El encuentro de los presidentes Donald Trump y Xi Jinping, la semana pasada, reunió a los jefes de las economías más grandes del mundo (N º 1. EE.UU., 2. China) y a los principales países emisores de gases de efecto invernadero (N º 1. China, 2 EE.UU.). Los reportes iniciales de la Casa Blanca sobre la cumbre describieron a la reunión como “positiva y productiva”, aunque el bombardeo a Siria por parte de los Estados Unidos empañó los detalles del encuentro en los medios de comunicación.
El cambio climático, una de las principales áreas de cooperación entre Estados Unidos y China en los últimos años, se convirtió en un tema excluido para abordar cuestiones relacionadas al comercio y a la seguridad nacional. “El cambio climático no fue una parte importante de la discusión”, de acuerdo con Wilbur Ross, secretario de Comercio de los Estados Unidos, “ni tampoco recuerdo a los chinos planteándolo específicamente”. Las posturas de ambos países sobre el cambio climático parecen haber retrocedido en los últimos años, impulsados por el abandono de Trump en el asunto, los chinos ahora están pidiendo, “una opinión occidental … para … presionar a la administración de Trump sobre el cambio climático.”
La semana pasada el presidente Trump emitió una orden ejecutiva para que los administradores federales comenzaran a desmantelar las políticas climáticas de su predecesor. La orden, que es esencialmente un memorando del Presidente a su gabinete, instruye a la EPA de los Estados Unidos a reescribir el Plan de Energía Limpia de Obama, a revisar los estándares de emisiones para las nuevas plantas de carbón y a deshacer las regulaciones sobre las emisiones de metano; para calcular un nuevo Costo Social del Carbono; a levantar una moratoria sobre la minería del carbón en tierras federales; y a la no consideración del cambio climático en otras esferas de la elaboración de políticas nacionales.
Por su parte, China está buscando nuevos socios en sus esfuerzos globales por el clima, y el presidente Xi ha defendido enérgicamente el Acuerdo de París, diciendo, en una advertencia apenas disimulada a la Administración Trump, que el histórico acuerdo no debe “descarrilarse”. Las autoridades chinas también han utilizado medios populares para regañar al Presidente Trump y recordarles a los estadounidenses el histórico liderazgo del Partido Republicano en la diplomacia sobre el cambio climático.
La ironía de esta inversión de roles no ha pasado desapercibida para periodistas y comentaristas políticos. “China está preparada para asumir el mando en el tema del clima después de la acción de Trump en el desmantelamiento de estas políticas”, informó el New York Times la semana pasada. La CNN se preguntó: “¿Puede China tomar la posta de EE.UU. en el cambio climático?” De acuerdo con los chinos, la respuesta es “no.” Definiendo la actitud de la Administración Trump como “egoísta”, un periódico estatal chino declaró la semana pasada, “no importa lo mucho que Beijing intente, porque no podrá asumir todas las responsabilidades que Washington se niega a asumir”.
Estas declaraciones son, en parte, una desviación política de Beijing, ya que el gobierno intenta amortiguar las expectativas y minimizar su propia agenda, con una humildad característica. Sin embargo, la decisión de China de aceptar el título de líder mundial sobre el cambio climático apunta a una importante distinción que debemos hacer cuando hablamos de liderazgo: el liderazgo retórico – del púlpito y la diplomacia – y el liderazgo real.
El Presidente Trump ha cedido completamente el liderazgo retórico del clima de los Estados Unidos, aquel que Obama había cultivado cuidadosamente durante sus dos mandatos. Mientras que el gobierno de Obama trabajó con China y otros países para nutrir un movimiento global para hacer frente al cambio climático, el nuevo gobierno promete abandonar toda diplomacia multilateral y luchar para impedir los esfuerzos climáticos locales. La administración Trump también está tratando de abandonar el actual liderazgo de Estados Unidos, y la reciente orden ejecutiva es el primer paso de la administración hacia la cancelación de una política climática significativa.
América, sin embargo, es como una enorme nave con impulso propio e inercia, y su curso no será fácilmente modificado. La distintiva forma de federalismo del país limita al poder presidencial en asuntos internos en mayor medida de lo que la mayoría de la gente sabe. Mientras Trump comienza a revertir los estándares de eficiencia de combustible de los vehículos establecidos por Obama, California sigue adelante con los estándares más difíciles del país que son los de las emisiones vehiculares. Y aunque no hay una esperanza a corto plazo para un tope federal en el carbono, la Iniciativa Regional de Gases de Efecto Invernadero, un programa basado en el mercado para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, se ha expandido a nueve estados del noreste. Entre los cincuenta estados de América, treinta y siete tienen algún tipo de energía renovable o un portfolio estándar.
Además de estas realidades políticas y jurídicas, las tendencias económicas mundiales proporcionan vientos favorables para la energía limpia en los Estados Unidos. El mercado garantiza que la promesa del presidente Trump de revivir la industria del carbón de los Estados Unidos no pueda cumplirse, a pesar de los esfuerzos de la administración para inclinar la balanza a favor del carbón. El gas natural barato continuará superando al carbón, y la energía eólica y solar se expandirá a medida que sean más asequibles. La producción de energía renovable representa la gran mayoría de los nuevos puestos de trabajo en el sector energético; de hecho, la energía solar emplea a mayor cantidad de gente que la combinación de las industrias altamente automatizadas del petróleo, del carbón, y del gas. Trump sólo puede intentar ocultar estas tendencias y frenar su progreso, pero, como escribió el presidente Obama en Science Magazine, ningún presidente puede detener el progresivo avance de la energía limpia.
China está ayudando a impulsar la expansión global de las energías renovables, tomando el liderazgo climático actual de su país más allá de la mera retórica. Este año, el gobierno establecerá un mercado nacional de comercio de carbono, que, con entre tres y cinco mil millones de toneladas de derechos de emisión anuales, será el mercado de carbono más grande del mundo. China también planea invertirunos US $ 361 mil millones de dólares en energía renovable para el 2020, y su sistema de un solo partido asegura que ningún cambio en los vaivenes políticos podrá prevenir estas inversiones. Sin embargo, estos puntos de referencia sobre el liderazgo climático contradicen el hecho de que China es un país con un desarrollo de ingresos medios con un ingreso per cápita que representa la séptima parte de los Estados Unidos. “China seguirá siendo el país más desarrollado del mundo durante mucho tiempo”, sostuvo una editorial reciente patrocinada por el Estado. “¿Cómo puede esperarse que se sacrifique el espacio de desarrollo propio para las potencias occidentales desarrolladas?”
Hay una cuota evasiva en esta declaración, pero también hay un núcleo de verdad. A pesar de las inversiones masivas en energía renovable, China sigue invirtiendo en carbón y exportándolo. Se espera que la capacidad de energía de carbón en China aumente un 19% en los próximos cinco años, y la producción de energía renovable representará sólo el 15% del consumo de energía del país para el 2020. El gobierno tiene planes para limpiar el aire, aunque China tiene el nivel de contaminación atmosférica más mortífero que cualquier otro país – una de cada cinco muertes es atribuida al aire nocivo.
¿China podría liderar el mundo desde el centro del pelotón? La idea de liderar desde atrás es antitética a la identidad china. “Para ser un líder en algo”, me dijo recientemente un destacado funcionario en Beijing, “tienes que ser el mejor en esa área”.
Éste es el dilema de China: la necesidad de sostener un desarrollo rápido y simultáneamente, llenar el vacío del liderazgo en el clima. La tensión limita la capacidad del país para liderar el clima. “China no es un tipo de líder en términos de cambio climático que pueda atraer a otros países”, dijo Lauri Myllyvirta, un destacado miembro de Greenpeace en Beijing.
En realidad, ningún país o grupo de países puede llenar el vacío de liderazgo que dejó la retirada de los Estados Unidos en la acción contra el cambio climático. China dirigirá solamente aquellas áreas que pueda, pero, tal como sostiene Myllyvirta, “China no emprenderá esta lucha en soledad.”
Los presidentes Trump y Xi podrían no haber discutido el cambio climático en su reunión en Palm Beach, Florida. Pero a medida que los océanos recorren las costas de ambos países en una era de mares crecientes, las jurisdicciones subnacionales, los grupos no gubernamentales y las empresas pioneras avanzan en la búsqueda de un futuro mejor para el clima. Este liderazgo descentralizado tendrá que ser suficiente hasta que una administración más adelantada tome el timón del país más poderoso de la tierra.
Ese artículo se publicó originalmente en chinadialogue.net