En la última década, la inversión china en América Latina se ha caracterizado por grandes proyectos de infraestructuras: carreteras, ferrocarriles, represas y puertos, entre otros, frecuentemente respaldados por financiación estatal, y que en muchos países llegan bajo la bandera de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Pero en los últimos años, la naturaleza de esta inversión ha empezado a cambiar.
Aunque China sigue mirando a sus socios latinoamericanos en busca de mercados y recursos clave, ahora son las empresas chinas, y no sus prestamistas, las principales protagonistas de la inversión, con especial atención a los sectores de las nuevas tecnologías.
En las últimas dos décadas, la importancia económica de China en América Latina ha ido en franco aumento. Desde el año 2000, el comercio entre el país asiático y la región se multiplicó por 35 y se espera que siga avanzando. China es el primer destino de exportaciones de Brasil, Chile, Perú, Uruguay y Panamá; y el primer origen de importaciones de parte de Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia.
En varios momentos de la década de 2010, la escala de apoyo de las instituciones financieras de desarrollo chinas a la financiación de infraestructuras en la región superó a la de proveedores tradicionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, una tendencia que, sin embargo, se ha invertido desde entonces, ya que dicha provisión disminuyó drásticamente en la segunda mitad de la década.
“Vemos una caída en el monto global de las inversiones de China en la región y también a nivel global, tanto de parte de las nuevas inversiones como de las operaciones de adquisiciones y fusiones. Pero al mismo tiempo, hay un aumento en el número de proyectos enfocados en los nuevos sectores de tecnología de punta”, explica Margaret Myers, directora del Programa de Asia y América Latina del Diálogo Interamericano.
Mientras la región lucha por cubrir sus necesidades de financiación para la transición hacia energías limpias, los expertos afirman que este cambio en el patrón de inversión chino puede presentar nuevas oportunidades para los países latinoamericanos, pero también desafíos asociados al impacto sobre el desarrollo económico local y la gestión de las tensiones socioambientales.
Inversión extranjera directa
Desde 2015, América Latina registró una sensible caída en los préstamos por parte del China Development Bank (CDB) y del Export-Import Bank of China (CHEXIM), dos de los tres bancos públicos chinos propiedad del Consejo de Estado, que han sido históricamente las instituciones más activas a la hora ofrecer fondos a la región.
En concreto, entre 2019 y 2023, la región recibió un promedio de solo 1,3 mil millones de dólares al año por parte del CDB y del CHEXIM, concentrándose la mayor parte del total solo en 2019 y 2023; los préstamos cayeron a cero en 2020 y experimentaron una lenta recuperación post pandémica en 2021 y 2022. En cambio, en 2010 solamente el CDB prestó 25 mil millones de dólares. Una década atrás, el financiamiento de China hacia la región superaba al que otorgaba el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Ahora, la situación es a la inversa. El año pasado, las únicas dos operaciones de crédito en favor de la región por parte de esas instituciones se otorgaron al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) de Brasil, para el fomento de infraestructura y la economía verde.
Rebecca Ray, investigadora del Boston University Global Development Policy Center en la relación económica entre China y América Latina, explicó a Dialogue Earth: “vemos menos intervención de las instituciones financieras y más acción de las empresas. En América Latina, en la última década se observó el pico de operaciones de inversión a través de las instituciones financieras, primero a través del sector petrolero y luego en infraestructura”.
Enrique Dussel Peters, coordinador del Centro de Estudios China-México de la Universidad Autónoma de México (UNAM), concuerda: “estas tendencias son resultado del proceso de aprendizaje de las empresas chinas durante más de dos décadas en la región y de los propios funcionarios y empresas latinoamericanas respecto de China”.
El acercamiento hacia la región a través de la provisión de créditos para el desarrollo de obras de infraestructura muchas veces diseñadas por los propios países y puestas en marcha en conjunto con empresas locales permitió a China desarrollar un proceso de aprendizaje alrededor de las cuestiones regulatorias, laborales y de idiosincrasia.
“Para China, la forma de hacer negocios en la región fue una novedad y con el paso de los años fue haciendo experiencia y aprendiendo”, según Ray. Este aprendizaje, añadió, les permitió a las empresas chinas poder lanzarse directamente en inversiones, sin depender del respaldo de los créditos bancarios. “Pero además, los grandes bancos públicos ahora están más ocupados en proveer crédito en la propia China, necesarios para impulsar la economía interna”.
La caída de los créditos de las instituciones chinas de financiación del desarrollo ha sido más fuerte que el incremento de la inversión por parte de las empresas privadas, de modo que el monto total de la inversión de China en la región se ha reducido. De acuerdo a los datos del Monitor de las Inversiones de China en América Latina y el Caribe, en 2023 la inversión extranjera directa (IED) de China en la región se ubicó en 8.748 millones de dólares, lo cual representa casi el 10% del total de la IED recibida de todo el mundo.
Nuevas prioridades y ‘nueva infraestructura’
También se han modificado los sectores prioritarios para las inversiones realizadas por China. Los préstamos otorgados por el CDB y el CHEXIM fueron mayormente dirigidos a apoyar la infraestructura de los sectores extractivos de materias primas, gasoductos y oleoductos, energía eléctrica y manufacturas. A partir de esas operaciones, China se fue convirtiendo en un desarrollador y constructor líder de proyectos de infraestructura no solo en la región sino en todo el Sur Global.
Ahora, sostiene Myers, hay un nuevo foco en sectores específicos que China considera prioritarios para su desarrollo. “Nosotros los llamamos la ‘Nueva Infraestructura’, para referirnos a los sectores de innovación. Hay que recordar que en las últimas dos décadas el crecimiento de China ha dependido muy fuerte de los sectores de venta, manufacturas y la construcción, pero ahora la innovación en sectores de alta tecnología son las áreas que China quiere priorizar para crecer e impulsar su competitividad global”, sostiene.
“Entonces vemos esfuerzos masivos para que estas industrias crezcan, con subsidios muy importantes en China y en el exterior”, agrega.
Los nuevos rubros priorizados por China son autos eléctricos, paneles solares, baterías, digitalización, telecomunicaciones, fintech, electrificación e inteligencia artificial. En varios de los sectores, China ocupa un lugar dominante a nivel global, como es el caso de los paneles solares, baterías y autos eléctricos. China representa más del 80% de las exportaciones de paneles solares, 50% de las baterías de litio y más del 20% de los autos eléctricos. A su vez, estos sectores de “nueva infraestructura” representaron el 58% de la inversión externa de China en la región en 2022 y más del 60% de la cantidad de proyectos anunciados por compañías chinas en ese año.
En el sector de autos eléctricos y baterías, las compañías chinas líderes en el mundo y en la región son BYD, Beiqi Foton y Chery. Solamente BYD apunta a producir en Brasil más de 150 mil vehículos eléctricos e híbridos por año y ya inició la producción de un bus eléctrico que funciona con una batería de litio que se fabrica en Manaos, capital del estado de Amazonas.
Un gran foco de las inversiones de China es el sector de energía renovable, en particular la energía solar, para la que el país es también un proveedor esencial. Ocho de los diez mayores proveedores de paneles solares en la región son chinos, liderados por las firmas Longi, Jinko, Trina y JA. El parque solar Cauchari, uno de los más grandes de la región, ubicado en la provincia Jujuy, Argentina, se financió con un crédito del CDB y fue construido por contratistas chinos.
Algunas de las mayores operaciones de fusiones y adquisiciones por parte de capitales chinos en la región se dieron en el sector del litio de Argentina. La explotación del litio, si bien es una actividad minera, está directamente vinculada a la electrificación del transporte.
Se destacan la compra en 2022 por la minera china Ganfeng Lithium de la argentina Lithea para desarrollar el proyecto Pozuelos-Pastos Grandes por 962 millones de dólares, y la operación de Zijin Mining Group en 2021 para adquirir la canadiense Neo Lithium y explotar el yacimiento de Tres Quebradas por 737 millones de dólares. La otra gran operación en la región fue la adquisición en 2021 por Great Wall Motor de una fábrica de Daimler en Brasil, donde desarrollará autos eléctricos en el país.
Asimismo, en el terreno de las telecomunicaciones, la firma china Huawei se expande en la región, especialmente en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú a través de la instalación de centros de datos y cloud computing.
El relevamiento de la UNAM que dirige Dussel Peters resume de esta forma el cambio en los sectores prioritarios: “Los sectores vinculados a las materias primas ―metales, minerales y minería― siguen predominando en la inversión de China en América Latina, con el 34% del total durante 2020-2023, aunque muy por debajo de su participación en 2005-2009, del 81%. Como contraparte, los sectores de energía, en particular la no-fósil, y automotriz y autopartes se han convertido en los más dinámicos en la última década”.
Más política y más mercado
Desde 2005, las grandes operaciones de crédito de parte de las instituciones financieras chinas tuvieron a Venezuela, Argentina y Ecuador, junto con Brasil, como destinos privilegiados. Ahora, la prioridad en los proyectos más pequeños y liderados por las empresas permitiría pensar que aquellas operaciones estaban guiadas con un criterio de simpatía política y que las actuales están más relacionadas a las condiciones de mercado que ofrece un país. Sin embargo, Myers advierte que esa lectura no es correcta.
“Había tres cosas que China perseguía con los préstamos país-país, en el marco de la estrategia denominada ‘salir afuera’: búsqueda de mercados, búsqueda de recursos e internacionalización de las empresas. Actualmente, China mantiene dichos objetivos, en particular recursos minerales que son críticos para la transición energética y mercados en sectores de alto valor agregado. Lo que cambiaron fueron las formas”, explica Myers.
Durante las últimas dos décadas, la táctica de acercamiento de China a la región a través de créditos de instituciones financieras impactaba más sobre algunos de los países de la región que transitaban dificultades para acceder a otro tipo de financiamiento, como era el caso de Venezuela, Argentina y Ecuador. En Brasil, si bien tenía financiamiento alternativo, el ingreso de capitales de China estuvo íntimamente ligado al proyecto de Petrobras en el Presal. “Se daban créditos a los gobiernos pero con exigencias de equipamiento chino, lo cual también era una forma de abrir mercados y de propiciar la inserción de las empresas en la región”, agrega Myers.
En cuanto a los destinos de las inversiones de China en la región, el Monitor de las Inversiones de China en América Latina y el Caribe marca que ha habido una diversificación en cuanto a “países, sectores y propiedad de las empresas chinas”. Detalla que entre 2020-2023 Brasil ha mantenido su lugar como principal receptor, con el 34% de las inversiones, seguido de Argentina (22,5% de la inversión china en la región durante 2020-2023), México (15%), Perú (11%) y Chile (8,7%). En los casos de Argentina y Perú se destaca la participación del sector minero, del litio y cobre, respectivamente, mientras que en Chile al atractivo del litio se suma las oportunidades que presenta ese mercado en cuanto a la transición energética. En México, el sector automotor es el gran atractivo.
Otra característica relevante de la inversión de China en la región es la gran concentración que se verifica en un reducido número de firmas. La UNAM relevó que “tan solo 5 empresas chinas ―State Power Investment Corporation Limited (SPIC), State Grid Corporation, Tibet Summit Resources, Jiangxi Ganfeng Lithium y Zijin Mining Group― representaron el 46% de la inversión extranjera directa china en América Latina y el Caribe durante 2020-2023”.
El impacto en la región
América Latina y el Caribe requiere enormes inversiones en infraestructura que permitan dar pasos hacia adelante en el camino de la transición energética, que en definitiva es un proyecto de largo plazo de adaptación industrial, territorial y social. En ese contexto, China ofrece posibilidades como inversor y proveedor de bienes de capital económicos.
“Sin embargo, el riesgo es quedar atrapado en una dependencia y que la región no logre desarrollar su propia competitividad en este proceso. Si no hay un esfuerzo por requerir a los inversores que provean transferencia tecnológica y que presenten iniciativas en educación e incorporación de trabajo local, la región no va a poder dar el paso hacia adelante en su desarrollo en estos sectores”, advierte Myers.
El riesgo es quedar atrapado en una dependencia y que la región no logre desarrollar su propia competitividadMargaret Myers, directora del Programa de Asia y América Latina del Diálogo Interamericano
Por otro lado, algunos de los sectores en donde China hace foco en sus inversiones, como energía, minería y litio, tienen una huella ambiental importante. Si bien se trata de proyectos que individualmente son más reducidos que los grandes préstamos de la década pasada y las empresas que lideran los mismos cuentan con mayor experiencia en la negociación con grupos de interés, la mayor cantidad de iniciativas en danza puede generar riesgos.
En este sentido, Myers considera que “las nuevas inversiones pueden derivar en conflictos socioambientales que todavía no hemos visto. Aquí hay otro gran desafío para la región, ya que gobiernos, empresas y organizaciones de la sociedad civil deben poder generar condiciones de negociación y diálogo que permitan viabilizar proyectos de manera sostenible”.