Durante la campaña para la presidencia de este año en Brasil, uno de los proyectos que más entusiasmaron al mercado financiero fue el de las privatizaciones que prometió el candidato Jair Bolsonaro. Según alardeaba en septiembre, se venderían 100 empresas estatales.
Sin embargo, en los primeros días de octubre, cuando solo habían pasado tres días del primer turno de las elecciones, cayó un balde de agua fría. En una entrevista a un canal de televisión, Bolsonaro se mostró contrario a una de las privatizaciones más esperadas por el mercado, la de Eletrobras, la empresa estatal de energía. Según el presidenciable, la generación de energía es un tema estratégico para Brasil. Y él no quiere que los bienes nacionales estén en manos equivocadas.
“Si privatizamos, ¿lo haremos con capitales de cualquier país del mundo?”, indagó Bolsonaro durante la entrevista. “China no está comprando en Brasil, está comprando a Brasil. ¿Vamos a dejar a Brasil en manos de los chinos?”
La contradicción entre la política económica liberal que prometió Bolsonaro y su postura nacionalista viene causando aprensión, en especial entre los chinos, los mayores aliados comerciales de Brasil.
Bolsonaro se proclamó anticomunista, sugirió que las inversiones chinas amenazaban la soberanía del país y además realizó una visita a Taiwán, cuyo gobierno se encuentra entre los mayores enemigos del Partido Comunista chino. Por otro lado, mostró una incontestable voluntad de acercarse a Estados Unidos, que este año inició una guerra comercial de graves consecuencias para China.
El domingo pasado, los electores brasileños confirmaban al favorito del primer turno: Jair Bolsonaro, capitán retirado del ejército, candidato de extrema derecha, venció las elecciones con un 55% de los votos. Su victoria creó una incógnita sobre el futuro de las relaciones entre China y Brasil.
Durante las elecciones regionales, no era raro escuchar feroces críticas hacia China. El actual presidente Mauricio Macri las hizo en 2015, cuando llegó a escribirle una carta a las autoridades chinas diciendo que los acuerdos entre Argentina y China tal vez fueran inconstitucionales. En Chile, en 2017, Sebastián Piñera siguió el mismo camino, al decir que “la fuerte presencia política de China en América Latina no [era] buena.”
Pero ambos se echaron atrás. La avalancha de inversiones chinas en el continente y una creciente dependencia comercial pegaron más fuerte.
Sin importar lo que haya dicho Jair Bolsonaro en su campaña, creo que va a adoptar una política amigable con China.
“Creo que una vez que esté en el gobierno, el enfoque de Bolsonaro debería ser más pragmático”, afirmó Mauricio Santoro, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Estado de Río de Janeiro. “Pero es un escenario que viene preocupando bastante a los chinos. Bolsonaro es una incógnita.”
Inversiones chinas en Brasil
Bolsonaro y sus aliados suelen repetir que China está intentando comprar Brasil, no comprarle a Brasil. Porque, al final de cuentas, China no es solamente el destino más importante de las exportaciones brasileñas -una posición que ocupa desde 2009- sino también el país que más invierte en Brasil.
US$20.900
El año pasado China invirtió 20.900 millones de dólares en Brasil
El año pasado China invirtió 20.900 millones de dólares en Brasil, la cifra más alta de los últimos siete años. Las inversiones incluyeron mayormente bienes del sector energético, como, por ejemplo, la distribuidora de energía CPFL. De este modo, la estatal china State Grid se transformó en la distribuidora de energía eléctrica más importante de Brasil.
El país también invierte en otras áreas estratégicas para la economía brasileña, como el agronegocio y la infraestructura necesaria para exportar sus productos.
Según Alexandre Uehara, profesor del Núcleo de Estudios y Negocios Asiáticos de la Escuela Superior de Propaganda y Marketing (ESPM), tiene sentido cuestionar si la inversión china es la mejor manera de atender los intereses de Brasil en el escenario mundial. Pero las críticas no vienen siendo constructivas para reformular la política económica brasileña.
“Es frívolo afirmar ´no me gusta China´, como en el caso del área de energía eléctrica. Las cosas no son así,” afirma Uehara. “Del modo en el que se coloca a China como el gran villano de los problemas brasileños.”
Las relaciones entre Brasil y China constituyen una de las políticas exteriores más duraderas de Brasil. La relación, que se inició durante la presidencia del militar Ernesto Geisel, durante la dictadura, en los años 1970, en los últimos años se ha tornado cada vez más fuerte. Sus puntos más altos se dieron durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), cuando Brasil y China se unieron para crear, junto con India, Rusia y Sudáfrica, el grupo de los BRICS.
Durante los últimos años, el estrechamiento de las relaciones entre ambos países coincidió con el fortalecimiento del agronegocio brasileño, que ahora le vende a un mercado insaciable, y a partir de la debilitación de su industria, que entre otros factures ha sido perjudicada por la competencia de los productos chinos.
Bolsonaro ganó unas elecciones marcadas por un fuerte rechazo del electorado hacia el gobierno del PT, cuyo candidato quedó en segundo lugar.
Provocaciones
China ha crecido en importancia para Brasil durante los años 2000 en forma muy rápida, causando preocupación entre los nacionalistas, principalmente entre los militares, un grupo cercano a Bolsonaro.
“La idea de tener sectores estratégicos de la economía brasileña bajo el control de extranjeros, que además constituyen un régimen como el de China, nominalmente un partido comunista y un gobierno comunista, siempre provoca un cierto tipo de reacción en las fuerzas armadas,” explica Santoro. “En cierta manera, todavía tienen aquella visión de la Guerra Fría.”
Por ese motivo, es probable que Bolsonaro no haya ahorrado provocaciones durante la campaña. En febrero hizo un tour entre Corea del Sur y Japón, dos países que mantienen relaciones complejas con China, y finalizó en Taiwán, cuyo gobierno afirma ser independiente, a pesar de que su territorio es considerado por el gobierno chino como parte de China.
El viaje fue planeado por el diputado federal Onyx Lorenzoni, probable Jefe de Gabinete de Ministros. Según Lorenzoni, el viaje tuvo como motivo principal explorar la experiencia del área de educación en Taiwán. Pero los chinos no entendieron el mensaje de ese modo.
La embajada de China en Brasil le envió una carta de tono desenfrenado al partido de Lorenzoni en la cual clasificaba la visita como una “violación del Principio de Una Sola China, de consenso amplio en la comunidad internacional y una política explícitamente defendida por el gobierno y el congreso brasileños.”
Acercamiento a Estados Unidos preocupa
En octubre de 2017, Bolsonaro llamó la atención de los nacionalistas brasileños por otro motivo. Le hizo la venia a la bandera estadounidense en una visita a Miami, en los Estados Unidos.
“Trump es un ejemplo para mí,” dijo Bolsonaro ante una platea en Estados Unidos, durante una visita a otra ciudad, en el mismo viaje. “Sé que existe una distancia entre Trump y yo, pero pretendo acercarme a él, para el bien de Brasil y de Estados Unidos.”
Si a pesar de los dichos de Bolsonaro un conflicto con los chinos todavía parece poco probable, un acercamiento a Estados Unidos podría realizarse. El país dejó de ser el aliado comercial más importante de Brasil en 2009, desplazado por China.
Algunos analistas especulan con que ambos podrían crear una especie de alianza de derecha en la región. Un acercamiento a Brasil podría ser importante para Trump, que durante su presidencia se vio aislado de la comunidad internacional.
“Las cumbres del G7 (formada por las siete mayores economías del mundo), vienen originando toda clase de foto embarazosas,” recuerda Santoro. “Se percibe claramente que la gente está incómoda con la convivencia con Trump.”
Pero no es sólo eso. Desde el principio de este año, bajo la administración de Trump, Estados Unidos viene librando una guerra comercial de grandes proporciones contra China. Brasil ya empieza a obtener beneficios de esta guerra, vendiéndole más a China. Pero, en este contexto, alinearse con Estados Unidos podría significar un recrudecimiento de las relaciones entre Brasil y China.
Y no solamente en cuestiones comerciales.
Brasil y China también vienen manteniendo una alianza en cuestiones de diplomacia internacional. Por ejemplo, el año pasado, ambos países integraron el llamado Grupo Basic, junto con Sudáfrica e India. El grupo ha servido como una especie de resistencia de los países en desarrollo ante los perjuicios ocasionados por la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París.
Pero Bolsonaro mandó señales cambiadas con relación al acuerdo. Dijo que no iba a salirse, pero no estuvo de acuerdo con los compromisos asumidos por Brasil, como, por ejemplo, con la preservación de la Amazonia.
El pragmatismo debería prevalecer
A pesar de las hostilidades, los analistas prevén que el nuevo gobierno tendería a seguir con la buena relación entre Brasil y China. Las razones son pragmáticas. Para ser electo, Bolsonaro fue apoyado por más de doscientos diputados del frente ruralista, que reúne a parlamentarios que defienden el agronegocio y tienen una gran dependencia de las exportaciones hacia China.
Por lo tanto, cualquier pelea con China afectaría directamente a la base de apoyo del futuro gobierno Bolsonaro.
“Estados Unidos tiene recursos para pelear. Es la economía más importante del mundo,” explica Ulmer, de la ESPM. “No es el caso de Brasil.”
Aliados de Bolsonaro consultados por Diálogo Chino en estos días ya hablan sobre acercamientos a China y sobre reuniones con representantes chinos.
Vale la pena recordar que luego de pasarse la elección criticando las relaciones entre Chile y China, Piñera tardó apenas un día luego de su elección para hacer las paces con el aliado comercial.
“Todos sabemos que China es el principal aliado comercial de Chile, y que vamos a fortalecer esa relación,” afirmó en ese momento.
Sólo falta saber si Bolsonaro hará lo mismo, y cuando.