Por primera vez en 88 años, un presidente estadounidense realizó un viaje estatal a Cuba. La visita histórica del presidente Barack Obama a la nación caribeña, un país latinoamericano que por mucho tiempo fue un adversario de los EEUU, continuará con una visita a un adversario de tiempos más recientes, la Argentina – un país donde no pisa hace casi 20 años un presidente estadounidense. En el ínterin, China ha emergido como el país de mayor inversiones en Latinoamérica y se ha convertido en el segundo socio comercial más grande de Cuba y Argentina. Aquí, varios expertos le cuentan a Diálogo Chino que significan el viaje de Obama y la normalización de relaciones con Cuba y Argentina para el desarrollo de América Latina y su relación con China. Gonzalo Paz, Georgetown University La visita del Presidente Obama a Cuba y a Argentina será seguramente una parte importante del “record” de los dos períodos de Obama al frente de la Casa Blanca. En el caso de Cuba, hay varios procesos desarrollándose simultáneamente: el acercamiento progresivo entre Washington y La Habana (con la intervención inicial del Papa Francisco), y la negociación para alcanzar la paz en Colombia. Venezuela y China, los dos socios principales de Cuba, observan atentamente, lo mismo que los países del ALBA y los compañeros de ruta ideológicos de la izquierda y el populismo latinoamericano. La actitud positiva de Cuba – la campeona de la izquierda latinoamericana- hacia Estados Unidos descoloca a la izquierda en la región. Al visitar Cuba, Obama desactiva o atenúa algunas de las críticas más importantes de la izquierda latinoamericana contra Estados Unidos de décadas. Lo principal en el caso de la visita a Argentina es reconstruir una relación bilateral que históricamente ha tenido muchos cambios, altos y bajos, y que durante las administraciones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández fue deteriorándose progresivamente, a veces por intereses diferentes, casi siempre por diferencias ideológicas. El nuevo presidente de Argentina, Mauricio Macri, considera importante contar con la colaboración de Estados Unidos para abordar problemas como la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y la situación financiera. Adicionalmente busca mantener una buena relación con China y Rusia pero sin que se perciba que son los únicos o principales aliados de la Argentina internacionalmente. Uno de los temas comunes al caso de Cuba y Argentina en relación a China, muy relevante para pensar en ocasión de esta visita, es que, si bien en la última década y media Beijing enfatizó el componente económico de la relación con la región y frecuentemente trató de disminuir la relevancia de los aspectos políticos, lo cierto es que el anti americanismo (y/o anti-imperialismo) creó oportunidades importantes para China. La importancia de este factor no puede ser menoscabado. Advertí hace un tiempo atrás que sería un grave error de China asumir que el anti americanismo existente en muchos países y sectores de las sociedades latinoamericanas no podía confundirse con una actitud pro-China. Esto es porque detrás del antinorteamericanismo no sólo hay posiciones de izquierda sino de nacionalismo, y este mismo elemento nacionalista puede operar como antinorteamericanismo y al mismo tiempo o secuencialmente como un sentimiento anti-chino. Esto se vio claramente en Argentina con las críticas a la instalación de la base del espacio profundo en la Patagonia, para apoyar el programa espacial de China, o con las protestas de indígenas y campesinos en Perú y Ecuador en contra de la minería y explotación de petróleo por parte de empresas chinas. Si bien el acercamiento entre Estados Unidos Cuba y Argentina tiene una dinámica de las propias relaciones bilaterales entre estos países, un efecto muy importante hacia China es disminuir la posibilidad de usar el antinorteamericanismo como justificación de un estrechamiento de relaciones con China. Guy Edwards, co-director of Brown University’s Climate and Development Lab & associate at Nivela Las visitas del presidente Obama a Cuba y Argentina tomarán lugar en un momento clave luego de la adopción del Acuerdo de París sobre el cambio climático de Diciembre del año pasado. El último viaje de Obama a la región, y el primero de un presidente estadounidense a Cuba en casi 90 años, podría tener como consecuencia la creación de una nueva era de relaciones hemisféricas. Su visita a la Argentina para conocer al presidente Macri podría significar un nuevo comienzo para las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos. Estos viajes están sucediendo en un momento donde las relaciones entre Estados Unidos y Argentina están siendo vistas cada vez más en relación a la creciente presencia China en la región. A pesar del gran avance chino en américa latina, las relaciones entre Estados Unidos y américa latina se encuentran generalmente en un buen estado (con la excepción de las políticas complicadas con Venezuela). El presidente Obama quizás encuentre un interés común con sus anfitriones en cuanto al tema del cambio climático, cosa que no ha sucedido todavía con los chinos. A través de la Alianza de Energía y Clima de las Américas (ECPA) los Estados Unidos está trabajando en conjunto con varios países latinoamericanos para promover la energía renovable, los bosques sostenibles, y la eficiencia energética. China por ahora no tiene una iniciativa parecida o comparable en la región. Obama podrá respaldarse con el Acuerdo de París y el ECPA para discutir los planes ambientales de Cuba y Argentina y cómo la cooperación e financiación estadounidense podrán ayudar. Cuba tiene como objetivo producir el 24% de su electricidad de fuentes renovables para el 2030, mientras que la Argentina planea incrementar sus fuentes renovables a un 20% durante la próxima década. Argentina tiene una de las reservas de gas de esquisto más grandes del planeta. El presidente Obama debería tener como máxima prioridad discutir las oportunidades de desarrollar energía renovable en la Argentina. En ambos casos, las visitas de Obama podrían tener como consecuencia que los ministros argentinos y cubanos se movilicen para incitar a los bancos e inversores chinos para hacer más para apoyar las oportunidades de desarrollo de bajo consumo de carbono envés de las industrias extractivas que son actualmente su enfoque. Gerardo Munck, University of Southern California La visita del Presidente Obama a Cuba y Argentina viene en el último año de su segundo mandato. O sea que este no es un momento en que la administración de Obama pueda lanzar iniciativas ambiciosas. La atención en los Estados Unidos está puesta en la carrera electoral para elegir al próximo presidente. Pero esta gira, especialmente en su etapa caribeña, es significativa. La visita a Cuba de Obama es histórica, y consolida el cambio reciente en la relación entre Estados Unidos y Cuba que incluye el restablecimiento de relaciones diplomáticas formales el año pasado. Aunque los candidatos republicanos han anunciado que se oponen a la política de Obama hacia Cuba, y aunque mucho queda por hacerse para normalizar plenamente las relaciones entre los dos países, el esfuerzo de Obama por superar este legado de la guerra fría seguramente será recordado como uno de los grandes logros del Presidente Obama. Sin desconocer el rol del Presidente Raúl Castro, la audaz movida de Obama ha cambiado el tablero de relaciones entre Estados Unidos y América Latina. La visita a Argentina se enmarca en otro eje de conflicto, el conflicto abierto por el surgimiento de gobiernos populistas de izquierda especialmente en América del Sur. La reciente elección del Presidente Macri en Argentina puso fin al ciclo kirchnerista y es la señal más clara del retroceso de la tendencia que tuvo a Hugo Chávez como su líder más visible. Y es claro que al visitar Argentina, el Presidente Obama quiere mostrar su apoyo a esta tendencia incipiente en América del Sur. Sin embargo, el impacto que va a tener Obama sobre este proceso va a ser muy pequeño. El reacomodamiento de las fuerzas políticas que llegaron a tener un firme dominio de América del Sur hace unos años será una cuestión clave en los próximos años. Pero ese será un reto que tendrá que enfrentar el próximo presidente de los Estados Unidos. Marcos Azambuja, miembro del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales y ex embajador de Brasil en Francia y Argentina La visita de Obama a Cuba cierra uno de los últimos vestigios de la Guerra Fría. El muro de Berlín ha caído y el Pacto de Varsovia ya es parte de la historia. Vietnam es un socio fuerte y rival de las democracias industrializadas en la producción de bienes y servicios. Washington y La Habana han intercambiado las embajadas, pero le faltaba ese máximo gesto de una visita presidencial a la isla para marcar, con solemnidad, el final de un ciclo de tensiones y enfrentamientos relativamente largos y ciertamente, muy peligrosos para la vida internacional. El momento de mayor riesgo de la Guerra Fría fue la llamada crisis de los misiles, en noviembre de 1962, cuando el mundo vivía al borde de un conflicto nuclear catastrófico entre las dos superpotencias de entonces. Para celebrar el tiempo que vivimos no quiero parecer ingenuo en mi optimismo; entre Washington y La Habana los principales problemas persisten. El embargo económico no ha sido abolido. Guantánamo sigue siendo una fuente de discordia. Obama vive los últimos meses de su segundo mandato y es probable que cualquier sucesor republicano deshaga muchos de los avances que se celebran hoy. No obstante, las previsiones. La misma idea de que un presidente afro descendiente de los Estados Unidos visite Cuba con su esposa e hijas, mientras que Fidel Castro, aunque debilitado por la enfermedad y la edad, aún vive con su hermano y fiel seguidor al mando del gobierno, habría sido considerada hasta hace poco tiempo atrás un disparate. Debemos estar preparados para nuevas sorpresas, pero personalmente creo que los vientos de la Guerra Fría han desaparecido en el Caribe y que los dos países han dado una vuelta de página para abrir un nuevo capítulo en sus relaciones.