Kevin Gallagher, destacada autoridad sobre China y Latinoamérica, y autor del nuevo libro The China Triangle: Latin America’s China boom and the fate of the Washington Consensus (El triángulo chino: el boom chino en Latinoamérica y el destino del Consenso de Washington), habla con Diálogo Chino sobre porqué la China no es responsable de los problemas ambientales latinoamericanos.
Diálogo Chino: Mucho ha cambiado en los últimos 18 meses en términos del triángulo chino, estadounidense y latinoamericano que usted describe en su nuevo libro. ¿Cuál ha sido el evento más significativo en este período y cómo afectó a esa relación?
Kevin Gallagher: El elemento más significativo ha sido el cambiante contexto económico mundial, la desaceleración de la economía china y el movimiento hacia un aumento de las tasas de interés en EE. UU. Esos dos puntos del triángulo mostraron el cambio más significativo: es lo que marcó el comienzo de la nueva era de las relaciones entre China y Latinoamérica. En realidad comenzó en 2013, pero los últimos 18 meses lo han solidificado. Latinoamérica creció a pasos agigantados entre 2000-2013, pero los motores de ese crecimiento —dinero gratuito estadounidense gracias a las bajas tasas de interés y una mayor demanda desde China de materias primas— funcionan ahora en reversa. Por primera vez desde la década de 1990 hubo flujos de capital negativos para América Latina, esto implica que sale más dinero de la región del que entra.
DC: ¿Cómo afectó a las economías latinoamericanas esta desaceleración de la demanda china?
KG: Entre 2003 y 2013, Latinoamérica experimentó un boom de las materias primas. Mientras mucha gente probablemente leía sobre el increíble milagro del crecimiento chino durante ese período (cuando China entró a la Organización Mundial del Comercio y se integró con la economía mundial), esto además creó un milagro en lugares como África y América Latina. El cobre para las exportaciones chinas de productos electrónicos provino de Chile y Perú; el hierro y el acero para los rascacielos de sus ciudades llegaba desde Brasil y Perú; la soja para los chinos —cuya dieta se basa en esa planta leguminosa y cuyo ingreso iba en aumento— tuvo su origen en Paraguay, Argentina y Brasil. Mientras la demanda para la gran industrialización china enriqueció a estos países, Latinoamérica ganó la lotería china.
DC: Pero Latinoamérica ya ha priorizado las exportaciones de materias primas antes mientras otras regiones se industrializaban, ¿no es así?
KG: Ciertamente. América Latina también ganó la lotería del siglo XIX, porque durante la Revolución Industrial tuvo lo que el Occidente necesitaba. El Occidente se estaba alejando de las granjas y las minas para acercarse a las ciudades y a una gran industrialización; América Latina proveyó los productos básicos para eso y creció significativamente de la misma manera. Pero los países latinoamericanos no han encontrado cómo diversificarse hacia otros sectores más limpios y tampoco pensaron en una gestión de los recursos naturales menos intensiva, que disminuya el conflicto social y mantenga al mismo tiempo su capacidad de usar esos recursos para su provecho económico.
DC: En su libro, usted nota la creciente conciencia sobre los impactos del comercio y la inversión china en el medio ambiente latinoamericano. Se dice que, debido a sus elevados costos ambientales internos, China ahora exporta industrias ambientalmente delicadas al extranjero. ¿Qué tan creíble es eso?
KG: China es un vasto país, con más de 1000 millones de personas y una gran cantidad de recursos naturales, pero sin la suficiente cantidad de ellos como para alimentarse e industrializarse. Ningún país en el mundo los posee a esa escala. Por eso China debe importar, pero también porque percibe a Latinoamérica como un lugar estratégico para importar muchas de esas materias primas básicas que ya no puede producir de manera autosuficiente está invirtiendo en el extranjero, mediante IED y créditos bancarios para asegurar aún más esas líneas. Los productos básicos son endémicamente intensivos en emisiones de carbono y endémicamente muy contaminantes. Es cierto, China es el lugar donde en este momento está la demanda, ¿pero exporta sus problemas ambientales? China solo se está industrializando cómo lo hizo el Occidente y ninguno de ellos ha encontrado una vía alternativa y limpia. América del Sur y México tienen estándares ambientales más elevados en teoría que los chinos, pero está haciendo la vista gorda para poder exportar cosas a ese país.
China realmente ha ayudado al mundo a reducir las emisiones de carbono, impulsar las tecnologías y acelerar su difusión mejor de lo que hemos visto en 50 años, pero no están globalizando sus grandes contribuciones internas. Están globalizando lo que está perdiendo vigencia en su país. Por ejemplo, vemos cada vez menos plantas de carbón en China. América Latina está atrapada en una mentalidad de crecimiento impulsada por las materias primas, que no hizo más que acentuarse con la demanda china. Se culpa un tanto excesivamente a China y es muy fácil para los latinoamericanos responsabilizar a otros por sus problemas ambientales. Es su cobre, su hierro y, como digo en el libro, estas economías deben usar esos recursos para crecer y diversificarse hacia actividades más limpias y socialmente inclusivas. Esto implica protegerlos.
DC: ¿Hay una tendencia en EE. UU. y Europa a ver la relación chino-latinoamericana en términos de la influencia que estas potencias occidentales han perdido?
KG: Los especialistas y responsables de las políticas estadounidenses realmente tienen que abandonar la visión G2 del mundo. Este libro aprovecha años de investigacíon primaria y colaboraciones con especialistas latinoamericanos, defensores y funcionarios gubernamentales, además de la colaboración con China para tratar de ver esto desde una perspectiva del desarrollo latinoamericano. EE. UU. no logra sacarse de la cabeza que Latinoamérica es su patio trasero.
DC: ¿Qué tanto motivó el crecimiento en la relación con China durante la última década a la reciente visita de Obama a Cuba y Argentina?
KG: Esperemos que la vinculación de China con Latinoamérica lleve a cambiar la política estadounidense que da por hecho su relación con esta región. Hemos puesto muy poca atención en la región, y cuando lo hacemos es de manera muy condescendiente: diciendo cómo llevar a cabo elecciones o dirigir las economías, sin financiamiento ni compromisos que respalden nuestros dichos. Los chinos no te dicen cómo dirigir tu economía y dejan una enorme montón de dinero tras de sí. EE. UU. realmente necesita crear una narrativa de “asociación” con los latinoamericanos en vez de mostrarse condescendiente con ellos. Muchas cosas llevaron a Obama a Cuba —hubo mucha política interna alrededor de ese viaje—, pero su administración hubiera hecho aún más si le hubieran permitido implementar sus ideas en este segundo mandato, porque se están dando cuenta de que para iniciar la conversación sobre una asociación real hay que decir y hacer las cosas correctas, hay que tender la mano a Cuba y no calificarla de paria. No se puede ver esto a través del lente estadounidense de la Guerra Fría. China es parte de la ecuación, pero no representa todas las variables.
DC: En la era pos Consenso de Washington, ¿qué cree que EE. UU. aprendió de China en términos de no ser percibido como quien impone recetas políticas a los gobiernos latinoamericanos?
KG: China ofrece un modelo distinto de participación, con menos consejos políticos y más cooperación. Obama ha dado un par de pasos en la dirección correcta hacia Latinoamérica, en términos de Cuba y la inmigración.
DC: Hubo reveses electorales para los gobiernos progresistas en Latinoamérica, si se da un giro hacia la derecha, ¿qué implicaciones podría tener esto para instituciones como la CELAC, que fue decisiva para aumentar la participación china en la región?
KG: Los gobiernos latinoamericanos, tanto de izquierda como de derecha, han gestionado mal la relación entre China y Latinoamérica y merecen que sus pueblos los hagan cambiar. Mi preocupación de un giro hacia la derecha es que no aprendan las lecciones, como no lo hizo la izquierda. Si su respuesta es una visión del Consenso de Washington en vez de gestionar y trabajar juntos con China como una región, entonces agravarán el problema. Lo que los chinos están por aprender es que la política latinoamericana es un péndulo: pasa de la extrema izquierda a la extrema derecha, abandona un modelo y crea otro nuevo. Sería inteligente por parte de China participar con instituciones más permanentes en la región. La CELAC apenas cuenta con personal y el respaldo que recibió de los gobiernos está siendo cuestionado. Deberá crear una estructura de participación tripartita con los chinos que incluya a la CELAC, la CEPAL y la CAF, un banco en el que no participen EE. UU. ni Canadá. La CEPAL ha tenido grandes ideas para la política económica, el medioambiente y la inclusión social, y no se ha visto influida por las corrientes electorales de la región. Si se pudiera anclar a la CELAC con estos organismos más permanentes, se lograría el poder de convocatoria para unir a los latinoamericanos independientemente de sus perspectivas políticas. Es la única forma de lograr una estrategia regional para su propio desarrollo y una estrategia regional con China, EE. UU. y el resto del mundo.