Desde las transformaciones que tuvieron lugar en China en la década de 1970, que condujeron al llamado “milagro económico” que vio a millones de chinos salir de la pobreza, el país ha profundizado sus relaciones económicas y comerciales con todas las regiones del mundo. Mercosur, el bloque comercial sudamericano formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, no es una excepción: desde su creación en 1991, ha seguido estas tendencias, pero especialmente desde la primera década del siglo XXI, tras la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio.
Más allá de los cambios estructurales y los retos a los que se enfrenta actualmente la economía china, a los que se suman los efectos de la pandemia del Covid-19, el país está sintiendo los efectos de la actual guerra comercial ― más bien geopolítica — lanzada por Estados Unidos. En cualquier caso, el Fondo Monetario Internacional prevé un crecimiento ligeramente superior al 4% para la economía china en 2024, y los indicadores del primer trimestre en China son muy alentadores.
China representa hoy el 18% del PIB mundial y es el primer exportador del mundo ― con nada menos que el 14% de todas las exportaciones ―, además de aportar el 11% de las importaciones mundiales. El país representa porcentajes similares de la inversión global. Es una potencia tecnológica que en menos de dos décadas se ha convertido en el principal proveedor de tecnología de punta de decenas de países de todo el mundo, incluidos los miembros del Mercosur.
Las relaciones de China con los países latinoamericanos han pasado por varias etapas, fortaleciéndose en la década de 1990, pero sobre todo en la de 2000 a través del comercio de materias primas, favorable al crecimiento económico de América Latina en su conjunto.
Con el paso de los años, y en consonancia con los cambios en la composición de la producción china, el país comenzó a enviar un número significativo de productos a los mercados latinoamericanos, primero en industrias ligeras como la textil, pero más tarde exportando bienes de alta tecnología. En la actualidad, China es el primer o segundo socio comercial de prácticamente todos los países de la región.
En los últimos años, ha ampliado su relación con la región mediante la firma de acuerdos de libre comercio con algunos países latinoamericanos, como Chile y Perú, en 2005 y 2009 respectivamente, seguidos de Costa Rica en 2010 y, por último, Ecuador y Nicaragua en 2023. Al mismo tiempo, la agenda se amplió más allá del comercio, dándose cada vez más importancia a la inversión y a la cooperación en diversas áreas, como la política, la ciencia y la tecnología, la seguridad internacional y el desarrollo sostenible, así como al aumento de las asociaciones empresariales.
En cuanto al Mercosur, el comercio bilateral de bienes de China con el bloque superó los 210.000 millones de USD en 2023, según datos comerciales. El saldo también es ampliamente favorable a los países sudamericanos, con un superávit colectivo de más de 50.000 millones de USD, explicado principalmente por el buen desempeño económico de Brasil. Entre 2004 y 2023, el comercio de bienes entre China y Mercosur creció a un ritmo del 14% anual, frente al 9% de China con el mundo.
Aunque los miembros del Mercosur siguen representando una pequeña parte del total de las exportaciones e importaciones de China al mundo (2,3% y 5,2% respectivamente en 2023), en los últimos años este porcentaje no ha dejado de crecer. Los países sudamericanos representan un alto porcentaje de las compras totales de China al mundo de algunos bienes: carne vacuna, soja, aceite de soja, minerales, maíz, azúcar, cuero, café y pasta de papel, entre otros. También hay que considerar el potencial del comercio de servicios, aún incipiente.
Una oportunidad para renovar el diálogo
En sus relaciones con China, los países miembros del Mercosur se han centrado en estrategias bilaterales, naturalmente lideradas por Brasil con su presencia en el bloque BRICS, junto al país asiático. Tanto Brasil como Argentina mantienen desde hace tiempo una “asociación estratégica integral” con China, la máxima categoría de relaciones exteriores concedida por China a países individuales, que Uruguay también alcanzó en 2023. El restante miembro de pleno derecho del Mercosur, Paraguay, es uno de los pocos países del mundo que mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán, mientras que Venezuela está suspendida del bloque y Bolivia aún no ha completado sus procesos internos para ser considerado miembro de pleno derecho.
A nivel del bloque, el Diálogo Mercosur-China, lanzado en 1997 por iniciativa de Uruguay, ha celebrado hasta la fecha seis reuniones, la última en 2018. Este diálogo no ha mostrado dinamismo ni consistencia en su funcionamiento, debido a las diferencias de enfoque e intereses entre los socios del bloque respecto a cómo se relacionan con China. En este sentido, desde el punto de vista político y de cooperación, los miembros del Mercosur sólo tienen el foro con China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), espacio que comparten con otros países latinoamericanos más allá del bloque.
Nuevamente Uruguay, en este caso a través de la actual administración del presidente Luis Lacalle Pou, es el miembro del bloque que viene planteando la necesidad de avanzar en un TLC Mercosur-China. Ya se había intentado durante el gobierno del ex presidente Tabaré Vázquez (2015-2020), pero finalmente no se llegó a un consenso entre los socios del proceso de integración.
Así las cosas, Uruguay defendió su estrategia de flexibilizar el Mercosur con el objetivo de firmar su propio TLC bilateral con China, para lo que llegó a realizar un estudio de factibilidad conjunto culminado en 2022. La posición uruguaya, no exenta de polémica, fue apoyada parcialmente por el gobierno brasileño de Jair Bolsonaro (2019-2022), pero fue fuertemente cuestionada en su momento por Argentina y, en menor medida, por Paraguay. El cambio de gobierno en Brasil con el regreso de Luiz Inácio Lula da Silva en 2023 dificultó aún más esta posibilidad, dadas sus inclinaciones tradicionalmente proteccionistas.
Uruguay asumirá la presidencia semestral pro tempore del Mercosur en el segundo semestre de 2024, cuando buscará nuevamente relanzar el diálogo entre Mercosur y China, pero en este caso con el objetivo preciso de priorizar la firma de un acuerdo comercial con el país asiático.
Aunque el nuevo presidente de Argentina, Javier Milei, ha dejado claras sus posiciones contrarias a China, tanto en su visión ideológica como política, el cambio de gobierno en el país abre una nueva posibilidad para que el Mercosur vuelva a discutir su necesidad de reaccionar ante el poder económico y comercial de China, ya sea conjuntamente o habilitando relaciones bilaterales. A estas alturas, no hacerlo sería un error estratégico para el Mercosur, y una enorme irresponsabilidad.