A fines de junio, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley que prohíbe la instalación y operación de centrales termoeléctricas a carbón en todo Chile para 2025. Aunque la iniciativa todavía tiene que pasar por el Senado, ha generado cuestionamientos porque si se lleva a cabo, la generación eléctrica del país no sería estable y el carbón tendría que ser reemplazado por diésel.
En 2019, el gobierno chileno se comprometió a cerrar todas las centrales de carbón del país para 2040. Desde que se hizo pública la iniciativa, su calendario se ha modificado acelerándose constantemente.
El último cambio se anunció el 6 de julio pasado. Se trata de la salida adelantada de cuatro centrales a carbón – Angamos 1 y 2 y Ventanas 3 y 4, ubicadas en Mejillones (norte) y Puchuncaví (centro) – de la empresa AES Andes. Todas están ubicadas en zonas altamente industrializadas.
Así, mientras en un principio se planteó cerrar ocho centrales para 2024 y las restantes 20 para 2040, ahora con las modificaciones se espera que para 2025 hayan cesado sus operaciones el 65% de las plantas.
Aunque el nuevo cronograma aún debe ser aprobado por el Coordinador Eléctrico Nacional y la Comisión Nacional de Energía, está lejos de coincidir con lo que se está discutiendo en el Congreso.
“Es una irresponsabilidad lo que se aprobó en la Cámara de Diputados, porque no se consideraron las recomendaciones técnicas ni los estudios de fondo”, dice Álvaro Lorca, académico de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Católica. “Sólo se hizo un análisis de ‘servilleta’ sumando los megawatts, pero eso no es suficiente”, agregó.
No se trata de no cerrar las plantas a carbón, aclara el ingeniero, sino de hacerlo de una forma correcta. “Para ello se necesitan muchas inversiones, y si se hace como está planteado en el proyecto todos vamos a terminar pagándolas porque no somos un país rico”, opina.
Renovables vs carbón en Chile
A principios de junio se inauguró en Chile Cerro Dominador, la primera planta termosolar de Latinoamérica. A 60 kilómetros de la ciudad de Calama, en el norte del país, más de 10 mil espejos generarán 210 MW.
Aunque esta es la más reciente adición a una de las matrices de energía limpia que más ha crecido en el mundo, aún no es suficiente para reemplazar la electricidad producida a carbón. La matriz total de generación eléctrica de Chile son 25 mil MW, de los cuales el 25% es generado por fuentes de energía renovables – especialmente solar y eólica.
“Estimamos que si el 100% de las centrales a carbón se retiran al 2025, es probable que tengamos la electricidad que necesitemos – al borde del racionamiento- pero para conseguir eso tendremos que prender los motores a diésel, que son tanto o más contaminantes que el carbón, y que además son mucho más caros”, dicen desde el ministerio de Energía.
Carolina Urmeneta, jefa de la oficina de cambio climático del ministerio del Medio Ambiente, concuerda con el análisis. “Nos preocupa que cambiemos un combustible fósil por otro”, asegura.
Es una irresponsabilidad lo que se aprobó en la Cámara de Diputados, porque no se consideraron las recomendaciones técnicas ni los estudios de fondo
Chile se comprometió a ser carbono neutral en 2050, en línea con el Acuerdo de París. Para ello, se analizaron diferentes escenarios energéticos pero ninguno de ellos consideró el aumento del diésel en la generación eléctrica. “Es cierto que las condiciones siempre van cambiando, pero se trata de tomar las mejores decisiones costo-eficientes”, dice. Y cambiar el diésel por el petróleo, en el largo plazo, no sería una de ellas.
Además, por mucho que sea el impulso de las energías renovables no convencionales, como la solar y la eólica, y que permitió sobrepasar por lejos la meta que se había fijado el Gobierno de tener el 20% de la generación con ellas para 2025, estas plantas no están cerca de los grandes centros de consumo.
“Por ello se necesitan nuevas líneas de transmisión y sistemas de baterías, entre otros”, dice Carolina Urmeneta. Algo que aún no está resuelto.
Pero además, hay otro problema aún más técnico, pero igualmente crucial para asegurar la estabilidad del sistema. “Las centrales a carbón proveen mucha inercia al sistema” por su manera de funcionar, explica Álvaro Lorca.
Las centrales funcionan con un cilindro gigante que da vueltas constantemente. Pero si hay un problema, si la generación se detiene por alguna razón, este sigue girando por un tiempo lo que ayuda a que el sistema sea más estable y no tenga interrupciones. Al girar por inercia el cilindro sigue produciendo energía lo que le da un backup al sistema.
“Si queremos que el sistema energético del país sea igual de seguro que ahora con las centrales a carbón se tienen que hacer grandes inversiones en nuevas fuentes de energía”, advierte Lorca. Estas podrían ser en baterías u otras tecnologías donde hoy funcionan las centrales a carbón, pero la solución aún no está del todo desarrollada a nivel mundial.
Una meta no imposible
Cerrar todas las plantas a carbón para 2025 es un desafío ambicioso, pero no imposible, dice Felipe Pino, abogado de la ONG Fima y encargado del proyecto de transición justa. “Pero no sólo debe incluir la seguridad, sino también la soberanía energética”, agrega.
El abogado resalta que actualmente Chile genera más electricidad de la que necesita y exporta la diferencia. Es por ello que de reducir las exportaciones, Chile podría lograr un cierre anticipado de las centrales a carbón, sostiene. Sin embargo, “ello no se ha profundizado lo suficiente por parte del gobierno”.
Además, a pesar de las grandes inversiones en renovables y de la sobreproducción, en el país existe pobreza energética, considera Pino. “El suministro no llega a todas las personas por igual. Asegurarlo y asegurar también la transición justa es lo que falta para tener un verdadero plan de descarbonización”, sostiene.
Para Álvaro Lorca 2025 es irresponsable, pero 2030 sí se podría ejecutar. “Las plantas a carbón son un desastre ambiental tanto para el planeta como para las localidades (denominadas zonas de sacrificio). Frente a esto, las tecnologías libres de emisiones son la solución, pero esta es una transición bastante dramática y que no va a ocurrir de la noche a la mañana”, opina.
Por eso, agrega, debe hacerse tanto de forma responsable como transparente respecto a los costos que ella implica.
Pero más allá de la ciencia, los aspectos técnicos o la voluntad política, la descarbonización de Chile enfrenta otra dificultad; el cambio climático y la megasequía. Esta última, que lleva más de una década causando estragos en gran parte del país, tiene a la generación hidroeléctrica en mínimos históricos. Solo el 5% de todos los años que se tienen registros han sido más secos que 2021.
Durante julio, el aporte al sistema eléctrico de las centrales hidráulicas de embalses y de pasada no superó el 10%, lo que ha obligado a que la generación a carbón sobrepase el 40%. Además, al clima se suma el que la demanda se ha incrementado respecto de 2020, porque muchas ciudades no están en cuarentena como hace un año, y se proyecta que crezca en 5%
Si bien el plan de descarbonización fue actualizado incluyendo el factor pandemia, y aún así sigue siendo posible para 2050, de todas maneras existen incertidumbres, reconoce Carolina Urmeneta. “Lo ideal es poder ir reforzando las medidas más costo-efectivas y adecuando las acciones”, asegura. Pero todo debe ser realizado con miras a la gran meta de mediados de siglo.