Una situación política ya volátil en Venezuela escaló más después de el líder de la oposición Juan Guaidó se declaró presidente interino del país suramericano. La movida de Guaidó, que era el líder de la Asamblea Nacional cuando su poder legislativo fue trasladado en 2017 a un Tribunal de Justicia Supremo lleno de legisladores leales al presidente Nicolás Maduro, ha incrementado el grado de agitación doméstica y las divisiones internacionales.
Como cabeza de esa legislatura, Estados Unidos, Canadá y economías importantes de América Latina como Brasil, Argentina, Colombia, Perú y Chile ya reconocieron a Guaidó como el líder legítimo de Venezuela. Mientras tanto, Rusia condenó lo que llamó un intento de hacerse con el poder, y otros países como México, Uruguay y Alemania están subrayando la necesidad de una negociación política pacífica que pueda desembocar en elecciones nuevas.
USD $ 60 mil millones
los préstamos que le ha ortorgado China a Venezuela
Uno de los países más comprometidos en Venezuela es China, que le ha otorgado préstamos por más de 60 mil millones de dólares desde el comienzo de siglo. En juego, según los chinos y otros países que respaldan al gobierno, está la soberanía nacional del país y una gobernanza libre de interferencias foráneas.
En un característico pronunciamiento que no compromete una posición, Hua Chunying, vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores, dijo: “Llamamos a todos los actores involucrados a mantener la calma y ser racionales, y a buscar una solución política enmarcada en la Constitución venezolana a través del diálogo pacífico. China respalda los esfuerzos del gobierno de Venezuela para salvaguardar la soberanía nacional, la independencia y la estabilidad del país. China siempre ha respetado el principio de no ingerencia y objeta a la intervención externa en los asuntos internos de Venezuela”.
China ha respaldado a Venezuela política y económicamente a lo largo de su descenso lento hacia una compleja crisis humanitaria y otra financiera. Pero la negativa de Beijing de reconocer el rol que han jugado sus préstamos y su respaldo diplomático en el deterioro de la situación en Venezuela deja varias lecciones valiosas que sus tomadores de decisiones y aliados internacionales no deberían ignorar.
Crónica de una crisis anunciada
En la primavera de 2012, el mayor grupo de académicos chinos especializados en América Latina, del Instituto de Estudios Latinoamericanos con sede en Beijing (ILAS, parte de la Academia China de Ciencias Sociales), me invitó dar una charla sobre el riesgo político en América Latina. La elección del tema fue particularmente intrigante debido a la creciente ansiedad sobre la “Primavera Árabe” y las amenazas que representaba para los intereses comerciales de China en regiones como África y Oriente Medio. Casi al mismo tiempo, la rápida expansión de China con relación al petróleo, las finanzas y las relaciones diplomáticas con el venezolano Hugo Chávez, despertaron la curiosidad de algunos de los formuladores de políticas y expertos chinos. Aunque en un país rico en petróleo. el riesgo político era algo nuevo para mí, elegí exponer el tema.
A partir de la ascendente polarización social y política hasta la politización y la mala gestión del sector petrolero y la preocupación creciente por la salud de Chávez, quedó claro que Venezuela presentaba riesgos políticos más formidables para cualquier inversor o prestamista, incluida China, que cualquier otro país del hemisferio occidental. Sin embargo, aunque reconocieron las tendencias preocupantes en Venezuela, los investigadores de ILAS sintieron finalmente, que los intereses económicos y diplomáticos de China no se verían afectados negativamente. Razonaron que Venezuela, tenía mucho petróleo y China necesitaba mucho petróleo. China también tenía mucho dinero para poder pagarlo.
Avancemos unos seis años con el ungido sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, apenas dos semanas después de un segundo período muy disputado y una profunda crisis económica y humanitaria que se apoderó del país. La cuestión de cómo China debe entender y gestionar el riesgo político en Venezuela se ha convertido en una de las mayores preguntas, aunque frecuentemente ignorada, en la relación de China con América Latina y en sus esfuerzos más amplios por ser considerados como socios de desarrollo en todo el mundo.
La relación es uno de los superlativos; Venezuela tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo, China es el mayor importador de petróleo del mundo, China le ha prestado más dinero a Venezuela que cualquier otro país del mundo. Se ha caracterizado por personalidades carismáticas, al menos del lado venezolano. Pero, desde hace mucho tiempo se ha convertido en una debacle. La profundización de la crisis ha atraído titulares y preocupaciones a nivel global. Sin embargo, China no ha reconocido su papel ni sus intereses en la crisis venezolana, ni tampoco ha tratado de abordar la difícil situación de uno de sus aliados más cercanos en las Américas.
¿Cómo surgió esta relación disfuncional? ¿Qué nos dice sobre los vínculos de China con América Latina y sus esfuerzos aún más destacados para estimular el desarrollo mundial y la cooperación Sur-Sur?
Una tormenta perfecta
En la superficie, la relación China-Venezuela encaja en el patrón más amplio de comercio, inversión y vínculos financieros basados en materias primas con América del Sur durante la primera década del siglo XXI. El auge de las commodities liderado por China aproximadamente desde el 2003 al 2013, signó el comienzo de nuevos flujos comerciales masivos de productos agrícolas (soja), minería (cobre y mineral de hierro) y energía (petróleo) de Sudamérica a China. Rápidamente se convirtió en el socio comercial número uno para países como Brasil, Chile y Perú. Venezuela, con las reservas de petróleo más grandes del mundo parecía ser el socio perfecto para el mayor importador de petróleo crudo a nivel global.
A pesar de que Venezuela ha descendido a la crisis, al menos oficialmente China permaneció enfatizando la “complementariedad” natural de la relación, un lastre estabilizador en medio de la tormenta. Sin embargo, desde el principio, la relación China-Venezuela se ha destacado entre todos los vínculos de China con los países ricos en commodities, no solo en América del Sur sino en todo el mundo. Chávez y el “súper banco” de China, el Banco de Desarrollo de China (BDC), crearon juntos una asociación diplomática de préstamos para el petróleo con el objetivo de exhibir las posibilidades de la cooperación Sur-Sur, promovida por el surgimiento de China como un actor global. Pero en cambio, esta es una historia que sirve como una advertencia de arrogancia y consecuencias no deseadas.
¿Sabías que…?
Chávez acordó préstamos por 40 mil millones de dólares a cambio de petróleo
En Venezuela, Chávez vio a China como un socio crucial en los esfuerzos por controlar los abundantes suministros de petróleo de la nación e implementar agendas radicales de política nacional e internacional. No solo la expansión de las exportaciones a China se ajustó a la retórica de Chávez basada en diversificar la dependencia de las exportaciones en los EE. UU., sino que los acuerdos masivos de préstamos para el petróleo con el BDC (USD $ 40 mil millones recibidos antes de su muerte en el 2013) proporcionaron un suministro constante de recursos económicos y políticos, siendo fondos canjeables que ningún otro acreedor internacional proporcionaría o podría proporcionar. Al enfatizar la buena fe socialista y revolucionaria de China (desvanecida o imaginada, tal como parezca), Chávez también encontró un socio conveniente, aunque reticente, en su agenda revolucionaria bolivariana en su país y en el exterior.
la relación China-Venezuela se ha vuelto completamente disfuncional para los gobiernos, las empresas y los ciudadanos de ambos países
Del lado chino, hubo otra relación comercial y de inversiones, que en gran medida fue muy práctica, con un país sudamericano rico en commodities que pronto se convirtió en algo muy diferente. En lugar de comprar petróleo venezolano como lo ha hecho India, el CDB estatal de China estableció una serie de acuerdos multimillonarios de préstamos por petróleo. Estos préstamos siguen constituyendo el mayor desembolso financiero de China a cualquier otro país.
Parte del entusiasmo del CDB por financiar a Venezuela durante los años de liderazgo de Chen Yuan, el aparentemente intocable presidente y descendiente del Partido Comunista Chino, se explica al tratar de establecer sus credenciales como el principal financista de China en los acuerdos energéticos mundiales. No fue una coincidencia que los préstamos más grandes, incluyendo uno por USD $ 20 mil millones en 2010, se produjeran a medida que enormes fuentes nuevas de liquidez surgieran en torno al sistema financiero chino en respuesta a la crisis financiera mundial.
Chávez y el CDB se convencieron de que era una asociación económica y políticamente astuta y viable. Pero incluso en el 2012, una sensación creciente de inquietud sobre Venezuela se extendió en Beijing, incluidas las preocupaciones sobre la mala salud de Hugo Chávez. Chávez murió en el 2014 y fue reemplazado por un líder en el que China tenía mucha menos confianza. Sumado a eso, el precio global del petróleo se había desplomado. Lo que siguió fue un desastre para el pueblo venezolano y también socavó todos los elementos del interés chino en la relación.
La casi completa fusión de la producción petrolera de Venezuela significa que su gobierno no ha podido cumplir con los términos originales de los préstamos por más de USD $ 60 mil millones. Ha habido un incumplimiento de facto y se produjeron menos envíos de petróleo de los que habían sido acordados a China. La situación fue peor aún, la crisis de la producción petrolera de Venezuela ha contribuido a un alza en los precios globales, aumentando el total de la factura de importación de petróleo de China. Desde casi todos los ángulos posibles, la relación China-Venezuela se ha vuelto completamente disfuncional para los gobiernos, las empresas y los ciudadanos de ambos países.
Lecciones más amplias
Como era de esperar, ni las autoridades chinas ni las venezolanas reconocen públicamente que su relación no ha cumplido con las altas expectativas establecidas desde hace más de una década. China ha reducido drásticamente el alcance de sus préstamos en los últimos años, pero ante cada nueva señal de un nuevo descenso en la crisis venezolana, los líderes de la política exterior de China hacen declaraciones basadas en sus esperanzas de “estabilidad” en Venezuela. China se ha negado a desempeñar un rol público en los esfuerzos regionales de América Latina, como lo ha hecho través del Grupo de Lima, para ayudar a Venezuela a encontrar un camino más sostenible. China se ha lavado las manos de la crisis, la cual primero facilitó y luego falló en ayudar a resolverla.
Más allá de lo que ha fracasado en los lazos entre China y Venezuela, su relación tiene implicaciones más amplias y, con frecuencia, poco apreciadas. Está claro que Venezuela sigue siendo un importante caso testigo sobre cómo los investigadores chinos, así como los funcionarios gubernamentales y empresariales, entienden o malinterpretan el riesgo político en América Latina y más allá. Existía una fuerte creencia en China de que los vínculos complementarios basados en el petróleo, sustentados en vínculos aparentemente inquebrantables entre el líder supremo de Venezuela y uno de los campeones de la banca estatal de China, no podían descarrilarse. Ambas partes creían que, a través de acuerdos de préstamos por petróleo, China garantizaría los flujos de petróleo como así también los reembolsos de préstamos, mientras se mantendría inmune a cualquier vicisitud de la economía o la política venezolana.
Todas estas suposiciones se han volcado en Venezuela. Sin embargo, China ha tomado decisiones similares al apoyar a otros países en desarrollo ricos en recursos en África y Asia. Es difícil encontrar otro equivalente a la Venezuela de Chávez, pero el Zimbabwe de Mugabe o la Camboya de Hun Sen ofrecen circunstancias paralelas. La deuda masiva que conformó esta relación, basada en la deuda que China construyó con Venezuela, es una señal de advertencia para los deudores y los prestamistas, ya que China busca extender su plan de infraestructura la Franja y la Ruta.
Pensamientos finales
En los más de seis años que han transcurrido desde esa presentación original de ILAS, he estado escribiendo, hablando y enseñando sobre el choque de trenes a cámara lenta que han constituido las relaciones entre China y Venezuela. Ciertamente, los Estados Unidos han cometido errores más graves en América Latina y en otros lugares, pero algo debe cambiar. Como un país que está trabajando para mejorar la gobernanza climática tanto a nivel nacional como en el extranjero, China debe comprometerse con Venezuela para pensar formas innovadoras de desarrollar los recursos petroleros del país de manera sostenible. Dado el creciente papel de China como un importante prestamista de energía e infraestructura, se requiere un reconocimiento más honesto de su experiencia en Venezuela.
Al haber reflexionado en años de investigación y escritura sobre China y Venezuela y de enseñar en una universidad china (dejé la Universidad de Tsinghua el verano pasado), creo que a pesar de que he aportado lo que consideré una visión constructivamente crítica, ni una sola vez fui desafiado directa o indirectamente. De hecho, todo lo contrario, incluso en conferencias de expertos, entrevistas con los medios de comunicación y otros foros. Esto puede ser una sorpresa, dada la merecida reputación de China por su sensibilidad a las críticas sobre su política exterior o por la falta de libertad intelectual en las instituciones públicas.
Aunque escucharon educadamente, la política exterior china y sus funcionarios bancarios deberían adoptar un enfoque más sensible y empático hacia América Latina y otras regiones en desarrollo. Solo entonces, podrían evitar los mismos errores que han cometido otras potencias globales.
Esta es una versión actualizada de un artículo originalmente publicado en ReVista, la Revista de Harvard sobre América Latina. Fue reeditada aquí con el correspondiente permiso.