Marzo de 2016 será recordado como un sacudón diplomático entre China y Argentina. En tan sólo 10 días, dos embarcaciones pesqueras chinas fueron ametralladas por los guardacostas del país sudamericano, mientras escapaban de su ZEE (Zona Económica Exclusiva); una de ellas no logró llevar su captura y tripulación a alta mar y descansa en las profundidades del Atlántico Sur. Un hecho excepcional, y que tuvo repercusión mediática global. El pesquero que logró huir, el Hua Li 8, acaba de ser capturado mientras cruzaba las aguas de Indonesia, que aprovechó el pedido de captura internacional de Interpol para continuar con su lucha contra la pesca pirata. La seguidilla de incidentes con la Marina Argentina no ha escapado la agenda gubernamental china, luego de que su Embajada en Buenos Aires pidiera oficialmente una investigación por el hundimiento del Lu Yan Yuan Yu 010. Estos hechos, que pueden parecer excepcionales, no resultan sorprendentes para quienes conocen el contexto de la pesca global y regional. Sin embargo, significaron un fuerte mensaje para la comunidad internacional y sirven como recordatorios de la importancia de una mejor coordinación en la protección de los ecosistemas marinos vulnerables. Una región única El Atlántico Sur es una de las regiones con mayor biodiversidad marina del Planeta. El encuentro de la corriente cálida del Brasil, y la fría de las Malvinas, junto con un fondo similar a una extensa planicie que termina en una abrupta caída, son algunas de las características que hacen que la vida marina abunde en todas sus formas, con una gran variedad de especies ícticas, mamíferos marinos, y aves. Debido al conflicto de soberanía entre Argentina y el Reino Unido, no han prosperado los intentos de ambos países por regular la pesca en la región y expulsar a los barcos IUU (de pesca Ilegal, No regulada, y No Registrada). Esto ha llevado a que el Reino Unido opte por la alternativa de abrir la zona que controla a cualquier barco que pague por un canon anual, sin ningún requisito de seguridad a la navegación, laboral, ni ambiental, y sin ningún tipo de control sobre la realización de prácticas pesqueras. Por parte de la Argentina, es casi imposible un control 100% efectivo de los miles de kilómetros de frontera marítima para evitar el ingreso ilegal de barcos a su ZEE, y sus intentos diplomáticos por resolver la pesca ilegal al borde de su ZEE han sido pobres o inexistentes. Todo esto es un coctel perfecto para una flota de barcos que aprovecha el descontrol, la ausencia de acuerdos regionales, y la falta de un organismo multilateral que regule y limite la explotación. Los océanos vacíos De acuerdo a los más recientes informes de la FAO-ONU, el 90% de los caladeros del mundo se encuentran sobre explotados, al límite de explotación, o colapsados. Pocas regiones escapan esta realidad. En el caso del Atlántico Sur, a finales de la década de los 90’s, formó parte de la estadística, colapsado por el ingreso descontrolado y masivo de la flota española al Mar Argentino, autorizada por el Gobierno de turno. En la actualidad sólo queda descifrar si el caladero forma parte de la porción de colapsado, plenamente explotado o sobre explotado, ya que no hay dudas que ocupa la estadística más sombría. Durante las dos últimas décadas la flota pesquera de altura de China ha buscado nuevos caladeros debido a la notoria escasez pesquera en su mar jurisdiccional, el aumento del consumo interno, y el creciente rechazo de países de Asia y Oceanía a nuevos acuerdos pesqueros con el gigante asiático. Entre los aproximadamente 500 barcos extranjeros que operan en el Atlántico Sudoccidental, la bandera que más flamea es la de China, con un 45% del total, luego le sigue Taiwán, con un 20%, Corea del Sur, con un 17%, y España con un 13% (algunos con bandera de las Islas Malvinas). Una de las razones por las que estas ciudades flotantes puedan mantenerse durante años faenando en las aguas del hemisferio es que obtienen el apoyo logístico del Puerto de Montevideo y del Puerto Argentino, en Malvinas, sin lo cual los costos de permanecer en la región se harían poco atractivos, esto sin contar con la mano de obra esclava y la inexistencia de regulaciones ambientales ni de seguridad que disminuyen aún más los costos de operación. Un puerto chino en Uruguay China es un gran inversor en Argentina, pero hasta ahora no ha invertido de manera tan notoria en su país vecino Uruguay. La gran afluencia de los barcos pesqueros y reefers (reaprovisionamiento y almacenamiento en frío) al Puerto de Montevideo, ha motivado a que una empresa china proponga invertir US$200 millones en un puerto pesquero en Uruguay, junto a talleres de reparación de barcos y facilidades para congelar pescado. De concretarse la construcción del Puerto por parte de la Compañía de Pesca en Uruguay, China obtendría prácticamente una porción de soberanía en el Atlántico Sur, como sucedió con la pastera finlandesa, instalada en el margen oriental del Río Uruguay, la cual cuenta con una Zona Franca, que le permite despachar a los barcos sin intromisión del Estado Uruguayo. China literalmente pasaría a tener soberanía en el Río de la Plata, una ventaja logística y comercial que se transformaría en un atractivo extra para las flotas pesqueras migratorias. Impactos ambientales inestimables La principal especie buscada por la flota IUU es el calamar (Illex argentinus), luego le siguen la merluza de cola o ‘hoki’, la merluza común, la merluza negra (también llamada bacalao de profundidad), la polaca, y el calamarete. El calamar es una de las principales fuentes de alimento de la merluza (la otra principal especie comercial del Mar Argentino), y también es una importante fuente alimenticia para especies de delfines, ballenas, y aves, como los pingüinos. El calamar es una especie que en su ciclo de migración (y vida) anual ingresa en la ZEE de Brasil, Uruguay, Argentina, la zona circundante de las Malvinas, y aguas internacionales. Si bien no abundan los estudios científicos sobre los impactos en el ecosistema, se han documentado fuertes caídas en las poblaciones de pingüinos y elefantes marinos en las Malvinas, en el caso de los primeros de hasta un 80% de las poblaciones históricas. También se ha comprobado que éstas y otras especies se alimentan en las zonas de mayor intensidad pesquera. Se desconocen los volúmenes exactos de pesca, aunque se estima que solamente de calamar, la flota extranjera captura más de 600 mil toneladas anuales , equivalente a unos US$600 millones, teniendo en cuenta el precio de mercado en 2015, de U$S1000 la tonelada. Poco se sabe del resto de las especies, y no se conoce absolutamente nada de la captura incidental; tampoco existe control sobre el tamaño o edad de los ejemplares capturados, teniendo un fuerte impacto en la capacidad de renovación de las poblaciones. Además de los impactos de la sobre explotación, captura incidental y descarte, existen otros impactos ambientales severos, como la contaminación del mar: todas las descargas de aceites, combustibles, sustancias tóxicas, y basura se realizan impunemente, sin siquiera conocerse datos de las dimensiones del daño. Reducción y control Para evitar el colapso del ecosistema del Atlántico Sur, es necesario comenzar a reducir el esfuerzo pesquero y ejercer un control sobre todos los barcos que operen en la región. Todos los barcos también deben cumplir con las regulaciones laborales que requiere la Organización Marítima Internacional y contar con observadores a bordo designados multilateralmente por los países de la región. Deben cumplir con todas las medidas de pesca que sean necesarias teniendo en cuenta un principio precautorio, incluyendo prohibición de by-catch y transbordos en alta mar. Las descargas de desechos y residuos en alta mar deben estar prohibidas. El control en puerto a esta flota debe ser transparente y las capturas pesqueras y/o posibles incidentes tienen que ser de acceso público. Asimismo, ningún barco con prontuario de ilícitos debe ser autorizado a la pesca en la región, ya sea ZEE o en aguas internacionales circundantes. El sistema de identificación satelital de cada embarcación debe ser obligatorio y permanente. De acuerdo a los análisis de datos satelitales, investigación de embarcaciones y empresas, e incidentes ocurridos en la región, el cumplimiento de estos requisitos dará lugar a una reducción de la flota del total de barcos, a un 20% o menos del total actual. Tan sólo el hecho de tener un prontuario de ilegalidad dejará fuera de operación al 30% de la flota de más de 400 embarcaciones identificadas operando en la zona. Los Estados de bandera y empresas que quisieran pescar en la región deberán respetar la sostenibilidad y salud del ecosistema, la dignidad de los trabajadores, las economías locales, y la seguridad de la navegación. La reciente ola de incidentes pesqueros que involucran a barcos de bandera China en los mares de otros Estados debe servir para un replanteo del comportamiento pesquero del país con la mayor flota del mundo. La ausencia de un cambio en la conducta pesquera llevará a más incidentes, de características aún más serias que las ocurridas en estos días, y con consecuencias aún peores. El Océano no es infinito, eso se sabe desde hace siglos, las especies que habitan en él tampoco, esto es un hecho conocido por la sociedad, y cada vez sostenido con mayor firmeza por los Estados.