El agua del Río Ramos, que abastece al municipio de Allende en Nuevo León en el norte de México, está enlodada y carga de botellas de plástico, envases tetra pak, y vasos de hielo seco. Maribel y Norma García, Flor Rocha, María Luisa Reyes y María Adriana Rodríguez recuerdan lo que solía ser el río: abundante, transparente, y limpio. Ahora, dice Flor Estela, parece atole – una bebida espesa hecha a base de maíz ligeramente lechosa.
“Cada vez le llega menos agua”, dice Maribel, oriunda de La Palangana, una pequeña comunidad adyacente al río. “Se ha ido desviando para otros terrenos.”
Habitantes de las comunidades aledañas al afluente denuncian que el desvío de agua para propiedades río arriba ha disminuido su caudal durante años. Por eso, cuando a mediados de julio, Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey (SADM) llevó ductos para desviar 500 litros de agua por segundo a Monterrey, la ciudad grande más cercana, los habitantes protestaron.
En la madrugada del 16 de julio, los tubos PVC para desviar el agua fueron incendiados, acabando con los planes del gobierno de enviar agua a Monterrey, que desde principios de año sufre una crisis de desabasto de agua por la sequía severa que afecta al norte de México, y en parte por la ausencia de medidas de prevención para mitigar el impacto de este periodo.
Hasta el momento no se sabe quién incendió los ductos en Allende. “Y nadie supo”, remata Norma. Pero ese día sin duda marcó el inicio de una nueva lucha para los miembros de La Palangana: defender el Río Ramos, en lo que se ha convertido una guerra por el agua en un territorio en donde la sequía afecta a comunidades de bajos recursos de manera desproporcionada.
La sequía en Nueva León y sus alrededores
El 2 de febrero el gobierno del estado de Nuevo León emitió una declaratoria de emergencia por sequía. Dos de las tres presas que abastecen el área metropolitana, Cerro Prieto y La Boca, registraban bajos niveles históricos de almacenamiento. A finales de marzo, La Boca se encontraba al 13% de su capacidad, mientras Cerro Prieto solo alcanzaba el 7% de almacenamiento, según datos de la Comisión Nacional de Agua (Conagua).
A mediados de julio, Cerro Prieto se agotó bajando a menos del 1% de su capacidad, dejando así de aportar agua a la zona metropolitana por primera vez desde que fue inaugurada en 1984.
El fenómeno climático conocido como “La Niña” —que intensifica los vientos y el enfriamiento del Pacífico ecuatorial, provocando inundaciones en unas regiones y sequías en otras— se ha extendido inusualmente desde el 2020. Se prevé, según el Servicio Meteorológico Nacional, que se mantendrá hasta febrero de 2023. Esto sumado al cambio climático, está dando pie a una situación crítica para la población.
En García, uno de los municipios más afectados, hay familias que han pasado de dos a tres días sin suministro de agua, mientras otras llevan hasta seis meses y deben comprarla por su cuenta o acceder a tinacos comunitarios. Debido a las lluvias de septiembre y octubre, SADM anunció que el servicio de agua en la zona metropolitana ya se mantiene las 24 horas del día, con excepción del municipio de García que “presenta un problema estructural en la red de abastecimiento.” Usuarios, sin embargo, han reportado en redes sociales que continúan los cortes en algunos puntos de los municipios de Santa Catarina y Apodaca.
Antonio Hernández, activista y biólogo de la Universidad Autónoma de Nueva León, explica que las redes de distribución del agua ya no alcanzan para las colonias en la periferia de Monterrey.
“Hay un anillo metropolitano que distribuye el agua y de este se manda a tanques que distribuyen a los hogares,” dice Hernández. “Una parte es que no hay suficientes tanques, y los que existen, prácticamente o están vacíos o con niveles muy bajos. Por eso es que no llega el agua a los sectores de la periferia”.
Con más de cinco millones de habitantes, Monterrey, una zona semiárida, ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos años. Esto ha provocado una demanda extraordinaria de agua para usos agrícolas, industriales, comerciales y domésticos, generando estrés sobre los recursos naturales. Aproximadamente el 70% del agua del estado va para el sector agropecuario de Nuevo León, explica Hernández.
Rosario Álvarez, directora de la organización ambiental Pronatura, afirma que la planeación urbana ha sido inexistente. “¿Por qué construyes esa cantidad de casas tan lejos de los pozos y de las fuentes de agua si no les puedes suministrar de una manera adecuada un recurso que es básico para la vida?” agrega.
No hay suficientes tanques, y los que existen, prácticamente o están vacíos o con niveles muy bajos. Por eso es que no llega el agua a los sectores de la periferia
Además de la sequía, Hernández y Álvarez señalan la mala gestión del agua y la carencia de infraestructura. A mediados de junio, por ejemplo, una grieta de dos metros en la presa El Cuchillo afectó a seis municipios por varios días. Asimismo, muchas tuberías no han soportado los cambios de presión en la red de distribución provocando fugas y desperdiciando litros y litros de agua.
Racionamiento y descontento
El gobierno de Nuevo León anunció el Plan Agua para Todos, una estrategia de cortes escalonados por municipios a mediados de marzo de este año. Mientras a los ciudadanos se les recomendaba tomar duchas cortas, a los concesionarios industriales y agrícolas que se abastecen de los acuíferos subterráneos únicamente se les pedía que cedieran voluntariamente parte de sus concesiones.
Esta medida causó descontento social masivo y los bloqueos viales y peleas vecinales se volvieron parte del día a día.
“Los camiones con agua ya no vienen tanto porque estaba creciendo la violencia”, explica Francisco Flores Baez, vecino de Valle de San Blas. “La gente se peleaba, se amontonaban y se metían para alcanzar agua. Era un despapaye”.
Para Flores y su esposa Felicia, padres de dos niñas de 9 y 13 años, los gastos incrementaron ya que se han visto obligados a comprar agua embotellada.
“Teníamos diarrea y dolor estomacal y por eso empezamos a comprar agua embotellada pero empezó a escasear el agua también aquí en las tiendas”, cuenta Flores, que durante más de tres meses en la tiendita de la esquina solo le permitían comprar diariamente dos botellas de 10 litros por familia para evitar compras de pánico.
Flores trabaja en un restaurante de lujo en San Pedro Garza García, el municipio más rico del país, donde no ha visto que la gente batalle como en García.
“Allá siempre hay agua,” dice Flores. “Además que tienen sus cisternas y tanques de almacenamiento”.
Desigualdad del agua
Rodeadas de árboles sabinos, Maribel, Norma, Flor Estela, María Luisa y María Adriana observan el río enlodado. Además de la mala calidad del agua, a las mujeres les preocupa que el río se seque como sus acequias.
“Nosotros queremos para nuestros hijos, nietos, bisnietos que sigan disfrutando donde uno se crió”, dice María Luisa. “Los bisnietos van a decir: pues antes era un río aquí. Así como ahora nosotros decimos: antes era una acequia muy bonita”.
Nuestros bisnietos van a decir: pues antes era un río aquí. Así como ahora nosotros decimos: antes era una acequia muy bonita
Mientras en Monterrey la atención está en las presas, en La Palangana la atención está en conservar el ecosistema y biodiversidad del Río Ramos. Álvarez recalca que además de las presas, los arroyos se están secando, afectando a una cantidad importante de especies.
“Nuevo León es mucho más que el área metropolitana de Monterrey, es mucho más que los individuos que beben el agua”, agrega. “Hay una cantidad importantísima de biodiversidad que la está pasando muy mal con la sequía”.
Las mujeres de La Palangana recuerdan que antes había robalos, mojarras, matalotes, y demás especies que han desaparecido. Los árboles sabinos, también, se han secado. Por eso, se han unido para defender el río, hasta después que la sequía termine.