Los delitos medioambientales se han disparado en la Amazonía brasileña en los últimos años. Sólo en 2021 se perdieron más de 13.000 kilómetros cuadrados de la selva tropical del país, la cifra más alta en un año desde 2006, según datos del gobierno. Las investigaciones muestran que más del 90% de esta deforestación fue ilegal, y que casi un tercio tuvo lugar en tierras públicas.
La ganadería sigue siendo el principal motor de la deforestación en la Amazonía. En segundo lugar está la agricultura de la soja, que ha avanzado de forma acelerada, con una superficie plantada que se ha multiplicado por diez en la región en las dos últimas décadas. Los científicos estiman que el cultivo de soja ha sido responsable del 10% de la deforestación en Sudamérica.
La mayor parte de la carne vacuna producida en la Amazonía brasileña se destina al mercado nacional, el 52% de la producción de soja del país se exporta, y el 80% de estas exportaciones se dirige a China, frente al 9,5% que se destina a Europa. Por tanto, no hay que subestimar la importancia económica y medioambiental de China para Brasil.
Nuestro nuevo estudio sugiere que el aumento progresivo de las exportaciones brasileñas de productos primarios a China en las dos últimas décadas puede haber contribuido significativamente a la magnitud de la deforestación en la Amazonía. El análisis comparó más de dos décadas de datos públicos sobre comercio exterior y tasas de deforestación de 219 municipios de la Amazonía que exportaron productos primarios a China.
Aunque estos impactos parecen evidentes, son difíciles de cuantificar y deben interpretarse con cautela, ya que hay otros factores que también influyen en el fenómeno. Como hemos señalado, la deforestación provocada por la conversión de bosques en pastos y zonas plantadas también alimenta el mercado nacional y, además, la deforestación puede producirse indirectamente a través de la creación de infraestructuras de transporte.
Como principal consumidor de productos agrícolas exportados por Brasil, China tiene un papel vital que desempeñar para garantizar el éxito de los esfuerzos internacionales encaminados a reducir los delitos medioambientales en la Amazonía. La agroindustria orientada a la exportación ejerce presión sobre la selva e intensifica los conflictos por la tierra y la violencia en las zonas rurales. La cooperación internacional es una forma de construir una política de desarrollo económico más transparente y responsable en todos los eslabones de la cadena de suministro.
Cooperación en materia de deforestación
Como firmante del Acuerdo de París, China, al igual que Brasil, está sometida a presiones para reducir sus emisiones de carbono, en particular las derivadas del uso de carbón para la generación de electricidad.
En 2020, el Presidente chino Xi Jinping prometió que las emisiones del país alcanzarían su punto máximo antes de 2030 y la neutralidad de carbono antes de 2060. Pero estas promesas y acuerdos solo cubren las emisiones nacionales, solo una parte del problema para China y otros grandes emisores, ya que las importaciones e inversiones internacionales tienen un enorme impacto en las emisiones de todo el mundo, incluidas las vinculadas a la deforestación.
China ya ha dado señales de que combatir la deforestación en los países productores de materias primas puede ser parte de su estrategia de descarbonización
Aunque el gobierno chino no ha detallado cómo se lograrán estos objetivos, el país ya ha dado señales de que combatir la deforestación en los países productores de materias primas puede ser parte de su estrategia de descarbonización. Por su parte, la empresa comercializadora de soja COFCO, la mayor de China, se ha comprometido a eliminar la deforestación de su cadena de suministro en los biomas de la Amazonía, el Cerrado y el Gran Chaco para 2030.
Entre los efectos indirectos de la inversión china en los productos exportados desde el norte de Brasil se encuentra el fortalecimiento de la agroindustria brasileña. Dado que el sector tiene una influencia significativa en la política interna de Brasil, se han ejercido presiones para forzar cambios legislativos y administrativos perjudiciales para el medio ambiente, en particular la flexibilización de los requisitos para obtener permisos medioambientales y los intentos de abrir los territorios indígenas y otras zonas protegidas a las actividades extractivas. También se han observado repercusiones en relación con la financiación china de proyectos de infraestructura a gran escala, incluida la construcción de ferrocarriles por empresas chinas para el transporte de ganado y otros recursos agrícolas.
Para reducir los impactos socioambientales directos e indirectos de la producción de commodities para la exportación, el gobierno brasileño debe establecer mecanismos más eficaces para garantizar la trazabilidad y la sostenibilidad de las cadenas de suministro con huella ambiental en la Amazonía. La planificación agroambiental de la administración también debe tener en cuenta la gestión de los riesgos ambientales y climáticos e incluir incentivos para quienes se dedican a la gestión forestal responsable y a la agricultura familiar de menor escala. De este modo, se contribuirá a combatir los delitos medioambientales y a proteger la soberanía alimentaria y el comercio justo, ingredientes esenciales para garantizar la continuidad de las familias trabajadoras del campo, incluidos los pueblos y comunidades tradicionales.
Negociar una declaración política bilateral con China, con el compromiso de ambas partes de reforzar la cooperación para prevenir y combatir la deforestación y promover cadenas de suministro libres de delitos ambientales, es otra vía que Brasil debería tomar para promover un modelo de desarrollo alineado con la sostenibilidad y la justicia climática en la Amazonía.