Hace once años, cuando estaba pidiendo permiso para hacer un grafiti en la parte inferior de un viaducto en la ciudad brasileña de San Pablo, Thiago Mundano tuvo su primer contacto con un “cartonero” (recolector de residuos callejeros). “¿¡Cómo es que eso que quieres hacer un grafiti en mi casa!?”, le dijo irritado el cartonero, que dormía en la vereda. Para evitar una discusión, el artista reaccionó rápidamente. “¿Puedo pintar tu carro? Si no te gusta, lo saco”. Luego de haber sido autorizado, Mundano no sólo pintó el carro del cartonero de colores sino que también escribió la frase que llegaría a transformarse en la marca registrada de lo que tiempo después se transformó en una colaboración exitosa: “Seu lixo é meu luxo” (en portugués, juego de palabras cuyo significado es “tu basura es mi lujo”. Unos días después, Mundano recibió el llamado de un amigo que decía haber visto un carro pintado por él – los grafiteros tienen su propia “firma”- del otro lado de la ciudad. “Fue entonces que me di cuenta de que estaba ayudando a alguien”, le contó el grafitero a Diálogo Chino. Además, percibió que los carros eran paneles de arte itinerantes. Durante los siguientes cinco años, Mundano y sus amigos hicieron grafitis en carros y los firmaron escribiendo frases que valorizaban a los cartoneros y al medio ambiente. “El cartonero vale más que un ministro de medio ambiente”, “Mi trabajo es honesto, ¿y el tuyo?”, “Por cada tonelada de cartón que se recolecta, 20 árboles dejan de cortarse”. Un contacto más estrecho con los cartoneros llevó Mundano a querer hacer más y así nació Pimp my carroça (Pimp mi carro). Mundano y sus amigos realizaron un evento a partir de un modelo colaborativo llamado crowdfunding en el centro de San Pablo, donde se repararon y pintaron los carros con graffiti, mientras que los cartoneros tuvieron la oportunidad de ser atendidos por terapeutas, médicos, psicólogos, peluqueros y masajistas. De acuerdo con Mundano, el evento tuvo como objetivo dar a conocer el trabajo de los cartoneros y darles un sentido de autoestima. Desde entonces, Pimp my carroça realiza eventos en todo Brasil y, más recientemente, uno en Bogotá, Colombia. Pero el movimiento no se limita a América Latina o a los países en desarrollo. Pimp my carroça se ha convertido en una gran exposición de arte móvil, que se extiende a los EE.UU. y Japón, con un gran potencial de llegar a los20 million catadores worldwide presentes en todo el mundo. “El cartonero es un trabajador invisible”, comenta Mundano al recordar que el ramo, aunque haya sido reconocido como profesión por el Ministerio de Trabajo, no tiene las condiciones de trabajo más básicas: guantes de goma para proteger sus manos de los cortes producidos por vidrios, capas de lluvia y remeras con cinta reflectiva, además de carros con artículos fundamentales de seguridad como cintas reflectivas, retrovisores y bocinas. Y es más: los recolectores de residuos no tienen derechos a nivel laboral y, en general, son discriminados por la población.
El gobierno estima que hoy en día en Brasil hay aproximadamente 800 mil cartoneros, responsables por el 90% de todo el material que se recicla en el país. En San Pablo, la ciudad más grande del país, que posee aproximadamente 12 millones de habitantes, se producen 18 mil toneladas de residuos al día, de los cuales el 1,2% son transportados por 20 mil cartoneros para su reciclado. “Nací en el basural. No me acuerdo muy bien de mi padre, ni de mi madre. Pero sí recuerdo haber jugado con los autitos que encontraba en el basural. Comía lo que encontraba allí. Me terminé transformando en alcohólico. El poco dinero que juntaba vendiendo las latitas que recolectaba en la calle me lo gastaba en bebida. Un día estaba en un bar allá en Salvador y vi por la TV una propaganda que decía que San Pablo era la tierra del trabajo. Le pregunté al dueño del bar cómo podía hacer para mudarme para allá y me respondió: sólo tienes que ir caminando recto en esta dirección”. Y así lo hizo. Sérgio da Silva Bispo, analfabeto, sin tener noción de la distancia, recorrió a pie los 1.846 kilómetros que separan las dos ciudades durante 80 días, según le contó a Diálogo Chino. Se fue a vivir a uno de los edificios invadidos en el centro de la ciudad, volvió a recolectar latitas de aluminio, que cargaba en una bolsa sobre la espalda, hasta que logró comprarse un carro. Buen observador y comunicativo, Bispo comenzó a ganar protagonismo en las calles del centro de la ciudad donde vivían los cartoneros. Primero la Iglesia de los Franciscanos, que queda en la esquina, y después la Fundación Getúlio Vargas, se acercaron al grupo y empezaron a enseñarles desde cómo hacer un carro o qué es una cooperativa hasta las primeras nociones de reciclado y medio ambiente. Bispo formó parte del Foro Social Mundial en dos oportunidades consecutivas. “Fue allí donde empecé a aprender sobre cuestiones de cambio climático y calentamiento global”, cuenta el orgulloso el cartonero, que organizó y actualmente preside una cooperativa de cartoneros: Cooperglicério. Bispo calcula que, solamente él, a través de las latitas que recolectó, ya evitó que se derribaran 63.190 árboles, ahorró 244.140 litros de petróleo y 514.550 kg de mineral de hierro. Hoy en día, Bispo realiza la recolección en un vehículo al que se le colocó el sobrenombre Kombosa Seletiva y transporta todo el material a la cooperativa. Los 40 miembros de la cooperativa logran recolectar 150 toneladas de residuos reciclables al mes, los cuales, luego de haber sido separados, se venden a una gran empresa que realiza el tratamiento del material para su reutilización. En colaboración con Pimp my Carroça, los cartoneros ganaron visibilidad y comenzaron a dar charlas en escuelas y empresas. “Se trata de dos profesiones marginadas. La unión se dio naturalmente”, cree Mundano. “Es importante que todo el mundo gane en la cadena productiva, pero todavía hay mucha explotación”, se queja Bispo al contar que el intermediario que le compra al cartonero individual le paga muy poco y vende el mismo producto a un precio 100 veces más alto. Uno de los objetivos del gremio es terminar con el intermediario Este es el objetivo de Mundano y de Bispo, quien ya han viajado a Francia, Portugal, Chile, Argentina, y ahora está yendo a Holanda para hablar sobre reciclaje y medio ambiente. A pesar de que el gobierno brasileño posee una ley de residuos sólidos y se han realizado estudios sobre el potencial de los cartoneros, en el país no existe ningún tipo de incentivo al trabajo para los recolectores de material reciclable.