Intercambio de camellos por trenes de alta velocidad y caravanas por centrales eléctricas, la ruta de la seda está en medio de un renacimiento. El 14 y el 15 de mayo, Beijing celebrará una cumbre para discutir el resurgimiento de las antiguas rutas. Dado el simbolismo histórico, se podría pensar que se trata de un encuentro secreto de académicos. Pero en cambio, esta reunión será el evento geopolítico central del año para China y representará un momento decisivo en el ascenso del país hacia el liderazgo global. La iniciativa Un Cinturón, Una Ruta (OBOR, en inglés) desempeñará un rol determinante en la conformación de la sostenibilidad del desarrollo global, particularmente entre las economías emergentes.
¿Quiénes asistirán?
Como la iniciativa bandera del presidente Xi Jinping, el foro Un Cinturón, Una Ruta será el encuentro de más alto nivel para China en el escenario internacional. Veintiocho líderes extranjeros han confirmado su asistencia,aunque el primer ministro de Italia será el único jefe de Estado del G7 que se encontrará presente. También estarán allí los directivos de Naciones Unidas, el Banco Mundial, el FMI y representantes de 110 países.
El presidente Xi lanzará la cumbre con un discurso de apertura, seguido por una sesión plenaria a la que asistirán jefes de Estado y encuentros paralelas a los que concurrirán representantes. El 15 de mayo se llevará a cabo una sesión de políticas, donde se espera que se discuta y se publique un borrador sobre el comunicado al final de la cumbre.
¿Qué es el BRI y por qué es importante?
Junto con el explosivo crecimiento interno de China, el país ha estado generando titulares sobre sus inversiones y desarrollos en distintos países desde América Latina a África. La iniciativa Un Cinturón, Una Ruta, lanzada por el Presidente Xi en 2013, se propone potenciar este impulso al desarrollo en el extranjero, canalizando aproximadamente cuatro billones de dólares a más de 60 países a través de los antiguos corredores de seda.
De acuerdo con el Plan de Acción de Cinturón, Una Ruta publicado en la primavera de 2015, la iniciativa abarcará las rutas terrestres (el “Cinturón”) y las rutas marítimas (la “Ruta”) con el objetivo de mejorar la interconexión en la región principalmente, a través de inversiones en infraestructura.
Los proyectos a lo largo de estas rutas ya están en marcha; el presidente Xi anunció en agosto de 2016 que más de 30 países ya han firmado acuerdos formales con China y 20 ya estaban planeando proyectos de ferrocarriles a centrales eléctricas de carbón, concentrando más de 900 acuerdos.
La iniciativa es crítica no sólo por la magnitud de la inversión de China, sino por sus implicancias políticas. En un momento en el cual Estados Unidos se está volviendo hacia adentro, a través de esta iniciativa China está preparada para lanzar la “globalización 2.0“, un modo de desarrollo que se autoproclama como más inclusivo. Como tal, el OBOR tendrá a China en el marco de una continuidad de la actualización de los paradigmas de desarrollo tradicionales y estableciendo nuevas instituciones que podrían cambiar profundamente la dinámica de la gestión global.
¿Qué está en juego para el medio ambiente?
Estas ambiciones de desarrollo sin precedentes e impulsadas por China a lo largo de las nuevas rutas de seda se encuentran acompañadas por preocupaciones ambientales y nuevas oportunidades. El Plan de Acción de 2015 establece que “se deben hacer esfuerzos para promover la construcción de infraestructuras verdes, bajas en carbono y en la gestión de la operación, teniendo plenamente en cuenta el impacto del cambio climático en la construcción”.
Además, un informe de la Academia China de Ciencias Sociales de 2016 destacó al OBOR como una oportunidad para que China ayude a los países en desarrollo a mejorar su capacidad institucional ambiental y exhortó al país a llevar a cabo evaluaciones de impacto ambiental en sus fases políticas, estratégicas y de planeamiento.
Sobre el terreno, el desarrollo chino en los países de la ruta de la seda plantea varias preocupaciones para el medio ambiente. Desde el principio, la Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta está diseñada en parte, para absorber la sobrecapacidad de China en la producción de acero y cemento para impulsar la economía doméstica. Esto perpetúa un modelo económico intensivo en carbono y de contaminación en lugar de ayudar al país a liberarse de su dependencia de la industria pesada.
Esto está relacionado con un asunto aun mayor que es el de la construcción de infraestructuras innecesarias o infrautilizadas. El Banco Asiático de Desarrollo estima que Asia necesita una inversión de unos 770.000 millones de dólares al año para nuevas infraestructuras hasta el año 2020, pero China debe tener cuidado de no desperdiciar recursos en elefantes blancos.
Uno de los principales focos del OBOR es el desarrollo de infraestructura para los recursos de combustibles fósiles, como un nuevo oleoducto que atraviesa Myanmar y plantas de centrales eléctricas a carbón en Pakistán y en el sudeste asiático. Incluso mientras China vocifera sobre la energía verde tanto a nivel nacional como mundial, estas inversiones podrían bloquear la dependencia de los combustibles fósiles en la región. Los proyectos chinos también han trascendido por generar problemas de contaminación en el pasado, como la contaminación del agua a través de la minería china en Ghana. Los temores acerca de estos daños al ecosistema entre las comunidades locales han comprometido los planes de desarrollo de China en el extranjero, como fue el caso con el proyecto suspendido de la represa china de Myitsone en el río Irrawaddy de Myanmar.
Sin embargo, China también ha estado pavimentando un camino hacia el liderazgo ambiental global en los últimos años. Durante la cumbre del G20 de Hangzhou en agosto de 2016, China defendió las finanzas ecológicas y desde entonces ha demostrado su compromiso como el mayor emisor de bonos verdes en 2016. Nuevas instituciones lideradas por China, como el Banco Asiático de Inversiones (AIIB) se ha auto promovido como “magro, limpio y verde” y en su Marco Ambiental y Social se comprometió a ayudar a los países a cumplir con sus compromisos nacionales bajo el Acuerdo de París. La AIIB también se comprometió a financiar las centrales eléctricas a carbón en circunstancias excepcionales en su Plan de Energía 2017 y aún no ha aprobado ningún proyecto de carbón.
China ha estado buscando oportunidades de inversión verde en proyectos de energía solar e hidroeléctrica en Pakistán para las grandes redes ferroviarias. Sin embargo, el país no ha publicado ninguna guía general para los requisitos de sostenibilidad de los proyectos de Un Cinturón, Una Ruta más allá de las instituciones individuales. Un grupo de organizaciones no gubernamentales chinas y extranjeras se han comprometido a ayudar a China en el desarrollo de estas directrices bajo el paraguas del Liderazgo Verde de China: el proyecto Desarrollo Verde Un Cinturón, Una Ruta.
Si la nueva ruta de la seda genera devastación ambiental o una nueva era en la administración global de los recursos, el desarrollo sostenible de China dependerá en gran medida de cómo China se acerca a la Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta. La cumbre de mayo marcará otro paso hacia adelante y se espera que exhiba la ruta que China quiere tomar.