La muy esperada declaración conjunta sobre cambio climático entre Brasil y los EE.UU. ha provocado reacciones contradictorias entre los académicos y ambientalistas. Durante una visita oficial a Washington el martes, la presidenta Dilma Rousseff y su par Barack Obama anunciaron objetivos para la próxima ronda de negociaciones sobre el clima, COP21, a realizarse en París en diciembre. Según Obama, el más importante de estos objetivos era aumentar la cuota de las energías renovables del 28% al 33% en la generación total de energía – sin incluir la energía hidroeléctrica. Esta expansión implica más energía eólica, solar y biomasa. “Lo observo como algo positivo”, dijo Guy Edwards, Co-Director del Laboratorio del Clima y Desarrollo de la Universidad de Brown en los EE.UU., “hablar de este nivel de aumento, excluyendo la energía hidroeléctrica es muy importante ya que no es un recurso no tan limpio como la gente piensa. Hay que recordar que una gran cantidad de vegetación, es eliminada para la formación de depósitos. Y las emisiones que esto genera no siempre son tenidas en cuenta.” Para José Marengo, investigador del Instituto Nacional de Brasil para la Investigación Espacial (INPE en portugués) y miembro del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), el contenido de la declaración en general, es bueno; “Un aumento en el uso de las energías renovables es parte importante para lograr la reducción de carbono,” aseguró. Pero Carlos Rittl, Secretario Ejecutivo del Observatorio de Clima en Brasil, sostiene que los objetivos en torno a las energías renovables están mal planificados y no son particularmente ambiciosos; “Incluso si existe un aumento de la cuota para las energías renovables, no está claro qué fuente de energía será implementada para su reemplazo, si son los combustibles fósiles o la energía hidroeléctrica. Y la demanda de energía aumentará significativamente de aquí al 2030,” dijo. Los EE.UU. sólo producen el 10% de la energía a través de fuentes renovables nacionales: hidroeléctrica, energía solar, eólica, biomasa y geotérmica. En Brasil esta cifra es del 43%. Sin embargo, sólo la generación de electricidad, la energía hidroeléctrica representa el 77%. La deforestación en Brasil Dilma Rousseff coincidió en afirmar que el país se comprometió a eliminar la deforestación ilegal para el 2030, una declaración muy polémica para los ecologistas. “Es inaceptable que el compromiso más ambicioso que Dilma haya hecho para proteger los bosques y la lucha contra el cambio climático sea sólo obedecer la ley,” afirmó el coordinador de políticas públicas del Greenpeace, Márcio Astrini. Andre Nahur, Coordinador del Programa de Cambio Climático y Energía de WWF-Brasil también se opone a este aspecto del acuerdo; “Terminar con la tala ilegal es una necesidad y tiene que ser hecho tan pronto como sea posible con herramientas eficientes en la regulación de la tierra y en la creación de economías forestales alternativas,” dijo. Una de las razones por las cuales Brasil no se adentra en compromisos climáticos más ambiciosos es la poderosa influencia del lobby ruralista (agroindustria), según Rittl. Él sostiene que este sector ha desempeñado un “rol clave” en la dilución o el cambio de la legislación ambiental en los últimos años. Por otra parte, según los datos aportados por el Observatorio de Clima, el sector agroindustrial de Brasil fue directamente responsable del 27% del grueso de las emisiones de gases de efecto invernadero en Brasil en 2013, que se incrementa al 60% si se tienen en cuenta las emisiones de la conversión de bosques a los campos de cultivo y pastizales. Como parte de los esfuerzos para limitar la temperatura global a un máximo de 2 ° C por encima de los niveles preindustriales, Brasil se comprometió a reforestar 12 millones de hectáreas para el 2030. Los árboles ayudan a “limpiar” la atmósfera, ya que a medida que crecen absorben carbono. Sin embargo, según Greenpeace, la restauración prometida solamente corresponde a alrededor de la mitad de lo que exige el Código Forestal vigente. Rittl agrega que el Plan Nacional sobre el Cambio Climático 2008 ya prometía la “deforestación total cero,” otro elemento controvertido en una declaración ambivalente sobre el hecho que este objetivo debería alcanzarse este año. Lo que hace este nuevo compromiso es atrasar 15 años, dice Rittl. Dado que los niveles actuales de deforestación en la Amazonia y Cerrado son de un promedio de 5,000km2 por año, alcanzar “la deforestación total cero” podría llevar 20 años tal como ya lo establece la legislación vigente que exige la restauración de 240,000km2, afirma Rittl. En síntesis, “la deforestación total cero significa ambición cero para Brasil,” sostiene. José Marengo indica que los objetivos son importantes para la orientación política, pero la ausencia de detalles sobre algunos temas es notable; “¿Cuál es el criterio para el desmonte ilegal? El ideal es la deforestación cero, tanto es sus aspectos legales como ilegales,” dijo, y agregó que “a la naturaleza no le importa si es ilegal o no. Lo importante es la protección de los bosques.” Otro acuerdo, realizado un día antes y que podría tener más impactos negativos en los bosques brasileños, también ha llamado la atención: el aumento de las exportaciones de carne a los EE.UU.. “Esto puede llevar a un cambio en la dinámica de la producción agrícola, empujando las fronteras agrícolas y sumando un impacto adicional en los biomas brasileños, especialmente en la Amazonia y el Cerrado,” dice Nahur. Objetivos y acuerdos de París La intención manifiesta sobre el aumento en el uso de fuentes de energía renovables puede impulsar la inversión en Brasil, dado el potencial de la generación eólica y solar, dice Edwards. Y para Elbia Gannoum, el Director Ejecutivo de la Asociación Brasileña de Energía Eólica (Abeeólica en portugués), Dilma Rousseff hizo “una buena declaración” en Washington, pero ofreció mínimos avances para la industria, “que se encuentra en línea con las necesidades y los recursos que ofrece Brasil y con su plan para reducir las emisiones. Sabíamos que Brasil iría en esa dirección,” dijo. Para Evaraldo Feitosa, uno de los vicepresidentes, si la Asociación Mundial de Energía Eólica (WWEA en español) considera que los objetivos declarados por la jefe del Estado brasileña están a la altura de su juego potencial; “En Brasil, tenemos mucho más que esto, podemos llegar a un 40% en generación eólica y solar para la mitad del año y hasta un 70% en algunos meses del año.” Hasta hace 5 años, la energía eólica era prohibitivamente costosa en Brasil, momento en el cual la economía del país estaba en peligro de sobrecalentamiento, “no hay país que haya tenido tasas de crecimiento como Brasil,” dijo Feitosa. Los planes públicos revelados estipulan que el viento puede generar un 10% de electricidad para el 2020. Cuando actualmente, produce el 5%. “Los objetivos propuestos por Dilma Rousseff son alcanzables, ya que los recursos del país son grandes y competitivos,” dice Gannoum. Ahora la esperanza es que la declaración conjunta de alguna manera influya en un acuerdo global para reducir los gases de efecto invernadero que se negociarán en la COP21 en París. A pesar de las evaluaciones negativas sobre las promesas de cambio climático entre Estados Unidos y Brasil, Jennifer Morgan, del Instituto Mundial de Recursos, se muestra entusiasta ante el impulso aportado por las negociaciones sobre el clima; “Brasil y los EE.UU. reconocen las amenazas que presenta el cambio climático y han decidido trabajar juntos para acelerar la transición a una economía baja en carbono. El compromiso de los Presidentes Obama y Rousseff para trabajar con otros socios hacia un acuerdo ambicioso en París aumenta la probabilidad de éxito,” dijo.