La restauración de bosques será una gran aliada para minimizar el impacto del calentamiento del planeta en las próximas décadas. China y Brasil están desarrollando una alianza de intercambio de tecnología en esta área. El país asiático posee el programa de restauración de bosques más importante del mundo. El sudamericano, la experiencia para implementar proyectos en superficies con alta concentración de biodiversidad. “China y Brasil vienen compartiendo estrategias de restauración y están a la vanguardia en términos de investigación. Juntos, suman know-how a gran escala. Los demás países pueden beneficiarse de esto”, afirmó Aurélio Padovezi, gerente del Programa de Bosques y Aguas del WRI Brasil. “La restauración forestal es una de las soluciones más eficientes para secuestrar carbono, es fundamental para ayudar a enfriar la temperatura de la tierra”. afirmó Miguel Calmon, gerente de restauración del paisaje del programa Global de Bosques y Cambios Climáticos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, en su sigla en inglés). Durante la Conferencia del Clima de Paris (COP21), Calmon cree que quedó claro el potencial de China y de Brasil en relación al enfriamiento del planeta: se trata de países que poseen grandes extensiones de superficies degradadas y, por lo tanto, un gran potencial para recuperar bosques. En su opinión, el mundo experimenta un “gran momento” de restauración. Ésta parece haberse transformado en un instrumento para, además de solucionar la vulnerabilidad climática, preservar la biodiversidad, promover la seguridad hídrica, alimentar y aliviar la pobreza. El Acuerdo de Paris no satisfizo a os ambientalistas en el punto que se refiere a bosques, como viene sucediendo desde la COP de Cancún de 2010. Chip Barber, director de la Alianza de Legalidad Forestal del programa de bosques del World Resources Institute (WRI), afirma que “el lenguaje amplio es típico de este tipo de acuerdo oficial, ya que éste les otorga a los países un margen de maniobra para que elaboren sus planes nacionales”. A pesar de no estar explícito en el Acuerdo de París, el término “aumento de los stocks de carbono forestal” se entiende como una alusión a las actividades de restauración, que incluyen reforestación y regeneración natural. “Sería bueno que en futuros acuerdos se incluyan detalles adicionales sobre los bosques, como la reforestación. En este momento lo más importante es que los países y las comunidades valoricen la restauración del paisaje forestal y los incluyan en sus compromisos nacionales”, destacó Barber. Cooperación Brasil-China En 2014, la IUCN, el WRI y la Sociedad Ecológica de Restauración (SER) iniciaron un proyecto de cooperación uniendo a China y a Brasil. En esa ocasión, un grupo de 15 especialistas brasileños (de la cual formaban parte representantes del gobierno y de los sectores privado, académico y ONGs) desembarcó en China para aprender de las lecciones adquiridas por este país durante cuatro décadas. El gigante asiático viene invirtiendo más de U$S 105.000 millones en la recuperación de superficies degradadas desde los años 80, cuando China ya comenzaba a sentir los efectos del largo período de explotación agrícola que provocó la erosión del suelo. El proceso sólo hizo empeorar luego de la deforestación y del corte masivo de árboles. El país fue uno de los más perjudicados a nivel mundial en lo que respecta a la pérdida de tierras productivas y suelos. De acuerdo con minitério de recursos hídricos de China, desde la década del 90, cada año China viene perdiendo cinco mil millones de toneladas de suelo productivo. Solamente el río Amarillo o Huang Ho, el segundo en extensión en China y sexto en extensión del mundo, ya acumulaba un volumen 50 veces mayor de sedimentos que el río Nilo de Egipto, el más extenso del planeta. Eso sin contar con que las grandes tormentas de arena perjudicaban enormemente a las ciudades del norte de China. Como respuesta a estos desafíos ambientales, se lanzaron en el país proyectos de protección forestal a gran escala. Se estima que hoy en día un 20% del territorio chino está cubierto por bosques, muchos de los cuales tienen que ver con dicha política de restauración, abarcando 76 millones de hectáreas en todo el país. Uno de los proyectos importantes fue el que se llevó a cabo en Loess Plateau, una región montañosa y semiárida en la región centro-norte del país que posee una población de 50 millones de habitantes. Siglos de utilización excesiva de la tierra y sobrepastoreo generaron no solamente una de las tasas de erosión más altas del mundo, como también pobreza, ya que la población se perjudicó debido a la caída en la producción de alimentos y a fuentes hídricas contaminadas. El gobierno chino logró restaurar cuatro millones de hectáreas del Loess Plateau evitando la erosión de 100 millones de toneladas de sedimentos. También minimizó los riesgos de inundaciones y de tormentas de sedimentos y arena. Según evalúa Calmon, gran parte de lo hecho por China reflejó una crisis socio-ambiental que se venía enfrentando. “Los grandes programas de restauración que se dieron a nivel mundial siempre se hicieron posteriores a momentos críticos; los países necesitan entrar en una crisis profunda para tomar medidas. China experimentó una crisis socio-ambiental y vio en los bosques una manera de solucionarla”, comentó. Sin embargo, la calidad de la recuperación ambiental no estuvo a la altura de estos inmensos proyectos de restauración. “Varios programas no tuvieron el resultado esperado. A pesar de haber logrado realizar una restauración en escala, China no tuvo éxito en términos de calidad”, explicó. Es en este aspecto que, para la experiencia china, la cooperación con Brasil puede ofrecer un valor agregado. Mientras que Brasil todavía necesita incorporar el “pragmatismo” propio de las políticas públicas implementadas por el Estado, tal como se hizo en China, los chinos pueden sacar provecho de la pericia brasileña para perfeccionar la recuperación forestal, aumentando la biodiversidad y los servicios ambientales. Sin contar con que todavía existe un potencial de investigación y cooperación entre ambos países que debe profundizarse. “El intercambio de conocimiento es fundamental. Necesitamos saber más para generar viabilidad económica. En la COP21 quedó claro que existe un enorme espacio para desarrollar tecnología de restauración forestal”, resaltó Calmon. Luego del primer intercambio con especialistas brasileños, que participaron del programa de aprendizaje en restauración ecológica, fue el turno de ocho especialistas chinos, quienes desembarcaron en Brasil en septiembre del corriente año. La delegación fue integrada por representantes de la Universidad Forestal de Pequín (Beijing Forestry University) y por coordinadores de la Administración Forestal Estatal (State Forestry Administration). Durante ocho días, la delegación viajó por Río de Janeiro, San Pablo, Minas Gerais y Espírito Santo. “China y Brasil enfrentan problemas similares: degradación, pérdida de biodiversidad, seguridad hídrica y vulnerabilidad climática. Tenemos mucho que aprender el uno del otro”, cree Calmon. Durante la COP 21 se esperaba que China anunciara sus compromisos con el Desafío de Bonn (o, en inglés, Bonn Challenge), una iniciativa global para restaurar 150 de millones de hectáreas hasta el año 2020. Hasta el momento, los países se comprometieron a recuperar 86 millones de hectáreas – el 57% de la meta – lo que significa una capacidad para secuestrar 4,77 gigatoneladas de CO2, con el consiguiente movimiento económico de U$S 15.947 millones.