Los humedales han sufrido durante mucho tiempo un problema de imagen. Palabras como ciénaga, pantano, marisma y lodazal no evocan lugares glamorosos. Los océanos y las selvas tropicales suelen acaparar los titulares de conservación.
“La gente no los entiende, o los considera terrenos baldíos en lugar de algo que hay que apreciar”, afirma Richard Hearn, responsable de política internacional de Wildfowl and Wetlands Trust (WWT), organismo de conservación con sede en el Reino Unido.
“Además, es probable que la comunidad conservacionista no haya defendido lo suficiente los humedales en el pasado”, añade.
Sin embargo, la presión de los defensores de los humedales hizo que estos ecosistemas se reconocieran en los objetivos fijados en el nuevo marco mundial de biodiversidad, acordado en las conversaciones de la ONU sobre biodiversidad celebradas en Montreal en diciembre. Los gobiernos se han comprometido a garantizar que, para 2030, el 30% de los humedales degradados sean objeto de restauración efectiva y el 30% de los humedales estén protegidos.
Su importancia para minimizar el cambio climático y adaptarse a él también ha sido reconocida en los textos de las Naciones Unidas sobre el clima, así como en el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres y en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Las turberas, por ejemplo, que forman la mitad de los humedales del mundo, almacenan el doble de dióxido de carbono que todos los bosques. Los humedales también pueden absorber el exceso de precipitaciones y mareas.
Bajo amenaza
La creciente concientización sobre estos ecosistemas, que incluyen marismas, ríos, manglares y lagos, no llegó a tiempo. Según la última evaluación mundial de la Convención de Ramsar sobre los Humedales, cubren 1.600 millones de hectáreas. Esto equivale al 3% de la superficie del planeta, pero albergan el 40% de sus especies, según la UICN.
Almacenan casi un tercio del carbono global del suelo y sustentan los medios de vida de más de mil millones de personas a través de actividades como la pesca y el cultivo de arroz, según la ONG conservacionista Wetlands International.
35%
de los ecosistemas de humedales se han perdido desde 1970.
Pero los humedales están en peligro. Alrededor del 35% de los ecosistemas de humedales se han perdido desde 1970, sepultados por la urbanización, desecados para la agricultura o, en el caso de las turberas, excavados y utilizados como combustible o abono, según la evaluación mundial de Ramsar.
La contaminación de múltiples fuentes, incluidos los microplásticos y el escurrimiento de fertilizantes, antibióticos y productos químicos, es una amenaza más reciente pero creciente. “La contaminación que vemos en nuestros humedales es cada vez más compleja. Hay un cóctel mortal de elementos en estas aguas”, según el Dr. Ritesh Kumar, director de Wetlands International Sudeste Asiático.
Mientras tanto, el cambio climático está provocando una pérdida neta de superficie de humedales como consecuencia de la desecación, la desertificación y la erosión costera. Según la evaluación, la acidificación de los océanos y el aumento de la temperatura de la superficie del mar están agravando las amenazas existentes.
El último Informe Planeta Vivo de WWF estimaba que alrededor del 25% de todas las especies de humedales están en peligro de extinción, con una proporción aún mayor para la biodiversidad de agua dulce, del 83%.
Los países pueden poner un humedal bajo protección, pero no hay un método muy sólido de seguimiento
“Estamos perdiendo estas masas de agua más rápido que otros ecosistemas, y estamos perdiendo la biodiversidad aún más rápido”, afirma Elisabeth Bernhardt, coordinadora de la Red Mundial de Adaptación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Los humedales son únicos entre los tipos de ecosistemas porque tienen su propia convención. Ramsar se creó en 1971 para impulsar un uso más sostenible. Los países firmantes del tratado -que ahora son 172- están obligados a presentar al menos un humedal a la red Ramsar, designación que les compromete a mantener su estado ecológico.
Actualmente hay más de 2.400 sitios Ramsar en todo el mundo. Cubren más de 250 millones de hectáreas, una superficie mayor que México. Sin embargo, la designación no es ninguna garantía. El propio informe de Ramsar afirma que la mitad de sus sitios están siendo dañados por la agricultura.
Un ejemplo de gestión deficiente es el parque nacional de Donaña, en el sur de España, que no sólo es un sitio Ramsar, sino también Patrimonio de la Humanidad, Reserva de la Biosfera de la UNESCO y Zona de Protección Especial de la Unión Europea.
A pesar de estas designaciones, los científicos han advertido que el parque, cuyas marismas, dunas y lagunas son utilizadas por muchas especies de aves migratorias amenazadas, se enfrenta a una “sentencia de muerte” debido al bombeo no regulado de aguas subterráneas provenientes de la producción de fresas y arándanos durante todo el año en enormes invernaderos. Aunque el gobierno español se ha opuesto a la extracción de agua, la Junta de Andalucía ha aprobado su legalización.
Bernhardt señala el carácter voluntario de los compromisos de Ramsar. “Los países pueden poner un humedal bajo protección, pero no hay un método muy sólido de seguimiento… No creo que Ramsar tenga capacidad en este momento para medir y supervisar realmente el cumplimiento de los compromisos”.
Los objetivos específicos para los humedales del Marco Mundial para la Biodiversidad, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los compromisos nacionales sobre el clima pueden ayudar a llenar este vacío, afirma.
Ramsar carece también de mecanismos financieros propios, por lo que los países tienen que utilizar sus propios fondos, señala Kumar. “En las últimas 14 reuniones de Ramsar se han adoptado unas 350 resoluciones y recomendaciones. La aplicación de todo eso no puede salir de los presupuestos nacionales”, dice.
Sin embargo, los comentaristas elogian a Ramsar por mantener los humedales en la agenda internacional. “La mayor presión para incluir los humedales en el Marco Mundial para la Biodiversidad fue una resolución de Ramsar en la que se pedía a las partes que consideraran los humedales de forma sistemática”, afirmó Kumar.
Nuevo enfoque para la protección de los humedales
Ahora que los humedales tienen más peso en los acuerdos medioambientales de la ONU, los países tendrán que buscar la mejor manera de protegerlos y restaurarlos.
Según Hearn, hay margen para ampliar la lista de los designados por Ramsar para cumplir el objetivo de proteger el 30% de los humedales. “Ramsar tiene sus propios criterios para identificar los humedales de importancia internacional, así que puede que algunos no los cumplan y haya que protegerlos de otra forma, pero conseguir que se designen bajo Ramsar tantos como sea posible sería beneficioso”.
Advierte de que algunos humedales degradados ya están protegidos, por lo que es vital evitar la creación de más “parques de papel“, en los que no haya una gestión adecuada ni aplicación sobre el terreno.
Dado el agotamiento de los humedales en todo el mundo, el objetivo de restauración puede ser más importante que el de protección, afirma Hearn.
Kumar pone como ejemplo de restauración el lago Chilika, una laguna en la costa oriental de la India. Fue declarada muerta en los años 90 tras perder su conexión con el mar. Hace unos 20 años, Wetlands International empezó a trabajar con el gobierno para restaurar la conexión con el mar. Los delfines del Irrawaddy pasaron de unos 20 a 150 y las praderas marinas se han sextuplicado hasta alcanzar las 12.000 hectáreas.
La restauración de Chilika también ha multiplicado por seis las capturas pesqueras, lo que ha beneficiado a unos dos millones de personas. Según Kumar, un análisis económico reveló que cada rupia que el gobierno gastaba en la restauración generaba al menos siete rupias de beneficios para la pesca, el turismo y la captura de carbono.
La implicación política fue vital para el éxito de este proyecto de restauración, afirma. “Cuando el jefe de ministros dice en una reunión que Chilika es un bien suyo y de la sociedad, y que no se permitirán tonterías, el resto está resuelto”, afirma.
Este nuevo contexto para la restauración de humedales también podría ampliar las fuentes de financiación. El PNUMA aboga por que los humedales reciban más financiación para soluciones basadas en la naturaleza, tanto para la adaptación al clima como para su mitigación.
“Cuando nos demos cuenta del potencial de almacenamiento de carbono de los humedales y de que no podemos permitirnos perderlos o dejar que se sequen, creo que veremos ese impulso”, afirma Bernhardt.
Kumar señala la creciente necesidad de restaurar los humedales para contribuir a la mitigación del cambio climático y a la adaptación al mismo, algo que queda fuera de los círculos convencionales de conservación, y que cree requerirá un enfoque diferente.
“No se tratará sólo de hacer restauración para conservar especies, sino de hacer restauración con un punto final en resultados sectoriales, como la reducción del riesgo de catástrofes, mejores reservas de carbono y mejor adaptación al clima”, afirma.
Para lograrlo, será esencial una mejor gobernanza, dice. “La parte científica es fácil, la ecología es muy sólida. Pero tenemos que aclarar los sistemas de toma de decisiones para que sean inclusivos. Hay gente que depende de los humedales en la mayoría de los paisajes en los que trabajo, así que hay que tener en cuenta el contexto de desarrollo”.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en China Dialogue Ocean, medio aliado de Diálogo Chino.