La yucca schidigera –o palmilla- es una planta gruesa que puede alcanzar los cinco metros de altura y resiste a la inclemencia del calor o las noches heladas del desierto californiano. De su tronco brotan un par de hojas afiladas como las del maguey o agave entre las que se esconden un par de flores.
La yucca es una de las principales fuentes comerciales de saponinas esteroides, un químico que ayuda a incrementar la ganancia de peso y a mejorar la productividad de los animales. La principal aplicación de los productos de yucca es la nutrición animal, y también se utiliza como aditivo alimentario para reducir el amoníaco y los olores fecales en las excretas animales—ayudando a mejorar la calidad de aire. Por esto la yucca ha ganado un terreno en el mercado agrícola en el último tiempo. También se utiliza en la medicina naturista, como espumante y saborizante en la industria de refrescos.
Elías Espinoza es un indígena Kiliwa dueño de tierras dentro del Ejido Tribu Kiliwas Arroyo de León, en donde las yuccas crecen como hongos.
Cuenta que grupos armados irrumpen en las tierras de comunidades indígenas en Valle de la Trinidad -un poblado al sur de Ensenada en el noroeste de México– para robar la Yucca, que venden a compañías locales que la procesan y luego la exportan por miles de dólares a Estados Unidos, Arabia y China, donde es utilizada dentro de la industria agrícola.
Elías y los dueños de las tierras con yucca se preocupan por cortar bajo los estándares de calidad que les exigen las empresas que les compran el producto. Saben que deben pelar completamente el tallo y dejarlo sin hojas—arrancar los tallos al ras de la raíz pero sin afectarla.
Lo de arriba lo verde lo cortan [los traficantes] como ellos quieren y así se lo llevan… ellos cortan arriba y la hoja la dejan
“Lo de arriba lo verde lo cortan [los traficantes] como ellos quieren y así se lo llevan… ellos cortan arriba y la hoja la dejan. Nosotros nos damos el tiempo de trabajarla bien, porque si nosotros dejamos esos pedacitos la empresa nos castiga”, detalla.
Una vez hecho el corte, los tallos son vendidos a las compañías que procesan la planta para obtener el polvo o aceite de la palmilla que es donde se concentra sus propiedades. Primero licúan el tallo para luego filtrarlo, para obtener el producto líquido o sólido.
Mercados internacionales
Baja Agro International, la principal compañía en México dedicada a su producción, corte, procesamiento y exportación reporta presencia en 50 países entre ellos China y Hong Kong. Además la secretaría de Fomento Agropecuario reconoció la presencia de la compañía que mantiene como sus dos principales rutas de exportación y distribución de productos a Estados Unidos y China.
Veritrade – compañía de inteligencia comercial- reporta que entre abril y junio de 2018 Baja Agro International exportó vía marítima un total de 25 cargamentos, dos de los cuales fueron a China y representaron el 23% del valor total. Según el registro de exportación se trató de dos envíos de extracto pulverizado de yucca con un valor de 380 mil 736 dólares.
A pesar de que actualmente todavía no hay un uso masivo de la Yucca en China, es un producto que puede reducir el impacto medioambiental de la crianza de animales. China prohibió la producción e importación de antibióticos que promueven el crecimiento como medicamento veterinario en enero del 2020, lo cual crea una oportunidad de mercado para la yucca, que apoya el crecimiento y mejora la inmunidad animal de manera natural.
Sin embargo, mientras el robo perdure en México, esta opción más ambientalmente amigable, seguirá impactando a las comunidades indígenas que sufren a la merced de los grupos armados.
“No se puede detener el robo de la yucca”, lamenta Elías durante un recorrido por algunos de los ejidos -un grupo de tierras comunales que fue entregado por el gobierno a trabajadores del campo- que atraviesan el poblado Valle de la Trinidad donde crece la planta.
“Ya se terminaron las plantas de algunos ranchos y ahora vienen por las que quedan”, agrega.
Los dueños de la tierra en donde crecen cuentan con un permiso otorgado por el gobierno del estado y federal para la explotación sustentable de la planta, que consiste en poder cortar solo el 50% de las plantas que nacen de una sola raíz, con ello garantizan su permanencia. Lo recolectado es comercializado, con un valor de 450 dólares la tonelada.
Cada camioneta puede cargar entre 30 y 32 toneladas, explica Elías. Eso significa que en un solo viaje puede lograr alrededor de 15 mil dólares, y podría ser más si los pobladores contaran con más manos y más capital.
Los ladrones de yucca
Las personas que roban la planta vienen en grupos de tres o cuatro personas, llegan en sus camionetas y entran a las hectáreas desde diferentes sitios y, a punta de armas, arrancan las yuccas sin respetar la mitad de la isla de tallos, explica Cirilo Bañuelos comisariado del Ejido.
En julio pasado, recuerda Elías, la incertidumbre motivó a los dueños de las tierras a colocar un cerco a la entrada del ejido. Le colocaron un candado pero de nada sirvió—duraron más tiempo en instalarlo que los delincuentes en hallar otra entrada. Los mismos habitantes pensaron en turnarse por la noche para cuidar los ingresos pero tampoco sirvió.
En una ocasión, dice Cirilo, alcanzaron a ver una de las camionetas entrar. La siguieron. Al acercarse e intentar interceptarlos uno de ellos les apuntó con un arma larga y los dejaron irse con las plantas. Las camionetas en las que llegan son unidades con placas extranjeras, robadas.
Según Elías y Cirilo el problema del robo no es nuevo, pero desde los últimos dos años cuando aumentó el problema, decidieron seguir a los ladrones. Su rastreo los llevó hasta el Llano Colorado, un poblado a menos de 5 kilómetros del ejido donde habitan los kiliwas.
Desde ese poblado, explica Elías, los cargamentos se van hasta el área urbana de Ensenada en donde la tonelada es vendida entre los 150 y 250 dólares, a empresas que extraen la saponina, el componente activo de la planta, para exportarlo ya sea en líquido, tronco o en polvo al mejor postor: Estados Unidos, India, Arabia o China.
“Nosotros, los que cortamos legalmente y tenemos permisos”, asegura Elías, “sabemos que todo lo que sale del Valle de la Trinidad no puede ser legal porque prácticamente todos vendemos a una o dos empresas, no hay más, el resto deben abastecerse de otra manera”.
Para el delegado del Gobierno Federal en Baja California, Jesús Alejandro Ruiz Uribe, la manera en la que operan los grupos armados que roban y las empresas que compran el producto, es la misma del crimen organizado. No solo se trata de quién roba y quién compra, sino del alcance que tiene la mercancía y cómo las autoridades lo han permitido.
Bajo la complicidad de autoridades las empresas están llevando esta planta a otros países
Por ejemplo, explica Uribe, para que una empresa pueda comprar y exportar una especie como la Yucca debería contar con un permiso conocido como remisión forestal que otorga la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) para garantizar que las especies que comercializan fueron adquiridas bajo las normas ambientales mexicanas.
“Alguien no está haciendo su trabajo”, lamenta el funcionario, “bajo la complicidad de autoridades las empresas están llevando esta planta a otros países. Tienen más de 55 tipos de uso y por eso en lugares como China o la India (donde no crece) la compran en grandes cantidades para sus industrias ganaderas”.
El mes pasado durante la reunión de la Mesa Agraria (una especia de fiscalía agraria, integrada por dependencias federales como SEDATU, INPI, RAN) Ruiz Uribe y algunos de los afectados acordaron instalar un punto de revisión en Valle de la Trinidad entre los poblados que viven de la yucca, cuyo objetivo será inhibir el robo de la planta.
Pero mientras los habitantes de Valle de la Trinidad -afectados por el robo de su principal materia de sustento- esperan a que las autoridades frenen el robo, entre la misma comunidad mantienen guardias activas para evitar que no desaparezca la propia especie.