Por segundo año consecutivo, la pujante economía india creció más que cualquier otra en 2016, según un nuevo informe del Banco Mundial. De manera muy similar a China, su rival económico en Asia, desde comienzos del siglo mira cada vez más al extranjero —principalmente a los países orientados a las exportaciones de productos primarios— en busca de materias primas para alimentar su vertiginoso crecimiento.
Con un sólido desempeño macroeconómico frente a los otros países de los BRICS, se prevé que el PBI indio crecerá el 7,8 % este año, fortalecido por la confianza de los inversores y el efecto positivo de los bajos precios del petróleo sobre el ingreso real. En particular, se ha convertido en una “fuente importante de inversión extranjera directa”, según el periódico Global Economic Prospects 2016.
“Si consideramos la continua e incluso creciente demanda india de energía, cereales, aceites comestibles y otros productos que América Latina puede ofrecer, el potencial es inmenso”, dice Deepak Bhojwani, director de la consultora LatIndia y ex embajador de la India en siete países latinoamericanos.
El comercio anual entre la India y los 33 países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), estimado en 46 000 millones de USD, será bienvenido en una región afectada negativamente por la desaceleración económica china. Aunque se espera que este año se recupere, el crecimiento del PBI latinoamericano se contrajo el 0,4 % en 2015y Brasil, el principal motor económico de la región, está cayendo más profundamente en una recesión.
Sin embargo, las inversiones indias en sectores ambientalmente sensibles como el energético, el agrícola y el de infraestructura en Latinoamérica preocupan a algunos expertos, que han observado una aceleración en los daños ecológicos desde el ingreso de China a la región.
“Tenemos que estar preocupados, muy preocupados, frente a estos nuevos proveedores de financiamiento, como los bancos indios y rusos”, afirma Paulina Garzón, directora de la Iniciativa para las Inversiones Sustentables China-América Latina en la American University.
Garzón se muestra cautelosa frente a la influencia que pueden tener los nuevos flujos de inversión sobre las normativas ambientales latinoamericanas, pero reconoce que el quid de la cuestión reside en los gobiernos anfitriones y su percepción de que aplicar normas estrictas implica una pérdida de dinero. Poco se conoce en América Latina sobre los nuevos bancos indios que buscan invertir en una región separada por la distancia, el idioma y la cultura, dice Garzón.
Una carrera por los recursos
Los analistas han notado que Latinoamérica busca con entusiasmo nuevos mercados para sus exportaciones de recursos naturales en el contexto de disminución de la demanda china. Los proveedores latinoamericanos pueden tratar de mantener elevados niveles de producción para compensar la baja de los precios de las materias primas, pero no todos los expertos piensan que esto se deba a una mayor participación del mercado indio a expensas del chino. Se estima que el comercio de la región con China llegará a los 250 000 millones de USD en los próximos cuatro años; eclipsando al de la India.
“Las empresas chinas, con el respaldo de los capitales de ese país que buscan oportunidades productivas de inversión, tratarán de hallar oportunidades en los mercados extranjeros como el latinoamericano más agresivamente que antes”, dijo el analista R. Evan Ellis a Diálogo Chino. Y agregó que, en el sector de las materias primas, donde la menor demanda china continuará deprimiendo los precios, las empresas en general, entre las que se cuentan las indias, invertirán más cautelosamente.
Bhojwani señala que la expansión india hacia Latinoamérica se verá impulsada por los esfuerzos del sector privado para cubrir la demanda del mercado interno, más que por una decisión estratégica impulsada por el estado para garantizar la seguridad alimentaria y energética, como ocurre con China. Por lo tanto, dice, no pueden competir.
“El comercio de la India con Latinoamérica es independiente del factor chino”, dice Bhojwani y agrega que las inversiones de las empresas estatales indias en los sectores con elevadas emisiones de carbono, como el petrolero, palidecen cuando se las compara con las de sus contrapartes chinas.
Aunque está creciendo, la huella de carbono de la India en Latinoamérica continuará siendo mucho menor que la China en el futuro inmediato, afirma Evan Ellis.
Normas indias
India invierte en el extranjero a través de Instituciones Financieras para el Desarrollo (IFD) que, como en la mayoría de los países, están sujetas a normas gubernamentales. Pero, a diferencia de sus contrapartes chinas, los bancos indios están obligados a cumplir normas para limitar el impacto ambiental de sus inversiones en el extranjero.
De hecho, hasta el momento solo uno de los grandes inversores institucionales de la India, IDFC, ha firmado los Principios de Ecuador, un marco voluntario e internacionalmente aceptado para la gestión de riesgos en las finanzas de desarrollo.
La falta de normas aplicables a los bancos indios que invierten en el extranjero implica una doble preocupación para Garzón, quien señala que los avances en la gobernanza ambiental latinoamericana se han reducido continuamente durante los últimos años.
“Por ejemplo, incluso en fechas tan recientes como 2014, el ministerio de medioambiente venezolano fue disuelto como entidad autónoma”, señala Garzón, y agrega que las normas relacionadas con las licencias ambientales y las evaluaciones de impacto ambiental en los sectores de minería en Perú y Ecuador también se relajaron.
Bhojwani reconoce que aumentar la producción en los sectores extractivo y agrícola latinoamericanos tiene consecuencias medioambientales, pero dice que los esfuerzos conjuntos de investigación y desarrollo en el área de tecnologías verdes pueden compensarlos.
La India planea generar entre el 15 y el 20 % de su electricidad (175 gigavatios) a partir de fuentes renovables para 2030, dice Bhojwani, y señala el “sofisticado programa native” de la India para la generación eléctrica nuclear como un área de posible cooperación. El programa necesitará enormes provisiones de uranio, un recurso que existe en Latinoamérica en abundancia.
“A cambio, las tecnologías y la experiencia de la India en este campo pueden resultar útiles para los países latinoamericanos que busquen alejarse de los combustibles fósiles”, agrega Bhojwani.
Lecciones de El Mutún
Los inversores indios deben recorrer un largo camino antes de poder disfrutar el mismo elevado nivel de acceso a los legisladores latinoamericanos clave con el que cuenta China. El crecimiento comercial se ha visto acompañado por un impulso diplomático impulsado por la ministra de asuntos exteriores de la India, Sushma Swaraj.
Fuera de la agenda de la Asamblea General de la ONU en Nueva York, Swaraj se reunió con los líderes de la Comunidad del Caribe (CARICOM) y los ministros del cuarteto que lidera la CELAC, a quienes prometió impulsar la cooperación para la educación, el comercio y el cambio climático, y mejorar las relaciones, que fueron puestas a prueba en los últimos años.
En 2012, el gobierno boliviano canceló un contrato de 2100 millones de USD con la empresa india Jindal Steel para explotar la mina de oro El Mutún. La inversión propuesta era la mayor de una empresa india en Latinoamérica, pero se desmoronó por conflictos relacionados con sus términos contractuales y el acceso del contratista al sitio. En agosto de 2014, la Cámara de Comercio Internacional ordenó al estado boliviano pagar a Jindal 22,5 millones de USD en concepto de compensación. Dos empresas chinas, Sinosteel y Henan, están presentando ofertas para el proyecto.
“Era una inversión única y extremadamente grande, que hubiera debido planearse major”, dice Bhojwani, quien sugiere que el fracaso del trato se debió a “expectativas inadecuadas” de ambas partes.
Bhojwani minimizó los efectos disuasorios del caso para otros inversores indios y afirmó que: “conocen la necesidad de entender mejor el entorno político, económico y social latinoamericano, y especialmente el de los países en los que desean invertir”.
Evan Ellis coincide en que es poco probable que el conflicto de Jindal desaliente a un conjunto diverso de empresas indias, aunque señala que no es un caso único. “Las experiencias de Reliance, India Oil y OVL en Venezuela, por ejemplo, no fueron muy positivas”, dice, y agrega que las experiencias negativas son parte de un proceso de aprendizaje para los inversores en entornos extranjeros.
Aunque las empresas indias – al igual que muchas empresas privadas occidentales – pueden forzar e ignorar las normas ambientales, puede decirse que su posición para la negociación, en tanto empresas individuales reguladas por los estados latinoamericanos, es más débil que en el caso de las chinas.
“El autofinanciamiento de las empresas chinas y la protección que reciben gracias a un marco político puede ofrecerles un margen mayor para comportarse con impunidad”, afirmó Evan Ellis.