicos que están contribuyendo a la disminución de las poblaciones de salmón tanto en el Atlántico como en el Pacífico.
Como representantes de estos dos grandes países productores de alimentos acuáticos, reconocemos la amenaza que el cambio climático representa para una de nuestras industrias primarias.
Es muy urgente adaptarse a estas realidades. Por eso nuestros dos países, Canadá y Chile, están liderando el Diálogo Mundial sobre Océanos y Cambio Climático de la ONU. Estas conversaciones fueron encargadas en la cumbre climática COP25 en Madrid en 2019, y en la más reciente reunión celebrada en junio se debatieron las formas en que la conservación, protección y restauración de los ecosistemas azules pueden abordar tanto las causas como las consecuencias del cambio climático.
La COP29 de Bakú, que ha comenzado la semana pasada, es otra importante oportunidad para debatir cómo los países pueden dar prioridad a los alimentos azules como fuerza poderosa y vital para alcanzar los objetivos mundiales en materia de clima y desarrollo.
Creemos que para ello se necesita más apoyo financiero y tecnológico. Los servicios de información climática, que avisan a los pescadores de las condiciones extremas, y los equipos de procesamiento, capaces de preservar y prolongar los frutos de la producción, son solo dos ejemplos de soluciones que urge ampliar.
Alimentos azules para un futuro verde
Los alimentos azules o acuáticos son el producto alimentario más comercializado del mundo y resultan esenciales para alimentar de forma sostenible a una población mundial en crecimiento. Los animales y las plantas, capturados en la naturaleza o cultivados en océanos, ríos y lagos, son una fuente primaria de proteínas y micronutrientes, especialmente para muchos países en desarrollo y comunidades vulnerables que no tienen acceso a fuentes alternativas de alimentos.
Estos alimentos también ofrecen más oportunidades para reducir las emisiones de los sistemas alimentarios y mitigar el cambio climático. Por lo general, los animales acuáticos tienen una huella de carbono inferior a la de los alimentos de origen animal terrestre, y algunas especies, como los bivalvos y las algas, tienen emisiones de gases de efecto invernadero mínimas o neutras. Los cambios en la dieta para incorporar más alimentos azules, junto con una mayor eficiencia en la forma en que se captura el pescado salvaje, pueden mejorar aún más el rendimiento medioambiental del sector.
Los alimentos azules pueden contribuir a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en los sistemas alimentarios si consumimos más tipos bajos en carbono, reducimos las pérdidas y los residuos, mejoramos los piensos acuícolas, adaptamos la pesca para hacer frente a los efectos del cambio climático y protegemos los ecosistemas azules que pueden secuestrar carbono, como los manglares.
Los océanos, fuente clave de alimentos azules, cubren el 71% de la superficie del planeta y han absorbido hasta la fecha cerca del 90% del calor generado por el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. También son el mayor sumidero de carbono del mundo, ya que capturan alrededor del 30% de nuestras emisiones de carbono. Pero la absorción de calor y el almacenamiento de carbono también modifican el océano, provocando aumentos de temperatura, acidificación y desoxigenación, que pueden tener efectos devastadores en la vida marina.
Las estrategias climáticas, conocidas como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), son los planes que cada país elabora para establecer objetivos de reducción de emisiones, atraer inversiones, impulsar la innovación y alinear las políticas con los objetivos del Acuerdo de París. Como se expone en un reciente informe de Diálogo de Océanos y Cambio Climático, la COP29 es el momento de comprometerse con las “evaluaciones de las necesidades tecnológicas”, que identificarán métodos de adaptación para la acción climática oceánica que informarán la próxima ronda de NDC, prevista para 2025. También es una oportunidad para incluir los alimentos azules en las nuevas metas que se están debatiendo para el Objetivo Global de Adaptación del Acuerdo de París.
El mes pasado, el Stanford Center for Ocean Solutions y sus socios publicaron unas directrices destinadas a ayudar a los gobiernos a incluir los alimentos de origen acuático en sus estrategias climáticas. Se trata de un valioso complemento a la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles, que ofrece opciones políticas para diferentes sistemas de producción y cadenas de suministro. Y son necesarias: en el mismo informe, el análisis de las NDC para 2020 reveló que más de 80 países no mencionan en absoluto los alimentos azules, mientras que 37 mencionan el sector solo de pasada.
Progresos en Chile y Canadá
En nuestros dos países ya se está actuando para ayudar a que los alimentos azules apoyen la acción por el clima.
Chile, Perú y Ecuador han desarrollado un sistema conjunto de vigilancia oceanográfica y alerta temprana para las pesquerías que operan en la corriente de Humboldt. Incluye una aplicación móvil que proporciona a los pescadores predicciones en tiempo real sobre la disponibilidad de especies, lo que les permite adaptar sus prácticas en respuesta a la variabilidad climática y les capacita para negociar más eficazmente con los compradores.
Chile también está aplicando políticas pesqueras transparentes que pretenden minimizar los riesgos de la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada y garantizar el uso sostenible de los recursos y los alimentos azules. Estas políticas contaron con una amplia participación de las partes interesadas, incluidos los pescadores artesanales.
Mientras tanto, Canadá avanza en la adopción de medidas de apoyo a la pesca resistente al clima, entre ellas la aplicación de un enfoque ecosistémico a la gestión de la pesca. Este marco tiene en cuenta explícitamente el impacto en las poblaciones de peces de variables como la evolución de los ecosistemas oceánicos, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Canadá también puso en marcha en junio de 2022 el Fondo de Restauración de Ecosistemas Acuáticos, que aporta 75 millones de CAD (53,7 millones de USD) en cinco años para ayudar a proteger y restaurar las zonas costeras y marinas.
Estos son solo algunos ejemplos prácticos de cómo los alimentos azules pueden aprovecharse y protegerse dentro de las estrategias climáticas. Pero a medida que la realidad del cambio climático sigue amenazando la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia mundiales, se necesitan más medidas para garantizar el apoyo a los alimentos azules a través de la buena gobernanza y la mitigación del cambio climático. No perdamos el tren.