“El país va bien, pero necesitamos cinco años más para consolidar nuestro modelo económico, nuestra industrialización y nuestra autonomía energética”. Tras 13 años de gobierno, eso pide el presidente Evo Morales en un spot, buscando el voto a su favor para las elecciones de este domingo 20 de octubre en Bolivia.
Si su deseo se cumple y gana nuevamente las elecciones, la Amazonia podría ser la gran perdedora gracias al peso económico de un modelo que privilegia la exportación de materias primas como la soja y la carne. La expansión sin control de estos dos productos podría terminar incrementando la deforestación, temen investigadores económicos y ambientales.
Los candidatos de oposición con mayor intención de voto, el expresidente Carlos Mesa de Comunidad Ciudadana y el actual senador Óscar Ortiz de la alianza Bolivia Dice No, tienen modelos económicos que no son sustancialmente diferentes al del partido oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS) de Morales en materia de desarrollo, de acuerdo a un análisis comparativo de los tres programas de gobierno realizado por la Fundación Solón.
Ellos tampoco se han pronunciado en contra de proyectos que, sin una cuidadosa planeación y supervisión, pueden generar la expansión acelerada de la frontera agropecuaria o de megaproyectos de alto impacto como grandes represas, coinciden cuatro investigadores consultados por Diálogo Chino.
La Amazonía olvidada
“La Amazonía no tiene candidato en estas elecciones. Esa es mi lectura, luego de analizar los tres programas de gobierno. Y no tiene candidato, porque nadie (Morales, Mesa y Ortiz) quiere enfrentarse con el sector de agroindustriales soyeros, de los agroganaderos. Pueden hacer un discurso con la Madre tierra, pero se necesita poner el dedo en la llaga. Y la llaga es este sector que tiene mucho poder económico y político”, señala Pablo Solón Romero, director de la Fundación Solón, ONG dedicada a temas ambientales y de derechos humanos.
La economía boliviana depende fuertemente del gas natural, cuyo precio de exportación ha venido bajando al ritmo del precio internacional del petróleo y cuyos volúmenes de producción también han caído. Ante este panorama, el gobierno de Evo viene apostándole a nuevos sectores para obtener ingresos para el Estado.
8.000
focos de incendio tuvo Bolivia en agosto
El problema está en que su principal apuesta, el crecimiento de la agroindustria y de sus exportaciones, ha venido acompañado por una ampliación de la frontera agropecuaria y, por lo tanto, de un aumento en la deforestación.
En 2018 Morales comenzó a impulsar la producción de biocombustible, para lo cual se prevé u a ampliación de la frontera agrícola a 250.000 hectáreas para poder plantar soya transgénica. A su vez, como contó Diálogo Chino, hay preocupación de que las crecientes exportaciones de carne, que ya comenzaron este año hacia China, también generen una ampliación adicional.
“Esta demanda de materia prima está empujando al gobierno hacia la Amazonía. Busca la ampliación de la frontera agrícola a niveles irracionales”, dice Roger Cortez Hurtado, investigador y profesor de ciencia política y economía en la Universidad Mayor de San Andrés. “Bolivia ya tiene una superficie muy extensa para la agricultura y ganadería: 3,7 millones de hectáreas, y solo logró exportar como máximo 1.000 millones de dólares, mientras Holanda con 900 mil hectáreas exporta 80.000 millones de dólares”.
A ese bajo rendimiento agrícola se suma ahora la producción de cultivos transgénicos que suele venir acompañado de agrotóxicos, dos aspectos que están en el centro del llamado “modelo cruceño” de producción que el gobierno está promocionando, dice Cortez. “Morales, Mesa y Ortiz han elogiado el modelo cruceño abiertamente”, cuestiona.
Al igual que Pablo Solón, Cortez afirma que los candidatos de la oposición no se han pronunciado sobre los riesgos que corren los ecosistemas estratégicos del país. “Las coaliciones como la de Mesa tienen un discurso más amigable, en términos generales, con la naturaleza, pero no ha abordado ninguno de estos temas en concreto, excepto por alguna condena en el caso de los incendios en la Chiquitania”, dice.
“A las últimas fronteras del capital (la Amazonía) ya llegó el capitalismo y con velocidad muy grande. No es un tema solo de Bolivia sino latinoamericano, pero tiene una diferencia con el pasado, la rapidez con la que el capital está copando absolutamente todo con políticas extractivas que no respetan derechos, ni la capacidad ecológica ambiental de la región. Puede destacar Bolsonaro (el presidente brasilero), pero esto se está dando en Perú, Venezuela, Ecuador y Colombia”, afirma Silvia Molina, investigadora del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla).
A otros investigadores como Marco Gandarillas, del Centro de Documentación e Información (Cedib), le preocupa el efecto de una serie de normas aprobadas por Evo que pueden resultar desfavorables para la Amazonía boliviana, incluyendo una ley que autoriza el desmonte de hasta 20 hectáreas y un decreto que da luz verde a las “quemas controladas” y a la ampliación de la frontera agropecuaria del departamento amazónico de Beni.
Muchos temen que Evo no acepte ningún resultado que no sea su reelección, como ya ocurrió en 2016 con el referendo en el que los bolivianos votaron “no” a la posibilidad de que pudiera volver a presentarse a la reelección, mas cuando para observadores como Gandarillas el presidente cuenta con el apoyo de las instituciones de control electoral, del Tribunal Constitucional y de todo el aparato gubernamental.
El ambiente en los programas de gobierno
La Fundación Solón, que realizó un análisis comparativo en temas vinculados a la naturaleza de los programas de gobierno de los tres candidatos presidenciales con mayor intención de voto, concluyó que son insuficientes para hacer frente a la crisis que Bolivia vivió este año con la quema de más 4 millones de hectáreas en la Chiquitania, entre pastizales y bosques.
“El Movimiento al Socialismo (MAS), el partido de gobierno, mantiene una retórica con relación a la Madre tierra carente de propuestas concretas para evitar los impactos negativos sobre la naturaleza de diferentes políticas extractivas como minería, hidrocarburos, agroindustrias, y otras”, dice en su publicación “La naturaleza en la agenda de los partidos políticos”.
Algo similar ocurriría con el expresidente Carlos Mesa, que –argumentan– “cuestiona el extractivismo y habla de respetar la capacidad regenerativa de los ecosistemas, pero obvia pronunciarse sobre temas claves como las megahidroeléctricas, los transgénicos, la energía nuclear o los biocombustibles”.
Entre tanto, el senador opositor Oscar Ortiz, observan, es quien menos atención dedica a las cuestiones ambientales y abiertamente propone ‘el modelo extractivista-exportador de oriente’ para el resto del país. “Plantea exportar de manera generaliza el modelo cruceño al resto de Bolivia. Propone un plan de Amazonía exportadora. Un modelo exportador basado en la extracción de ciertos recursos como la soya, trasladado a la Amazonía. Abiertamente dice que esa es la alternativa”, remarca Pablo Solón, quien fue embajador ante la ONU de Evo Morales.
En general, para el ex diplomático, los tres candidatos omiten tomar posturas sobre cómo se puede conciliar ese modelo económico con un cuidado de los ecosistemas que proveen a los bolivianos servicios ambientales valiosos como agua y regulación del clima.
Como contó Diálogo Chino, la proyección del sector ganadero es pasar de un hato de ganado de 10 millones de cabezas a 17 millones en 10 años, lo que significaría pasar de usar 13 millones de hectáreas para la cría de ganado a 20 millones. Eso ha despertado las alarmas de los científicos, dado que la ganadería ya es responsable por el 60% de la deforestación hoy, según un estudio de la Fundación Amigos de la Naturaleza.
El fuego sí preocupa a los bolivianos
Una cosa parece haber cambiado. A pesar de la presión sostenida de sectores económicos para ampliar la frontera agrícola a costa de los bosques en Bolivia y Brasil, pero también en otros países como Indonesia o Malasia, los investigadores del sector ambiental sienten que ha sido muy alentadora la airada reacción ciudadana frente a las imágenes de selvas ardiendo este año.
“Para mí, lo único que da algo de esperanza es que ha habido una amplia reacción desde la sociedad civil durante las quemas. Yo creo que la única forma de frenar esta catástrofe es si hay reacción de la sociedad civil”, dice Solón, aludiendo a un panorama sombrío para los bosques a nivel global en medio de políticas gubernamentales que no privilegian su conservación.
Solón se refiere al movimiento ciudadano que convocó cabildos, un mecanismo de participación ciudadana contemplado por la Constitución, en Santa Cruz, Cochabamba y La Paz con una multitudinaria participación. Se estima que en la capital cruceña hubo más de un millón de asistentes el 4 de octubre.
En los tres cabildos, los asistentes demandaron la abrogación las dos normas de Evo Morales autorizando quemas y ampliación de la frontera agropecuaria, además de insistir en que se respete el resultado del referendo de 2016 que no permitiría al presidente repetir.
“Lo que no se esperaba es que haya incendios de esta magnitud. Eso ha cambiado un poco los términos y lo que se vaya a abordar hacia adelante depende de la sociedad. Puede canalizarse en la vigilancia al gobierno sea cual fuere”, dice Silvia Molina.
Una mayor veeduría ciudadana podría significar que, quienquiera que gane las elecciones este domingo, la presión social podría obligarlos a impulsar un modelo económico que siga aprovechando el boom de exportaciones pero sin que esto ocurra a costa de la Amazonía boliviana.
Como dice el investigador Roger Cortez, “la esperanza para la Amazonía radica en la autodefensa, depende de la capacidad de reacción de la ciudadanía”.