En Perú se conoce como pota. En Chile se conoce como jibia y en México como “el diablo rojo” por su tendencia a ponerse de este color cuando se lo atrapa. En inglés, es el calamar de Humboldt. Se llame como se llame, el Dosidicus gigas es la especie de calamar más pescada del mundo.
En las últimas décadas, los buques industriales se han dedicado cada vez más a la pesca de esta especie en alta mar — más allá de las zonas económicas exclusivas de los países —, mientras que la normativa no ha seguido el mismo ritmo. La aparición de una pesquería de calamares en el Pacífico sudoriental ha generado gran interés. Pero forma parte de una tendencia más amplia en aguas internacionales, donde estas pesquerías están en auge en un vacío normativo, lo que preocupa a los expertos por la salud de las poblaciones y del ecosistema oceánico en general.
“Me preocupa el enorme volumen de capturas y el número de buques que pescan calamares en estas zonas”, afirma Phillip Chou, director de política mundial de Oceana, organización internacional sin ánimo de lucro dedicada a los océanos. Por su parte, Will McCallum, codirector ejecutivo de Greenpeace en Reino Unido, describe el crecimiento de la pesca del calamar como “uno de los ejemplos más atroces de la industrialización de alta mar”, y añade que “ha sucedido de la noche a la mañana”.
Los calamares son invertebrados de cuerpo blando y alargado, con ocho brazos y dos tentáculos más largos. Son un tipo de molusco cefalópodo que se encuentra en todos los océanos y del que se conocen al menos 290 especies. En las últimas décadas, la captura mundial de cefalópodos —una clase que también incluye a la sepia y el pulpo— se ha multiplicado por diez, pasando de unas 500.000 toneladas anuales en 1950 a un máximo de 4,85 millones de toneladas en 2014. Los aumentos más rápidos se han producido en las pesquerías de calamar, a tal punto que hoy los calamares representan una parte considerable de los desembarques totales en algunas regiones oceánicas.
Los calamares se destinan al consumo humano y, en algunas regiones, el aumento de las capturas ha coincidido con un descenso de las pesquerías tradicionales, lo que sugiere que el calamar se está convirtiendo en un sustituto del pescado en el mercado. En el Pacífico noroccidental, por ejemplo, la disminución de las pesquerías tradicionales, como la sardina japonesa y el abadejo de Alaska, se ha visto compensada por un auge de los desembarcos de cefalópodos, sobre todo de calamar.
Aunque las poblaciones de calamar no están clasificadas actualmente como amenazadas, los científicos afirman que el rápido aumento de la pesca no regulada las está poniendo en peligro. “El calamar es muy importante para los ecosistemas. No es sólo alimento para los humanos, sino para todo el océano”, afirma Alexander Arkhipkin, científico especializado en pesca del Departamento de Pesca de las Falklands (Islas Malvinas).
Según un estudio publicado en marzo en la revista Science Advances, la pesca de calamar es ahora más extensa en alta mar. Entre 2017 y 2020, el esfuerzo pesquero de la flota mundial de calamar aumentó un 68%, pasando de lo equivalente a 149.000 días de pesca al año en 2017 a 251.000 en 2020.
Los buques que pescan calamares en alta mar en zonas no reguladas son en su mayoría pesqueros industriales. Estos buques se desplazan con facilidad de un caladero a otro y permanecen en el mar durante largos periodos, normalmente de tres meses a un año, para maximizar sus capturas en función de la abundancia estacional. Buques con banderas de varios países pescan en estos caladeros no regulados, pero los de bandera china dominan el sector tanto en número como en horas de pesca.
Según el reciente estudio, dirigido por Katherine Seto, experta de política oceánica de la Universidad de California en Santa Cruz, el 86% del esfuerzo pesquero de calamar se concentra ahora en zonas no reguladas, y el 92% de esa pesca corresponde a buques de bandera china. “Aumentan los esfuerzos, aumentan los buques pesqueros, aumentan las horas de pesca, y tienden a aumentar desproporcionadamente en espacios no regulados”, afirma Seto.
Falta de regulación
En su mayor parte, las poblaciones de calamar en alta mar no están reguladas. En la actualidad, 17 organismos conocidos como organizaciones regionales de ordenación pesquera (OROPs) tienen la responsabilidad de supervisar la pesca en aguas internacionales. Estos organismos se encargan de asignar cuotas entre los Estados miembros, reducir las capturas accesorias y minimizar las actividades ilícitas. En la práctica, sin embargo, las OROPs sólo supervisan determinadas poblaciones de peces o determinadas zonas: el atún en el Pacífico, por ejemplo, o la pesca en general en una región definida, como el Atlántico nororiental. La limitación de este sistema es que deja algunas pesquerías, como la del calamar, y algunos de los caladeros más ricos del océano, sin ningún tipo de supervisión.
En alta mar, hay cuatro zonas especialmente preocupantes para los calamares: el Pacífico sudoriental y noroccidental, el Atlántico sudoccidental y el Índico noroccidental.
En el Pacífico sudoriental, cada mes se capturan varios miles de toneladas de calamar de Humboldt frente a las costas de Ecuador, Perú y Chile, principalmente por parte de grandes buques industriales extranjeros. Los desembarques en esta región representan alrededor de la mitad de las capturas anuales mundiales de calamar, pero en los últimos años la captura por unidad de esfuerzo (CPUE, por su sigla en inglés) de la flota ha disminuido drásticamente, lo que sugiere que la propia población está en problemas.
Las capturas por unidad de esfuerzo son las capturas totales divididas por el esfuerzo pesquero realizado. Puede expresarse, por ejemplo, en kilogramos de pescado por barco-día. Los descensos de la CPUE pueden indicar que las poblaciones de peces son incapaces de soportar el nivel de capturas que se les impone. Los aumentos pueden indicar un crecimiento de la población, aunque la CPUE depende de la calidad de los datos recolectados.
“En los últimos dos o tres años, hay indicios de que la población está empezando a disminuir”, afirma Arkhipkin. En el Pacífico noroccidental, donde una gran flota industrial captura calamares voladores japoneses (Todarodes pacificus) y calamares voladores neón (Ommastrephes bartramii), se ha observado un fuerte descenso de la CPUE.
En el Atlántico sudoccidental ha surgido en los últimos años una pesquería de calamar argentino (Illex argentinus), una especie más pequeña y de vida más corta, que atrae también a buques industriales extranjeros, así como a una flota nacional más pequeña. Los calamares representan actualmente entre el 10% y el 40% de los desembarques anuales de la región, y su amplitud se explica en parte por la sensibilidad de las poblaciones a las condiciones ambientales. En el noroeste del Índico, más allá de las aguas nacionales de Yemen y Omán, las pesquerías de calamar — dirigidas principalmente al calamar morado (Sthenoteuthis oualaniensis) — han experimentado una expansión sin precedentes históricos en los últimos años. Entre 2015 y 2019, el tamaño de la flota aumentó un 830%.
En su mayor parte, el aumento de la pesca de calamar se produce fuera de la jurisdicción de las OROPs, en zonas remotas del océano. En el Atlántico sudoccidental, por ejemplo, donde se pesca el calamar argentino, no existe ninguna OROPs, como consecuencia de la actual disputa política sobre las Islas Malvinas/Falklands. A falta de una autoridad que establezca normas sobre el número o el tamaño de los buques o la cantidad de capturas permitidas, una gran flota industrial, tanto nacional como de aguas lejanas, ha empezado a pescar en esta parte de alta mar.
En el noroeste del Índico, la pesca del calamar está, de forma similar, en expansión en una región sin una OROP. Un informe de 2021 de la ONG Trygg Mat Tracking (TMT) reveló el rápido ritmo de su expansión desde su aparición en 2017 hasta 2020, cuando varias organizaciones, incluidas TMT y Greenpeace, realizaron el último estudio de la zona. Descubrieron que la pesquería estaba compuesta principalmente por buques de bandera china, y que la flota había pasado de unos 30 buques en 2017 a 279 en 2020, afirma la analista principal Eleanor Partridge. El mismo análisis encontró que la pesca de calamar en esta región ahora incluye buques con redes, una situación que pone en riesgo a otras especies. “Hay poco o ningún escrutinio sobre los buques, más allá de sus banderas”, dice McCallum, y añade que observaron atunes y tiburones no declarados entre las capturas accesorias.
En algunas regiones, sin embargo, la situación es más complicada. En el Pacífico noroccidental, por ejemplo, el fuerte descenso de la CPUE se ha producido a pesar de la presencia de una autoridad regional. Alta mar del Pacífico sur, donde se pesca el calamar de Humboldt, también está gestionada por una OROPs, en este caso la Organización Regional de Ordenación Pesquera del Pacífico Sur (SPRFMO por sus siglas en inglés). En los últimos años, este organismo, que funciona por consenso entre sus miembros — 15 naciones más la UE —, ha reconocido la necesidad de introducir normas para moderar la pesca del calamar.
“Se reconoce que el nivel de capturas es insostenible y no puede continuar”, afirma Barry Weeber, de la organización sin ánimo de lucro Eco NZ, que participa como observador en las reuniones de la SPRFMO. En su reunión más reciente, celebrada en febrero de 2023, se presentaron varias propuestas para supervisar y controlar la pesquería, entre ellas el requisito de que los buques lleven observadores de pesca a bordo para 2028, así como la introducción de límites en las capturas totales de calamar. Todas ellas fueron rechazadas. Se aprobó una medida —un límite preventivo del esfuerzo pesquero—, pero se considera que no es lo suficientemente estricta para controlar la flota. “Es un límite sólo de nombre”, dice Weeber.
La sensibilidad a los calamares agrava el riesgo
Un argumento a favor de la pesca del calamar frente a otras especies es su corta vida, con un enorme potencial reproductivo: el calamar de Humboldt vive de uno a dos años y una hembra puede poner un millón de huevos a la vez, y hasta 20 millones durante su corta vida. En cambio, el calamar argentino y el calamar japonés sólo viven un año y una hembra pone cerca de 750.000 huevos. “Crecen, se reproducen y mueren. Tienen una tasa de renovación muy rápida. En ese sentido, son como las anchoas”, afirma Manuel Barange, director de política pesquera y acuícola de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Barange afirma que, salvo algunas excepciones, la mayoría de las poblaciones mundiales de calamares están en buen estado.
“Con respecto a la pesca de calamares, ni siquiera sabemos que es lo que no sabemos”, afirma Seto. Según él, aunque sea posible que las poblaciones controladas estén bien, el problema de la expansión de la pesca de calamares es que no está regulada ni controlada. “No disponemos de los mecanismos de comunicación e intercambio de datos que nos ayudarían a comprender las implicaciones para la equidad y la sostenibilidad”, afirma.
Los calamares también son criaturas muy sensibles cuyas poblaciones pueden caer en picada rápidamente. La variabilidad de las condiciones ambientales y el cambio climático influyen en el éxito de las poblaciones de un año para otro, provocando enormes fluctuaciones en los índices de capturas. Lo preocupante es que la pesca industrial intensiva, que opera sin límites, podría ejercer otra presión sobre las poblaciones de calamares, dañando a estas especies que ocupan un papel vital de nivel medio dentro de las redes tróficas marinas, como presas y depredadores. En el Atlántico sudoccidental, por ejemplo, los cefalópodos representan alrededor del 38% de las presas de peces. En el Índico noroccidental, donde la pesquería se está expandiendo más rápidamente, los calamares son un componente importante de la dieta de los atunes.
El científico pesquero Arkhipkin afirma que, en el caso del calamar, existe la posibilidad real de que una elevada presión pesquera “acabe con una proporción significativa de una pequeña población en un año de escasa abundancia. Eso podría colapsar el recurso con implicaciones para el año siguiente”. Arkhipkin señala el calamar de aleta corta (Illex illecebrosus) de la costa este de Canadá y Estados Unidos como prueba de que las poblaciones de calamar pueden, de hecho, desplomarse. Esta pesquería fue muy explotada a finales de los 70 y principios de los 80, y disminuyó rápidamente a finales de los 80, debido tanto a la presión pesquera como a las condiciones oceanográficas. “Esa población nunca se recuperó”, afirma
Además de tener implicaciones para la salud de los océanos, la eliminación de especies que se mueven entre aguas nacionales y alta mar tiene un efecto en cadena para los pescadores y las dietas locales. “La eliminación de esa cantidad de biomasa plantea un auténtico problema de seguridad alimentaria en el noroeste del océano Índico. Los estados costeros dependen de estas pesquerías”, afirma McCallum.
Medidas ineficaces
Los conservacionistas señalan el aumento exponencial de la pesca no regulada de calamares como un fracaso de la gobernanza de los océanos. Una opción, dice Seto, es reforzar las OROPs existentes.
“Lo que oímos de la comunidad internacional, incluido el Gobierno chino, es preocupación por las poblaciones de calamar”, afirma Seto. “Y estamos viendo que se están adoptando políticas que manifiestan esa preocupación”, añade.
En 2020, China introdujo un nuevo código de pesca con nuevas leyes aplicables a su flota pesquera de aguas lejanas. Entre ellas se incluyen las primeras vedas estacionales voluntarias de China en alta mar, que abarcan las principales zonas de desove del calamar de Humboldt y el calamar de aleta corta argentino, una medida que, en teoría, debería dar tiempo a sus poblaciones para reproducirse y recuperarse. En 2022, China amplió estas medidas, que ahora abarcan el Atlántico sudoccidental, el Pacífico oriental y el Índico septentrional.
Arkhipkin, que afirma que las vedas de calamar Humboldt y argentino “coinciden con un periodo en el que los calamares ya no están allí” y, por lo tanto, son ineficaces, se ha mostrado poco entusiasmado con las medidas. Pero Wang Songlin, ecologista marino y presidente de la Sociedad de Conservación Marina de Qingdao, China, afirma que estas medidas “no sólo benefician a las poblaciones de calamar, sino también a cientos de especies de peces y mariscos y a otras especies marinas que son capturas secundarias o accesorias”. Wang afirma que las medidas también pueden dar “a los hábitats del fondo marino de gran valor de conservación —algunos de los cuales son zonas de cría de calamares— un respiro muy necesario”.
Wang sugiere que si otros países aplicaran medidas voluntarias similares en alta mar, el resultado sería un esfuerzo internacional más “basado en la ciencia, constructivo y ambicioso”, que beneficiaría tanto a las pesquerías de calamar como a las comunidades dependientes de la pesca.
A Arkhipkin, por su parte, opina que un grupo independiente de científicos debería elaborar informes periódicos sobre el estado de las poblaciones de calamar y emitir advertencias, como hace el IPCC sobre el clima. Pero cómo obligar a las flotas pesqueras a tener en cuenta estas advertencias es otra cuestión. “Es una situación muy difícil”, admite. “No estoy seguro de cómo resolverla”.
Este artículo se publicó originalmente en China Dialogue Ocean.