Carlos Nobre conoció la selva amazónica a principios de los años setenta de la mano de un profesor universitario empeñado en que sus alumnos visitaran las distintas regiones del país. Quedó fascinado y la convirtió en su principal área de investigación. Nobre, aclamado climatólogo brasileño, ha dado la voz de alarma desde entonces sobre los cambios experimentados por la selva tropical, un área de importancia para la biodiversidad y el clima global.
Durante generaciones, la Amazonía ha almacenado una inmensa cantidad de carbono en su suelo y sus enormes árboles, manteniendo estable el medio ambiente mundial. Pero la deforestación y los incendios, las temperaturas más cálidas y las condiciones marcadamente más secas están pasando factura a la selva tropical, que está perdiendo gradualmente su capacidad de ser un sumidero de carbono. No actuar con rapidez podría hacer que el Amazonas cruzara finalmente un punto de inflexión, argumenta Nobre, causando que franjas cada vez más grandes de la selva tropical se conviertan en sabanas tropicales secas, con profundos impactos globales.
En una entrevista concedida a Diálogo Chino durante la reciente cumbre sobre el clima COP27 celebrada en Egipto, Nobre expuso los cambios que se están produciendo actualmente en la selva tropical e instó a los gobiernos a tomar medidas urgentes. Pidió crear una nueva economía de la Amazonía que pueda preservar la biodiversidad y mostró su confianza en las próximas políticas que implementará el presidente electo Lula da Silva, que asumirá el cargo en enero.
Diálogo Chino. ¿Nos podría contar cuáles han sido las consecuencias de los cambios en la Amazonía para el clima mundial?
Carlos Nobre. En los últimos 50 años, hemos talado el 18% de la Amazonía, más de un millón de kilómetros cuadrados, y otro millón está muy degradado. La Amazonía evolucionó durante millones de años, creando un sistema muy eficiente para reciclar su agua. Pero ahora esto se está viendo alterado por los cambios en el clima de la selva. Los cambios en este ciclo ya están reduciendo las precipitaciones en el este de Argentina y Uruguay y en el sur de Brasil. La zona podría tener pronto una estación seca mucho más larga, lo que afectaría a la producción agrícola de los tres países.
Anteriormente usted ha escrito sobre un “punto de inflexión” para la Amazonía que, según los modelos, podría superarse una vez que se haya perdido el 20% de su bosque ¿Cómo de cerca está el Amazonas de cruzar este punto?
Muy cerca. Ya estamos viendo una marcada alteración en el sur de la Amazonía, que está pasando de ser una selva tropical a una sabana tropical. Los bosques actúan como sumideros naturales de carbono, eliminando un tercio de las emisiones mundiales, pero ahora la Amazonía corre el riesgo de convertirse en una fuente de carbono. Si se supera el punto de inflexión dentro de 30 o 50 años, más del 50% de la selva amazónica se convertirá en un ecosistema degradado de dosel abierto, con mucha menos biodiversidad y carbono almacenado. Algunas proyecciones indican que la selva podría liberar 200.000 millones de toneladas de CO2 en ese periodo.
¿Podrán cumplirse los objetivos del Acuerdo de París de evitar que la temperatura global supere los 1,5 o 2 grados celsius si esto ocurre?
Si se supera el punto de inflexión de la Amazonía no será posible cumplir el objetivo de 1,5 grados Celsius del Acuerdo de París. La selva estaría liberando suficientes emisiones como para situar la temperatura mundial en 2,5 grados centígrados. Para salvar la Amazonía, la estabilidad climática de Sudamérica y el planeta, tenemos que llegar a la deforestación cero, evitar la degradación de los bosques y cambiar el modelo agrícola.
¿Cómo se puede detener la deforestación y cómo se puede hacer esa transición?
Tenemos que crear una nueva economía para la Amazonía, asignando un valor económico a su biodiversidad. Hoy todos los sectores económicos de la selva, desde la minería a los combustibles fósiles, pasando por la agricultura, no ven ningún valor en la selva y quieren eliminarla. Tenemos que demostrar que la biodiversidad puede generar una economía más potente que las industrias extractivas. Es un gran reto para todos los países, pero tenemos que encontrar soluciones a partir de innovaciones tecnológicas y aprender de las poblaciones indígenas. Llevan allí 12.000 años y han desarrollado un modo de vida con la selva en pie. Una solución sería crear un instituto amazónico de tecnología, poniendo a los mejores científicos y estudiantes a trabajar para esta nueva economía, con aportaciones de las comunidades indígenas.
Crear una institución así requeriría la colaboración entre los países de la Amazonía, algo que vimos en la COP27 con Venezuela, Brasil y Colombia. ¿Tiene esperanzas en un enfoque conjunto para abordar los retos de la selva tropical?
Soy optimista en cuanto al avance hacia una nueva economía para la Amazonía bajo el mandato de Gustavo Petro [presidente de Colombia] y Lula da Silva [nuevo presidente electo de Brasil]. Petro ha sido radical contra la deforestación y la economía extractiva en Colombia, mientras que Lula consiguió reducir la deforestación en su anterior gobierno. Tras confirmarse su victoria, Lula se comprometió a una deforestación cero, no sólo ilegal. Es un objetivo factible que deberíamos perseguir. La situación es más complicada en Venezuela, donde la minería se está expandiendo hacia territorios indígenas. Esperemos que Brasil y Colombia puedan empezar a liderar este cambio y Venezuela les siga después.
Mirando específicamente a Brasil, ¿cómo será la transición del país desde las políticas destructivas hacia el medio ambiente del presidente Bolsonaro a un nuevo período con Lula, que se ha comprometido a proteger la selva tropical?
El 1 de enero, cuando Lula tome juramento, habrá cientos de decretos presidenciales del gobierno federal revirtiendo las acciones de Bolsonaro. Éste debilitó la legislación medioambiental, redujo el presupuesto de los organismos encargados de hacer cumplir la ley y fomentó el acaparamiento de tierras y la minería ilegal. Todo esto llevó a una expansión del crimen organizado en todos los países amazónicos. En la actualidad, el 90% de la deforestación de la Amazonía brasileña es ilegal. Podemos hacer frente a esto siendo eficaces en la aplicación de la ley. El otro reto es transformar el sector agroindustrial, dominado por la extrema derecha y los negacionistas del cambio climático. Bolsonaro solo benefició a los grandes terratenientes y no a los familiares. El sector debe transitar hacia un modelo regenerativo, incorporando tecnología y aumentando la productividad.