El cultivo y uso del bambú está asociado a la historia del Perú. Fue utilizado por los hombres de la cultura Moche para construir 2000 años a.C. las tumbas de la realeza pre inca; luego, los Incas continuaron aprovechándola en sus construcciones, y en la Amazonía, pueblos indígenas construyen con esta especie sus viviendas. El uso se mantiene hasta estos días, pero es China – que concentra la quinta parte de la producción mundial – la que le ha puesto ahora el ojo a las 42 especies de bambú que hay en las diferentes regiones del Perú. La primera semana de setiembre, funcionarios de la administración forestal (SFA) del gobierno chino y la Red Asia Pacífico arribaron a Lima para suscribir con el Ministerio de Agricultura del Perú dos memorandos de entendimiento con la finalidad de “contribuir a la gestión sostenible de los bosques, la investigación científica, el desarrollo de la industria forestal y la recuperación de áreas forestales degradadas mediante la promoción de este cultivo”. China demanda el bambú para la fabricación de muebles, carbón y en algunos casos la industria textil. Esta iniciativa se remonta a años atrás. Desde el 2008, el Perú cuenta con un plan de promoción 2008-2020, para este cultivo, pero en este tiempo el tema no avanzó por vacíos normativos que no garantizaban su sostenibilidad. “En su momento nosotros nos opusimos a la producción de bambú porque no existían normas que regularan su aprovechamiento, y aún ahora todavía no las hay”, dice Lucila Pautrat, ingeniera forestal y directora de la Sociedad Peruana de Ecodesarrollo. A este tema se sumaba la ausencia de un catastro actualizado y geo referenciado sobre el estado de los bosques. En el Perú hay bosques naturales de bambú en las regiones amazónicas de Madre de Dios, Ucayali, San Martín y Loreto, y especies plantadas. El Ministerio de Agricultura estima que existen más de 1.5 millones de hectáreas de bambú en todo el país. Las principales especies plantadas están en la región norte (Piura, Lambayeque, Cajamarca, Amazonas). En la selva central hay un mayor potencial para su comercialización, pero una menor superficie. Lucila Pautrat, advierte que la promoción del bambú podría afectar a los bosques, si es que las autoridades no tienen en claro dónde exactamente se va a promover su cultivo y cómo se va a aprovechar los bosques naturales. “Es necesario que esto se precise antes de fomentar los cultivos en las regiones”, insiste la ingeniera forestal, quien también investiga desde hace años el impacto de los monocultivos como la palma aceitera en la Amazonía del Perú, que ya han ocasionado la deforestación de miles de hectáreas. Cultivos y riesgos de deforestación El Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) es la entidad encargada de determinar el potencial de las tierras para la siembra del bambú y otras especies forestales. Sara Yalle, directora de gestión sostenible de esta dependencia, sostuvo que actualmente “se están realizando las evaluaciones correspondientes sobre las condiciones y el buen desarrollo del bambú, los objetivos de siembra y la disponibilidad e interés de los productores para introducir o manejar plantaciones con esta especies en sus predios o comunidades”. El punto más complicado del acuerdo con China tiene que ver con la promoción del cultivo en zonas deforestadas. El gobierno peruano señala que hay 7 millones de hectáreas deforestadas en todo el país. Sara Yalle señala que “si tomamos en cuenta esta información y consideramos solo el 10% de esta superficie, podríamos estimar que el potencial de tierras para la siembra de bambú sería superior a 700.000 hectáreas, una cifra bastante ambiciosa reconociendo que actualmente solo se reporta un total de 3.000 a 4.000 ha de plantaciones de bambú a nivel nacional”. El problema es que el gobierno peruano no tiene geo referenciada las zonas deforestadas y muchas de ellas están ocupadas o pertenecen a privados. Lo que ocurrió con la palma aceitera puede dar luces de algunos de estos riesgos: empresarios y pobladores locales deforestaban bosques para luego hacerlos pasar como áreas deforestadas y sembrar allí la palma aceitera. ¿Qué norma regulará el manejo de este cultivo? Sara Yalle lo explica: “Las plantaciones de bambú se rigen por las normas dispuestas en el nuevo reglamento forestal, cuyo establecimiento no va a requerir autorización de la autoridad forestal y de fauna silvestre, ni la presentación de plan de manejo, sólo el registro de la plantación y su actualización para la cosecha”. Buscando mercados La funcionaria de la dirección forestal sostiene que, a pesar de la extensa superficie de bambú en el Perú, no se tiene un mercado importante para la comercialización porque no se conoce su potencial de uso. Y eso es precisamente lo que están investigando ahora como parte del acuerdo con el gobierno Chino. “Este memorando garantizará apoyo con soporte técnico a través de la transferencia de tecnología y fortalecimiento de capacidades para el manejo, aprovechamiento e industrialización del bambú, así como pasantías para la investigación”, explica la funcionaria. Por ahora, han elegido a la región norte para la implementación y ejecución del proyecto piloto de fortalecimiento de capacidades en el uso sostenible del bambú y será ejecutado por el Centro Internacional para el Bambú y Ratan, con la colaboración de la ONG peruana CICAP“, explica Sara Yalle. Los funcionarios niegan impactos negativos y añaden con optimismo que esta especie “generará múltiples beneficios, ya que puede desarrollarse en suelos degradados”. Exceso de optimismo en un lado, vacíos alertados desde la sociedad civil.