El huracán que se desató en Venezuela a inicios de este año parecía que iba a mover los cimientos del país en una nueva oleada definitiva. Hubo un movimiento internacional que dividió al mundo en dos bloques: los que se ponían del lado del opositor Juan Guaidó y los que daban su respaldo al presidente Nicolás Maduro. En este escenario de blanco y negro, una pieza fundamental se ha mantenido dentro los matices grises: China.
Es, junto con Rusia, el principal sostén económico del chavismo desde hace más de una década. Pero la deuda de 20.000 millones de dólares que tiene Venezuela según cálculos del Ministerio de Comercio chino, junto con su actual incapacidad para afrontar los pagos y la balanza política tambaleándose hacia un futuro incierto, han hecho que Beijing guarde prudencia y evite tomar posturas políticas claras.
Eso ha llevado a muchos a preguntarse si el gobierno chino apoya a Maduro o a Guaidó. O si, como varios venezolanos que han seguido el tema económico sienten, China está jugando a dos bandas.
El mundo frente a una nueva crisis política
En enero de 2019, el poco conocido Juan Guaidó sacudió de nuevo la alfombra de la política venezolana cuando se auto-proclamó presidente. La oposición había declarado a Nicolás Maduro como “usurpador” cuando juró como presidente el 10 de enero en unas elecciones que habían tenido con buena parte de la oposición inhabilitada o ausente, denuncias de fraude e ilegitimidad y el desconocimiento de buena parte de la comunidad internacional. Bajo el paraguas de tres artículos de la Constitución, Guaidó se auto proclamó presidente encargado del país con una hoja de ruta: “cese de la usurpación (de Maduro), gobierno de transición, elecciones libres”.
Países como Rusia, Turquía y Cuba se pusieron de lado de Maduro enseguida. Diez países de América Latina, Estados Unidos, Canadá y más de la mitad de la Unión Europea –incluyendo a España, Alemania, Reino Unido y Francia- reconocieron a Guaidó.
Beijing, en cambio, emitió una declaración más ambigua. “China apoya los esfuerzos realizados por el gobierno de Venezuela para mantener la soberanía, la independencia y la estabilidad nacional”, dijo Hua Chunying, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores.
67 mil
millones de dólares es la inversión estimada de China en Venezuela
En la práctica, optó por el pragmatismo, guiado por su histórica defensa del principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países y sin perder de vista que tomar cualquier bando podría arriesgar sus inversiones.
“China viene de ser uno de los interlocutores políticos y socios económicos internacionales más cultivados por el régimen venezolano, con la idea, bajo Chávez y bajo Maduro, no simplemente de contrarrestar la influencia de Estados Unidos sino de confrontarla”, explica la internacionalista Elsa Cardozo, investigadora de la Universidad Simón Bolívar y la Universidad Católica Andrés Bello.
Ana Milagros Parra, politóloga y jefa del departamento de análisis estratégico de riesgos de la firma de consultoría legal IurisCorp, sostiene también esta teoría y dice que la cooperación entre ambos países ocurrió cuando Venezuela “buscaba un apoyo diplomático en contraposición. Y China lo tiene, además con asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU”.
A la vez, en la década pasada, justo cuando se elevaron los precios de los commodities –incluido el petrólero– China comenzó a buscar proveedores confiables. Se convirtió así en el segundo mercado más importante para Venezuela. En 2006 comenzaron los préstamos de lo que se conoce popularmente como el “Fondo Chino”: inversiones para construcciones, vivienda o proyectos de energía cuyo monto se desconoce realmente, pero que los distintos economistas entrevistados para este artículo y y otros expertos sobre el tema en Venezuela estiman ronda los 67 mil millones de dólares.
“La diplomacia china en América Latina se traduce en inversión. A principios de este año, el monto en toda la zona estaba en 140 mil millones de dólares. La mayoría, cerca de 67 mil millones, en Venezuela”, explica Rafael Álvarez Loscher, abogado y socio fundador de IurisCorp.
Esa relación económica y política continuó profundizándose, incluso cuando la crisis humanitaria en Venezuela había recrudecido. En diciembre de 2017, el gobierno de Maduro se unió a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, en sus siglas en inglés), la política bandera de China para aumentar su inversión en el extranjero y ampliar sus redes de influencia.
Los préstamos de China se convirtieron en una opción atractiva para muchos gobiernos latinoamericanos, que no tenían acceso a otros prestamistas como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional o no estaban dispuestos a cumplir con reformas económicas como las que muchas veces vienen asociados a éstos.
“Esto incentivó muy malas políticas, políticas de consumo en vez de inversión. En Venezuela esos reales se los rumbearon y ahora toca pagar las deudas”, dice Guillermo Arcay, economista e integrante de la consultora Ecoanalítica.
Las vacas flacas
Entre 2014 y 2015, coincidiendo ya con la primera presidencia de Maduro, el precio del petróleo cayó drásticamente, Venezuela tuvo problemas para pagar la deuda y debió duplicar la cantidad de petróleo que enviaba a China. A la vez, la producción nacional cayó de modo abrupto. La deuda creció y China incluso la renegoció en varias ocasiones.
“Por dos años nos dio un periodo de gracia, le ha dado ayuda a Maduro, pero eso ya se acabó. Los pagos programados son mayores a 20 mil millones”, dice Arcay.
“La paciencia de los chinos empieza a agotarse después de prórrogas y la relación cada vez es más distante. Traen a asesores, sugieren cambios en la estructura económica venezolana, pero el gobierno no les hace caso. Y empiezan a poner la condiciones que no habían puesto cuando Venezuela tenía superávit y estabilidad política y económica”, dice el economista Manuel Sutherland, director del Centro de Investigación y Formación Obrera (CIFO) en Caracas.
El golpe político de Guaidó trajo consigo el golpe económico de su principal aliado, Estados Unidos. Desde la administración de Barack Obama, Estados Unidos había impuesto sanciones individuales a personas relacionadas con el gobierno de Maduro, pero fue Donald Trump quien le dio un golpe a la gallina de los huevos de oro: PDVSA, la petrolera estatal. Prohibió las transacciones con ésta.
En una reunión con su homólogo venezolano Jorge Arreaza el 16 de enero, el ministro de Relaciones Exteriores chino Wang Yi dijo que las sanciones eran impopulares. También dijo que la Doctrina Monroe, una histórica política estadounidense de advertencia contra la intervención de potencias extranjeras en el Hemisferio Occidental, pero que según críticos fue utilizada como una herramienta para su propio dominio de la región, era obsoleta. Wang añadió que China “apoya firmemente” la soberanía de Venezuela.
En su reacción política y diplomática, China ha optado por la vía de declaraciones no tan contundentes, siguiendo su costumbre de vieja data de no inmiscuirse en los asuntos internos de otros países. Ma Zhaoxu, embajador ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, declaraba que “China se opone a la intervención militar en Venezuela y se opone al uso de la llamada cuestión humanitaria para lograr fines políticos”.
Sin embargo, otras acciones han mostrado un respaldo político más claro. En octubre de este año Venezuela decidió postularse para ocupar un escaño entre los 47 países del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Tanto Brasil como Cuba acababan su periodo de dos años como parte del bloque latinoamericano (que tiene 8 sillones, con periodos intercalados), pero el segundo decidió no solicitar su renovación.
Eso dejó sola a Venezuela en buscar ese escaño. A dos semanas de la votación, Costa Rica presentó su candidatura, que sobre el papel pintaba fuerte por ser uno de los países de mejores indicadores en derechos humanos en la región, muy activo diplomáticamente en los acuerdos climáticos globales y sede de instituciones como la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
La votación, sin embargo, favoreció al gobierno de Maduro. Con 105 votos a favor, incluyendo los de Rusia, Cuba y los miembros del Movimiento de Países no Alineados, Venezuela derrotó a Costa Rica. Beijing también respaldó su aspiración.
A eso se suma que siguen existiendo espacios de interacción política visibles: Maduro hizo su última visita de Estado a Beijing en septiembre de 2018 y funcionarios suyos como el Ministro de Defensa Vladimir Padrino López han estado en eventos como el Foro de Seguridad de Xianshang.
En el terreno económico, en cambio, China ha preferido la cautela. “Se ha hecho mucho ruido con unos acuerdos en agricultura y pesca recientes, pero a la vez está el no otorgamiento de nuevos préstamos y las dificultades de pago de deuda con petróleo por la pérdida de capacidad de producción y por efecto de las sanciones. Sin hacer mucho ruido, el gobierno chino protege sus intereses y exige cada vez más garantías y mejores condiciones en cada trato”, dice la internacionalista Elsa Cardozo.
Aunque el gobierno chino se ha mostrado reacio a tomar una postura clara en la crisis política venezolana, sus diplomáticos retirados muestran que no creen que se vaya a resolver en un futuro próximo.
Aunque cambie el régimen en Venezuela, los problemas básicos de la vida de la gente seguirán siendo difíciles de resolver
“Se espera que el desorden en América Latina continúe extendiéndose este año. Maduro propuso la celebración de elecciones parlamentarias, destinadas a intentar derrotar a la oposición. Sin embargo, el sustento de Venezuela sigue pareciendo difícil de resolver”, escribió Yang Chengxu, un diplomático chino retirado y ex jefe del Instituto Chino de Estudios Internacionales (CIIS) gubernamental, en el diario Jiefang Daily del gobierno de Shanghai. “América Latina está llena de incertidumbre ahora. La causa principal es la creciente brecha entre ricos y pobres y la economía ralentizada. Aunque cambie el régimen, los problemas básicos de la vida de la gente seguirán siendo difíciles de resolver”.
Wang Zhen, ex embajador chino en Venezuela, dijo al sitio de noticias iFeng que la cooperación se ha llevado a cabo con dos estados soberanos, no con los gobiernos de Chávez o Maduro. Escribiendo en el Beijing Daily gubernamental, Wang, quien también es investigador de la Fundación China para Estudios Internacionales y Estratégicos (CFIIS), sugirió que la oposición está perdiendo impulso. Mientras que Maduro ha logrado mantener a los militares al margen, Guaidó no tiene logros que mostrar un año después de declararse presidente. Tampoco ha logrado reunir el apoyo del público, que podría disminuir gradualmente, escribió Wang. El ex diplomático también predice que los asuntos internos de Venezuela se resolverán eventualmente, aunque no explica cómo.
Sobre el tema petrolero, Guillermo Arcay cuenta que hubo reuniones del Gobierno chino con sus empresas estatales que tienen operaciones en el país. “La línea era que se evitaran las relaciones con el petróleo venezolano. Las inversiones en Venezuela eran cada vez menos rentables. Así que han decidido ahorrarse un problema con Estados Unidos y alejarse del fuego lo más posible. Su relación con ellos vale más que lo que puedan ganar en el corto plazo aquí”, dice.
Unipec, brazo comercial de la petrolera china Sinopec, vetó el uso de embarcaciones que tuvieran algún nexo con los flujos de petróleo desde Venezuela. A la vez, China Huanqiu Contracting and Engineering Corporation, (HQC), filial de la mayor energética de China – China National Petroleum Corporation (CNPC)- y principal contratista petrolero del país asiático en Venezuela, terminó los acuerdos con sus proveedores locales. La decisión se tomó, según el portal económico Bloomberg, debido a la falta de pagos y a la “situación extremadamente difícil de este proyecto”.
El portal venezolano Analítica publicó en septiembre una carta de HQC a Sinovensa, la empresa local ubicada en la Faja Petrolífera del Orinoco y de capital mixto con el 51% de Pdvsa y el 49% de la estatal china CNPC. En la carta explican que “después de mucho tiempo esperando el pago pendiente, con una gran presión por falta de flujo de caja e intereses de capital, lamentablemente nos vemos obligados a emitir esta notificación para suspender el contrato”.
En cualquier caso, parece que China no está planeando abandonar el negocio petrolero en Venezuela. O por lo menos se ha esforzado por demostrar que tiene relaciones estrechas, como lo demuestra el anuncio en agosto pasado de una inversión conjunta entre compañías petroleras de ambos países para impulsar la producción.
Devaneos con la oposición
Mientras tanto, la oposición a Maduro intentaba acercarse a China.
En mayo, Juan Guaidó decía que había recibido un comunicado de China sobre una posible solución a la crisis venezolana. Lo hacía, dijo el líder opositor, a través del Grupo Internacional de Contacto, el conjunto de países latinoamericanos bajo el paraguas de la Unión Europea que buscan una salida democrática para Venezuela mediante el diálogo entre ambas partes, oposición y chavismo.
En octubre, apenas unos días después de que Maduro lograra un asiento en el Consejo de Derechos Humanos, la representante diplomática de Guaidó en Brasil, María Teresa Belandria, decía que el líder de la oposición mantenía contactos con las delegaciones china y rusa.
“Ellos han enviado varios grupos de diplomáticos a hablar y también hemos tenido contacto con la delegación rusa, sobre todo en Brasilia”, declaró Belandria durante un evento en Sao Paulo. Explicó que se trataría de contactos exploratorios y que el interés de su equipo es que tanto Rusia como China sean “facilitadores del procesos de transición democrática”.
Aunque no hay certezas sobre esto, todos apuntan que es posible que haya habido reuniones, un tanteo del terreno en caso de que el poder cambie de facto en Venezuela.
“Les conviene que haya una transición ordenada, asegurar sus inversiones y que todo lo que han hecho se conserve en el próximo gobierno”, dice la politóloga Ana Milagros Parra.
“China es el mayor comprador de productos energéticos, Venezuela es el país con la mayor reserva petrolera del mundo. Hay una relación natural que no tiene sentido romper. Si hay transición política, hay un interés de China en mantener una relación netamente financiera, y del lado de la oposición no hay razones para repudiar los fondos de China”, dice Guillermo Arcay.
Las inversiones en Venezuela eran cada vez menos rentables. Así que han decidido ahorrarse un problema con Estados Unidos y alejarse del fuego lo más posible
“Cuando se tiene dinero, puedes apostar a todas las opciones y ver en el camino qué pasa y cómo se van perfilando las cosas para tomar su decisión en el momento que corresponda. Son pacientes”, cree Álvarez Loscher.
China –observan los economistas e investigadores venezolanos- parecer no tener prisa ni cree en “años decisivos”, como parecía que éste iba a serlo en Venezuela. La única bandera, observan ellos, parece ser la suya propia de preservar sus intereses económicos y aferrarse a su pragmatismo.
Como dice Elsa Cardozo, “no parece que China tenga voluntad de hundir ni de ser el salvador. Tampoco es un actor dispuesto a promover soluciones ni a obstaculizarlas, si sus intereses -acreencias, inversiones, presencia en proyectos estratégicos- son preservados”.