Las investigaciones publicadas hoy por los expertos en los Estados Unidos, Argentina y Perú revelaron el drástico alcance de los impactos sociales y medioambientales causados ante el aumento del comercio y las inversiones chinas en Latinoamérica durante la década pasada.
El estudio coordinado por la Iniciativa de Gobernanza Económica Global (GEGI, en inglés) concluye que la alta concentración de actividades chinas en los sectores latinoamericanos de la agricultura y extractivos instaló una pesada carga en los suministros de agua, aumentó la deforestación y las emisiones de gas invernadero (EGI) y está agravando las inquietudes locales sobre el uso de recursos y la creación de puestos de trabajo.
Pero el documento, titulado China en Latinoamérica: Lecciones para el Desarrollo sostenible y la cooperación sur-sur también resalta el potencial de cooperación con respecto a proyectos de energía renovable.
Y mientras las compañías chinas de minería, energía hidroeléctrica y vías férreas están imprimiendo una huella indeleble en los paisajes latinoamericanos, el documento señala que las empresas chinas no rinden necesariamente peor que otras firmas internacionales que operan en la región, a pesar de su relativa inexperiencia y menores niveles de regulación a nivel local a nivel local.
Latinoamérica: exportación de agua, importación de carbono
Desde que China lanzó su estrategia “de convertirse en global” hace sólo una década, los inversionistas chinos canalizaron más de US$ 120,000 millones hacia Latinoamérica, más que cualquier otro país o institución prestamista en el plano internacional. Los préstamos a Latinoamérica aumentaron más de 20% año a año desde 2005.
Estas inversiones, en su mayoría procedemtes de bancos con políticas lideradas por el estado de China, permiten la construcción de represas, rutas, puertos y minas que actúan como un “impulsor importante” en la degradación de un medio ambiente latinoamericano sensible, según el documento.
Las inversiones estimularon el crecimiento de una relación comercial generadora de algunos de los hallazgos más sorprendentes.
Alrededor de 100 billones de metros cúbicos de agua, casi el mismo volumen que el Lago Nicaragua, la reserva de agua dulce más grande en Centroamérica, estuvo incorporada en las exportaciones latinoamericanas a China tan sólo en 2012, reveló el documento. La cifra representa el triple de lo que se usó en la producción de commodities que dejaron el subcontinente en 2002.
Los altos precios de los commodities en los años 2000 impulsados por el rápido crecimiento de China llevó a muchos países latinoamericanos a priorizar las exportaciones de productos primarios. Los ingresos lucrativos como petróleo, gas, cobre y soya aliviaron el saldo de los problemas de pago e incluso permitieron que algunos países acumularan excedentes. Pero en estos momentos, este mismo factor colocó a la región en un rumbo peligroso a nivel medioambiental.
Latinoamérica ha duplicado sus exportaciones agrícolas en la última década. La seguridad alimentaria es para China una prioridad, ya que busca cubrir las necesidades alimentarias de su población cada vez más carnívora y la soya brasilera y argentina, trituradas hasta convertirse en harina de soya, son fuentes de alimentos ampliamente utilizados para la ganadería china.
Brasil, que se ha visto invadido por sequías en años recientes, exporta alrededor del 82% de sus frijoles de soya a China, unos 32 millones de toneladas métricas cada año. Pero el cultivo de cultivos industriales significó una carga en los escasos recursos hídricos y hoy los agricultores están usando métodos cada vez más intensivos, como cultivos genéticamente modificados y pesticidas químicos más potentes.
A pesar de cierta resistencia del público, China levantó las restricciones a las importaciones de alimentos genéticamente modificados en 2013 y las adquisiciones de soya genéticamente modificada de Brasil aumentaron como resultado de esta medida. Las regulaciones de seguridad alimentaria están desacelerándose del lado de la demanda y la participación aumentada del PBI generada por los sectores agrícola y de hidrocarburos de Latinoamérica está además empoderando a sus grandes negocios y los ministerios ‘sucios’, instándolos a disminuir las protecciones sociales y medioambientales en busca de retornos más altos.
Entre 2009 y 2013, las industrias extractivas representaban el 56% de todas las exportaciones latinoamericanas a China, en comparación al escaso 25% generado entre 1999 y 2003. En general, las exportaciones de minerales y metales de Latinoamérica han aumentado del 22% al 33% durante los últimos períodos respectivos, señala la investigación.
Pero mientras que las industrias primarias producen una gran cantidad de carbono y requieren de bastante agua, la cantidad de EGI emitida por Latinoamérica al ingresar los productos al mercado chino sólo representa cantidades que rondan la mitad de las emisiones integradas en los productos que China envía a Latinoamérica.
Ni los consumidores mexicanos o bolivianos respirarán dióxido de carbono u otros vapores tóxicos producidos por las fábricas de plástico de Xiamen que abastecen a sus mercados. Pero la gente local sí lo hará. Y la alta producción de carbono de las exportaciones chinas para Latinoamérica es un tema preocupante para el mundo entero.
Al mismo tiempo, importar los productos fabricados en China ha tenido un impacto negativo en la manufactura latinoamericana. No solamente ha disminuido la participación de actividades de mayor valor agregado en los últimos 10 años, sino que esto podría generar conflictos sociales dada la limitada creación de puestos de trabajo en los sectores primarios, en comparación con la manufactura.
Impactos sociales
El informe detalla cómo los sectores que producen exportaciones para el mercado chino estaban empleando a un tercio menos de personas en Latinoamérica de 2012 que en 2002 por cada US$ 1 millón en exportaciones. Como resultado, disminuyó el número de puestos de trabajo por cada $US 1 millón en la actividad económica en general.
La creación de puestos de trabajo es una preocupación constante para los latinoamericanos preocupados sobre el hecho que las escasas fuentes de empleo que se crean, están reservadas para los trabajadores chinos.
En Brasil, las compañías extranjeras son incapaces de emplear a trabajadores extranjeros si es que hay trabajadores locales disponibles. Pero el congreso de Brasil recientemente ha sometido a discusión una serie de reformas laborales controversiales que facilitarían muchísimo a las compañías que operan en Brasil poder subcontratar trabajadores.
En Argentina, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tuvo que apaciguar los temores señalando que la mayoría de los puestos de trabajo en la construcción de dos plantas nuevas de energía nuclear no se harán a través de la Corporación Nuclear Nacional de China (CNNC), siendo el contratista el que suministre los reactores y la tecnología nuclear.
Sin embargo, no todos los impactos sociales han sido negativos.
La compañía china Chinalco reubicó un pueblo entero de 5,000 habitantes del montañoso pueblo de Morococha en Perú, el cual estaba sufriendo las consecuencias de una minería de cobre mal regulada. Entonces, para no exacerbar la contaminación y los desechos tóxicos, Chinalco construyó un nuevo y reluciente pueblo con sistemas de sanidad apropiados, una escuela y un hospital.
Potencial de bajo carbono
El informe señala que China, al producir paneles solares fotovoltaicos ha contribuido a una participación incrementada de energías renovables en la mezcla de energías de Chile. Más de la mitad de los nuevos proyectos eléctricos de 10,000MW en el país son solares.
De forma similar, los fabricantes de turbinas de viento chinos han adquirido operadores de energía eólica de origen brasilero que les permite comprometerse para para añadir capacidad vital a una red nacional que ya no puede garantizar la producción de energía hidroeléctrica debido a las sequías.
Además, el documento argumenta la posibilidad de desarrollar alianzas de bajo carbono en otras áreas, como la creación de ciudades sostenibles que equivale a una proporción sustancial de las emisiones de gas invernadero de un país.
Las investigaciones en China y Latinoamérica pueden dar pie a ciertas estadísticas preocupantes. Pero China está entrando en confianza en la región y su proceso de aprendizaje es crucial para estos dos nuevos socios si van a empezar su búsqueda de rutas de desarrollo más sostenibles.