Hasta fines de febrero, parecía que la crisis global ocasionada por la Covid-19 no había afectado a un sector de Brasil: el del etanol. El día 28, el precio del etanol que se vendía a los distribuidores de combustibles alcanzó su máximo valor histórico: 2,13 reales. El alcohol anhidro, que se le agrega a la gasolina, alcanzó su pico durante la semana anterior, y era vendido a 2,29 reales.
Había satisfacción entre los productores. “Nuestra expectativa era de una cosecha altamente productiva, superior a la anterior, pues las condiciones climáticas eran favorables al desarrollo de la labranza”, afirma Antonio de Padua Rodrigues, director técnico de la Unión de la Industria de la Caña de Azúcar (UNICA)
Entonces llegó la crisis del petróleo, producto de la desaceleración ocasionada por la pandemia de Covid-19, y de una falta de acuerdo entre los países productores de petróleo sobre posibles cortes en la producción. El 9 de marzo, el mercado vio como el precio del barril de petróleo se desplomaba de 45 a 32,5 dólares, su mayor caída desde la Guerra del Golfo. Actualmente se encuentra en aproximadamente 30 dólares.
El sector del etanol fue uno de los primeros que sintió el impacto, dado que, con la caída de los precios, se hizo más ventajoso utilizar derivados del petróleo. Entre los meses de febrero y abril, el etanol hidratado perdió casi un 40% de su valor y llegó a venderse a R$ 1,30. Era el valor nominal más bajo desde 2017.
40%
La caída del precio del etanol entre febrero y abril de este año.
De la mejor cosecha de los últimos años, los productores pasaron a vislumbrar una amenaza real en el futuro del sector, en el que Brasil ocupa el segundo lugar en importancia a nivel mundial entre los biocombustibles, detrás de Estados Unidos.
Algunos esperaban la ruptura de contratos de venta ya firmados y hasta una falencia generalizada. Los primeros en caer serían los que poseen deudas, que carecen de recursos para soportar meses sin facturar, según explicó Marcos Fava Neves, profesor especializado en planificación estratégica del agronegocio de la Universidad de São Paulo.
“En toda mi carrera nunca vi un cambio de escenario tan brutal como el que sufrió la caña de azúcar en algo así como 30 días”, dice.
El fin de fiesta del etanol en Brasil
Antes de la crisis, los exportadores de etanol tenían expectativas de llegar a un nuevo y gigantesco mercado: China. El optimismo se basaba en una iniciativa del gobierno chino, conocida como E10, que obligaba a adicionar un 10% de etanol a la gasolina, a partir de este año. Esta medida demandaría la importación de 10 millones de toneladas, el doble de la capacidad productiva china.
La nueva política, aliada a las restricciones que China impuso a la importación de etanol desde Estados Unidos, entusiasmó a los productores brasileños del sector. João Dória, gobernador de São Paulo, anunció en octubre del año pasado la firma de un acuerdo para exportar etanol hacia el mercado chino. Era un primer paso para retomar las exportaciones, que habían parado desde 2016, cuando el último cargamento de alcohol brasileño fue a China.
No obstante, los chinos decidieron retrasar la implementación del programa E10, lo que podría significar el debilitamiento de las políticas de reducción de emisión de gases de efecto invernadero. Por este motivo, la tendencia es a pensar que China no compraría etanol de otros países este año y solo se quedaría con el que sea producido a partir de su propio excedente de maíz.
Como si esto no fuera suficiente, el programa de incentivos verdes con el cual contaban los productores brasileños, denominado RenovaBio, se cayó. El programa, que entró en vigencia este año, funciona mediante créditos (Cbios) que pueden ser vendidos por productores que cumplan con metas de reducción de emisión. Pero, en el actual contexto de pandemia, el gobierno decidió bajar las metas y de este modo el impacto del programa. Las nuevas metas serían presentadas antes de julio.
Etanol y coronavirus: Cómo evitar la crisis
A partir del debilitamiento de los biocombustibles, otros derivados de la caña de azúcar entraron en el radar para mitigar las pérdidas. El banco holandés Rabobank prevé que la producción de azúcar representaría el 45% de la producción de la cosecha brasileña de caña de azúcar, un 10% más que en 2019.
Otro producto que pasó a formar parte del mix de las empresas es la producción de alcohol con fines higiénicos. El 21 de marzo, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (ANVISA) autorizó la comercialización de alcohol líquido 70° durante 180 días, para auxiliar en la prevención de la Covid-19. La prohibición estaba vigente desde 2002.
Sin embargo, las soluciones de mayor eficacia señaladas por los especialistas tienen que ver con garantizar la venta y los precios del etanol combustible. Los representantes de los productores entienden que la Agencia Nacional del Petróleo debería exigir el cumplimiento de los contratos, mientras que los gobiernos deberían suspender el cobro de impuestos sobre el etanol durante la crisis.
Mientras tanto, en Brasilia, la ministra de Agricultura Teresa Cristina le imploraba al gobierno federal que le diese algún tipo de ayuda al sector energético de la caña de azúcar; como, por ejemplo, el aumento de impuestos sobre la gasolina, para facilitar la competencia. Sin embargo, en una conversación con empresarios llevada a cabo a fines de abril, la ministra afirmaba que todavía estaba esperando una respuesta.
La gran duda es si eso hará que se acelere la transición hacia una nueva economía no depredadora o si retrasará el pico de la demanda del petróleo
“Me siento un poco frustrada”, admitió. “Pensé que cuando estaríamos hoy aquí, conversando, ya tendríamos todas las respuestas y que eso ya sería algo resuelto.”
Más allá de la crisis del sector, la cantidad de reveses que se le han venido imponiendo al sector de los biocombustibles coloca interrogantes sobre si la crisis del petróleo realmente favorecerá a las energías más limpias.
“La gran duda es si eso hará que se acelere la transición hacia una nueva economía no depredadora o si retrasará el pico de la demanda del petróleo, que de cualquier manera llegaría”, cuestiona Thiago Almeida, representante de la campaña de Clima y Energía de Greenpeace.
Almeida señala, sin embargo, que, aunque no se haya sobrepasado el pico de la demanda de petróleo, la transición energética hacia fuentes renovables, como el etanol, es inevitable:
“Observamos que hay cada vez más medidas orientadas hacia el abandono de la utilización de combustibles fósiles”.