En 2022, un grupo indígena aislado desapareció en la Amazonía brasileña. Con la muerte de un hombre, el último miembro de una tribu aislada, puede desaparecer toda una cultura. Pero esta desaparición no se produjo de manera improvisada: comenzó décadas antes con la expansión incontrolada de la ganadería en el norte de Brasil, donde se ubica la Amazonía.
Ahora, otro grupo indígena de Sudamérica se enfrenta a una amenaza similar. Los ayoreo viven en los bosques del Gran Chaco paraguayo, donde en las últimas décadas se han deforestado drásticamente tierras protegidas. Los responsables van desde el Gobierno paraguayo hasta los ganaderos locales, pasando por empresas financieras internacionales, según se desprende de un nuevo análisis.
El informe, publicado el 30 de marzo por la ONG de derechos humanos Global Witness, revela cómo importantes instituciones financieras internacionales, entre ellas Santander y BNP Paribas, han financiado a empresas cárnicas acusadas de comprar ganado criado por ganaderos vinculados a la deforestación ilegal y el acaparamiento de tierras en el Chaco paraguayo. Las dos empresas implicadas son la paraguaya Frigorífico Concepción y la multinacional brasileña Minerva, que también ha sido vinculada a la tala ilegal de bosques en la Amazonía brasileña.
El informe de Global Witness se basa en las investigaciones “Grand Theft Chaco” publicadas por la organización británica sin ánimo de lucro Earthsight en 2020, en las que se mencionaba a ambas empresas. Sin embargo, los frigoríficos no han modificado sus operaciones desde entonces, según declaró a Diálogo Chino el autor del informe, Charlie Hammans.
También se descubrió que los gigantes de la gestión de activos BlackRock y Vanguard habían aumentado significativamente sus inversiones en Minerva entre 2019 y 2022, pasando de 840.000 dólares a 4,8 millones y de 4,5 millones a 8,6 millones, respectivamente.
¿Compromisos ecológicos?
Global Witness destaca que estas inversiones y compromisos se producen en un momento en el que casi todas las instituciones financieras que aparecen en el informe han asumido compromisos de sostenibilidad a través de programas como la Net-Zero Banking Alliance y la Net Zero Asset Managers Initiative.
“Estos bancos se han comprometido voluntariamente, casi todos tienen políticas de lucha contra la deforestación y amplios procesos de selección”, afirma Hammans. “Pero lo que hemos descubierto es que, o bien los procesos de selección no funcionan correctamente, o bien simplemente lo aceptan como parte de su negocio porque de lo que se trata es de ganar dinero”.
Como demuestra su análisis, las iniciativas voluntarias no han bastado para que las instituciones financieras limpien sus carteras, y Global Witness ha hecho campaña a favor de una legislación más estricta, sobre todo en la Unión Europea. “Existe el proyecto de ley sobre deforestación [para impedir la importación a la UE de productos relacionados con la tala de bosques], que entrará en vigor muy pronto. Sin embargo, no incluye las finanzas”, dijo Hammans.
Minerva tiene 25 mataderos en Sudamérica, cinco de ellos en Paraguay. La empresa afirma que ha implementado controles en sus granjas proveedoras directas en Paraguay, aunque no de las proveedoras indirectas, el mayor problema.
Minerva no respondió a las peticiones de Global Witness de hacer comentarios, y Frigorífico Concepción negó haber cometido irregularidades. Entre las instituciones financieras, sólo BNP Paribas ha respondido, diciendo que se puso en contacto con el frigorífico brasileño para obtener más información y discutir las medidas de trazabilidad de la cadena de suministro de la empresa.
Crisis de deforestación en Paraguay
Paraguay perdió el 32% de su bosque primario tropical entre 2001 y 2021, la cuarta tasa más alta del mundo, por detrás de las islas menores de EE.UU. en el Pacífico, Dominica y Haití, según Global Forest Watch.
Además de la ganadería, una autopista intercontinental conocida como el Corredor Bioceánico ha aumentado la presión de la deforestación en el Chaco, que es el segundo bosque más grande de Sudamérica. También ha supuesto una presión para las personas que viven en él. “Las obras avanzan rápido, y esto repercutirá en nuestro pueblo”, afirma Tagüide Picanerai, líder del pueblo indígena ayoreo. Picanerai vive a unos 500 kilómetros de su hogar en la comunidad Chaidi: pasa sus días en Asunción, la capital nacional, donde ha representado a su comunidad en las negociaciones con el Estado paraguayo.
En las últimas décadas, muchos de los ayoreo se han visto obligados a abandonar sus tierras ancestrales y cambiar su modo de vida, pero unos 150 miembros permanecieron sin contacto, el único grupo que vive en aislamiento voluntario en América fuera de la Amazonía. Como cazadores-recolectores, se desplazan por la zona recolectando frutos y cazando. Según Picanerai, la reciente sequía en el país puede haber dificultado su acceso a los alimentos.
La Zona de Patrimonio Natural y Cultural Ayoreo-Totobiegosode, en el norte de Paraguay, se ha enfrentado a una creciente presión y destrucción por la deforestación en las últimas dos décadas (Imágenes: Google Earth, Landsat/Copernicus; Gráfico: Diálogo Chino)
En febrero de 2022, un grupo de organizaciones indígenas sudamericanas hizo pública una declaración en la que advertía del “riesgo de exterminio inminente” del pueblo ayoreo y exigía medidas urgentes para su protección. Poco se ha hecho desde entonces, según Picanerai, y ante la proximidad de las elecciones en Paraguay el 30 de abril, las señales no son alentadoras.
“No quiero ser pesimista, pero hay que advertir sobre lo que podemos esperar si gana el partido gobernante”, dice, señalando que se espera que el principal candidato, Santiago Peña, del actual partido de centroderecha Colorado, permita la expansión del sector agroindustrial hacia el área protegida. Dice que otros candidatos podrían estar más abiertos al diálogo con su pueblo.
Pero como señala Picanerai, y como subrayan los hallazgos de Global Witness, el destino de los ayoreo y sus tierras no es solo una cuestión de política y negocios paraguayos: es una cuestión que se extiende mucho más allá de sus fronteras, hasta las salas de reuniones y oficinas bancarias internacionales. “La industria de la carne, tanto a nivel local como mundial, tiene los ojos puestos en ese territorio”, afirma. “Esto es un peligro para el futuro de los ayoreo, que son absolutamente vulnerables”.