La relación entre Latinoamérica y China, liderada por Brasil y Argentina, es observada con expectativa positiva pero sujeta a los nuevos contextos políticos y demandas internas. En este sentido, el viaje del presidente de la Argentina, Mauricio Macri, a China el próximo 15 de mayo servirá para afianzar las relaciones bilaterales y un perfil de interlocución, en el cual el Mercosur actuaría como “bloque” en sus futuras negociaciones con China. Específicamente en Mercosur, China opera como un factor influyente para la toma de decisiones sobre política industrial, comercial, inversiones y financiamiento de proyectos de infraestructura sub regional.
En sus relaciones con China, tanto para Mercosur como para la Alianza del Pacífico – el bloque comercial conformado por México, Colombia, Perú y Chile –también juega un papel importante en las negociaciones, la observación y armonización de normas medio ambientales. Primero en el terreno comercial, y específicamente en el capítulo sobre barreras no tarifarias (NTBs). Nuestras economías se encuentran sujetas a normas internacionales y son signatarias de tratados multilaterales sobre la materia, por lo tanto, su aplicabilidad es de suma importancia ya que muchas importaciones provenientes de economías en desarrollo de Asia en ocasiones saltan mínimos standares; asimismo, las exportaciones regionales que cumplen con parámetros internacionales a veces son sujetas a protección y deniegan su acceso a mercados como el chino. Asimismo, en el capítulo sobre inversión externa (IED) y financiamiento por parte de entidades chinas, los proyectos al futuro buscan estar atados al cumplimiento de condiciones sobre eco sustentabilidad que respete entornos paisajísticos, urbanos y rurales en nuestros países.
Perspectiva general de las relaciones China-ALC
Desde comienzos del siglo XXI, las relaciones entre China y América Latina y el Caribe (ALC) transitaron una etapa de intensificación y creciente interdependencia. Sin embargo en la actualidad debido a desequilibrios y asimetrías persistentes, están siendo sometidas a una reconsideración tanto a nivel regional como por parte del gigante asiático. En casi veinte años, China pasó de ocupar una posición societaria marginal para las economías latinoamericanas a convertirse en un mercado determinante para las exportaciones regionales, impulsando así un mayor ritmo de crecimiento económico regional con diversos efectos sobre el bienestar general de los sectores socialmente vulnerables.
Según la CEPAL, en el período 2000-2015, el intercambio comercial se multiplicó unas 22 veces; como corolario, China es el segundo socio comercial de la región luego de Estados Unidos y el principal socio comercial de Brasil, Chile, Perú y Venezuela así como el segundo de la Argentina. No obstante, esta situación refleja un patrón de intercambio complementario y a su vez asimétrico, considerando las ventajas comparativas latinoamericanas en la provisión de materias primas a cambio de importaciones de bienes de consumo e industriales provenientes de China.
Desde comienzos del siglo XXI, los beneficios derivados del dinamismo exportador regional, fundamentalmente de carácter extractivista y mercantil, fueron compensados por importaciones de competitivos bienes y servicios chinos con sus secuelas sobre primarización y concentración exportadora regional y la pérdida de sectores industriales. Ambos factores, erosionaron progresivamente los beneficios derivados de una relación en principio considerada virtuosa y clave para el desarrollo regional. Vinculado a lo anterior, durante el período analizado, ALC pasó a ocupar un lugar importante como receptor de IED china. Pero la misma se caracteriza por su concentración en sectores extractivos y priorizar enfoques resource-seeking, con escasos encadenamientos productivos, generación mínima local de valor y baja o nula transferencia tecnológica. Mediante la compra de tierras, adquisiciones empresarias, y/o ejecución de proyectos mineros, la IED china avanzó en la región tomado posiciones en Argentina, Venezuela, Brasil, Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador, en particular en sectores como el agroalimentario, energético y minero.
En varias oportunidades la intervención de los Gobiernos en la firma de acuerdos, no tuvo en cuenta los intereses locales, la vulnerabilidad de los intereses campesinos, las comunidades locales o pueblos originarios. La baja ponderación de firmas chinas en materia de impactos medioambientales y la disrupción que han provocado en espacios socio-culturales (desarraigo, desplazamientos forzados, eliminación de ecosistemas) elevaron las críticas hacia el capital chino, ávido por la explotación intensiva de recursos. En este sentido, fueron aleccionadoras las movilizaciones contestatarias de base campesina y pueblos originarios en Argentina, Perú, Bolivia, Ecuador e incluso Nicaragua, considerando perjudiciales proyectos de inversión que a priori generarían beneficios, pero no aportarían objetivamente al desarrollo de una matriz nacional de producción y empleo.
Como resultado, y asumiendo estas percepciones críticas desde ALC, China busca reajustar su estrategia regional con el fin de aprovechar las oportunidades abiertas por dinámicos mercados internos y regionales. Admitiendo estas críticas, el gobierno chino asumió como prioridad la necesidad de introducir cambios orientados a diversificar destinos de la IED (estatal y/o privada) hacia sectores industriales, alianzas con firmas locales para atender demandas del mercado local, regional o terceros mercados así como aumentar la transferencia de tecnologías hacia la región. Sectores de particular interés son el aeroespacial, las energías no convencionales, TICs, biotecnologías, nuevos materiales y el sector farmacológico. También, China propone una mayor apertura de su mercado para el ingreso de una amplia canasta de bienes latinoamericanos exportados, la formación de alianzas tecnológicas, y el impulso gubernamental para que sus firmas posibiliten la inserción de empresas latinoamericanas en Cadenas Globales de Valor (CGV).
Un tercer eje de interdependencia mutua ha sido el financiero, también sometido a revisión. De acuerdo a los datos aportados por China-Latin America Finance Database, los préstamos chinos a la región ascendieron a US$ 142.000 millones entre 2005 y 2014 siendo el principal prestamista el China Development Bank (CDB). Entre los principales beneficiarios figuran Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador. Sin embargo, el financiamiento chino está atado a “condicionalidades” tales como la provisión de materias primas (petróleo, minerales) u otorgamiento de condiciones preferentes a firmas chinas en licitaciones sobre proyectos de infraestructura o compras gubernamentales.
Esta metodología sometida también a crítica, en este nueva etapa busca la “institucionalización” de acuerdos y denegar convenios ad hoc, un mayor control local sobre flujos, introducción de parámetros sobre impacto ambiental (por ejemplo en las represas que China financia en la provincia patagónica de Santa Cruz), la ampliación de operaciones locales de ensamblado y una mayor participación de productores nacionales en proyectos conjuntos.
Mirando el futuro
En el plano multilateral, China aspira aprovechar ventajas intrazona abiertas por sendos bloques sub regionales como el Mercosur y la Alianza del Pacífico así como aquellas derivadas de un futuro – e incipiente – proceso de convergencia tendiente a integrar a casi la totalidad del espacio geoeconómico suramericano. Si bien China, prioriza la interlocución con el CELAC también observa con interés sendos procesos de cooperación y armonización de procedimientos comerciales. En tal sentido, China ha definido un Programa de Cooperación China-CELAC 2015-2019, un paquete crediticio compuesto por el “Fondo China-LAC de Inversión” para la Cooperación Industrial por un valor de U$S 10.000 millones, un Programa de Préstamos Especiales para Proyectos de Infraestructura China-LAC, por U$S 20.000 millones y U$S 5.000 millones adicionales para el ya establecido Fondo de Cooperación China-LAC. En este reajuste de la estrategia china hacia la región, los mismos siguen vigentes.
Respecto de la Alianza del Pacífico (AP) China interactúa con economías regionales en diversos foros como el APEC y ha firmado sendos Tratados de Libre Comercio (TLC) con Chile y Perú. Incrementó los vínculos económicos con Colombia y está debatiendo con México un nuevo marco de relaciones bilaterales, atendiendo a las tensiones intra NAFTA y al interés en su potente mercado interno. En un contexto signado por simultáneos planos de acción, a los estrategas chinos les interesa conocer una posible “hoja de ruta” para la convergencia Mercosur y la Alianza del Pacífico que incluya armonización de marcos regulatorios, normas técnicas, sanitarias y fitosanitarias, facilitación de comercio y procedimientos aduaneros, interconexión informática de aduanas, criterios de valoración de mercancías, solución de controversias, y compras gubernamentales. Por consiguiente, de verificarse un marco general de negociación conjunta ante China, la agenda podría incluir compromisos regionales sobre abastecimiento a largo plazo, provisión de productos con mayor valor agregado, alianzas tecnológicas, ampliación del menú asociativo en servicios, desregulación del sector financiero favorable a instituciones chinas, participación de bancos latinoamericanos en proyecto One Belt One Road (OBOR) sobre conectividad China Eurasia, ampliar el menú de servicios logísticos, etc. Por otra parte, será de interés que proyectos intra zona sobre obras públicas, transporte, energía, comunicaciones o similares, cuenten con financiamiento total o parcial por parte de China. También admite China la participación de economías suramericanas en el banco asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) del que ya participa Brasil y podría sumarse la Argentina.
En síntesis, ALC antes de ser socio comercial privilegiado en realidad aspira a construir con China una “sociedad para el desarrollo compartido”. Para ello, son necesarios mutuos ajustes que atiendan a mayores niveles de transparencia, reducción de asimetrías comerciales y vincular inversiones con preservación medioambiental. Los cambios en el escenario político latinoamericano son una variable central para entender los procesos en curso.