Más de 190 países se comprometieron en el Acuerdo de París a limitar el calentamiento global en 1.5°C para evitar los peores efectos de la crisis climática, desde sequías a inundaciones. Para la ciencia, lograrlo requerirá llevar las emisiones globales a “cero neto” al 2050, un desafío enorme que América Latina está empezando a abordar.
Cero neto no es lo mismo que cero emisiones, sino que implica equilibrar las emisiones restantes con otras acciones. Aunque los gobiernos y las empresas afirman que reducirán sus emisiones en la medida de lo posible, el cero neto significa que se espera que algunos sectores sigan emitiendo gases de efecto invernadero en las próximas décadas.
Los contaminadores pueden compensar emisiones con proyectos en otros lugares o sectores que las reduzcan, como por ejemplo construir una parque eólico para compensar por las emisiones de una aerolínea, utilizar tecnología para absorber las emisiones directamente desde la atmósfera, o plantar árboles y restaurar el suelo para capturar más emisiones.
En América Latina el corto plazo vence al largo. Muchos países todavía están atrapados en los combustibles fósiles
El Acuerdo de París subraya la necesidad del cero neto, exigiendo a los Estados que “alcancen un equilibrio entre las emisiones antropogénicas por las fuentes y la absorción por los sumideros de gases de efecto invernadero en la segunda mitad de este siglo”, en base a un principio de equidad y en el contexto desarrollo sustentable.
Hasta ahora, 137 países se comprometieron con cero emisiones netas, pero de diferentes formas. En América Latina, Chile, Uruguay, Panamá y Ecuador incluyeron la meta en documentos de políticas públicas, Argentina, Brasil y Colombia se comprometieron públicamente y Perú, México y República Dominicana lo empezaron a discutir a nivel de gobierno.
“Nadie duda que la visión al 2050 es emisiones netas cero. Sin esa meta no se puede cumplir la meta del 1.5°C”, sostuvo Manuel Pulgar Vidal, líder del clima y energía de WWF y ex ministro de ambiente del Perú. “Pero en América Latina el corto plazo vence al largo. Muchos países todavía están atrapados en los combustibles fósiles”.
El corto y el largo plazo
Desde la entrada en vigor del Acuerdo de París en 2016, gobiernos de América Latina han presentado sus hojas de ruta con acciones para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero acá al 2030, un documento también conocido como Contribución Nacionalmente Determinada (NDC, por sus siglas en inglés), las cuales deben ser actualizadas cada cinco años.
Las NDCs ya están en marcha y están siendo implementadas. Incluso gran parte de los gobiernos de la región las han actualizado en 2020 y 2021 para reducir más sus emisiones. Pero todavía no es suficiente. Hasta ahora, Costa Rica es el único país de la región cuyo plan es considerado lo suficientemente ambicioso en base al Acuerdo de París.
Pero las NDC solas no alcanzan, de acuerdo a Pulgar Vidal. “Ahora hay que empezar a desarrollar estrategias para el largo plazo, que les permitan a los gobiernos mirar al cumplimiento de las NDC y ver cuán lejos o cerca están de una meta al 2050. Ello te permite conectar mucho más con tu economía”, agregó.
Reducir las emisiones de una economía requiere pensar mucho más a largo plazo que al 2030, la meta de las NDC. Ante ello, los gobiernos de la región ya han empezado a trabajar en planes climáticos al 2050, conocidos como estrategias de descarbonización de largo plazo (LTDS, en inglés), en los cuales suele ser incluida la meta de cero emisiones netas.
México, Uruguay, Chile y Colombia son los países de la región que ya han presentado sus LTDS y las están implementando, con otros países en proceso de desarrollo.
A este paso, vamos a tener que extraer más de lo que emitimos, algo que tecnológicamente todavía no existe
“Tenemos que reducir emisiones reales inmediatamente y en esta década para poder llegar a emisiones netas cero en 2050. El problema es que no vamos en la dirección correcta”, sostuvo Isabel Cavelier de la ONG Transforma de Colombia. “A este paso, vamos a tener que extraer más de lo que emitimos, algo que tecnológicamente todavía no existe”.
El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) determinó en 2018 que para limitar el calentamiento global a 1,5°C, el objetivo del Acuerdo de París, habría que reducir un 45% las emisiones para el 2030, alcanzando el cero neto en 2050. Las emisiones restantes tendrían que ser capturadas de la atmósfera.
Para el IPCC, llegar a cero emisiones netas es técnicamente factible. Lograrlo requerirá una acción paralela e inmediata en todos los sectores de la economía, principalmente para reemplazar centrales eléctricas de combustibles fósiles. Asimismo, se deberá moderar el consumo de carne y transformar la producción industrial.
Mientras que hay sectores que hoy pueden reducir sus emisiones, como el energético al pasar a renovables, o el cambio de uso del suelo al frenar la deforestación, otros tienen una tarea más compleja, como la aviación y el transporte marítimo, todavía sin grandes opciones tecnológicas. Es allí donde la captura de las emisiones se vuelve necesaria.
Pero si bien existen soluciones en la naturaleza para capturar emisiones, como la forestación, las opciones tecnológicas como la captura y almacenamiento de carbono todavía no han sido probadas en escala, son costosas, significan un gran gasto energético y pueden traer impactos negativos no deseados, coinciden especialistas.
El camino por delante para llegar a las cero emisiones netas
En América Latina, los sectores con más emisiones son la agricultura, la silvicultura y los cambios de uso de la tierra, seguidos del transporte, la electricidad, la industria y los residuos. La región representa el 8% de las emisiones a nivel global, un rol minoritario a diferencia de países como Estados Unidos, China o India.
De acuerdo al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, los países de América Latina deberían redireccionar entre el 7% y el 19% del gasto público y privado anual. Para el BID, estos recursos no significan un costo neto, ya que los beneficios de la acción climática superan los costos de la crisis climática.
De hecho, el BID estima que una economía baja en carbono en América Latina puede generar hasta 15 millones de empleos netos y 1% de crecimiento adicional neto. Mientras que se perderían empleos en la ganadería y en los combustibles fósiles, se sumarían más en renovables, agricultura, construcción y forestación.
Alcanzar las emisiones netas iguales a cero para 2050 puede traer beneficios netos por valor de 41 mil millones de dólares en Costa Rica, 140 mil millones de dólares en Perú y 7 mil millones de dólares en Chile, por ejemplo. A nivel regional, se estima que se ahorrarían 621 millones de dólares con el cero neto sólo en el sector de energía y transporte.
Sin embargo, existen todavía muchas barreras que impiden la adopción de soluciones hacia las cero emisiones netas. Los subsidios a la energía pueden incentivar el uso de combustibles fósiles en vez de renovables y los agricultores pueden no tener la capacidad de reducir el uso de fertilizantes sintéticos, por ejemplo, lo que requerirá de acciones de gobierno para superar esos desafíos.
“Nos demoramos tanto en la acción climática en América Latina que las transformaciones de ciertos sectores económicos van a ser dificultosas. El caso más difícil es el cambio de uso del suelo, el que más emite pero para el que necesitamos más adaptación”, sostuvo Cavelier. “Pocos gobiernos han mantenido una agenda de estado en temas de clima”.
Del 7 al 18 de noviembre, representantes de gobiernos, sociedad civil y organizaciones multilaterales serán parte de la cumbre climática COP27 de Naciones Unidas. Allí, se esperan nuevos anuncios de compromisos de corto y largo plazo en materia climática, como Argentina, que ya ha anticipado que presentará su estrategia al 2050 en la cumbre.