Uno puede oír el viento rugir en el pueblo fantasma junto a la mina de Chuquicamata en el Desierto de Atacama de Chile. Unos 2,800 metros por encima del nivel del mar, casas y tiendas abandonadas muestran letreros de “no entrar”. Carteles en el camino advierten que adelante, el camino está cerrado. Este pueblo solía ser el hogar de 25.000 personas que trabajaban en la mina de cobre a tajo abierto más grande del mundo. Sin embargo, en febrero de 2008, la última familia que vivía aquí se mudó. La contaminación de la mina era tan seria que la zona fue considerada insegura como morada humana y la Corporación Nacional del Cobre de Chile (CODELCO), la mayor compañía y productora de cobre de Chile, reubicó a sus empleados y sus familias en la ciudad oasis de Calama, a 17 kilómetros de distancia, a través del desierto. El pueblo fantasma tiene un comercio dinámico El pueblo puede estar vacío, pero la mina todavía está funcionando a toda marcha. Forma parte de la máquina de CODELCO que produce una gran cantidad de cobre para satisfacer las demandas específicas cada vez más altas de su mayor comprador, China. “Cuando CODELCO crece, Chile se desarrolla”, reza el refrán de la compañía. La firma emplea a unas 67.000 personas (directa e indirectamente) y es propietaria de las reservas de cobre más grandes del mundo, llegando a los 77 millones de toneladas métricas, o el 20% del total del planeta. También afirma abarcar el 10% de la producción global de cobre, o 797 millones de toneladas. “Pero esto no es suficiente para nuestro cliente, China, que desea una mayor calidad de cobre” dice Diego Candia, un representante de CODELCO. “China usa el cobre para construir dispositivos tecnológicos, tales como tabletas, teléfonos celulares y cámaras, que contienen finas fibras de cobre. Por tanto, producir cobre para los clientes chinos requiere más tiempo y trabajo”. Producir el metal de alto grado tan ansiado, utiliza métodos de contaminación intensiva, entonces la mayor demanda de cobre fino de China también está incrementando la presión en el medio ambiente de Chile. Luego de extraer rocas de cobre de Chuquicamata, el proceso de fundido usa temperaturas de 200 grados Celsius para separar el cobre de los sulfuros y óxidos que contiene, dejando tan solo el metal. El producto refinado luego se coloca en un molde y se convierte en polvo negro (óxido de cobre) concentrado o se despacha a China en bloques. Este proceso emite grandes cantidades de oligoelementos, materia particulada y óxidos de azufre, que pueden tener efectos adversos para el medio ambiente y la salud. “El proceso de fundido contamina bastante el aire”, dice Candia, a medida que explica el proceso de extracción en la biblioteca del pueblo fantasma. Además, los vientos provenientes del desierto de Atacama actúan levantando partículas del suelo y recirculando los gases tóxicos generados por la extracción del cobre. Aire ‘horrible’ “Claramente, con la creciente demanda del cobre que tiene China, habrá más contaminación en el medio ambiente”, dice Yery Luza, un ecologista del departamento de medio ambiente de la municipalidad de Calama. Él señala a la mina Gabriela Mistral, que vende todo lo que produce a China, ascendiendo a más de 128.000 toneladas métricas de cobre fino en 2013. La contaminación que hay aquí, dice, es testimonio del enfoque tan limitado que tiene la economía local con respecto a la extracción de metales. “Sin duda, ha habido en el pasado unos 50 a 60 años de grave contaminación del aire, la tierra y el agua en Calama. Inicialmente, la ciudad era una ruta comercial importante para los chilenos del interior del país. La agricultura también era una industria importante. Esta zona ahora se ha vuelto exclusivamente mineral debido a la presión extranjera”, dice Luza. Un ingeniero ambiental de 33 años que se llama Orlando me dice que él solía monitorear la calidad del aire de la mina Chuquicamata. Trabajó tres años en el pueblo que ahora describe como “horrible”. “La calidad del aire no era nada buena”, señala, mientras guía a un grupo de turistas desde San Pedro de Atacama al Valle de la Luna, un destino muy concurrido donde ni una sola gota de lluvia ha caído en cientos de años. Ahora trabaja para la agencia de viajes de su familia en el norte de Chile. Agua y desechos El agua es una gran preocupación. La extracción de cobre requiere grandes cantidades de agua y esta es una fuga significativa de recursos en el Desierto de Atacama, conocido por ser el lugar más seco de la Tierra. “En el proceso industrial, se usa el ácido sulfúrico con agua y una gran cantidad de agua se evapora”, dice Luz. “La calidad del agua para el sector agrícola también se ha visto afectada”. Luego también hay camiones que transportan el cobre y los desechos fuera de las minas. En Chuquicamata, cientos de ellos van y vienen, las 24 horas del día, los siete días de la semana. Los más grandes, importados de Alemania, cargan hasta 400 toneladas, mientras que los modelos japoneses más pequeños, cargan hasta 330 toneladas. “Hay 400.000 toneladas de desechos que eliminar todos los días” dice Candia. Los camiones en la mina de Chuquicamata consumen tres litros de diésel por minuto, añade. Aunque CODELCO invirtió US$181 millones en proyectos de salud ocupacional y seguridad en 2013, los chilenos aún sufren de los costos medioambientales de los altos niveles de producción de cobre. La extracción y el refinado han generado serios problemas de salud para los mineros, desde el asma hasta el debilitamiento de los sistemas inmunológicos. Visitar la mina de Chuquicamata está prohibido para niños menores de seis años y mujeres embarazadas. “Muchos trabajadores se enfermaron y padecieron de silicosis. La temperatura es demasiado alta en la mina. Algunas personas murieron porque no había normas de seguridad. Hoy en día, sí las hay”, dice Orlando. El crecimiento reduce la economía En su veloz proceso de urbanización, China consume alrededor del 40% de los suministros de cobre del planeta, que usa para hacer dispositivos tecnológicos, cables eléctricos, autos, motocicletas, refrigeradores, cañerías de plomería y mucho más. Dicha demanda se ve reflejada en las estadísticas de Chile: en 2013, el comercio entre China y Chile fue 22% mayor en comparación con las cifras de 2005, cuando ambos países firmaron un tratado de libre comercio. En 2012, el 80% del cobre exportado por Chile fue a dar a China, alcanzando los US$14.000 millones. En una visita a la nación sudamericana en el mismo año, quien era entonces el primer ministro chino, Wen Jiabao, dijo que los dos gobiernos planeaban duplicar el comercio bilateral a US$60.000 millones para 2015. El “crecimiento [del comercio bilateral] es consistente con la tasa de expansión del cobre durante el mismo período”, señala un informe de la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales, parte del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. Queda claro que la economía del país depende en gran medida de las exportaciones de cobre a China. Un informe de 2013 preparado por la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas estipula que alrededor del 85% de las exportaciones al gigante asiático son metales, de las cuales la mayor parte es cobre. Chile puede ser uno de los países más ricos de la región, pero sus exportaciones no son del todo diversificadas; 7% del producto nacional bruto de Chile proviene ahora del cobre que despacha a los puertos chinos. Las minas chinas remodelan los Andes Chile no es el único país que satisface las necesidades de minerales de China. En abril de este año, el gigante de bienes de consumo, China Minmetals, llegó a un acuerdo de US$5.850 millones para adquirir una de las minas de cobre más grandes en Perú. La mina de Las Bambas es una de las adquisiciones extranjeras más grandes a la fecha realizada por una compañía minera china. Cuando comience con sus operaciones en 2015, se proyecta que producirá 450.000 toneladas de cobre anualmente durante los primeros cinco años. Esto convertirá a China Minmetals en uno de los 10 mayores productores de cobre en el mundo. Las compañías chinas estatales ya son los principales productores de cobre en el Perú, con una inversión total que supera los US$19 mil millones de dólares, según la Sociedad Nacional de Minería. Pero estos actores están desarrollando una reputación para la dejadez medioambiental en esta región tan rica en minerales. En marzo de 2014, por ejemplo, las autoridades peruanas sancionaron a la minera Chinalco por verter desechos tóxicos en los ríos. El consorcio de la minera china tuvo que cerrar las operaciones en su mina de cobre de Toromocho. Mientras tanto, en el norte de Chile, los geólogos han descubierto otra capa de cobre de un kilómetro de profundidad, lo que permitiría a la nación sudamericana extraer cobre por 50 años más, explica Diego Candia de CODELCO. En tanto China continúe con su apetito por el cobre, Chile estará preparado para seguir cavando y contaminando.