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COP29: América Latina y el Caribe se enfrentan a enormes obstáculos para la financiación sostenible

La región recibe 19 veces más ingresos de actividades relacionadas con la exportación de combustibles fósiles que de financiación para el clima y la biodiversidad, según investigadores en finanzas sostenibles
<p>Paneles solares en un techo en San Marcos La Laguna, Guatemala. El año pasado, el país caribeño destinó 35 veces más recursos a actividades de lucha contra el cambio climático que a actividades intensivas en carbono (Imagen: Jake Lyell / Alamy)</p>

Paneles solares en un techo en San Marcos La Laguna, Guatemala. El año pasado, el país caribeño destinó 35 veces más recursos a actividades de lucha contra el cambio climático que a actividades intensivas en carbono (Imagen: Jake Lyell / Alamy)

América Latina y el Caribe se encuentra en un punto crítico para redefinir su modelo financiero hacia uno más sostenible.

El Índice de Finanzas Sostenibles (IFS) 2024, desarrollado por el Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe (GFLAC), ofrece una visión detallada de los desafíos y oportunidades que enfrenta la región en su camino hacia la sostenibilidad. 

A pesar de haber asumido compromisos internacionales para hacer frente al cambio climático, los países de América Latina y el Caribe siguen teniendo dificultades de acceso al financiamiento internacional. Esto incluye el aumento de su deuda externa, debido a que buena parte del financiamiento climático viene en forma de préstamos. Al mismo tiempo, a nivel nacional muchos países siguen invirtiendo en actividades que aumentan las emisiones de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático, dificultando la transición hacia un modelo económico más sostenible. Sin embargo, nuestro informe también revela avances y áreas de oportunidad clave para fortalecer las finanzas sostenibles en la región.

La financiación sostenible se queda corta en América Latina

El IFS 2024 destaca una brecha significativa en los países de América Latina y el Caribe entre los ingresos generados por actividades intensivas en carbono y aquellos destinados a combatir el cambio climático y a proteger la biodiversidad.

En conjunto, los países de la región reciben 19 veces más ingresos por actividades relacionadas con la exportación de combustibles fósiles ―un total de 233.300 millones en 2023―  que por financiamiento climático y para la biodiversidad  (11.800 millones de dólares). También destinan 12 veces más recursos a proyectos para la producción de combustibles fósiles ―un total de 66.800 millones en 2023― que a iniciativas que ayuden a combatir el cambio climático y proteger la biodiversidad.

Este desequilibrio refleja la histórica dependencia de la región de sectores como la minería, el petróleo, el carbón y el gas, aunque también representa una oportunidad clave para reorientar los flujos financieros hacia la sostenibilidad, reconociendo que la transición a economías bajas en carbono no solo es una cuestión de mitigación del cambio climático, sino también de adaptación y de competitividad económica a largo plazo. 

Guatemala, líder en financiación sostenible

Nuestro índice tiene en cuenta cuatro variables, entre ellas los ingresos de los países vinculados a actividades sostenibles y los ingresos intensivos en carbono, y otorga una calificación entre cero y cuatro a sus resultados. Ninguno de los 20 países de nuestro análisis ―los que más gases de efecto invernadero emiten en la región― obtuvo el máximo de cuatro puntos.

Guatemala presenta una puntuación de 2,6 en el ranking de finanzas sostenibles. Esto se debe a que el país ha asignado 35 veces más recursos a actividades que permitirán combatir el cambio climático que a actividades intensivas en carbono, y a que es un país que no depende de la industria fósil para alimentar su economía. No obstante, también presenta retos de acceso a financiamiento climático internacional. 

Otros países como Honduras (2,5), Jamaica (2,5), El Salvador (2,4) y Panamá (2,4) han logrado progresos en cuanto a su asignación de presupuesto público en materia de cambio climático, aunque también enfrentan retos de acceso a financiamiento internacional. Esto limita su capacidad para implementar políticas climáticas, como los esfuerzos hacia sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés) como parte del Acuerdo de París.

El desafío de las economías grandes: Brasil y México

Brasil y México, las economías más grandes de la región, se encuentran en una posición crítica dentro del contexto de las finanzas sostenibles. Según el IFS 2024, ambos países han obtenido medias y bajas puntuaciones: Brasil con 2,1 puntos y México con 1,3 puntos. Estos resultados reflejan una disparidad entre sus ingresos y egresos por actividades intensivas en carbono y el financiamiento asociado a la atención del cambio climático.

En 2023, Brasil generó 33 veces más ingresos provenientes de actividades intensivas en carbono que por fuentes de financiamiento climático internacional, y destinó 1,5 veces más presupuesto a actividades contaminantes que a iniciativas sostenibles. México, por su parte, se enfrenta a una situación más compleja: generó 57 veces más ingresos por actividades intensivas en carbono, mientras que destinó 28 veces más recursos a sectores contaminantes que para atender el cambio climático.

plataforma petrolera en un océano
Plataforma P-71 de la petrolera estatal brasileña Petrobras, en los yacimientos presalinos de la Cuenca de Santos, en el Océano Atlántico Sur. En 2023, Brasil destinó 1,5 veces más presupuesto a actividades contaminantes que a iniciativas de sostenibilidad (Imagen: Tânia Rêgo / Agência Brasil)

A pesar de estos desafíos, tanto Brasil como México tienen la oportunidad de liderar un cambio crucial en la región. Debido a su peso económico y su influencia política, ambos países podrían movilizar capital de manera significativa hacia proyectos sostenibles, creando un efecto multiplicador que inspire a otras naciones a seguir el mismo camino.

Para lograrlo, es fundamental que alineen sus políticas fiscales con los compromisos climáticos internacionales. Esto implica incentivar el desarrollo de energías renovables y mejorar la eficiencia energética, y desincentivar las actividades que perpetúan la emisión de contaminantes. Esto constituye un reto importante, ya que ambos países siguen apoyando fuertemente la extracción y exploración de combustibles fósiles, incluidas las actividades de sus petroleras estatales Petrobras y Pemex.

Reorientar los recursos para la sostenibilidad

El desafío es claro: a nivel nacional los países de América Latina y el Caribe deben acelerar su transición hacia finanzas más sostenibles. La dependencia económica de las actividades intensivas en carbono no solo ponen en riesgo el cumplimiento de los objetivos climáticos internacionales, sino que también expone a la región de los devastadores impactos del cambio climático, como los desastres naturales y las migraciones forzadas, que ya están afectando a muchas comunidades de la región.

El IFS 2024 subraya la urgencia de un cambio radical en la asignación de recursos. Actualmente, la mayoría de los países de la región destinan menos del 1% de sus presupuestos a proyectos que ayudarán a combatir el cambio climático y a proteger la biodiversidad. El Salvador es una de las pocas excepciones: destina más del 3% de su presupuesto a iniciativas climáticas y sostenibles. Muchos otros países permanecen rezagados, lo que limita su capacidad para adaptarse y mitigar los efectos del cambio climático.

Sin embargo, la tarea no incumbe únicamente a los países de la región. Es vital que a nivel internacional existan compromisos de financiación, como la creación de un nuevo objetivo colectivo cuantificable de financiación climática en la próxima cumbre climática COP29 en Bakú, Azerbaiyán. Este objetivo ―y hacerlo realidad― ayudará a los países a financiar acciones urgentes, especialmente centradas en la adaptación, a través de fondos públicos en forma de subvenciones, para evitar un aumento incremental de los niveles de deuda nacionales. Este nuevo objetivo a aprobarse en Bakú será crítico para incentivar a los países de la región a avanzar hacia finanzas más sostenibles.

Un llamado a la acción

El IFS 2024 lanza un mensaje urgente: los países de América Latina y el Caribe tienen una oportunidad única de liderar la transición global hacia la sostenibilidad, para lo cual necesitarán transformaciones nacionales, pero también apoyo internacional.

Para lograrlo, deben implementar reformas fiscales que promuevan el uso de energías limpias, incentiven la eficiencia energética y desincentiven las actividades contaminantes. Además, los países proveedores de financiamiento, las instituciones financieras y los bancos de desarrollo deben asumir un papel protagónico en la financiación de proyectos sostenibles, facilitando el acceso directo a capital para aquellos sectores que más lo necesitan.

El reto es garantizar que el desarrollo económico de la región sea inclusivo, resiliente y preparado para enfrentar los desafíos del cambio climático. Este es el momento de actuar, el Índice de Finanzas Sostenibles 2024 proporciona una hoja de ruta clara sobre dónde empezar y cómo avanzar hacia un futuro más justo y sostenible.