La economía carbono neutral es una bandera que eligen alzar desde organizaciones no gubernamentales hasta empresas y organismos internacionales. En sus promesas para combatir el cambio climático —bajo el paraguas del Acuerdo de París—, han pasado a papel sus objetivos de menos emisiones. Ahora se comprometen a rendir cuentas y a mostrar sus progresos, y a pasar de la mera apariencia de actuar de manera políticamente correcta a la obligación de hacerlo realmente.
Uruguay no escapa a esta tendencia: un país que quiere mostrarse verde y natural, y demostrarlo en la práctica.
El rol de las pasturas
Las pasturas mejoran el suelo y hacen que aumente la presencia de microorganismos que lo benefician con más materia orgánica. Los cultivos tienen luego un mayor crecimiento en ese suelo. ¿Cuánto tiempo de pastura es suficiente? ¿Cada cuánto? Estas fueron las preguntas habituales durante siglos.
En 2015, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria de Uruguay (INIA) atravesó una reforma. Armó su plan a cinco años y puso el foco en producir más y ser más rentable, pero cada vez dándole más importancia al impacto ambiental.
Luego de estudiar en Alemania, Fernando Lattanzi llegó ese año a Uruguay y se instaló en el departamento de Colonia a trabajar en el INIA. A 15 días de su llegada, él y una delegación del instituto fueron recibidos por el entonces ministro de Agronomía, Tabaré Aguerre, junto a sus asesores climáticos. El tema de la reunión fue definir los compromisos ambientales que Uruguay iba a asumir ante Naciones Unidas en la Conferencia de las Partes (COP21) en París pocos meses después. Plantearon números sobre la mesa y trabajaron juntos en una propuesta “razonable” para el futuro del país, recuerda Lattanzi.
Sí, Uruguay es un país chico que contribuye poco a las emisiones globales, pero se trata de aportar desde el lugar de cada uno y, además, de adaptarse a la demanda de consumidores.
En diciembre de 2015, Uruguay presentó sus metas, mientras las alertas sobre el aumento de la temperatura global sonaban fuerte y las emisiones de carbono se imponían en el centro de la discusión por su contribución al cambio climático. ¿Cómo reducirlas? ¿Cómo hacer que el suelo capture carbono y este no se libere a la atmósfera?
Lattanzi se abrió a conocer el estudio del carbono en el suelo. Hoy, lidera el Programa Nacional de Investigación en Pasturas y Forrajes del INIA, con conexión directa a las preocupaciones de productores y del gobierno.
“Todo arranca cuando investigamos. ¿Por qué ponernos a medir los gases de efecto invernadero y no destinar esos esfuerzos a estudiar cómo producir más trigo?”, comenta Lattanzi. “Sí, Uruguay es un país chico que contribuye poco [a las emisiones globales, pero se trata de aportar desde el lugar de cada uno y, además, de adaptarse a la demanda de consumidores”.
“Uruguay se debe consolidar como un país productor natural de alimentos y ambientalmente responsable, y lograr demostrarlo”.
El carbono puede acumularse como materia orgánica en el suelo y permanecer allí décadas o hasta cientos de años. Las pasturas contribuyen a que esto ocurra, en gran medida, gracias a la abundante cantidad de raíces que producen y también porque, al cubrir el suelo en forma continua, lo protegen de la erosión. De esta manera, remueven carbono de la atmósfera y lo secuestran en el suelo, contribuyendo a mitigar el calentamiento global.
El Ministerio de Ganadería cuenta con información para estimar el área cubierta por pasturas y contabilizar cuánto carbono está capturando el país. Lo incluye en el inventario nacional de emisiones, que son cálculos con los que Uruguay rinde ante la comunidad internacional su parte en la lucha contra el cambio climático. Pero, ¿qué falta?
Es necesario “medir y tener sistemas de monitoreo, reporte y verificación de stocks de carbono en el suelo, para que sean aceptados como válidos por el resto de los países”, explica Lattanzi. Esto es en lo que el INIA está contribuyendo: medir la cantidad de carbono acumulado en el suelo a lo largo de los años en diferentes secuencias de cultivos y pasturas.
2030
Se prevé que Uruguay será carbono neutral para fines de la década, según su NDC del Acuerdo de París
Para ello, utiliza datos de experimentos históricos que se iniciaron décadas atrás y otros nuevos que toma en la actualidad. Algunos de estos experimentos de largo plazo sobre carbono en el suelo son “los más viejos de América del Sur”, destaca.
El equipo de investigación del INIA prevé cerrar 2021 con un “hito”. Lattanzi sonríe, esperan para este año mostrar que los sistemas de producción agrícola-ganadero del país están efectivamente secuestrando carbono”.
Además, están estudiando si un predio con sobrepastoreo podría recuperar parte del carbono en el suelo con un mejor manejo de la actividad, si pasturas más biodiversas secuestran más carbono, y si el riego de cultivos y pasturas aumenta el secuestro de carbono. Las oportunidades a futuro son grandes.
Nuevo ministerio
Las certificaciones que demuestren que un producto se hizo respetando el ambiente existen, y los mercados internacionales cada vez las demandan más. Es un tema no sólo ambiental, sino también comercial y productivo. Uruguay, que centra sus exportaciones en materias primas, se traza a 2025 el objetivo de reducir a la mitad sus emisiones, al tiempo que aumenta la producción, por ejemplo, de carne. El país tiene la tarea de hacer compatible todo esto.
“Uruguay se debe consolidar como un país productor natural de alimentos y ambientalmente responsable, y lograr demostrarlo. Yo le llamo a esto devolverle el contenido ambiental a la marca ‘Uruguay Natural’”, plantea el ministro de Ambiente, Adrián Peña. “Hay mediciones, pero están desordenadas. Hay que organizar todo esto para luego poder comenzar a certificar lo que el mundo pide”.
El país tiene ministro de Ambiente desde el 27 de agosto de 2020, hace sólo un año. Promesa de campaña del Partido Nacional, ahora en el Gobierno, la nueva cartera irrumpió en escena aún sin edificio propio y comenzó a funcionar con direcciones como la de Medio Ambiente o Aguas con oficinas centrales dispersas en Montevideo, la capital nacional.
Peña es optimista. El camino es “pensar en el largo plazo y alinear las políticas”, dice. “Esto es lo que nos toca, la visión macro, y por suerte lo estamos comenzando a lograr.” Festeja el buen vínculo con el ministerio de Economía y Finanzas, clave en la gestión e impulso de la transición hacia cero carbono.
“La incorporación real de la política ambiental, de cambio climático y de desarrollo sostenible, en la política económica es un cambio muy importante. Me alienta”, dice Peña. “Pensé que podía ser un cambio en el discurso, pero vi que efectivamente Arbeleche incorporó estas cosas y estamos alineados hacia donde ir. No sólo los públicos tienen que incorporar esta visión, también tienen que hacerlo los privados”.
Ante movimientos e intereses contrarios, por ejemplo, a la carne vacuna, los productores uruguayos advierten que es un “gran desafío mejorar el manejo, la rotación de pasturas” y “hoy los productores ganaderos, el Instituto Nacional de Carnes, el Ministerio de Ganadería y la Asociación Rural del Uruguay están preocupados por este tema después de los últimos episodios en los que se ha cuestionado a la producción”, opina Peña.
En junio durante el evento dirigido al sector privado, Peña insistió en que trabaja con el Ministerio de Economía y Finanzas para que los objetivos de mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero y de adaptación al cambio climático “estén dentro del análisis y la concepción de la política macroeconómica, además de generar las condiciones para que Uruguay camine firme y sostenidamente hacia una economía baja en carbono”.
Peña insiste en la necesidad de posicionar a Uruguay como un país de producción sostenible a fuerza de datos y tecnología, plantarse con mayor evidencia para velar por el ambiente, medir agua, suelo y biodiversidad, y combatir problemas que afectan la calidad del agua. Para lograrlo, inició gestiones para tener una oficina que lo vincule con la academia e insiste en una mayor cercanía con los equipos de investigación.
País renovable
Uruguay necesita un promedio de 1200 megavatios (MW) para abastecer sus necesidades energéticas. Por las madrugadas, usa unos 600MW. La mayor parte de los días del año pasado, su capacidad instalada de energía eólica (1500MW) y solar (200MW) superaron la demanda.
98%
el porcentaje de fuentes renovables en la matriz energética uruguaya
El mayor viraje hacia una matriz renovable en el país ya ocurrió hace una década y los cambios a futuro serán menores, según la Política Energética 2005–2030 que surgió de un acuerdo de todos los partidos políticos.
La matriz energética uruguaya se compone en un 98% por fuentes renovables y sólo 2% de generación térmica. De las primeras, aproximadamente la mitad corresponde a hidráulica; la otra mitad se distribuye entre eólica, biomasa y solar, por orden de Importancia.
Esto implica que ya no hay grandes centrales térmicas, sino cientos de aerogeneradores y paneles solares que se conectan a la red eléctrica en distintos puntos del país. Si se rompe un aerogenerador, no se desestabiliza el sistema: es sólo un punto más en toda la red. Si en los mediodías baja la eólica, sube la solar y lo inverso ocurre hacia la noche. La lista de beneficios de contar con múltiples fuentes renovables es larga.
Así, Uruguay demostró que es posible. Pero, el éxito en la gestión de estas fuentes distribuidas de generación tiene su base en la toma de buenas decisiones, que necesitaron de investigación y del desarrollo de herramientas que permitieron simular cómo funcionaría el sistema.
El Tractorcito
El equipo de investigación que integra Rubén Chaer, al frente de la Gerencia Técnica y Despacho Nacional de Cargas de Administración del Mercado Eléctrico (ADME), está terminando un trabajo al que llaman “el Tractorcito”, una pieza fundamental para el futuro del sector energético.
Es algo así como “un robot que aprende en base a simulaciones”, compara el costo de cada decisión energética a tomar y sugiere la mejor opción, por ejemplo, sobre cuánta energía exportar y cuándo, cuenta el ingeniero.
Hoy, Uruguay tiene operando un robot al que llaman “Vates” y está todo el tiempo mirando hacia adelante, integrando pronósticos, reportando y publicando el despacho probabilístico de las siguientes horas. Es la suma de todos los proyectos de investigación anteriores.
“El robot actual está llegando a su límite en cuanto a la velocidad para los detalles que queremos agregar en la operación. El Tractorcito es el resultado del último proyecto financiado por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, un robot con capacidad de aprendizaje para que se enfoque en usar el poder de cálculo en los aspectos más relevantes,” sostiene Chaer.
Este artículo es parte de Comunidad Planeta, un proyecto periodístico en América Latina liderado por Periodistas por el Planeta (PxP), donde fue publicado originalmente. Fue publicado bajo licencias de Creative Commons.