La historia de construcción de Hidroituango, la mayor represa hidroeléctrica de Colombia, ha estado cerca de ser una tragedia en Colombia. No son pocas las voces que creen que será el último proyecto de gran embalse que se construya en el país en mucho tiempo. Las razones pasan no solo por los retrasos en su funcionamiento, sino también, por la conciencia del enorme impacto socio-ambiental causado.
El polémico Hidroituango tuvo un costo de 16.2 billones de pesos y fue construido en parte con capital chino. Recursos provenientes del Fondo de Cofinanciamiento Chino administrado por el BID y el Banco Industrial y Comercial de China.
16.2 billones
de pesos colombianos fue el costo de Hidroituango, la represa hidroeléctrica más grande de Colombia, que aún no entró en funcionamiento y pone en cuestionamiento a la hidroelectricidad en el país
La construcción de la planta hidroeléctrica de 2400 megavatios comenzó en 2011, y fue llevada a cabo por la Entidad Empresas Públicas de Medellín -la segunda empresa con más activos de Colombia-, y su funcionamiento lleva un considerable retraso. Se calculaba empezar a generar energía en julio de este año, pero lo acaban de posponer para fines de noviembre.
El precio ha sido muy alto. Isabel Zuleta, líder ambientalista de Ituango, pueblo sobre el cauce represado del río Cauca, no duda en calificar a Hidroituango como “un desastre socioambiental con responsabilidad internacional”. La hoy congresista por el Pacto Histórico, coalición que lidera los sondeos para las elecciones presidenciales de este mes, explica que la hidroeléctrica dejó a miles de familias en la miseria, afectando gravemente la biodiversidad y el territorio.
“Como Hidroituango entró a una situación de emergencia tan compleja en su momento, la mayoría de los impactos ambientales son negativos. Se supone que los impactos positivos se van a ver a partir de las transferencias y de la operación del proyecto”, explicó a Diálogo Chino, Santiago Ortega, ingeniero civil y especialista en hidroelectricidad de la empresa de energía sostenible Emergente.
El miedo sobre el potencial fracaso del proyecto ha llevado a que se planteen preguntas sobre la necesidad de las grandes hidroeléctricas en Colombia. Esto en un escenario donde se empiezan a ver otras opciones energéticas.
Panorama actual de las hidroeléctricas en Colombia
Las hidroeléctricas generan el 68% de energía en Colombia, esto por ser un país rico en recursos hídricos, con altos índices de pluviosidad y una topografía especial. Estas condiciones hacen que los proyectos se hayan convertido desde la década de los 70 en los más atractivos para impulsar el desarrollo.
Desde entonces se construyeron alrededor de 33 embalses en Colombia: Urra, Salvajina, Chivor, Guavio, entre otros. Según explican los especialistas a Diálogo Chino, los bajos costos en la producción de hidroeléctricas comparados con las plantas de energía nuclear y las bajas emisiones de gases contaminantes son las razones de la histórica apuesta de los gobiernos colombianos a estas alternativas de generación de energía.
Sin embargo, según el profesor Francisco Torres de la Universidad Distrital y que ha trabajado de cerca el tema de la restauración del territorio, tras estos mega embalses fueron pocos los estudios del impacto ambiental de las primeras hidroeléctricas a finales del siglo XX. Los efectos se hicieron más visibles tras la construcción de los grandes embalses a comienzo de este siglo, tales como El Quimbo o Hidroituango.
José Ignacio Barrera, investigador de la Pontificia Universidad Javeriana y doctor en biología animal, vegetal y ecología, explica que el impacto socioambiental de estas presas aún hoy es considerable. Aún cuando cada vez hay avances en la restauración del territorio, de las especies y comunidades afectadas, hay cambios difíciles de revertir: “se cambia la dinámica hídrica del ecosistema. Los impactos están en la pérdida de conectividad, se pierden hábitat para esas especies. Es decir se gana en un lado con el impacto en la producción energética para el país, pero hay efectos inmensos”.
Santiago Ortega explica que tardaron en aprender sobre el impacto de las centrales hidroeléctricas. Especialmente en aquellos impactos sobre la calidad de vida de la gente. Por ejemplo, “las comunidades que tienen grandes centrales hidroeléctricas, particularmente en el oriente antioqueño como San Carlos o San Rafael, no han sentido los beneficios reales de tener una máquina de producción de energía tan grande”, puntualizó Ortega.
El profesor Francisco Torres explica que estos proyectos generan afectaciones ambientales y sociales, pero que para darle viabilidad hay que ver cuáles se pueden corregir o mitigar, y compensar. Por ejemplo, la represa de El Quimbo, al sur del país, empezó a construirse a pesar de una enorme oposición de las comunidades que iban a ser desplazadas. Sin embargo, el proyecto entró en operación a finales de 2015 y al mismo tiempo, inició un plan de restauración ecológica sobre 11.000 hectáreas contiguas al embalse.
Torres explica que a pesar que la energía hidroeléctrica es barata, hay países que ya no construyen hace tiempo hidroeléctricas de grandes tamaños. Y esto se debe a que hay un gran riesgo en las áreas. “Si hay una inundación, tienen que reubicar las personas que viven ahí, tienen que comprarles unos predios y reubicarlos. Además de los impactos sociales, también los impactos ambientales que tienen que compensar, entonces terminan siendo muy costosos”, sentencia.
Del mismo modo, no existen certezas sobre el futuro de estas construcciones frente al cambio climático y la fiabilidad de sus resultados. “El cambio climático exacerba la estacionalidad, habiendo mayores precipitaciones en la temporada húmeda y menores en la seca, ocasionando periodos de sequía más largos”, dicen los resultados de unos talleres realizados por la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), que confirman
Por el lado ambiental, investigadores de la Universidad de Michigan declararon al Centro de los Objetivos del Desarrollo Sostenible para América Latina, que “hay hidroeléctricas que se están construyendo en lugares en los que se desconoce a ciencia cierta su riqueza pesquera y cuáles serían los costos en términos biológicos o económicos”, exigiendo así mayores estudios a la hora de desarrollar estas megaobras.
Obras controversiales
Una de las últimas hidroeléctricas de gran capacidad anunciadas en Colombia fue Talasa. Esta se ubicaría sobre el río Atrato en el Chocó, una región olvidada por el Estado, azotada por el largo conflicto armado, colindante con la selva que llega hasta la frontera con Panamá.
En esa región inhóspita, la empresa CGTI, filial del gigante China Three Gorges Corporation, planea la construcción de la hidroeléctrica Talasa sobre la que hay más opacidad que luces sobre el impacto ambiental. Lo único que se sabe es que tendrá una capacidad instalada de 168 Megavatios.
68%
de la energía es generada por hidroeléctricas en Colombia, un país rico en recursos hídricos
De lo poco que se sabe sobre este proyecto es que a través del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible se emitió una resolución el 23 de agosto de 2021 para prorrogar el término de vigencia para la sustracción temporal de más de 50 hectáreas de la Reserva Forestal protegida del Pacífico para dicho proyecto.
Sin embargo, Diálogo Chino buscó a los voceros de la Agencia de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales -ANLA- del gobierno de Colombia, pero no obtuvimos respuestas.
El investigador David Cruz de la Asociación Ambiente y Sociedad, autor del informe Cooperación de China y América Latina y el Caribe en infraestructura, advierte sobre proyectos como el de Hidroituango con capitales chinos de Asociación Público Privado: “En Colombia, se han identificado algunos problemas (…) relacionados con los altos costos en la construcción, la poca transparencia en la negociación de los contratos, sus limitaciones para prevenir impactos al ambiente y la poca garantía de participación de las poblaciones involucradas.”
¿Hacia dónde va el panorama energético en Colombia?
Ante los altos costos socio-ambientales de las hidroeléctricas y tras la experiencia de Hidroituango, los expertos coinciden en afirmar que es poco probable que se vuelvan a construir grandes embalses en Colombia.
Lo que no quiere decir que no se vaya a aprovechar el potencial hídrico del país. El profesor Torres explica: “ahora prefieren proyectos de generación más pequeños, con un impacto más focalizado, más puntuales en ciertos sitios, pero que no afectan áreas tan grandes”. Como proyectos de generación de energía a través de microcentrales. Además de proyectos eólicos y solares que disminuyen el impacto social y ambiental.
En la misma dirección opina Santiago Ortega: “había un proyecto hidroeléctrico más grande de 300 megavatios que estaba listo para ser construido, pero lo abandonaron. Yo creo que es una señal bien fuerte.”
Se refiere al proyecto Porvenir II de la empresa Celsia. Ya tenía licencia ambiental, así como una fuerte oposición de las comunidades del Magdalena Medio antioqueño, en el centro del país. La misma empresa aceptó que una de las principales razones por la que quiere vender el proyecto es porque quiere invertir en energias renovables.
Ortega explica que los proyectos más interesantes de generación de energía se vislumbran desde otros escenarios: proyectos eólicos en la Guajira, parques solares en la Costa Caribe y proyectos pequeños regados por todo el país.
Se está discutiendo cuáles son las fuentes de producción de energía más limpia y ecológicamente posibles. Las mismas empresas lo están pensando, conscientes del daño realizado
“Hoy en día el sector está en un proceso de descentralización y lo que podemos empezar a ver, que es muy interesante, son proyectos en techos, en casas y comercios, industrias que a la hora de la verdad pueden llegar a sumar y hacer cosas grandísimas”, añade Ortega. Pone el ejemplo de Vietnam, un país que en un año construyó 9 GW de capacidad solar en tejados, una cifra impresionante, comparada con los 2,4 GW de capacidad de la problemática presa de Hidroituango
Aún así Ortega defiende el mantenimiento de las grandes hidroeléctricas: “Las centrales solares eólicas tiene el problema que la energía no se puede guardar, pero un embalse es como una batería muy grande. Entonces, los embalses nos van ayudar a llegar a esa descarbonización de la matriz energética muchísimo más rápido”.
El profesor José Ignacio Barrera, por su parte, cree que el camino hacia esas energías limpias no tiene vuelta atras: “ya se está dando la discusión en Colombia de cuáles son las fuentes de producción de energía más limpia y ecológicamente posibles. Las mismas empresas lo están pensando, debido a que son conscientes del daño que se ha realizado”.