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China y América Latina: una relación transformada

Mientras que la influencia china crece en la región, Diálogo Chino se convierte en una lectura necesaria
<p>Presidentes Xi Jinping and Salvador Sánchez Cerén (image: <a class="owner-name truncate" title="Go to Presidencia El Salvador's photostream" href="https://www.flickr.com/photos/fotospresidencia_sv/45665856721" data-track="attributionNameClick">Presidencia El Salvador)</a></p>

Presidentes Xi Jinping and Salvador Sánchez Cerén (image: Presidencia El Salvador)

China obtuvo algunos notables triunfos en sus relaciones con América Latina y el Caribe durante el 2018. La primera señal llegó en Trinidad y Tobago en el mes de mayo, cuando países de toda la región abrazaron la iniciativa de la Franja y La Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), el programa de infraestructura y comercio mundial más importante de China. Al final del año, Bolivia, Antigua y Barbuda, Guyana, Uruguay, Costa Rica, Venezuela, Chile y Ecuador se sumaron al registro de países que habían firmado los acuerdos BRI, junto con El Salvador, que primero se vio obligado a cambiar su reconocimiento diplomático de Taiwán a la República Popular.

Cada nuevo suscriptor de la iniciativa, ya fuera grande o pequeño, recibió una cálida bienvenida a un proyecto que Beijing presentó como el plan de inversión y desarrollo que definiría el futuro de América Latina.

Es una transformación de las relaciones, tanto más notable por el hecho de que, durante los primeros cincuenta años de su existencia, la República Popular China (PRC) tuvo un escaso interés por América Latina, una región que los Estados Unidos definió como su área exclusiva de interés en la Doctrina Monroe.

La indiferencia era mutua. En 1960, el nuevo gobierno revolucionario en Cuba estableció relaciones diplomáticas con China, con la excepción de Chile (1970), la mayoría de los gobiernos latinoamericanos no reconocieron a la República Popular China hasta que el presidente Nixon visitara Beijing en 1972 y sostuviera que las alianzas del mundo estaban cambiando. Ese mismo año, Argentina y México reconocieron a la República Popular China, seguidos por Brasil en 1974 y Bolivia en 1985.

2001,

el primer año que un jefe de estado chino visitó a América Latina

Incluso entonces, el compromiso siguió siendo escaso, a pesar de la nueva política de reforma y apertura de Deng Xiaoping, lanzada a principios de la década de 1990, lo que ayudó a China a montar una ola de globalización que desencadenó la revolución industrial más grande y más rápida del mundo. Las industrias en expansión de China estaban deseosas de la energía y las materias primas de América Latina, pero no fue hasta el 2001 cuando un jefe de estado chino, el entonces presidente Jiang Zemin arribó a la región. A partir de ese año, las relaciones entre América Latina y China se han transformado. Para el 2010, China había desplazado a los Estados Unidos y se convirtió en el mayor socio comercial de América del Sur, así como el mayor inversor de la región. Hoy una serie de atractivos anuncios sobre megaproyectos de infraestructura incorporaron a América Latina en el marco de la visión del futuro global de China, a pesar de que muchos se han estancado y es poco probable que se lleven a cabo.

Existe una creciente evidencia en Washington de que los EE. UU.  intentarán forzar cada vez más una elección entre sus socios, es decir EE. UU. o China.

Tampoco se ha limitado el esfuerzo al comercio y al desarrollo: con la voluntad de crear una imagen positiva en la región, China también ha invertido mucho en las versiones en español y portugués de sus propios medios estatales y del Partido, y también en afianzar el vínculo con los socios locales. La historia contada por China es acerca de acuerdos en los que todos ganan y en la que prima el beneficio mutuo.

La realidad, inevitablemente, es más compleja.

Si bien muchos gobiernos están entusiasmados con la inversión prometida, no todos se han comprometido con el BRI. Argentina se negó a registrarse formalmente, a pesar de una reunión bilateral entre el presidente Xi y el presidente Macri en el marco de la cumbre del G20, realizada en noviembre en Buenos Aires. En el país vecino Brasil, el presidente recientemente electo Jair Bolsonaro posee un historial de retórica anti-chino, y la continua crisis en Venezuela ha aportado solidez a las advertencias de una serie de funcionarios estadounidenses sobre los inminentes peligros de la influencia de China y a lo que ellos llaman la “trampa de la deuda diplomática”. Existe una creciente evidencia en Washington de que los EE. UU.  intentarán forzar cada vez más una elección entre sus socios, es decir EE. UU. o China.

Presidentes Xi Jinping y Donald Trump (imagen: Shealah Craighead)

Mientras tanto, China continúa con sus propios esfuerzos diplomáticos: la Segunda Reunión Ministerial del Foro de China y la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) se celebró en Santiago, Chile, en enero. CELAC, el bloque regional formado en Venezuela en 2011 no incluye a EE. UU y tampoco a Canadá. Los ministros de los 31 países de América Latina y el Caribe y los jefes de cuatro organizaciones regionales e instituciones multilaterales, incluida la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas, escucharon al ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, insistir sobre los beneficios que aportaría el BRI.

En un contraste implícito con la hostilidad manifiesta del presidente Trump hacia todo al sur de la frontera entre Estados Unidos y México, y su proteccionismo bajo el lema de “América Primero”, Wang Yi prometió que, “China siempre mantendrá su compromiso en el camino del desarrollo pacífico y en la estrategia de apertura del beneficio mutuo y estar siempre dispuestos a compartir los dividendos de desarrollo con todos los países”.

Ya sea que esa promesa se cumpla o no, la transformación de las relaciones con China tiene implicaciones de gran alcance para la región, su población, sus recursos, su papel en la mitigación del clima, su crecimiento futuro y la distribución de los beneficios de ese crecimiento. Quedan muchas preguntas críticas sobre la naturaleza y el impacto de ese compromiso: ¿están las inversiones de China contribuyendo al desarrollo sostenible, o conducirán a la “re-primarización” de las economías en dificultades, matando a las industrias locales y acelerando las crisis ambientales, sociales y climáticas actuales? ¿Los préstamos de China se encuentran estructurados de manera sostenible o sus ambiciosas exportaciones de infraestructura provocarán una nueva crisis de deuda en la región? ¿Cómo afectarán en América Latina los problemas económicos de China, sus niveles de deuda interna y los impactos de la hostilidad comercial de los Estados Unidos, su capacidad para perseguir sus ambiciones? ¿El apetito de China por la soja continuará impulsando la destrucción de los bosques de América del Sur, y su apetito por los peces vaciará los mares de la región? ¿Y cómo la sociedad civil latinoamericana encontrará la forma para relacionarse con los actores chinos, dadas las barreras del idioma y las costumbres y la distancia que los separa?

El alcance de China ya se está siendo testeado como también los beneficios de algunas de las relaciones cuestionadas, cuando hoy la región enfrenta una nueva ronda de incertidumbres. La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha tenido repercusiones en los agronegocios de América del Sur; en México, el presidente recientemente electo orientado hacia la nacionalización de recursos, Andrés Manuel López Obrador, o AMLO, ha desafiado a la cleptocracia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y en Nicaragua, manifestantes rurales en contra del canal canalizaron todos sus esfuerzos detrás del levantamiento nacional en contra del gobierno. Mientras tanto, en Argentina, los críticos cuestionaron su modelo de exportación agrícola, ya que también han enfrentado una crisis económica.

 

Presidente Andrés Manuel López Obrador (imagen: MarioDelgadoSi)

En Colombia, una crisis ambiental del mes de mayo llegó a los titulares cuando se derrumbó la represa Hidroituango, financiada en parte por China, posicionando a las preocupaciones ambientales en la agenda por primera vez en una generación, mientras el país se preparaba para una elección presidencial en junio. En Perú, uno de los países de la región con la historia más larga en su compromiso con China, existen conflictos continuos sobre la administración china en el sector minero.

Este es un conjunto complejo y multifacético de relaciones en una región rica en diversidad. Es fundamental que se cuenten las historias de los atrapados en esta gran transformación, interrogar la propaganda oficial y los reclamos de los actores poderosos y que las voces de los afectados sean escuchadas. Diálogo Chino se dedica a informar, analizar y cubrir estos vitales problemas en su dinámico sitio web trilingüe (inglés, español y portugués).

En el próximo año, seguiremos el progreso del Acuerdo de Escazú, que busca proteger a los defensores ambientales, pero que ahora debe ser respaldado por los congresos nacionales. Evaluaremos el impacto que tendrá la nueva relación con China en las elecciones presidenciales en El Salvador en febrero de 2019 y, si existe la presión para levantar la prohibición general del país, de 2017, sobre la minería de metales. Al final del año, los argentinos emitirán su juicio sobre una presidencia que ha encontrado alternativas políticas limitadas por las duras condiciones impuestas por los préstamos chinos acordados por la administración anterior. Informaremos desde los bosques tropicales y los océanos sobre los impactos ecológicos en el marco de la relación con China y analizaremos los impactos climáticos, sociales y económicos no reportados de estas alianzas en rápida evolución.

En un discurso reciente que marca el 40 aniversario de la introducción tentativa de reformas que permitieron la integración política y económica de China con el resto del mundo, el Presidente Xi elogió el éxito de su país en haber aumentado su poder cultural e influencia internacional. Los medios de comunicación de todo el mundo ahora enfrentan un desafío para entender y contar la historia del ascenso de China de una forma objetiva. Nuestros artículos siguen siendo independientes, no partidistas y libres de propaganda. Las audiencias en América Latina y en todo el mundo demandan, y merecen, información confiable y precisa sobre los impactos de un mayor compromiso de la región con China. Diálogo Chino está en una posición única para brindarlos.