El 2 de enero de 2014 el presidente Evo Morales inauguró la primera planta eólica en Bolivia. La obra, construida por la empresa asiática Hidrochina por 7,6 millones de dólares, abastecería de energía a 25.000 habitantes de Pocona, un municipio rural situado a 120 kilómetros al sudeste de Cochabamba, en el centro del país.
Días después de la inauguración de la planta eólica, el gobierno presentó el Plan Eléctrico del Estado Plurinacional de Bolivia 2025, un documento que demandaba una nueva Ley de Electricidad que asegure el aprovechamiento de fuentes de energías renovables, “a fin de cambiar la matriz energética”.
A finales de ese mismo año, se publicó el Plan para el Desarrollo de las Energías Alternativas 2025, donde se promovía la generación limpia de energía con la intención de venderla a países como Chile, Perú, Brasil y Argentina. Este año ha cobrado impulso con los avances en la construcción de la infraestructura de transmisión transfronteriza, dijo el ministro de energía Franklin Molina.
80,7%
El porcentaje que representa el gas natural en la producción energética de Bolivia. Las energías renovables representan menos del 6%.
Al año siguiente, en la memoria anual de la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE) 2015 se reconfirmaba el anhelo nacional: Bolivia buscaría convertirse en exportador de energía eléctrica. Según estudios de dicha entidad estatal, para 2025 la demanda interna superaría los 3.000 MW y como para entonces se produciría 13.382 MW, quedarían alrededor de 10.000 MW para vender.
Este conjunto de documentos colocaba a Bolivia a la vanguardia en términos de energías limpias. ¿Pero cuánto se ha avanzado desde aquellos años?
Transición energética: del discurso a las obras
Actualmente, la producción de energía en Bolivia se basa en gran medida en el gas natural: representa el 80,7% de la generación total. Le siguen los hidrocarburos líquidos (petróleo, condensado y gasolina natural) con un 13,9%. También contribuyen las energías renovables generadas por la biomasa (4,5%) y la hidroeléctrica (0,85%), según datos recopilados por la empresa Energética y WWF en 2021.
Uno de sus principales pilares de la transición energética en Bolivia eran las hidroeléctricas. En la actualidad, 19 están en estudio, cuatro en construcción, y tres construidas, según datos de la Fundación Solón, que gestiona investigaciones sobre el tema.
Las obras más grandes, como la hidroeléctrica El Bala-Chepete, aún generan debates en cuanto a su costo beneficio, ya que afectan a pueblos indígenas y áreas protegidas.
“En estos años hubo avances importantes”, dijo a Diálogo Chino Miguel Fernández Fuentes, director de Energética. El primer logro -según su análisis- es que la transición energética ya es parte del discurso oficial, lo cual es bueno.
“El problema es que la matriz energética de Bolivia está anclada en el consumo de hidrocarburos. A pesar de los parques fotovoltaicos, energía eólica, biomasa, el 93% (del consumo) sigue dominado por combustibles fósiles”, explica.
Dejar atrás el gas
A pesar de los recientes avances, tanto Fernández como al menos cuatro expertos consultados por Diálogo Chino ven lejano el cumplimiento de los planes y compromisos internacionales de Bolivia en materia climática, como el Acuerdo de Paris,. La razón principal es que los combustibles fósiles “están omnipresentes en todos los sectores”, dice Fernández.
En 2021 los ingresos por venta de gas natural a Brasil y Argentina, alcanzaron los 2.400 millones de dólares, según datos oficiales. Pero la disminución de las reservas nacionales hace que estas ventas sean insostenibles a largo plazo.
Según Pablo Villegas, investigador de temas hidrocarburíferos del Centro de Documentación e Investigación Bolivia (Cedib), las reservas de gas natural “se están acabando”, lo que obligaría al país a una transición energética “involuntaria”.
En 2018 se hizo la última certificación oficial, que daba cuenta que quedaban 10,7 Trillones de Pies Cúbicos (TCF) de gas natural. Según un análisis publicado por la Fundación Milenio, el 80% de los campos gasíferos están en proceso de declinación; solamente el 17% están en desarrollo, y otro 3%, en etapa máxima de producción.
A las ganancias actuales por la venta de gas, se le suma la renta petrolera, conformada por el Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH), regalías y otros tributos, que se distribuyen a gobiernos departamentales, municipales y universidades públicas. Entre 2006 y 2019, en parte gracias a los buenos precios internacionales, el país obtuvo 37.484 millones de dólares.
A partir de 2004, tanto el diésel como la gasolina comenzaron a ser subvencionados por el Estado. Desde entonces, el precio del litro del primero es de 3.72 bolivianos (Bs), mientras que la gasolina cuesta 3.74 (0,54 dólares). Entre 2016 y 2021, esa subvención se elevó de 1.424 millones de bolivianos (más de 209 millones de dólares) a 4.330 millones de bolivianos (más de 637 mil millones de dólares), según datos de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), citados por el diario local Página Siete. Para este año se prevé un mayor gasto, debido al conflicto entre Rusia y Ucrania, que ha provocado una elevación de precios del petróleo.
El gas domiciliario en el país es el más barato de la región (entre Bs 8,5 y Bs 15, menos de dos dólares al mes), según un reporte YPFB.
A partir del descubrimiento de reservas de gas en los años 90, el Estado incentiva la conversión de motorizados a gas natural vehicular (GNV) con diferentes medidas como la llegada de equipos de última generación, así como servicios gratuitos. En septiembre de 2018 había 400 mil coches a GNV, pero se estima que el parque automotor boliviano supera los dos millones.
Progreso de los proyectos de energías renovables
El Ministerio de Hidrocarburos y Energías informó a Diálogo Chino por correo electrónico que espera cumplir los objetivos energéticos para 2025. “Se prevé el incremento del uso de energía renovable en porcentaje de la demanda de energía eléctrica al 75%”, sin confirmar qué porcentaje del mix energético de 2025 representarían sus nuevos proyectos de renovables.
Bolivia produce actualmente 1.600 MW de energía y, de esta cifra, el ministerio estima que entre el 30% y el 57% proviene de fuentes limpias, según las estaciones. “Tenemos 15 proyectos con energías renovables”, dijo el ministerio, aunque sólo proporcionó información sobre 11. Los demás proyectos permanecerán en fase de preinversión hasta el final de la administración, que coincide con las fechas previstas para 2025, explica su correo electrónico.
Bolivia también está llevando a cabo otras acciones para limpiar su sistema energético, según el ministerio. Está haciendo más eficiente la generación de electricidad, mejorando la eficiencia del alumbrado, desarrollando la generación distribuida e incentivando la movilidad eléctrica.
A estos planes gubernamentales, dice el ministro, se suman incentivos tributarios como el Decreto Supremo 4539, que impulsa la fabricación y la importación de vehículos eléctricos, así como la importación de maquinaria agrícola eléctrica.
En este sentido, la banca privada empezó a brindar créditos más convenientes para la compra de motorizados híbridos y eléctricos. En este movimiento, ENDE instaló Sistemas de Recarga gratuita por un año para estos coches en La Paz, Oruro, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra.
¿Una transición rápida?
“Por un lado, tenemos un discurso que está avanzando en la transición energética, pero por otro, un país hipotecado en los hidrocarburos. Tenemos que trabajar en una estrategia nacional consensuada con todos los sectores, para ver el proceso que vamos a utilizar para pasar de esta imagen anclada en hidrocarburos a un país que tenga matriz de energía sostenible”, dice Fernández.
Hablando solo de un posible cambio del parque automotor, hasta septiembre de 2021 la empresa boliviana Quantum, que fabrica autos eléctricos desde 2019, había vendido 350 unidades. Más allá de ello, hay al menos dos concesionarias que tienen modelos híbridos y eléctricos a la venta, pero el costo de la marca más conocida bordea los 44 mil dólares.
Por un lado, tenemos un discurso que está avanzando en la transición energética, pero por otro, un país hipotecado en los hidrocarburos
Para Danny Revilla, uno de los autores del documento “Evaluación de los planes energéticos nacionales desde la perspectiva de la transición energética”, lo que más se ha desarrollado del Plan Eléctrico del Estado Plurinacional de Bolivia 2025 son los proyectos termoeléctricos -los cuales requieren combustibles fósiles para funcionar- pero no tanto los de energías alternativas. Y eso va en desmedro de los cumplimientos del Acuerdo de París de 2015.
Los expertos consultados por Diálogo Chino confirman el gran potencial energético de Bolivia para la generación de energía eléctrica mediante fuentes alternativas, como eólica, solar, geotérmica, hídrica y biomasa. Lo único que falta, coinciden, es una política proactiva hacia la transición energética. Pasar de los anuncios a una planificación y política pública.
“Lo que hay que explicar es que si no trabajamos en ello, no vamos a tener planeta. Si se supera el incremento de 1,5 grados centígrados a 2050, la debacle climática no tiene vuelta. La gente piensa que el problema del cambio climático está en los países que contaminan más, pero no, a nosotros nos va a llegar igual”, concluye Fernández.