A estas alturas, deberíamos estar acostumbrados a visitas y cumbres anuales de alto nivel en las que participan altos funcionarios chinos y líderes latinoamericanos en donde se anuncian ambiciosos negocios, inversiones y acuerdos comerciales y financieros. Sin embargo, este año los medios de comunicación chinos están interesados en enfatizar que la visita de Xi, que comienza hoy y se desarrolla en Chile, Ecuador y Perú durante siete días alrededor de la cumbre de APEC en Lima, marcará el inicio de “una nueva era” en las relaciones entre China y América Latina. ¿Qué debemos hacer para renovar la conversación en un nuevo período de las relaciones entre China y América Latina y, en particular, qué podría significar esto para los muy apreciados vínculos de extracción e infraestructura entre China y los países sudamericanos ricos en recursos?
Para empezar, el énfasis de los funcionarios chinos sobre una nueva era de relaciones con América Latina debe ser entendido bajo un contexto marcado por el fin del boom de las materias primas. Dependiendo del tipo de commodities, el boom ha terminado para al menos dos (petróleo) o tres (mineral de hierro) años o incluso más (cobre). El impulso de los líderes y diplomáticos chinos para impulsar una nueva fase rica en commodities en las relaciones, especialmente con América del Sur, es una respuesta tardía a la realidad de las dramáticas caídas en la demanda y al precio de las exportaciones de materias primas de América del Sur. Este fenómeno está estrechamente ligado a los cambios en la propia economía china, que se está modificando hacia un modelo de consumo interno.
Aunque el reconocimiento oficial sobre el fin de la fase del “boom” en las relaciones está tratando de ajustarse a la realidad, los funcionarios chinos, incluido Xi Jinping y el primer ministro Li Keqiang, han enfatizado durante las recientes visitas en 2014 y 2015 que las relaciones comerciales deberían involucrar cada vez más la expansión del comercio más allá de las materias primas. Generalmente, tales discusiones se centran en una mayor inversión y financiamiento chino en la infraestructura y la manufactura latinoamericana. Temas similares serán sin duda el foco de la próxima visita de Xi, y dado que él está asistiendo a APEC, un foro de comercio regional transpacífico, y por no mencionar a dos de los miembros fundadores de la TPP en Chile y Perú, justo cuando Estados Unidos parece decidido a abandonar la TPP, seguramente Xi pueda anunciar la promoción de planes comerciales alternativos por parte de China.
Cualquier discusión sobre una “nueva era” en las relaciones entre China y América Latina (en este caso, América del Sur) debe tener en cuenta este nuevo contexto. Del lado sudamericano el boom en sí mismo, ciertamente aumentó las ansiedades sobre un retorno a los patrones históricos en la dependencia de los commodities y de las crecientes tensiones ambientales.
Los vestigios de la caída han sido muy duros, especialmente para países como Venezuela. Por otro lado, para los compradores e inversionistas chinos, el fin del boom en gran medida significa una factura de importación dramáticamente reducida y la posible venta forzosa de los acuerdos energéticos, mineros y agrícolas en Sudamérica. La expectativa que generó la situación potencial “ganar o ganar” en la relación entre China y América Latina alcanzó niveles vertiginosos durante el foro ministerial inaugural China-CELAC hace casi dos años. El contexto actual es más sobrio y es poco probable que volvamos a observar estos mismos niveles.
Las propuestas alternativas impulsadas por China para estrechar los vínculos económicos, incluyendo el transporte y la inversión en infraestructura energética y la financiación, así como la “exportación de capacidad industrial” de China a América Latina, forman parte de una agenda china destinada a promover los intereses chinos. Por supuesto, los funcionarios gubernamentales y los medios de comunicación del Partido en China han subrayado que estos planes formen parte de un esfuerzo destinado a “promover el desarrollo común y construir una comunidad de destino compartido entre China y América Latina”, pero la verdadera cuestión para los países latinoamericanos, tanto durante esta visita como para los próximos años es cómo en sus lazos con China, se promoverán más eficazmente sus propios principios de desarrollo y sus intereses en un entorno posterior al boom de los commodities.
La infraestructura y las industrias extractivas casi seguramente continuarán estando en el corazón de las relaciones entre China y América Latina y son un punto de partida perfecto para una discusión revitalizada con China sobre lo que podría ser una relación más sustentable desde el punto de vista económico y ambiental – un vínculo que concuerde mejor con las visiones de desarrollo de los países latinoamericanos y de sus propios ciudadanos. Estas discusiones, en gran medida se beneficiarían a partir de una perspectiva menos parroquial y más comparativa de lo que ha sido mayormente hasta ahora.
Especialmente en temas como los protocolos ambientales y sociales, incluyendo el compromiso con las comunidades locales y organizaciones no gubernamentales, vinculadas a las inversiones chinas en proyectos de minería, energía y represas, América del Sur tiene mucho en común con algunos países del sudeste asiático y de África. Myanmar es un caso perfecto. Los proyectos de represas, oleoductos y gasoductos y minas de cobre han sido objeto de discusión, pero también de diálogo y compromiso entre funcionarios chinos, ejecutivos de empresas y comunidades locales y el gobierno.
A su vez, los gobiernos y los ciudadanos de los países del sudeste asiático y de África que comparten relaciones y desafíos similares en sus vínculos con China podrían aprender de las experiencias de América del Sur, incluso en las experiencias sobre los beneficios y costos de los recursos estatales y respaldados por recursos a través de préstamos. Y si China está verdaderamente interesada en forjar una nueva era en las relaciones con América Latina, pero también con otros países en desarrollo en lugares como África, el sudeste asiático y otros sitios, también sería correcto que ampliara los aprendizajes de sus experiencias en cada una de estas regiones de una forma más general.
Para los países comprendidos en el último itinerario de Xi en el extranjero, especialmente Perú y Ecuador, donde la inversión china en proyectos de minería, petróleo y represas ha sido significativa, no sólo tiene sentido poder involucrar a China en temas y estándares que emergen de los lazos de China con otras regiones, sino también en las iniciativas de desarrollo que China está patrocinando en su propio territorio. No sólo el gobierno chino y los funcionarios de las compañías son los que están experimentando con nuevos enfoques y estándares para la responsabilidad social corporativa, las evaluaciones de impacto ambiental y un mejor análisis del riesgo político en lugares como Camboya y Myanmar, sino que algunos también están buscando incorporar tales prácticas en nuevas instituciones como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB).
Para los gobiernos, académicos y ciudadanos latinoamericanos, aprender más sobre tales enfoques, ensayos y estándares y garantizar además que puedan ampliarse a través de la aplicación de mejores prácticas en inversiones y financiamiento de proyectos, en nuevas instituciones como el Banco de Nuevos Desarrollos (BRICS), ciertamente marcaría el comienzo de una estrategia regional para una nueva era en los lazos con China.