Naturaleza

‘La ventana de oportunidad para frenar la pérdida de biodiversidad se cierra un poco más cada día’

De cara a la COP16 en Colombia, la prestigiosa bióloga argentina Sandra Díaz explica a Dialogue Earth la necesidad de un cambio transformador para hacer frente a la pérdida de biodiversidad
<p>Dos monos ardilla en el municipio amazónico de Leticia, Colombia. El país sudamericano será la sede de la próxima cumbre de la ONU sobre biodiversidad en octubre (Imagen: Alamy / Karin Pezo)</p>

Dos monos ardilla en el municipio amazónico de Leticia, Colombia. El país sudamericano será la sede de la próxima cumbre de la ONU sobre biodiversidad en octubre (Imagen: Alamy / Karin Pezo)

Colombia será la sede de la conferencia de Naciones Unidas por la biodiversidad COP16 del 21 de octubre al 1ero de noviembre. En la ciudad suroccidental de Cali, 196 países buscarán avanzar en la implementación del acuerdo Kunming-Montreal, el cual contiene una serie de metas para el 2030 y el 2050 para frenar y revertir la pérdida de biodiversidad a nivel global.

El hecho de que la conferencia sea en América Latina y el Caribe es una oportunidad para resaltar la importancia de proteger su biodiversidad, con alrededor del 60% de la vida terrestre mundial y diversas especies marinas y de agua dulce. Sin embargo, según el informe Planeta Vivo de WWF, entre 1970 y 2018 las poblaciones de vida silvestre monitoreadas en toda la región disminuyeron en un promedio del 94%.

En 2019, otro informe sobre la naturaleza ofreció “el estudio más exhaustivo jamás realizado sobre la biodiversidad mundial”. Elaborado por la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés), su Informe de Evaluación Global fue obra de 455 autores que revisaron sistemáticamente 15.000 fuentes científicas y gubernamentales. La galardonada bióloga argentina Sandra Díaz fue una de los tres copresidentes del informe. Es investigadora principal del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal de la Universidad Nacional de Córdoba, y entre los logros de Díaz figura el establecimiento de la primera imagen cuantitativa global de la diversidad funcional esencial de las plantas vasculares.

Sandra Díaz en una zona con vegetación
La galardonada bióloga argentina Sandra Díaz habló con Dialogue Earth sobre la lentitud de los avances en los objetivos mundiales de biodiversidad y las esperanzas de cara a la COP16 (Imagen: Daniel Cáceres)

Para la bióloga, si bien los cambios de uso del suelo y las costas y la extracción de plantas y animales impulsan la pérdida de biodiversidad en la región, existen detrás de ellos causas de raíz, como demandas de consumidores y reglas de comercio internacional.

Díaz, distinguida por su trabajo con numerosos premios, conversó con Dialogue Earth sobre la “falta de decisión” para actuar sobre la protección de la biodiversidad y el lento avance de las metas globales. Sin embargo, resaltó que no pierde la esperanza para que aumente la ambición en el marco de la COP16 y finalmente se logre un cambio transformador.

Dialogue Earth: ¿Cuáles son los principales impulsores de la pérdida de biodiversidad, particularmente en América Latina?

Sandra Díaz: A nivel mundial y en los últimos 50 años aproximadamente, los principales impulsores, en orden decreciente de importancia, han sido los cambios en uso de la tierra y las costas, como el avance de la agricultura y los desarrollos de infraestructura costera, la extracción selectiva de plantas o animales, como la caza y la tala de madera, la contaminación y finalmente el cambio climático y las especies exóticas invasoras.

Este ranking cambia según las regiones; en América Latina, los principales son los cambios en el uso de la tierra y las costas y la extracción selectiva y los otros tres son comparativamente menos importantes. Esto lo mostramos en el Informe Mundial del IPBES y lo actualizamos en un artículo liderado por Pedro Jaureguiberry, de nuestro equipo de trabajo.

Dos trabajadores rocían pesticida en un campo verde de cultivos
Trabajadores rocían pesticidas en plantaciones de arroz cerca de la ciudad peruana de Tarapoto. El cambio de uso del suelo, por ejemplo mediante la expansión de la agricultura, es uno de los principales factores de pérdida de biodiversidad en América Latina (Imagen: Laura-Fee Wloka / Unidad de Planificación del Desarrollo, University College London, CC BY)

Es muy importante destacar que estos impulsores son directos, es decir, son los “ejecutores materiales”, las “pistolas humeantes” del deterioro de la naturaleza. Pero detrás de ellos hay causas de raíz que los impulsan, es decir los “autores intelectuales”. Estos son todos factores de tipo económico, social, cultural, institucional, político. Por ejemplo, demandas de consumidores, reglas de comercio internacional, regulaciones (o falta de regulación, más comúnmente) de lo que se puede o no se puede hacer con lo que se extrae y con los desechos, legislación ambiental, subsidios a ciertas industrias, y hasta prácticas cotidianas que la gente tiene internalizadas sin tener conciencia de lo dañinas que son para la naturaleza y su propia salud. Tratar de atajar los impulsores directos sin al mismo tiempo intentar revertir los impulsores de raíz es básicamente un parche temporario.

IPBES afirmó en su informe en 2019 que un millón de especies está en peligro de extinción. ¿Qué margen hay para frenar ese impacto? ¿Hay todavía una ventana de oportunidad?

Recalco que estarían amenazadas de extinción, no que inevitablemente estén condenadas. Cuántas realmente se extinguirán depende fuertemente de las decisiones que se tomen a nivel de cada una de las regiones donde viven esas especies y, por supuesto, a nivel multilateral. Esto es porque sabemos que una buena parte de las amenazas a la biodiversidad no son impulsadas por demandas locales sino internacionales. Estos fenómenos teleacoplados demandan soluciones relacionadas con las normas y regulaciones del comercio internacional y también la concientización de los consumidores.

La ventana de oportunidad siempre está, pero en la medida que no se tomen medidas transformadoras, se cierra un poquito más cada día.

¿Ves factible el cumplimiento de las metas del acuerdo Kunming-Montreal (GBF, por sus siglas en inglés) para proteger la biodiversidad? ¿Cómo se está avanzando?

Si tuviera que resumir en una palabra cómo se está avanzando, diría “lentamente”. A un ritmo que a quienes estamos en los aspectos científicos del tema nos resulta de a momentos exasperante, porque no es que no se tenga el conocimiento. Por supuesto que faltan de conocer muchas cosas, pero sabemos más que suficiente para poder actuar. Lo que falta es la decisión, sobre todo, valga la redundancia, la decisión de quienes tienen el mayor poder de decisión en las sociedades.

Previo a la conferencia de biodiversidad COP16 los gobiernos deberán presentar sus nuevos planes para proteger la biodiversidad. ¿Hay expectativa de subir el nivel de ambición? ¿Qué esperas encontrar en esos planes?

Si las cosas fueran a seguir en la misma trayectoria que la Cumbre de Kunming-Montreal [en 2022], diría que espero poco. El borrador que llegó a Montreal era excelente y poco a poco los países en las negociaciones le limaron muchos elementos realmente transformadores. No es que el Marco Global de Kunming-Montreal sea definitivamente malo; tiene muchas cosas buenas, como la inclusividad, el señalar los impulsores de raíz del deterioro de la naturaleza, etc. Pero tiene pocos “dientes”.

Pero no pierdo la esperanza de que ocurra alguno de estos “fenómenos no lineales” que a veces se dan y se aumente drásticamente el nivel de ambición. Sin ello, no es posible el cambio transformador que necesitamos.

El lema de la COP16, Paz con la Naturaleza, hace referencia a un conflicto entre los seres humanos y la naturaleza. ¿Coincides con ese diagnóstico?

No. Entiendo que el lema tiene que ser simple, cortito y que moleste lo menos posible a la mayor cantidad posible de actores. También entiendo que lo que intenta es contraponerse a la noción de “guerra”, en este momento tan tristemente en boga. Pero no creo que humanos-naturaleza sea una dicotomía, una división neta, o menos aún que la “naturaleza humana” y el “progreso” pasan inevitablemente por la destrucción del resto de lo vivo. Algunos modelos de apropiación son así, pero hay ejemplos de muchos modelos, pasados, actuales y factibles para un futuro, que enfatizan la interconexión, la coexistencia con el resto de lo vivo. Una coexistencia que no siempre es armónica, que plantea conflictos, como toda coexistencia.

¿Puede la COP al ser en América Latina resaltar la importancia de proteger la biodiversidad en la región?

Sin duda. Y sobre todo en Colombia, que tiene una excelente trayectoria en el estudio y la valoración de la biodiversidad, y en usarla, en el mejor sentido de la palabra, en su imagen pública.

El presidente de Colombia Gustavo Petro (centro) y la ministra de Medio Ambiente, Susana Muhamad, en un panel
El presidente colombiano Gustavo Petro (centro) junto a la ministra de Ambiente, Susana Muhamad (derecha), durante la Cumbre Amazónica del año pasado. La protección de la selva ha formado parte de la agenda del gobierno de Petro (Imagen: Cristian Garavito / Presidencia de Colombia, PDM)

¿Cuáles son los cambios más urgentes que se requieren para proteger la biodiversidad, especialmente de América Latina?

Si tuviera que resumir en una oración lo más urgente e importante, sería “dejar de dañar”. Como en medicina, hay muchas “curitas”, muchos analgésicos que es necesario aplicar en la emergencia, pero a largo plazo, lo único que realmente lleva a la recuperación es atacar las causas de raíz del problema. En este caso es el modelo dominante de apropiación de la naturaleza, que prioriza la ganancia máxima a corto plazo y sirve desproporcionadamente a los intereses de una minoría, en vez de priorizar el bien común, de los humanos y la intrincada red viva de la que depende nuestro bienestar.

El financiamiento para la protección de la biodiversidad es uno de los principales reclamos de los países en vías de desarrollo. ¿Qué elementos ves para abordarlo? ¿Es falta de dinero o redistribución de fondos, considerando lo que se gasta en subsidios dañinos a la naturaleza?

Una vez escuché a un personaje importante de la política de un país poderoso decir, en un momento de franqueza: “siempre hay suficiente dinero, el tema es en qué se decide usarlo”.

Creo que en esencia es así. Hay un compromiso de los países ricos de aportar 100 mil millones de dólares a cambio climático y 20 mil millones a biodiversidad, que (a) no ha sido cumplido y (b) queda enanizado si lo comparamos con los cientos de miles de millones que se vienen poniendo cada año en subsidios a actividades nocivas para el clima y la naturaleza, incluyendo los sectores de combustibles fósiles, agricultura industrial, pesca destructiva y minería sin salvaguardas apropiadas.

En este sentido el Marco Global Kunming-Montreal tiene una meta, la Meta 18 que se propone reducir, hacia 2030, los subsidios a actividades destructivas para la biodiversidad en 500 mil millones de dólares por año. Eso sí sería transformador si se logra. Más aún si ese dinero, además, se redirecciona a actividades que sean positivas.

En una palabra, plantar arbolitos y descubrir e implementar nuevas tecnologías es importante, hay que hacerlo, pero no van a alcanzar si simultáneamente no se desfavorecen las actividades que todos los días están haciendo un daño enorme a la naturaleza y al bienestar de millones de personas.